La agrovoltaica lleva décadas como una gran promesa de las renovables. Ya sabemos cuál es su potencial en Europa
La filosofía tiene poco de nueva. Que combinar placas solares y agricultura puede ser una buena forma de mejorar el aprovechamiento del terreno y lograr sinergias es algo que se planteó hace ya bastante tiempo, en los años 80. Poco a poco y sobre todo a lo largo de la última década la bautizada como agrovoltaica ha ido pasando sin embargo de la teoría a la práctica, con proyectos en Alemania, Estados Unidos, Chile, Japón o España, donde se han impulsado iniciativas como Winesolar, una planta piloto de 40 kW instalada en Toledo. Ahora investigadores daneses han puesto un dato sobre la mesa que hace aún más interesante esa apuesta.
El motivo: muestra el enorme potencial que la agrovoltaica tendría en Europa.
Una “mezcla” prometedora. Hace poco Kamran Ali Khan Niazi y Marta Victoria, investigadores de la Aarhus University (AU), se preguntaron qué peso podría llegar a desempeñar realmente la agrovoltaica en Europa. Para su análisis se centraron primero en una punto concreto de Dinamarca y extrapolaron luego sus conclusiones, añadiendo bases de datos para estudiar el potencial que ofrece cada región de la UE. Su conclusión es interesante: si aprovechásemos todo el músculo obtendríamos energía para cubrir con creces la demanda actual.
“El potencial de la agrovoltaica es enorme, ya que la electricidad generada por los sistemas agrovoltaicos podría producir 25 veces la demanda actual de electricidad en Europa. En total, la capacidad potencial de la agrovoltaica en Europa es de 51 TW, lo que supondría una producción eléctrica de 71.500 TWh/año”, recogen los investigadores, que acaban de publicar su análisis en Progress in Photovoltaics.
¿Aporta más datos? Sí. El análisis muestra que las “zonas elegibles” para la agrovoltaica (APV) se distribuyen de forma “bastante desigual” en Europa. Por ejemplo, mientras concluye que hay países donde el espacio apta para la APV es mínimo, en otros se alcanzan porcentajes de dos dígitos. En el primer caso estaría Noruega, con un 1% de superficie; en el segundo Dinamarca, con un 53%.
A la hora de calcular lo que consideran “zona elegible”, los investigadores recurrieron a la base de datos europea CORINE Land Cover y aplicaron ciertas limitaciones, como la distancia con bosques, asentamientos y carreteras. También se aseguraron de que coincidiesen con terrenos que ya se usan para la agricultura. A la hora de estimar el potencial de la agrovoltaica en diferentes zonas de Europa, el equipo manejó una densidad de 30 W por metro cuadrado. Uno de los objetivos que se marcaron fue mantener más del 80% de la tierra apta para cultivos.
¿Cómo valoraron la “elegibilidad y potencial”? Atendiendo a varios factores. En su análisis los investigadores trabajaron con NUTS-2, nomenclatura de la Unión Europea que designa zonas “básicas para las políticas regionales”, y luego realizaron un análisis del terreno. “Existen varios tipos, como forestales y seminaturales, humedales y masas de agua. Las agrícolas más adecuadas para la agrovoltaica son las de cultivo, los cultivos permanentes y los pastos”, detallan.
Al trasladar el criterio a la región de Dinamarca en la que centraron su foco, Midtjylland, concluyeron que la “superficie elegible” es de unos 8.341 kilómetros cuadrados. Partiendo de una capacidad de alrededor de 30 w/m2 y sus cálculos de rendimiento, calcularon que el potencial de las instalaciones agrovoltaicas en ese punto de la región central del país alcanza 215 TWh anuales. Su análisis se amplió a Europa, considerando también las regiones NUT-2, para valorar todas las zonas “elegibles”. Su conclusión, plasmada incluso en un plano: representan un 16,2% y alcanzan una superficie de alrededor de 1,7 millones de kilómetros cuadrados.
Valorando diferentes opciones. En su estudio, Ali Khan Niazi y Victoria valoraron también tres configuraciones posibles para las instalaciones APV: el uso de módulos de una sola cara (monofaciales), bien instalados con inclinación fija o equipados con rastreadores capaces de variar su ángulo a lo largo del día, y otros que aprovechan ambas caras (bifaciales) y se fijan de forma vertical y en filas. A la hora de analizar unos y otros prestaron atención a aspectos como las sombras.
“Como era de esperar, la configuración de seguimiento de ejes produce un mayor rendimiento eléctrico, pero si se tienen en cuenta los patrones de generación diaria de las distintas configuraciones, la bifacial vertical produce un mayor rendimiento eléctrico ponderado por el precio para algunos países”, concluye el estudio.
¿Por qué es importante? Por el enorme potencial de la fotovoltaica y la necesidad de preservar las tierras agrícolas. Ambos objetivos necesitan lo mismo: terreno. “La competencia local por los usos del suelo puede resultar problemática y el despliegue concentrado de plantas fotovoltaicas puede desencadenar problemas de aceptación social”, señalan. Con ese telón de fondo lo expertos apuntan que la combinación de las tierras agrícolas con sistemas fotovoltaicos muestra “un gran potencial” para la energía sostenible e incluso preservar la biodiversidad.
“Las sinergias pueden permitir que tanto los cultivos como los módulos fotovoltaicos se beneficien de la integración. En climas secos, las sombras proyectadas por los módulos podrían reducir la necesidad de riego hasta en un 20% —precisan—. Además, los paneles también podrían utilizarse para recolectar agua de lluvia, que luego puede usarse para riego. Otro posible beneficio para los cultivos es que podrían estar protegidos de las influencias climáticas”. En cuanto a los propios módulos, una de las ventajas es el enfriamiento por convección.
Imágenes: AgriSolar Clearinghouse (Flickr) y Kamran Ali Khan Niazi y Marta Victoria
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La agrovoltaica lleva décadas como una gran promesa de las renovables. Ya sabemos cuál es su potencial en Europa
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Xataka
por
Carlos Prego
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