Empieza una temporada de alergias histórica: esto es lo que recomiendan los médicos para prepararse

Empieza una temporada de alergias histórica: esto es lo que recomiendan los médicos para prepararse

Tic, tac. Los experots lo tienen claro: no es que se avecine una temporada de polen intensa esta primavera, es que ya la tenemos encima. Es verdad que las semanas con mayor incidencia de alérgenos suelen estar entre los meses de mayo y junio, pero la meteorología de las últimas semanas no engaña.

Circunstancias excepcionales se unen a unas tendencias cada vez más claras: todo va a peor.

¿Qué va a pasar ahora? Como explicábamos hace unos días, las lluvias persistentes de las últimas semanas nos han protegido de los polinizadores tempranos y ha ejercido de "escudo protector" para las personas con alergia; sin embargo, han contribuido (y de forma crítica) a la acumulación de humedad en el suelo y en las propias plantas. Han, por usar un lenguaje más visual, cargado la bomba.

Y, como señalabaa José Miguel Viñas en Meteored, ahora es una cuestión de tiempo. Un repunte de las temperaturas como el actual tras unas lluvias como las de las últimas semanas,  dispararán los niveles de polen hasta niveles históricos.

Ya los están disparando. Según los datos del Servicio de Monitorización de la Atmósfera de Copernicus, esta misma semana algunos alérgenos ya despuntarán en algunas zonas de España, especialmente en el sur y en el noroeste de la península Ibérica. En el sur destacará el olivo (con concentraciones de más de 5.000 granos por m³); en el centro y el norte, además de la hierba, veremos un repunte del polen de abedul.

Y no es algo que podamos ignorar. Según la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC), las enfermedades alérgicas por pólenes afectan en nuestro país a más de ocho millones de personas. Siete de los cuales son alérgicos a las gramíneas, a la flor del olivo, a las arizónicas, al plátano de sombra, a la parietaria y, en general, a una larga lista de más plantas que comienzan a florecer en primavera. Ahora.

¿Cómo podemos prepararnos? Esa es la gran pregunta. Y, en general, las formas de hacerlo están bastante claras. De hecho, la principal recomendación de los médicos es reducir la exposición a los desencadenantes de la alergia.

Como nos explica Irene Rodríguez, médico de atención primaria en el Servicio Andaluz de Salud, lo mejor es una postura proactiva: monitorizar los niveles de polen y las condiciones meteorológicas (los días secos y con viento son los peores); con eso en mente, modificar nuestro plan de actividades -- priorizando las actividades de interior en momentos delicados.

Tomar medidas. Además, hay pequeñas prácticas que pueden ayudarnos: quitarnos la ropa de la calle al llegar a casa, ducharse de forma estratégica o usar mascarilla y gafas de sol. También se pueden tomar medidas para mantener limpio el aire interior. No existe ningún sistema infalible: pero los filtros HEPA o el mismo aire acondicionado pueden ayudar a mantener bajos los niveles de polen.

Además, no es mala idea hablar con nuestro médico de cabecera para tener diseñada una pauta de medicamentos en caso de que se pronostique altos niveles de polen. Algunos médicos recomiendan empezar a tomarlos hasta dos semanas antes de que aparezcan los síntomas.

Y, sobre todo, paciencia. Lamentablemente, aún estamos lejos de tener herramientas para curar la alergia y la eficacia de los medicamentos cambia (a veces de forma radical) entre unos y otros. Así que el mejor consejo que nos puede dar ningún médico más allá de las medidas de higiene y la medicación es tener paciencia.

Y este año, nos va a hacer falta.

Imagen | Alex Jones | Press Features

En Xataka | Ha llegado la época del año en Japón donde todos llevan mascarilla. La culpa es de la Segunda Guerra Mundial

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Las temperaturas del Pacífico ecuatorial se han derrumbado en dos semanas. El misterio es si está detrás La Niña

Las temperaturas del Pacífico ecuatorial se han derrumbado en dos semanas. El misterio es si está detrás La Niña

En las últimas dos semanas, las temperaturas de la superficie del mar en el Pacífico tropical oriental han bajado abruptamente hasta los 10 grados. Como dice Ryan Maue, es un ejemplo fantástico de lo mucho que puede cambiar la situación en muy poco tiempo.

Pero ¿es algo más...?

¿...está La Niña de vuelta? Esa es la gran pregunta que se hacen meteorólogos, agencias y estados de medio mundo. Y lo primero es tener claro que no tiene por qué significar nada crucial: "la capa cercana a la superficie es muy susceptible a los cambios provocados por el viento debido a su fino espesor".

Esto es importante porque, desde marzo de 2025, las condiciones ENSO son neutrales y (al menos, en el último informe de la NOAA del 10 de abril) se esperaba que continúe hasta después de verano. Para octubre, las posibilidades de que permanezca el escenario netural son del 50%.

El Niño, La Niña y todo lo que hay en medio. No está de más recordar que lo que conocemos como El Niño-Oscilación Meridional (o ENSO, por sus siglas en inglés) es un fenómeno climático cíclico (aunque algo irregular) que tiene grandes efectos sobre el clima mundial. Si descontamos las estaciones, es la mayor fuente de variaciones climáticas anual del planeta.

La oscilación es un patrón climático en el que se alternan dos fases: El Niño y La Niña. Este fenómeno se manifiesta en una franja del Pacífico ecuatorial, en las zonas central y oriental. En este área la temperatura de la superficie oceánica presenta este patrón oscilatorio entre la fase cálida (El Niño) y la fase fría (La Niña).

¿Cómo nos afecta? La temperatura del océano en esta región se asocia a patrones meteorológicos singulares que afectan especialmente a Sudamérica. En el sudeste del continente americano las temperaturas se vuelven más cálidas de lo normal. De la misma forma, se hacen más frías en el Noreste. En Ecuador y Perú se esperan menos precipitaciones de lo normal y el Noreste de Brasil, lluvias torrenciales

Pero las teleconexiones afectan a los patrones meteorológicos de todo el mundo. Y en España suele ser sinónimo de menos lluvias.

Pero lo que preocupa a los meteorológicos es otra cosa. No debemos olvidar que La Niña de finales de 2024 y principios de 2025 fue un fenómeno sorprendentemente muy suave y corto. Pese a que ese fenómeno es "el gran refrigerador del mundo" (y así ha funcionado en otras ocasiones), enero fue el enero más cálido del registro. Su efecto se notó muy poco.

Y si tenemos en cuenta que El Niño de 2023-2024 fue el quinto más fuerte desde que tenemos registros, parecía insinuar que el ENSO podía estar moviéndose hacia una estructura mucho más cálida de lo que nos tiene acostumbrados. Pero... ¿y esto qué significa?

Es verdad que los modelos mostraban que hay casi el doble de posibilidades de que vuelva La Niña, pero a estas alturas del ciclo nadie sabe qué puede conllevar a largo plazo. Sea como sea, lo más probable es que el escenario neutral aguante más tiempo. Sin embargo, debemos empezar a pensar en que La Niña está a la vuelta de la esquina.

Imagen | NOAA

En Xataka |  Aún no se ha ido El Niño del todo y los meteorólogos ya están preparándose para La Niña: así influye en nuestro clima

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Mientras los embalses de todo el país alcanzan cifras records, España sigue teniendo un punto negro de la sequía: Almería

Mientras los embalses de todo el país alcanzan cifras records, España sigue teniendo un punto negro de la sequía: Almería

Por octava semana consecutiva, los embalses españoles han vuelto a subir. Era de esperar: las mismas lluvias que han "amargado" las vacaciones a muchos durante la semana Santa se están convirtiendo ahora en buenas noticias hídricas. Por primera vez en muchos años, España ha rebasado la barrera del 75% en agua embalsada.

Y, sin embargo, este entusiasmo no llega a una zona muy concreta del país: el sudeste.

Donde las lluvias no llegan. Si vemos un mapa autonómico de las reservas hídricas del país, veremos toda España de azul (claro, medio u oscuro). Toda excepto Murcia; que, al 36,49% de su capacidad, solo puede aparecer en colores cercanos al naranja o el rojo.

Y es que, aunque las reservas han crecido mucho, la cuenca del Segura sigue muy tocada con 10 puntos menos de la media histórica. Para más inri, no se puede decir que sea un problema de gestión (aunque la gestión de la cuenca siempre ha sido un tema polémico). Es algo que se extiende, como digo, a todo el sudeste.

La provincia de Alicante está al 31,75%. Es decir, por encima de los terribles datos del año pasado, pero sin llegar a la media de la última década. Y luego está Almería.

¿Almería? ¿Qué pasa en Almería? Que oculta entre los excelentes datos de Andalucía (60,59%) y los más que buenos de las cuencas mediterráneas andaluzas (55,54%), la provincia de Almería  tiene un enorme problema: sus reservas están al 11,16%. Ligeramente mejor que hace un año, pero aún por debajo de los mejores datos de 2024.

El problema de Almería con el agua no es nuevo. Eso es cierto. Si nos fijamos, la media histórica de los últimos 10 años en la provincia es del 13,13%. Muy ligeramente por encima de las cifras actuales. Y hablamos de un lugar con un peso enorme de industrias intensivas en agua (la agricultura y el turismo); uno que, además, está sufriendo como nadie los problemas de la desertificación y la sobreexplotación (y la contaminación) de los acuíferos.

Como decían hace unas semanas desde Ecologistas en Acción, "ver llover aleja el fantasma de la sequía", pero en zonas como Almería esa sequía nos e ha ido a ningún sitio. Es una falsa impresión que solo puede dificultad la gestión.

Perder la guerra del agua. Al menos hay tres comarcas almerienses en las que la sequía no solo persiste, sino que está completamente cronificada: Níjar, Sierra de los Filambres y el Levante. Y eso que hablamos de la provincia española que suma el mayor número de balsas de diferentes tamaños y características (27.000, según las últimas estimaciones).

En 1987, "se dieron a conocer los primeros informes sobre el deterioro de los acuíferos del Campo de Dalías, el punto donde nació la agricultura intensiva". Y el problema no ha hecho sino aumentar: "cada año, Almería inicia su campaña agrícola con un déficit estructural de alrededor de 200 hectómetros cúbicos".

La historia es simple, demasiado simple. Almería quería convertirse en el gran laboratorio contra la desertificación, pero ha llegado a ser un territorio de batalla. Una batalla que poco a poco estamos perdiendo.

Imagen | Alicia Camacho

En Xataka | Los suelos áridos están devorando Almería, Murcia y Alicante más rápido de lo que esperábamos. Y no parece que podamos frenarlo

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No es cosa tuya: los precios de los plátanos están por las nubes y la explicación es tan sencilla como difícil de solucionar

No es cosa tuya: los precios de los plátanos están por las nubes y la explicación es tan sencilla como difícil de solucionar

A principios de año, la pesadilla del plátano de Canarias duraba ya 24 meses. Desde enero de 2023 a octubre de 2024, solo en tres meses de los 22 el plátano ha tenido un precio "remunerativo". La situación era terrible, casi insostenible.

Y, entonces, llegó la penúltima semana de febrero.

Desde entonces, las alzas continuas del precio del plátano canario han creado una situación que no veíamos desde hace mucho: hasta cuatro euros por kilo en el supermercado y 1,5, en origen. El plátano está por las nubes.

¿Qué está pasando aquí? Es decir, ¿cómo es posible que la situación haya cambiado tanto en tan poco tiempo? Y la respuesta, aunque es producto de dos situaciones diferentes, es sorprendentemente sencilla.

Lo primero es el corte semanal. Como reconocen los analistas, en las islas, se ha reducido de forma notable el corte semanal de plátanos. A principios del mes de marzo (las últimas estimaciones disponibles), las cifras estaban "por debajo de los ocho millones a la semana e incluso de los siete, lo que significa mucha menos fruta embarcada". Eso, por pura oferta-demanda, tiende a subir los precios.

La segunda es la escasez de banana. Por que sí, la banana (el "plátano dólar") es el principal competidor en la España peninsular del plátano canario. De hecho, según explicaba Román Delgado en Canarias Ahora, "el año pasado ya se comió con claridad la mitad de la cuota de mercado de esta fruta en España".

Pues bien, la escasez de plátano canario ha coincidido con la escasez de banana. El resultado es que, bueno, los precios se han disparado.

Sobre todo, porque la demanda se ha mantenido. Así lo ha reconocido Sergio Cáceres, gerente y director de marketing y comunicación de la Asociación de Organizaciones de Productores de Plátanos de Canarias (Asprocan), la organización que aglutina al 100% de los productores canarios. Y no es raro: como hemos aprendido con el aceite de oliva, la inelasticidad de la demanda es la principal baza de los productores patrios en momentos de crisis.

¿Entonces... el problema ya está resuelto? La respuesta también es sencilla: no. De ninguna menra. Para empezar porque no hay dos meses buenos que puedan 'curar' las heridas provocadas por 24 meses malos. Los precios actuales son una buena notica, pero sanear las cuentas de los productores requiere cierta estabilidad comercial. Y no a cuatro euros el kilo. No hace falta tanto. Solo tener precios remunerativos un tiempo prudencial.

En segundo lugar, por algo que está muy relacionado con esto: el mercado es terriblemente volátil. El caos comercial de las últimas semanas hace que nadie sepa realmente qué va a pasar con los flujos de productos en todo el mundo. ¿Quién puede asegurar que en cuestión de meses no va a llegar a Europa todo los plátanos que no se puedan vender en EEUU (por los aranceles)?

Carpen diem. Sea como sea, sería necio no celebrar que las islas hayan salido de su peculiar pesadilla platanera. Solo queda esperar que los precios en el supermercado empiecen a normalizarse y las alzas no lleguen a erosionar la demanda. En los próximos años, tendremos que tomar muchas decisiones en torno al sector agrario y cuanto mejor lleguemos a ellos, mejor.

Imagen | Kamila Maciejewska | Doğan Alpaslan DEMİR

En Xataka | Si la pregunta es qué hacer con los millones de plátanos que Canarias tira todos los años, ya hay quien lo tiene claro: vino

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Miles de personas están debatiendo sobre salvar a su perro o a un humano en caso de incendio. No sirve para nada

Miles de personas están debatiendo sobre salvar a su perro o a un humano en caso de incendio. No sirve para nada

"¿Salvarías a tu perro o a un desconocido en un incendio?". Aún no se habían enfriado las ascuas de la tragedia de Valencia y esa pregunta ya se había convertido en la inesperada protagonista de febrero. Ciento de personas han debatido en las últimas horas en torno al especismo, la importancia de la vida humana y la degradación moral de la sociedad contemporánea.

La pregunta que nos hacemos nosotros, a la vista de todo esto, es distinta... ¿sirve para algo? ¿Es realmente útil pararnos a pensar sobre qué valoramos más un perro, un desconocido, el amor de nuestra vida o la discografía completa de la Oreja de Van Gogh? ¿No nos estaremos haciendo trampas al solitario? ¿No estaremos pensando demasiado?

Matar al violinista

Chuttersnap Kx4mm3znzbc Unsplash

Chuttersnap

"Te despiertas por la mañana y te encuentras espalda con espalda en la cama con un violinista inconsciente. [...] Se ha descubierto que tiene una enfermedad renal mortal, y la Sociedad de Amantes de la Música ha examinado todos los registros médicos disponibles y ha descubierto que solo tú tienes el tipo de sangre adecuado para ayudar. Por lo tanto, te han secuestrado y han conectado al violinista a tu sistema circulatorio para que tus riñones lo salve". Si se desconecta de ti ahora, morirá; pero en unos meses, se habrá recuperado y podrá desconectarse con seguridad. ¿Es ético desconectarse o tienes que estar meses enganchado a él?

Lo que acabo de copiar es un argumento filosófico famosísimo. Uno confeccionado por Judith Jarvis Thomson para demostrar que, aunque el violinista pueda tener derecho a vivir, nada te obliga a tener que estar nueve meses enganchado a él. Y sí, he dicho "nueve meses" porque es un argumento clásico de los debates filosóficos sobre el aborto.

Es una buena muestra de lo que ha sido el día a día de la filosofía moral durante la segunda mitad del siglo XX: centrarse precisamente en "explorar nuestras intuiciones éticas, hacerlas explícitas y, al descubrir su estructura lógica, iluminar las paradojas que pueden generar". Y para ello, han hecho un uso intensivo de los 'experimentos mentales'.

Así nacieron el 'trolley problem', el "velo de ignorancia" y otras tantas ideas que han ido invadiendo progresivamente el debate público contemporáneo. El problema es que lo que puede ser bueno en un contexto (el de explorar nuestras intuiciones morales) puede volverse pernicioso en otro (convencer a gente de posiciones políticas concretas).

Enfermos de filosofía

Giammarco Boscaro Zeh Ljawhtg Unsplash

Giammarco Boscaro

En los últimos años, hay una corriente de opinión cada vez mayor que sostiene que, usando las palabras del periodista Fermín Grodira, "la popularización del lenguaje terapeuta y psicológico nos está haciendo una sociedad peor". No estoy seguro de que sea completamente así, pero en la medida en que ese lenguaje se ha convertido en un "catálogo de excusas y autojustificaciones" más elaborado conceptualmente puede haber algo de eso.

De la misma forma, la llegada de un arsenal de desarrollos teóricos mucho más refinados, abonó el campo para el desarrollo a de una conversación pública aparentemente más sofisticada. La palabra clave no es 'sofisticada', es 'aparentemente'. Porque el problema de fondo es que ese aparataje conceptual no está compuesto de herramientas para facilitar la resolución directa de problemas de la vida cotidiana.

G. A. Cohen decía que a los filósofos "les interesa discutir más sobre los ingredientes que deben ir dentro de la tarta que sobre las proporciones en las que esos ingredientes deben combinarse".  Es decir, que la filosofía moral y política no va de cómo resolver cada problema práctico en concreto, sino de poner encima de la mesa (y examinar) todas las cosas que hay que considerar en la práctica.

En este sentido, lo que nos sirve para indagar sobre nuestras intuiciones morales, no tiene por qué ser de utilidad ante un problema real. En un debate en redes sociales es poco probable que la pregunta (de si salvamos a nuestra mascota o a un desconocido) tenga un interés epistemológico: usualmente, se tratará de plantearla como un falso dilema que te obligue a darle la razón al interlocutor o, en caso negativo, una forma rápida de desacreditar tu discurso.

Cambiar mucho para que cambie muy poco

Un gran ejemplo de esto se puede ver en 'La retórica reaccionaria' de Albert O. Hirschman: en ese trabajo, el pensador alemán repasa cómo van cambiando los discursos políticos a lo largo de la historia (cómo se van adaptando al imaginario social del momento), pero al final son siempre los mismos. El más contraintuitivo, por ejemplo, es el argumento de los que están "a favor en el fondo [de lo que sea], pero están contra los medios concretos".

Lejos de lo que parece (una autocrítica dentro del mismo movimiento), este tipo de discursos suelen ir no solo contra los medios, sino también contra el fondo. Hirschman elabora un recuento histórico bastante sólido en el que se puede comprobar que la evolución de las críticas a los medios concretos cambia radicalmente y se vuelve mucho más sofisticada, pero el resaltado final es exactamente el mismo.

¿Esto implica algún tipo de "fatalismo del medio, de la herencia y de las taras fisiológicas"? ¿Estamos condenados a ser siempre lo mismo? No, no lo creo. El debate sobre el animalismo es un buen ejemplo de cómo un solo libro ("Liberación animal") puede ayudar a cuajar un movimiento social con un impacto enorme. Sin embargo, esos cambios no suceden (o no suelen suceder) en el debate socio-político más directo.

De las misma forma que no podemos entender el ciclo del agua olvidando la atmósfera y el subsuelo, no podemos atender a la evolución de las ideas (y de las realidades materiales con las que están engranadas) sin conceder que son mucho más sutiles, lentas y complejas de lo que parece.

Como suele decir el psicólogo Roberto Colom, "cambiamos mucho menos de lo que pensamos". En esto también.

Imagen | Chris Karidis

En Xataka | La paradoja del ateísmo: hacerse mayoritario en Occidente en pleno apogeo global de la religión

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Miles de personas están debatiendo sobre salvar a su perro o a un humano en caso de incendio. No sirve para nada

Miles de personas están debatiendo sobre salvar a su perro o a un humano en caso de incendio. No sirve para nada

"¿Salvarías a tu perro o a un desconocido en un incendio?". Aún no se habían enfriado las ascuas de la tragedia de Valencia y esa pregunta ya se había convertido en la inesperada protagonista de febrero. Ciento de personas han debatido en las últimas horas en torno al especismo, la importancia de la vida humana y la degradación moral de la sociedad contemporánea.

La pregunta que nos hacemos nosotros, a la vista de todo esto, es distinta... ¿sirve para algo? ¿Es realmente útil pararnos a pensar sobre qué valoramos más un perro, un desconocido, el amor de nuestra vida o la discografía completa de la Oreja de Van Gogh? ¿No nos estaremos haciendo trampas al solitario? ¿No estaremos pensando demasiado?

Matar al violinista

Chuttersnap Kx4mm3znzbc Unsplash

Chuttersnap

"Te despiertas por la mañana y te encuentras espalda con espalda en la cama con un violinista inconsciente. [...] Se ha descubierto que tiene una enfermedad renal mortal, y la Sociedad de Amantes de la Música ha examinado todos los registros médicos disponibles y ha descubierto que solo tú tienes el tipo de sangre adecuado para ayudar. Por lo tanto, te han secuestrado y han conectado al violinista a tu sistema circulatorio para que tus riñones lo salve". Si se desconecta de ti ahora, morirá; pero en unos meses, se habrá recuperado y podrá desconectarse con seguridad. ¿Es ético desconectarse o tienes que estar meses enganchado a él?

Lo que acabo de copiar es un argumento filosófico famosísimo. Uno confeccionado por Judith Jarvis Thomson para demostrar que, aunque el violinista pueda tener derecho a vivir, nada te obliga a tener que estar nueve meses enganchado a él. Y sí, he dicho "nueve meses" porque es un argumento clásico de los debates filosóficos sobre el aborto.

Es una buena muestra de lo que ha sido el día a día de la filosofía moral durante la segunda mitad del siglo XX: centrarse precisamente en "explorar nuestras intuiciones éticas, hacerlas explícitas y, al descubrir su estructura lógica, iluminar las paradojas que pueden generar". Y para ello, han hecho un uso intensivo de los 'experimentos mentales'.

Así nacieron el 'trolley problem', el "velo de ignorancia" y otras tantas ideas que han ido invadiendo progresivamente el debate público contemporáneo. El problema es que lo que puede ser bueno en un contexto (el de explorar nuestras intuiciones morales) puede volverse pernicioso en otro (convencer a gente de posiciones políticas concretas).

Enfermos de filosofía

Giammarco Boscaro Zeh Ljawhtg Unsplash

Giammarco Boscaro

En los últimos años, hay una corriente de opinión cada vez mayor que sostiene que, usando las palabras del periodista Fermín Grodira, "la popularización del lenguaje terapeuta y psicológico nos está haciendo una sociedad peor". No estoy seguro de que sea completamente así, pero en la medida en que ese lenguaje se ha convertido en un "catálogo de excusas y autojustificaciones" más elaborado conceptualmente puede haber algo de eso.

De la misma forma, la llegada de un arsenal de desarrollos teóricos mucho más refinados, abonó el campo para el desarrollo a de una conversación pública aparentemente más sofisticada. La palabra clave no es 'sofisticada', es 'aparentemente'. Porque el problema de fondo es que ese aparataje conceptual no está compuesto de herramientas para facilitar la resolución directa de problemas de la vida cotidiana.

G. A. Cohen decía que a los filósofos "les interesa discutir más sobre los ingredientes que deben ir dentro de la tarta que sobre las proporciones en las que esos ingredientes deben combinarse".  Es decir, que la filosofía moral y política no va de cómo resolver cada problema práctico en concreto, sino de poner encima de la mesa (y examinar) todas las cosas que hay que considerar en la práctica.

En este sentido, lo que nos sirve para indagar sobre nuestras intuiciones morales, no tiene por qué ser de utilidad ante un problema real. En un debate en redes sociales es poco probable que la pregunta (de si salvamos a nuestra mascota o a un desconocido) tenga un interés epistemológico: usualmente, se tratará de plantearla como un falso dilema que te obligue a darle la razón al interlocutor o, en caso negativo, una forma rápida de desacreditar tu discurso.

Cambiar mucho para que cambie muy poco

Un gran ejemplo de esto se puede ver en 'La retórica reaccionaria' de Albert O. Hirschman: en ese trabajo, el pensador alemán repasa cómo van cambiando los discursos políticos a lo largo de la historia (cómo se van adaptando al imaginario social del momento), pero al final son siempre los mismos. El más contraintuitivo, por ejemplo, es el argumento de los que están "a favor en el fondo [de lo que sea], pero están contra los medios concretos".

Lejos de lo que parece (una autocrítica dentro del mismo movimiento), este tipo de discursos suelen ir no solo contra los medios, sino también contra el fondo. Hirschman elabora un recuento histórico bastante sólido en el que se puede comprobar que la evolución de las críticas a los medios concretos cambia radicalmente y se vuelve mucho más sofisticada, pero el resaltado final es exactamente el mismo.

¿Esto implica algún tipo de "fatalismo del medio, de la herencia y de las taras fisiológicas"? ¿Estamos condenados a ser siempre lo mismo? No, no lo creo. El debate sobre el animalismo es un buen ejemplo de cómo un solo libro ("Liberación animal") puede ayudar a cuajar un movimiento social con un impacto enorme. Sin embargo, esos cambios no suceden (o no suelen suceder) en el debate socio-político más directo.

De las misma forma que no podemos entender el ciclo del agua olvidando la atmósfera y el subsuelo, no podemos atender a la evolución de las ideas (y de las realidades materiales con las que están engranadas) sin conceder que son mucho más sutiles, lentas y complejas de lo que parece.

Como suele decir el psicólogo Roberto Colom, "cambiamos mucho menos de lo que pensamos". En esto también.

Imagen | Chris Karidis

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Al invierno le quedaba una última bala y España la está aprovechando (mientras el mundo sigue batiendo récords históricos)

Al invierno le quedaba una última bala y España la está aprovechando (mientras el mundo sigue batiendo récords históricos)

El 1 de marzo empieza la primavera meteorológica en nuestro país y no deja de ser curioso que, tras un invierno (no tan sorprendentemente) cálido, las vayamos a recibir con metros de nieve en muchas partes de la Península.

Esto pone algunas preguntas encima de la mesa: ¿Por qué hace tanto frío? ¿Cuánto va a durar? Y, por supuesto, ¿está el clima volviéndose definitivamente loco? Vayamos por partes.

En realidad, no hace tanto frío. Lo ha analizado Roberto Granda (uno de nuestro mayores expertos público en temperaturas), "las temperaturas apenas están situándose alrededor de las normales para estas fechas". Es decir, la sensación de frío se debe fundamentalmente a que el invierno nos tiene mal acostumbrados: las semanas previas han sido tan cálidas, que (por puro contraste) lo de ahora nos parece el círculo polar.

Y, sin embargo, es verdad que ha cambiado el tiempo. Eso es evidente. Tras semanas y semanas de ver cómo pequeños frentes atlánticos se sucedían con largos (y desesperantes) periodos anticiclónicos: la situación se ha movido y, como comentábamos hace unos días, el equilibrio meteorológico ha puesto a España bajo el efecto de las ondulaciones del chorro polar.

¿Y esto va a durar mucho? No estoy seguro de que "mucho" sea la palabra más precisa, pero desde luego va a durar más de lo que estamos acostumbrados. Si hacemos caso a las previsiones, veremos que la semana va a seguir en la misma línea y, un poco más allá, todo parece indicar que la situación será de normalidad (o, en todo caso, ligeramente más frías de la media).

Y, mientras tanto, el mundo sigue cociéndose en sus propios jugos. Aunque últimamente nos e habla sobre ello, la superficie de los océanos sigue a una temperatura altísima. El 25 de febrero, por poner un ejemplo, fueron 21,11 ºC. Algo que, como dice Eliot Jacobson, "no habíamos visto nunca antes de 2024". 

Esto, en parte, se debe a El Niño (y ya sabemos que El Niño va camino de su disolución); pero solo en parte. Y por ello, la expectación y la intranquilidad es enorme: no sabemos hacia dónde vamos. No lo sabemos en absoluto

Imagen | ECMWF

En Xataka | Un fenómeno meteorológico es lo único que separa a Europa de su próxima "edad de hielo": la AMOC 

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¿Deberías cambiarte de ropa al llegar a casa? Lo que dice la ciencia

¿Deberías cambiarte de ropa al llegar a casa? Lo que dice la ciencia

Uno de mis mejores amigos (buena persona, inteligente e incluso bastante guapo) debió hacer algo muy malo en otra vida. No es algo de lo que pueda estar seguro, claro. Pero le he dado muchas vueltas y es la única explicación lógica que encuentro a que, en fin, haya acabado viviendo en Bruselas.

Lo comento porque, en las últimas semanas, he pensando mucho en él: fue la primera persona a la que vi transicionar, en vivo y en directo, hacia ese club de gente que deja los zapatos en la entrada de su casa.

Yo me compré unas crocs para trabajar hace unos meses y, sinceramente, creo que aún tienen las etiquetas puestas.

¿Y si con los zapatos no basta? Imaginad lo que pensé cuando me enteré de que hay gente convencida de que con los zapatos no basta, que hay que cambiarse toda la ropa. No estoy (tan) desconectado de la realidad (como podría dar a entender esta última frase). Sabía que, poco a poco, los pocos estudios que se han hecho sobre la costumbre de cambiar de zapatos al llegar a casa dicen que es una práctica cada vez más popular.

Además, es evidente que hay muchas razones para cambiarse de ropa cuando uno llega de la calle: por comodidad, higiene o seguridad, por ejemplo. Muchísima gente (incluso aquellos que no usan 'uniforme' en sentido estricto) usa ropa "de trabajo" y, si no se cambian en el mismo centro, se cambian nada más llegar a casa.

Es razonable, es comprensible. Igual que es razonable y comprensible que los niños que usan uniforme en el colegio se cambien al llegar a casa. Aunque, a menudo, esto tiene menos que ver con lo que traen de fuera y más con lo que les puede pasar a dichos uniformes (manchas incluidas).

¿Pero tiene sentido llevar eso a sus últimas consecuencias? Es decir, ¿tiene sentido cambiarse para ir a comprar el pan al colmado de la esquina? Lo de los zapatos, en el fondo, lo entiendo: están en contacto con el suelo de manera directa y tenemos estudios (como este de la Universidad de Arizona) que dicen que, tras dos semanas de uso, se pueden encontrar más de 420.000 bacterias en el exterior de unas zapatillas. ¿Pasa lo mismo con la ropa?

Graham Snyder, director médico de prevención de infecciones y epidemiología hospitalaria del Centro Médico de la Universidad de Pittsburgh, decía en The Washington Post que no hay que menospreciar los tejidos como un medio de propagación de gérmenes. Al fin y al cabo, no hay manera humana de mantener un ambiente estéril sin un esfuerzo descomunal (que desnaturalice la vida de cualquier persona).

No obstante, Snyder también decía que, cuando hablamos de infecciones, "esta vía de transmisión es poco común". Y, aunque es posible, que trasporten algo peligroso (como piojos o ácaros de la sarna) "por lo general y en su mayor parte, los gérmenes de la ropa no son peligrosos". Y añadía que "lavarse las manos cuando uno regresa a casa es una estrategia de prevención de infecciones mucho más eficaz".

Esto quizás sea lo más interesante. Porque, con los datos en la mano, hay muchas cosas que deberían preocuparnos más que la ropa. Las monedas, por ejemplo, tienen entre 23.000 y 255.000 bacterias y entre 11 y 377 colonias de hongos (Kuria, Wahome, Jobalamin y Kariuki, 2009). Es decir, convivimos con bacterias, hongos y virus todos los días y, aunque tomar precauciones nunca está de más, no parece necesario llegar a tanto.

Eso sí, nada de esto significa que no se pueda hacer o que sea una tontería. A menudo, nos obcecamos en encontrar explicaciones racionales a cosas que sencillamente nos hacen sentir bien. Y no, no hace falta. Da igual el motivo que nos sentimos bien cambiándonos de ropa, lo importante es que (efectivamente) nos hace sentirnos bien. Con eso es suficiente.

Imagen | Kim Love

En Xataka | Los que se quitan los zapatos al entrar a casa tienen razón. La ciencia les avala

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Mientras decenas de países abandonan la siembra de nubes, Emiratos insiste: así “hicieron llover” este mismo febrero

Mientras decenas de países abandonan la siembra de nubes, Emiratos insiste: así

Hace un par de semanas, se anunciaba con bombo y platillo que Marruecos estaba planteándose abandonar su programa de "siembra de nubes"  y volcarse con las desalinizadoras. Y puede parecer una obviedad, pero no lo es.

Sobre todo, cuando  en el Golfo Pérsico, Emiratos Árabes Unidos celebra por todo lo alto la efectividad de su propio programa. ¿Estamos a punto de dar el gran salto de "siembra de nubes" o seguimos como siempre?

¿Qué es la siembre de nubes? Al contrario de lo que pudiera dar a entender el nombre, no consiste en "hacer crecer" nubes de la nada, ni crearlas artificialmente. Sembrar nubes es una metodología que intenta "mejorar la capacidad de una nube para producir lluvia o nieve".

En esencia usa catalizadores (como cristales de sal) para hacer que las gotas de agua que pueda contener una nube se fusionen en "en gotas de lluvia más grandes y pesadas, y finalmente caer al suelo".

Eso conlleva que no se puede hacer a voluntad: sembrar nubes es un trabajo de monitorizar nubes con humedad suficiente que pasan sobre el territorio y enviar aviones a "darles un empujoncito" químicamente hablando.

¿Funciona? Aunque no lo parezca, la pregunta por su funcionamiento es algo equívoca. Si nos referimos a si esa técnica es capaz de hacer que la humedad de las nubes caiga efectivamente en forma de lluvia, la respuesta es que sí: si las nubes son buenas candidatas, estas intervenciones pueden generar chubascos.

Pero si nos referimos a si es una técnica costo-efectiva, la respuesta es más complicada. Se trata de un despliegue muy caro (y de gran complejidad técnica tanto en la monitorización meteorológica como en la distribución de las sustancias químicas) y los resultados son relativamente pobres. Al fin y al cabo, las regiones secas suelen tener pocas nubes aprovechables circulando por sus cielos.

Por eso casi no se hace. Eso ha hecho que países como Marruecos, que fue noticia hace unas semanas por su intención de apostar por esto, llevara 13 años con su proyecto abandonado en una esquina. Es más, eso es lo que hace que muchos países ni siqueiran se hayan planteado ponerlo en marcha: el escaso retorno de cada euro invertido es más bajo que la mayor parte de alternativas.

Sin embargo, hay países en ello. China quiere tener cubierto 5,5 millones de kilómetros cuadrados, más o menos el 60% de su territorio, con programas de este tipo para mediados de la década. En Emiratos Árabes Unidos, ladivisión de siembra de nubes del Centro Nacional de Meteorología ha enviado 14 vuelos para sembrar nubes en los últimos días. Con buenos resultados entre el 11 y el 12 de febrero, según parece.

El protocolo de EAU es sencillo y nos permite hacernos una idea del proceso. Cuando sus radares detectan nubes susceptibles de ser "ordeñadas", envían aviones para comprobarlo in situ. Si son buenas candidatas, lanzan "cristales de sal mezclados con magnesio, cloruro de sodio y cloruro de potasio".

Más allá de los detalles técnicos, lo cierto es que las investigaciones de EAU están permitiendo mejorar nuestra comprensión sobre todas estas metodlogogías. Por ejemplo, han descubierto es que la siembra de nubes es particularmente eficaz con nubes convectivas.

Un mundo imprevisible. Lo vemos todos los días: cuando no es un máximo histórico de la superficie del Atlántico norte o una temperatura media inédita en tiempos modernos, es que las últimas mediciones del balance de energía del planeta (es decir, la diferencia entre la energía que recibimos y la que dejamos escapar al espacio) muestran que almacenamos cada vez más energía. Es decir, La Tierra se está internando en un terreno desconocido.

Y, en ese contexto,  uno nunca sabe lo que va a necesitar. Bienvenida sea la investigación de EAU.

Imagen | Unsplash

En Xataka | Llevamos décadas "sembrando nubes" para combatir la sequía. Ahora sabemos que servía para más bien poco

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Es hora de afrontar que no es que no podamos prestar atención a las cosas, es que en realidad no queremos hacerlo

Es hora de afrontar que no es que no podamos prestar atención a las cosas, es que en realidad no queremos hacerlo

"No puedo hacer nada durante más de quince minutos sin mirar el móvil". Hace casi un año, aquí mismo en Xataka, publicamos un interesantísimo reportaje sobre cómo nos habíamos convertido en una generación eternamente desconcentrada. En él, un buen número de testimonios y varios expertos hablaban sobre uno de los lugares comunes de nuestra época: la sensación de que estamos perdiendo nuestra capacidad de prestar atención.

Pero, ¿es cierto?

La pregunta no es absurda, desde luego. Sobre todo porque el debate no es tanto si la memoria (la atención u otras capacidades cognitivas) cambian con el uso  de los dispositivos móviles. Claro que cambian. Cambian funcionalmente y también lo hacen a nivel estructural. Como nos explicaba Manuel Sebastián,  investigador de la Unidad de Cartografía Cerebral de la Universidad  Complutense, "sabemos que el texto que incluye enlaces (hipertexto) parece recordarse peor en general, lo que es totalmente lógico porque constituyen distractores y el papel de la atención es crítico en el recuerdo".

No obstante, como nos recordaba Sebastián, "el hecho de que la información se procese de forma diferente, no es necesariamente malo". La cuestión es si los cambios son a peor, si nos están dejando más indefensos ante ciertos fenómenos del mundo.

¿Qué pasa con nuestra atención? Hace unos meses, un equipo de la Facultad de Psicología de la Universidad de Viena se hicieron esta pregunta, pero no es algo de responder. Al fin y al cabo, para hacerlo necesitamos poder ir más allá de las sensaciones personales y encontrar mediciones de la atención en numerosos contextos, épocas y edades. Mediciones, además, que no fueran teóricas sino que estuvieran vinvuladas a resolver problemas concretos. ¿Dónde podrían encontrar ese tipo de datos?

Solo había una respuesta: en los tests de inteligencia.

Ese enorme cajón de sastre que son los tests de inteligencia. Durante décadas, los psicólogos han estado pasando tests de inteligencia a millones de personas y, gracias a ello, tenemos una enorme base de evaluaciones psicométricas. Pues bien, entre esa enorme cantidad de datos: hay pruebas de atención.

Una vez se dieron cuenta de ello, los investigadores recopilaron 179 estudios con 287 muestras independientes de 32 países distintos a lo largo de 31 años: es decir, recopilaron pruebas de más de 20.000 personas y examinaron si a lo largo de estas tres décadas se identificaba un decaimiento de la atención.

Los resultados son... contraintuitivos. Cuando examinaron a niños, adolescentes y jóvenes, se dieron cuenta de que sus puntuaciones permanecían estables a lo largo de los años. Cuando examinaron a los adultos encontraron que, de hecho, las puntuaciones mejoraron. Sí, habéis leído bien: nuestra atención lleva años mejorando.

¿Entonces no estamos perdiendo la capacidad de atención? Como decía Adam Grant, profesor de psicología organizacional de Wharton, el problema nunca ha sido la atención, es la motivación. Si queremos usar nuestra atención tenemos capacidad de hacerlo, el problema es que normalmente no queremos. Estamos tan rodeados de cosas interesantes y atrayentes que acabamos dejándonos caer en la multitarea.

Y, claro, eso tiene consecuencias. De hecho, es probable que sean esas consecuencias las que más notamos y las que nos producen la sensación de que estamos perdiendo la capacidad de prestar atención. 

Vamos, que nos estamos "engañando" a nosotros mismos. Por ejemplo, sabemos que "prestar atención" a varios medios a la vez (ver una película mientras consultamos el móvil) tiene un efecto negativo en la memoria. Es decir, recordamos peor lo que vemos mientras hacemos otras cosas. El caso es que cuando empezamos a recordar peor las películas, lo atribuimos a nuestra capacidad de atención y no al modo en el que vimos la película. Todo se confunde.

Y hay que tener cuidado con eso, porque si no partimos de la realidad, va a ser imposible volver a dominar nuestra capacidad atencional.

Imagen | Cristofer Maximilian

En Xataka | Una generación eternamente desconcentrada: "No puedo hacer nada durante más de quince minutos sin mirar el móvil"

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