Lo más probable es que ahora mismo tengas una canción en la cabeza que no te puedes sacar. La ciencia ya sabe por qué

Lo más probable es que ahora mismo tengas una canción en la cabeza que no te puedes sacar. La ciencia ya sabe por qué

La historia es divertida. Durante siglos, médicos, barberos y curanderos usaban los gusanos del orden de los dermápteros (secos y molidos) para tratar las enfermedades auditivas. Los llamaban, por ello, "gusanos del oído"; pero el nombre era equívoco.

Tan equívoco que, con el paso del tiempo, la gente empezó a pensar que los insectos se llamaban así porque, en realidad, se 'infiltraban' en el oído. Hay tardes en las que imagino a decenas de oscuros agricultores del Rin preocupados por si unas tijeretas decidían colárseles en las orejas y me doy cuenta de que es inevitable que, teniendo ese término, empezara a usarse para hablar de canciones que se pegan.

¿Canciones que se pegan? Sí, esos trozos de canción que se nos meten en la cabeza y no podemos dejar de tararear. Al menos en inglés y en alemán, se usa ese término ('gusano en el oído' o 'gusanos) para referirse a las más conocidas como 'involuntary musical imagery'; es decir, 'imágenes musicales involuntarias'. Pero, en realidad, es lo de menos. Lo demás es que ese fenómeno existe, está estudiado y (siempre según esos expertos) hay maneras de pararles los pies.

Aterricemos los datos. Claire Arthur, profesora asistente en la Escuela de Música del Instituto de Tecnología de Georgia en Atlanta, decía en Wired que las INMI "son un fenómeno universal en muchas épocas y culturas diferentes". Y los estudios que tenemos parecen darle la razón: a todos se nos pegan las canciones.

En 2020, un pequeño estudio sobre el tema concluía que el 97 por ciento de los sujetos estudiados había experimentado esto. En el último mes. Es cierto que eran estudiantes universitarios estadounidenses (y eso, muy probablemente, hacía que estuvieran más expuestos a la música de lo normal), pero los datos son demoledores.

La ciencia de las INMI. Arthur también decía que "lo que distingue a un 'gusano del oído' de cualquier otro recuerdo que surge espontáneamente en tu cabeza es que se repite y se repite, a menudo en un bucle directo". Son, en esencia, una forma muy particular de rumiación y, por lo que sabemos, parte de su fuerza está en su forma.

Es lo que explica que Kelly Jakubowski y su equipo fueran capaces de identificar algunas de las canciones más propensas a generar INMI. Canciones como “Bad Romance” de Lady Gaga, “Can’t Get You Out Of My Head” de Kylie Minogue o “Don’t Stop Believin’” de Journey están en la lista. Me entero gracias a César Muela, de hecho, que “Wannabe” de las Spice Girls tarda apenas 2,29 segundos en conseguirlo.

Vale, pero ¿qué lo provoca? Aunque puedan parecer incongruente, hay tres desencadenantes básicos: "novedad, familiaridad y aburrimiento". Es decir, cuando nuestra cabeza está muy aburrida o muy estresada (además de cuando estamos nostálgicos) es más probable que este tipo de INMIs aparezcan.

"Nuestro cerebro está formado por una red masiva y compleja de neuronas que almacenan información, y cuando la mente es libre de vagar, puede aterrizar sin saberlo en una canción que ha sido codificada a través de frescura y repetición", explicaba Emery Schubert, investigador y profesor de la Universidad de Nueva Gales del Sur en Wired.

Hay quién sostiene que una INMI es, básicamente, un bucle de retroalimentación entre dos partes del cerebro: la que escucha y la que canta. Y, en realidad, parece una definición muy aséptica, pero el 'intríngulis' evolutivo y sus consecuentes beneficios cognitivos y emocionales siguen siendo un misterio.

Porque lo que nos interesa es pararlos, claro. A menudo, estas INMIs pueden sacar de quicio a cualquiera. Pero la verdad es que son 'tardígrados': el tipo de bichos que con las circunstancias a favor parecen indestructibles, pero que hasta hace pocos años éramos incapaces de criar exitosamente en un laboratorio.

La clave está en distraernos a nosotros mismos y romper el bucle de retroalimentación: mascar chicle, escuchar otras canciones pegadizas o, sencillamente, escuchar la canción que nos atormenta de principio a fin. Cosas como entretenernos si estamos aburridos o relajarnos si estamos si estamos estresados también funcionarían, pero ya sabemos que esto es mucho más complicado. 

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Cinco “huracanes” en el Atlántico: hay una gran batalla meteorológica en el Caribe y El Niño la está perdiendo

Cinco

La gran batalla meteorológica del año es entre la cizalla de El Niño y las altísimas anomalías térmicas del Atlántico. La primera, por un lado, frena la aparición de huracanes en el pasillo que va desde Cabo Verde al Caribe. La segunda, por el otro, es pura "gasolina" para este tipo de tormentas. Y nadie sabía muy bien quién iba a ganar esta temporada.

Pues bien, ya lo sabemos: las altas temperaturas van ganando de calle. El Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos está monitorizando cuatro bajas en el Atlántico y otra depresión tropical ya se ha formado. Bienvenidos a la temporada de huracanes.

Intuíamos que algo iba a pasar. Los modelos apuntaban a que la actividad de ciclones tropicales despertarían esta semana. No era una predicción muy arriesgada. "Es normal al adentrarnos en  agosto". Sin embargo, no estábamos seguro de qué pasaría exactamente.

Como comentaba, en condiciones normales, (es decir, "de no haber las temperaturas extremas que están sucediendo en el Atlántico"), lo que esperaríamos sería una temporada de huracanes con muy poca actividad. Sin embargo, "las previsiones apuntan a una temporada más activa de lo normal".

¿Por qué? La explicación más sencilla es que la fuerte cizalladura (las diferencias de velocidad entre distintos puntos y altitudes de la atmósfera) que El Niño produce en el Caribe hace que se generen menos estructuras susceptibles de convertirse en huracanes. Sin esos detonantes atmosféricos, no se puede producir una tormenta tropical de ese tipo y, por ello, las temporadas se hacen más tranquilas.

El problema es que la superficie del Atlántico norte está muy caliente y eso significa "energía". Mucha energía. Es decir, que aunque haya menos tormentas en números absolutos, la disponibilidad de energía hace que las que haya se vuelvan más viables e intensas.

Y el resultado es claro. Mientras nos acercamos al pico de actividad de huracanes de inicios de septiembre, el pasillo que va desde Cabo Verde al Golfo de México se ha llenado de posibles huracanes. Mientras escribo esto, se acaba de formar una despresión tropical (con el nombre final de Emily) y otras cuatro bajas tropicales más son vigiladas estrechamente en Atlántico.

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Buenas y malas noticias. La buena noticia es que Emily no parece que vaya a afectar a tierra firme. Además, ahora mismo hay una masa de aire anormalmente seco en la zona del Atlántico tropical y eso frenará (presumiblemente) el desarrollo de esta sucesión de posibles tormentas tropicales.

Las malas noticias son que las previsiones parecen confirmarse y la factoría de huracanes del Atlántico parece estar a pleno funcionamiento. Esto es una mala noticia para el Caribe y las zonas aledañas, sí; pero también para nosotros porque, recordemos, las tormentas tropicales están aprendiendo el camino a la península y cuantas más se forman, mayor será la probabilidad de que alguna nos afecte.

En Xataka | Las altísimas temperaturas del Atlántico tienen un riesgo para España: los huracanes son ahora más probables

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La NASA ha calculado cuánto tiempo tendríamos para prepararnos ante una devastadora tormenta solar y se ha puesto manos a la obra para conseguir ese tiempo

La NASA ha calculado cuánto tiempo tendríamos para prepararnos ante una devastadora tormenta solar y se ha puesto manos a la obra para conseguir ese tiempo

En 1989, una tormenta solar causó problemas en Quebec durante más de 12 horas; llevando el "cero energético" a millones de Canadienses y obligando a cerrar escuelas y todo tipo de negocios. Y eso no es nada: el evento Carrington, 130 años antes, había "hecho fosfatina" las redes de telégrafos de todo el mundo. Hoy, una tormenta parecida condenaría al planeta a cortes de luz persistentes, problemas electrónicos de todo tipo y, seguramente, una interrupción sin precedentes del ecosistema mundial de comunicaciones.

El asunto es que, tarde más o tarde menos, esa tormenta llegará.

Lo que dice la NASA. Como es evidente, la respuesta de la agencia norteamericana ante esto tiene muchas ramificaciones, pero hay una tan simple como disruptiva: "necesitamos una sirena".

De hecho, con esas tres palabras se resume bien el corazón de uno de los proyectos más interesantes de los últimos tiempos para garantizar la seguridad de las comunicaciones a nivel planetario: el proyecto DAGGER.  Y es que, "al igual que las sirenas que alertan cuando una tormenta o tornado amenazan la vida en Estados Unidos", el sistema "Perturbación geomagnética de aprendizaje profundo"combina modelos de aprendizaje profundo y datos satelitales de la NASA para construir una enorme alarma mundial que nos alerte de "meteorologías espaciales especialmente peligrosos".

¿Peligros espaciales? Y, aunque no se materialicen, son muchos. Al fin y al cabo, el Sol lanza material solar al espacio de forma constante. Ese material puede adquirir la forma de un flujo constante (lo que denominamos, ‘viento solar’) o de ráfagas más breves y enérgicas (las erupciones solares). Ese es el pan nuestro de cada día.

Bastante a menudo, ese material se encuentra con la Tierra y, al golpear el "campo magnético" del planeta, crea las famosas tormentas geomagnéticas que perturban los sistemas tecnológicos (y nos tienen entretenidos de vez en cuando).

Un momento especialmente peligroso. A todo esto que estamos comentando, hay que sumar otra cosa: el Sol no es tan estable como parece desde la Tierra. Su actividad oscila en ciclos de unos 11 años de duración y el último de esos ciclos, el 25, empezó en diciembre de 2019. Aunque aún no hemos llegado al pico (debería ocurrir en 2025), la actividad del Sol ha venido superando todas las expectativas. Nadie sabe muy bien qué nos podemos encontrar en los próximos años, pero no son buenas noticias.

Entra DAGGER. Investigadores de la NASA, el Frontier Development Lab, el Servicio Geológico y el Departamento de Energía de Estados Unidos están trabajando en encontrar "conexiones entre el viento solar y las interrupciones o perturbaciones geomagnéticas -que causan estragos- observadas en las estaciones terrestres de todo el planeta".

"Los desarrolladores de DAGGER compararon las predicciones del modelo con las mediciones realizadas durante las tormentas solares de agosto de 2011 y marzo de 2015" y "en cada caso, DAGGER pudo pronosticar de manera rápida y precisa los impactos de la tormenta en todo el mundo".

Según explica la NASA, "el modelo puede producir predicciones en menos de un segundo y [estas predicciones] se actualizan cada minuto". No está mal. Aunque, sinceramente, tampoco es demasiado. Ahora mismo, el sistema solo nos puede avisar con media hora de antelación.

¿30 minutos? Efectivamente. No es que sea una cifra al azar, claro. La NASA ha estimado que 30 minutos que es el punto exacto en el que los modelos tienen suficiente resolución como para hacerles caso, pero tenemos margen de maniobra para prepararnos de urgencia en el último momento. 

Es decir, media hora no está mal. Y resulta curioso porque eso significa que muchas de las noticias que podemos leer en los últimos años sobre "tormentas solares acercándose de forma inminente a la Tierra" son infundadas. ¿Quién nos lo iba a decir? 

En Xataka | Aún no estamos preparados para la próxima gran tormenta solar y deberíamos empezar a tomárnoslo en serio

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Cada vez hay más gente que odia a la masa madre. Tienen buenos motivos para hacerlo

Cada vez hay más gente que odia a la masa madre. Tienen buenos motivos para hacerlo

Hace unos días, Julie Bindel lo decía alto y claro "di no a la masa madre" y, sinceramente, ya era hora de que alguien lo dijera. Y no sólo porque cuando leí la columna de Bindel estuviera comiéndome un mollete tostado con zurrapa de lomo. Al contrario.

Porque, aunque podemos ver trazas de este boom de la masa madre ya hace una década, es cierto que desde la pandemia hemos visto cómo en buena parte de Occidente el pan de masa madre estilo San Francisco se ha ido comiendo, poco a poco, a todas las variedades locales y a las particularísimas culturas del pan de cada lugar del mundo.

Es un ejemplo, evidentemente. No es cosa del pan, ni de la masa madre. Cuando una moda aprieta, cuando aprieta de verdad, pasan cosas temibles. Por ejemplo, que olvidamos que hay miles de variedades de pan. Y las hay por un motivo.

Pero, antes de nada, ¿qué es eso de la masa madre? La "masa madre natural" es un fermento compuesto exclusivamente de harina y agua. Es decir, un fermento al que no le hemos añadido ningún tipo de levadura extra, que aprovecha la multitud de levaduras y bacterias que contiene la harina para provocar la fermentación de forma, digamos, espontánea.

Es la forma tradicional de elaborar el pan y, aunque la aparición de levaduras industriales la fue marginando progresivamente (alimentarla, mantenerla y conservarla a niveles profesionales conlleva, comparativamente, mucho trabajo), lo cierto es que parte de su 'revival' se basa en que aporta un sabor y aroma especiales a las masas y, de paso, ayuda a controlar su acidez.

Los motivos del pan. De ese mundo previo a los hornos eléctricos, las cámaras frigoríficas para controlar el levado y la química industrial, viene gran parte la diversidad de panes y masas horneadas. Es decir, el patrimonio 'panológico' es memoria y tradición, pero no solo.

Hay muchos motivos agrarios, tecnológicos, culturales, industriales, comerciales y gastronómicos que explican (al menos parcialmente) la diversidad de panes de las sociedades actuales. España, por ejemplo, tiene 315 tipos distintos de pan.

Pero el motivo central de esa cantidad ingente de variedades panarras es que, independientemente de la idea homogénea que tengamos de este alimento, lo cierto es que el pan tiene distintos usos y esos usos requieren características distintas. La presión por uniformizar la comida de todo el mundo pierde eso de vista.

Y es que no es solo el pan. Hace un par de años, el periodista gastronómico Dan Saladino publicó un trabajo que lo dejaba cristalino: "solo cuatro corporaciones controlan el 60% de la mayor fuente de nuestros alimentos, las semillas; la mitad de los quesos en el mundo se produce con bacterias y enzimas que comercializa un solo laboratorio; una de cada cuatro cervezas que bebemos es manufacturada por una única compañía cervecera; la producción de cerdo global se apoya principalmente en una raza; y de las 1.500 variedades de plátano que conocemos, la Cavendish domina los monocultivos de todo el planeta".

“Este tipo de homogeneidad no se ha visto nunca antes”, explicaba Saladino en la revista Ballena Blanca. Y eso “plantea grandes cuestiones sobre el futuro de nuestra comida y sus retos. [...] No solo porque hace más vulnerable la cadena de alimentos, sino porque acaba con culturas que se han construido durante siglos, y economías locales que dependen de ellas”.

No es un problema estrictamente nuevo. De hecho, "el mayor declive en la diversidad de cultivos se produjo tras la Segunda Guerra Mundial", primero y "tras la Revolución Verde, que [se basó] en la selección genética de variedades más productivas, la mecanización en grandes monocultivos, el uso de fertilizantes y plaguicidas, y la aplicación del riego por irrigación".

No obstante, en los últimos años el fortalecimiento de las líneas logísticas globales, por un lado, y la viralidad de internet han exacerbado todo este proceso: por ejemplo, la popularidad del aguacate en medio mundo se debe, en buena parte, a esto. La de la masa madre, también.

¿Y qué hacemos? Lo curioso de estos movimientos culinarios es que, en lugar de ampliar la despensa mundial, lo es que están haciendo es hacerla 'monocultivo'. Y, como se daba cuenta Julie Bindel en su columna, los productos no son  intercambiables: tienen características culturales, sociales y políticas que los 'enriquecen'.

El comercio internacional produce beneficios importantes que no podemos negar. Pero, a la vez, este fenómeno concreto (que no es  un fenómeno exclusivo de los países occidentales, sino que se reproduce  en buena parte del resto del mundo) tiene sus costes inadvertidos.

Esos costes, de hecho, son uno de los problemas gastronómicos más importantes de las próximas décadas: cómo conseguimos que una dieta cada vez más internacional sea más rica, más sostenible y más saludable. Ahí es nada.

En Xataka | La guerra entre supermercados nos está llevando a tener dietas menos sostenibles en el peor momento posible

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Hay dos enormes “olas de calor” previstas a ambos lados del Atlántico. Lo más preocupante es que están conectadas

Hay dos enormes

Hace días que AEMET empezó a preparar el terreno. "¿Habrá más olas de calor en agosto después de la de esta semana?", se preguntaban tras comprobar, según los modelos de predicción para la segunda quincena del mes, todo parecía indicar que sería "más cálida de lo normal en prácticamente todo el país".

Nadie hizo demasiado caso porque a) suficiente teníamos con lo que teníamos y b) porque los mismos modelos dibujaban un futuro cambio de patrón con respecto a las lluvias y esa era el tipo de noticia que necesitábamos.

El caso es que ahora nos encontramos con esto.

Más fenómenos extremos. Y 'esto' son modelos apuntando "a altas probabilidades de desarrollarse dos dorsales anticiclónica con geopotenciales de récord sobre Europa y EEUU". Por la parte que nos toca, el ECMWF señala claramente un episodio de altas temperaturas para la semana que viene.

Ahora mismo, las temperaturas siguen siendo altas (especialmente, en el este peninsular y en Baleares). Pero, AEMET ya empieza a avisar que, a partir del fin de semana, el calor se intensificará y se extenderá a la mayor parte del país. "Será un nuevo episodio cálido, con temperaturas inusualmente altas para la época".

Por ahora (porque recordemos que, cuando hablamos de previsiones a tanto tiempo, estas cosas pueden cambiar bastante de un día para otro) no se espera que alcancemos temperaturas tan altas como las de las últimas semanas; sin embargo, sí hay algo que debería empezar a intrigarnos.

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ECMWF

Resonancias climáticas. Como señalaba González Alemán, si tomamos perspectiva, que "se den de forma simultánea [estas dos dorsales anticilónicas], y con esa otra dorsal en medio del Atlántico hace pensar que son fenómenos que están conectados".

No sería raro que estuviéramos ante la vuelta del "famoso patrón de ondas cuasi-resonante de los últimos años". Las olas de  calor se están volviendo más frecuentes e intensas, sí; pero, además, hay "un nuevo patrón del flujo atmosférico [que] está apareciendo con mayor frecuencia: las ondas estacionarias y amplificadas".

Martín León explicaba en 2019 que, según algunos estudios recientes, estábamos viviendo algo que esperábamos que ocurriera por el cambio climático, pero que aún no se había dado con claridad. El hecho de que algunos patrones fundamentales del flujo atmosférico resuenan más a menudo que otros debido al calentamiento global.

Volviendo a 2018. En este caso, hablamos de "patrones de corriente de chorro altamente amplificados y estancados durante períodos inusualmente largos": una especie de meandros enormes y calmos en la atmósfera del hemisferio norte.

Hablamos de ellos porque, aunque parezca algo lejano, en 2018 produjeron una serie de catastróficas desdichas: "olas de calor sin  precedentes en el este de Asia y el norte de Europa", incendios históricos en California, Washington o Japón y "las  inundaciones más mortíferas desde 1982" entre otras cosas.

¿En qué consiste todo esto? Básicamente, lo que ocurre es que los movimientos de la atmósfera que suelen ser más rápidos y dinámicos dan paso a estructuras casi estacionarias que pueden durar semanas. De esta forma, lo que en circunstancias normales serían un par de días de calor (o de lluvia, depende de qué es lo que toque en cada lugar) se convierten en semanas -- con todos los problemas que eso acarrea.

¿Es lo que vamos a ver la semana que viene? No está claro. Al ser un patrón relativamente nuevo y en formación, no tenemos toda la información que nos gustaría. Sin embargo, la situación (como es evidente tras tantos meses de anomalías) no pinta nada bien.

Crucemos los dedos y esperemos porque, como señalaba hace unos días, vienen algunas de las semanas más importantes del año.

En Xataka | El aceite de oliva está más caro que nunca (y crece la amenaza de la especulación y el desabastecimiento)

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Los republicanos de EEUU creían haber ganado la batalla del aborto. Ahora la están perdiendo referéndum a referéndum

Los republicanos de EEUU creían haber ganado la batalla del aborto. Ahora la están perdiendo referéndum a referéndum

En algún momento de 2021, justo cuando la Corte Suprema de Estados Unidos estaba debatiendo sobre uno de los temas más decisivos de la Norteamérica de los últimos 50 años, el juez Alito escribió "es hora de hacer caso a la Constitución y devolver el tema del aborto a los representantes electos del pueblo".

Y varios estados republicanos y no republicanos (Kansas, Michigan, Vermont o Wisconsin) se pusieron manos a la obra. Solo hay un pequeño problema: la gente está votando y, para estupor de los movimientos provida, lo está haciendo a favor del aborto.

Con Ohio hemos topado. El último en sumarse a la fiesta es Ohio. Tradicionalmente, este estado del Medio Oeste ha sido un swing state. Es decir, un estado cuyas mayorías eran pequeñas, un "estado en disputa". Y, de hecho, el ganador de las elecciones allí solía ser el ganador de las elecciones a nivel nacional, pero en los últimos años se ha ido moviendo a la derecha. Como referencia, en las últimas presidenciales Trump ganó 53 a 45.

En este sentido, no puede decirse que sea un lugar donde la legislación sea laxa. Como recordaba Roger Senserich, "el año pasado, aprobaron una ley que prohibía el aborto más allá de las seis semanas de embarazo, con la salud de la madre como única excepción posible (es decir, prohibiendo incluso en casos de violación o incesto)".

Los demócratas han intentado bloquearla por todas las vías posibles, pero (pese a haber una mayoría favorable al aborto) los números no les dan para conseguir tumbar la ley. La legislatura estatal es abrumadoramente republicana: 64 republicanos frente a 35 demócratas en el congreso estatal y 25 frente a 8 en el senado). Así que, decidieron llevarlo a las urnas.

El referéndum. Aprovechando una normativa bastante favorable a las iniciativas populares, más de 700.000 personas apoyaron una iniciativa para celebrar un referéndum en noviembre con la idea de cambiar la constitución del estado e incluir una amplia protección al aborto en ella (limitando la capacidad del legislativo para hacer leyes que limiten ese derecho).

Ohio no es el primer estado que vota esto. Ya se han celebrado en seis estados (Kansas, California, Kentucky, Michigan, Montana y Vermont) y en todos, indistintamente de lo republicanos que sean, han ganado los partidarios del aborto. Por ello (y por las encuestas), los republicanos de Ohio se temen lo peor.

Así que, ni cortos ni perezosos, decidieron adelantarse y convocar otra consulta  para subir el umbral de los referéndums constitucionales. Bajo el pretexto de impedir que los grupos de interés se aprovechen del sistema de enmiendas, los republicanos querían que ese umbral subiera del 50% del voto al 60%. Se acaba de votar y no, no ha colado: para el referéndum de noviembre seguirá haciendo falta la mitad de los votos y la cosa empieza a pintar mal para los grupos provida.

El guion, de hecho, no es nuevo. Maniobras similares se intentaron en Michigan y Kentucky; con el mismo resultado. Como digo, incluso en estados donde Trump ganó por distancias de 14 puntos, el nuevo equilibrio político que creó Dobbs v. Jackson ha cambiado las cosas.

Esta misma semana, el Wall Street Journal decía que "Ohio otro aviso sobre la política del Partido Republicano sobre el aborto" y no es una novedad. La demoscopia lleva años mostrando que, pese a la feroz (y muy efectiva) oposición de los movimientos provida, el aborto goza de un amplio apoyo social en el país.

Pero, claro, desde hace 50 años, este tema ha sido central en la política del país: no algo que se pueda dejar de lado fácilmente, aunque no interese a nivel electoral. Y eso es un enorme problema para el Partido Republicano.

El tubo y la pasta de dientes. Y no solo para el Partido Republicano, porque bajo la apariencia de ser un debate nítidamente americano se esconde un tema que afecta a todos los políticos, activistas e intelectuales conservadores del planeta: cómo meter la parta de dientes en el tubo una vez que la hemos sacado.

O, dicho de otra forma, cómo revertir cambios una vez que se han normalizado en la esfera pública y legal, una vez que la sociedad ha visto que las consecuencias no son tan perniciosas como pensábamos, una vez que hemos comprobado que no es "un experimento" sino una consecuencia más o menos directa del sistema socioeconómico actual.

Es decir... ¿Hay marcha atrás? El año pasado, Murat Çokgezen, un economista de la Universidad de Marmara, realizó una investigación para evaluar el impacto que la política de islamización de dos décadas llevada a cabo por el Partido de la Justicia y el Desarrollo de Erdoğan había tenido en las actitudes de los turcos hacia los valores, las prácticas religiosas y el clero.

El estudio examinó los cambios en la importancia de la religión, la frecuencia de ir a las mezquitas o la confianza en el clero entre 2002 y 2018. Las conclusiones son un jarro de agua fría: menos personas creen en Dios, menos personas asisten a las mezquitas y la confianza en el clero se había desplomado.

"Los esfuerzos activos y costosos del gobierno para promover la religiosidad no parecen tener mucho efecto", explicaba Murat Somer, profesor de ciencias políticas y relaciones internacionales en la Universidad Koç de Estambul. Y no solo en Turquía. Desde los años 60 y 70, el mundo ha cambiado radicalmente y, pese a los esfuerzos por contener esos cambios, ningún modelo ha resultado demasiado efectivo para hacerlo.

La búsqueda no ha acabado, claro. Es cierto que los grupos conservadores y reaccionarios han gozado de un revival importante (además de los proyectos neocatólico de Polonia o iliberal en Hungría, en Italia están iniciándose políticas contra el 'status quo' que garantizaba los derechos de la comunidad LGTB). Y eso solo quiere decir una cosa: que la búsqueda conservadora sigue en marcha.

El problema es que, aunque la historia no está escrita, el hecho de que la mayor victoria conservadora de los últimos años (Dobbs v. Jackson) se ha dado de bruces con una sociedad poco dispuesta a aprovecharla no es buena noticia.

En Xataka | Los estudios, datos y tendencias que apuntan a un Occidente de ateos, veganos y asexuales

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Hace 450 años alguien recorrió España apuntando todos sus animales y plantas: el bizarrísimo atlas de lo que ya no existe

Hace 450 años alguien recorrió España apuntando todos sus animales y plantas: el bizarrísimo atlas de lo que ya no existe

Si una noche de invierno un viajero del tiempo llegara y nos llevara, no sé, a la España de Felipe II, no reconocería a la Península ni la madre que la parió. Hemos cambiado mucho en los últimos 450 años, pero la mayor parte de las veces no somos conscientes de ello. Un buen ejemplo es lo que ocurre con respecto a la flora y a la fauna. Sobre todo, porque una enorme cartografía histórica (recién salida del horno) le acaba de poner nombre y apellidos a las plantas y animales que existían en España menos de un siglo después de la conquista de América.


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Los altísimos precios del aceite de oliva son solo un síntoma. El problema real es un sector camino del desastre

Los altísimos precios del aceite de oliva son solo un síntoma. El problema real es un sector camino del desastre

A principios de junio, aún se podía encontrar aceite en los supermercados a 5,20 euros el litro. Ahora, ni dos meses después, es casi imposible encontrarlo a menos de 6,50. Eso es una subida de en torno al 25% en un contexto en el que los alimentos están un 10,8% más caros que el año pasado: una barbaridad tras otra.

Estamos hablando, por supuesto, del aceite de marca blanca. El aceite de marca (y, más aún, si se trata de virgen extra) no baja de los nueve euros. No obstante, esto es solo la anécdota. El problema está un paso más allá.

Una larguísima cuenta atrás. Y es que, por mucho que nos sorprenda, el precio del aceite no parece estar cerca de su pico. Y tiene cierta lógica. Hasta finales de septiembre o principios de octubre, cuando la Junta de Andalucía publica el aforo del aceite de oliva, no hay una estimación precisa de cómo será la temporada del año que viene.

En ese momento, con lo que quede del "enlace" (el excedente del año pasado) y las previsiones de la próxima campaña, la industria podrá hacer números y ver en qué situación nos encontramos. Mientras tanto, y aunque es cierto que hay toneladas de información y análisis sobre el sector, todo son movimientos a tiendas.

No obstante, la situación pinta mal. Muy mal, de hecho. Es cierto que un otoño lluvioso podría solucionarnos parcialmente el problema, pero hay muchas cosas que ese otoño no podría solucionar: que llevamos una campaña mala tras otra desde hace demasiado.

El año pasado, por aterrizar tan solo la campaña más cercana, recolectamos la mitad de lo que se recolecta en un año normal. Unas 660.000 toneladas Y como el año anterior ya había sido malo, las tensiones en el mercado de aceite no han cesado en ningún momento.

Sobre todo, porque no es solo una cuestión de la escasez de aceituna. Es también una cuestión del precio de los costos de producción (energía, riego, fertilizantes, mano de obra, gastos administrativos...). En el fondo, lo que está viviendo el campo olivarero español es una tormenta perfecta. Una pésima tormenta perfecta.

Del campo español, pero también del campo internacional. Tanto es así que, pese a que la producción turca se duplicó en la pasada campaña, no pudo compensar la caída española. Y, aunque nuestra mala cosecha fue una noticia fantástica para los productores turcos, los precios no se han podido contener.

Como muestra de esto tenemos los datos del ministerio de Agricultura que publica Cristina Bolinches. En las últimas cinco semanas, se han estado pagando (de media) 615,31 euros por cada 100 kilos. Hablamos de calidad "virgen extra". Como referencia, mediados de 2019, se quedó en 230 euros; y en 2020 llegó a bajar de 200.

Caída del consumo. No nos llevemos a engaño, la subida de precios se enfrente también a su contrapartida económica: la caída del consumo. Lo llevamos comentando recurrentemente durante los últimos años, el país está dejando de consumir aceite de oliva. Crisis tras crisis (y con la mediación de un profundo cambio cultural y gastronómico), amplias capas de la población se han bajado de la cultura del aceite y la inmensa mayoría no ha regresado a ella.

¿Qué puede significar otra nueva crisis para este proceso de des-olivización de España? Pues esa es la gran pregunta. Sobre todo, porque estos años van a suponer un desastre económico para nuestra industria y la suma de la perdida de competitividad internacional y el empequeñecimiento del mercado nacional pueden ser la puntilla que le faltaba.

En Xataka | El peor escenario para el aceite de oliva se acaba de hacer realidad: España camina hacia un año negro

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El río subterráneo navegable más largo de Europa está en España. Y es alucinante

El río subterráneo navegable más largo de Europa está en España. Y es alucinante

Nadie sabe dónde empieza el río. Nadie sabe dónde acaba. Parece una metáfora de la vida, pero es una descripción sorprendentemente precisa de las Coves de Sant Josep, el río subterráneo navegable más largo de Europa: más de tres kilómetros de río en el corazón de la Vall d'Uixó, en Castellón.

Un misterio subterráneo. Aunque hay indicios de que se conocen desde el Paleolítico superior y es razonable pensar que fue un lugar explorado por íberos, romanos, godos, andalusíes y cristianos... no es hasta el siglo XIX cuando encontramos los primeros testimonios sobre las cuevas.

Parece ser que, durante la verbena de la Festa de les Flors, los más atrevidos de entre los vecinos que se reunían alrededor de la fuente de San Josep se adentraban en la cueva. Pero la primera expedición conocida fue en 1902 y lo sabemos, seguramente, porque uno de los participantes trató de cruzar la Boca del Forn, un estrechamiento que durante años marcó el límite natural de la cueva.

En 1915, los expertos empezaron a cartografiar las cuevas. No obstante, sería los vecinos los que, progresivamente, fueron consiguiendo ir más allá. En el 26, por ejemplo, se consiguió superar la Boca del Forn y llegar al lago de Diana. En el 29, un vecino murió tratando de superar la galería de los sifones.

Y, entonces, la cosa cambió. A medida que el interés turístico iba creciendo, las tentativas para hacerla accesible (y evitar que la fama de 'peligrosa' ahuyentara a las visitas) se pusieron en marcha. Se instalaron pasarelas laterales y se empezó a iluminar.

En las siguientes décadas, se construyó una presa para regular el caudal del río, se agrandó la Boca del Forn con barrenas y se empezaron a realizar viajes en barca. De esta forma, cuando los primeros espeleólogos modernos llegaron a la Vall d'Uixó a lo largo de la década de los 50 y confeccionaron el primer plano topográfico de la cueva, buena parte del trazado era bien conocido.

En el 61, con dinamita, se abrió el paso de la galería de los sifones: lo que permitió que se encontraran el resto de grutas que hoy conforman dos kilómetros y poco de los tres que se han descubierto. Sin embargo, esos tres kilómetros no agotan las cuevas en sí. Hasta la fecha, como decía, nadie conoce el inicio del río, ni su final.

De hecho, solo se puede recorrer un kilómetro. 800 metros en barca y unos 250 por una galería seca. El resto de esas enormes galerías de roca caliza no están accesibles para el gran público, aunque poco importa: lo que se puede ver es suficiente para quedarse anclado en la memoria.

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Valencia ha llegado a los 46º, rompiendo su récord de temperatura. Lo preocupante de verdad es el margen

Valencia ha llegado a los 46º, rompiendo su récord de temperatura. Lo preocupante de verdad es el margen

Valencia no es Montoro. Ni Écija, ni Andújar. No está (ni, presumiblemente, estará) entre las ciudades más cálidas de España, ni seguramente entre las que más problemas tendrán en el futuro cercano. Pero eso no quiere decir nada.

Solo durante el mes de julio, se han pasado más noches tórridas que en toda la década de los 90. Tres veces más que entre 1950 y 1989. Y lo peor no es esto; lo peor es que va camino de convertirse en una anécdota. ¿Qué está pasando en Valencia?

Arde Valencia. Ayer mismo, con 46,8 ºC en el aeropuerto de Valencia, la estación batió el récord histórico, superando los 43,4 del 6 de julio de 1986. Eso son 3,4 grados y no, no es normal. "No es normal que se superen registros extremos con tanta amplitud", decía la AEMET.

Y, de hecho, no han faltado voces que han pedido que se revise. No es algo extraño. Ocurrió hace un par de semanas con el dato extremadamente raro de la estación de Villarrobledo. Sin embargo, aunque la Agencia lo revise, no es habitual que las estaciones meteorológicas de los aeropuertos estén mal calibradas.

En su funcionamiento habitual, los aeropuertos necesitan un flujo constante de información meteorológica y, de hecho, AEMET tiene gente destinada en ellos de forma permanente. Además, el resto de estaciones de la zona están en la misma línea. En Valencia ciudad, por poner el ejemplo más cercano, se alcanzaron 44.5 ºC (el antiguo registro máximo estaba en 43.0 ºC).

¿Qué está pasando exactamente? Los últimos años están siendo moviditos: El Niño, los síntomas de debilitamiento de las corrientes oceánicas, el ciclo solar, los cambios en las dinámicas meteorológicas del Atlántico y la ola de calor marítima del Mediterráneo, el Hunga Tonga, la reducción de las emisiones de los barcos. Sin embargo, en los mensajes y explicaciones que ha dado AEMET en estas horas hay una constante: el cambio climático. Y tiene sentido.

Curiosamente, hoy mismo, en El País entrevistaban a Jim Skea, el nuevo presidente del Panel Intergubernamental del Cambio Climático de la ONU y, al preguntarle por el impacto del cambio climático en las temperaturas de nuestro país, respondía que "la última ciudad española en la que he estado ha sido Valencia. Allí revisé cuál ha sido la temperatura máxima más extrema y el récord está en 43 grados".

"Podemos ver aumentos promedio de temperatura, pero es  probable que los extremos sean desorbitados. Y en áreas de latitudes  medias como España, es probable que las temperaturas extremas suban entre un 50% y un 100% más que el aumento de la temperatura media", decía.

¿El canario en la mina? Skea también decía que "algunos cambios en el clima están llegando más rápido de lo esperado" y, en este sentido, Valencia puede ser nuestro canario en la mina. Un lugar que, por su particularísima posición geográfica, parece más sensible a los cambios que nos afectan ahora mismo. Y, si Skea lleva razón, esos cambios pueden ser más que considerables.

Eso tendrá consecuencias, claro. El índice de percepción climática de Mabrian, muestra que Francia, Grecia y España han sido los destinos turísticos más afectados en cuanto a pérdida de satisfacción climática. Y si lo han notado los turistas, lo sufrirán mucho más los habitantes de esos países (por mucho que nuestra memoria climática no sea muy buena). 

Pero, sobre todo, es un aviso para navegantes: si Skea tiene razón, no tenemos las mejores cartas. Está en nuestra mano aprovechar cada oportunidad que se nos presente. 

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