Seawise Giant, el mayor barco que jamás surcó los mares y más largo que el propio Empire State
A lo largo de su enrevesada trayectoria el petrolero Seawise Giant alimentó su leyenda a base de hitos. Con una eslora de casi medio kilómetro, se ganó la fama de ser el buque autopropulsado más grande jamás construido. Cuando lo alcanzaron los aviones del ejército iraquí y acabó semihundido, en 1988, se convirtió en probablemente el mayor naufragio del mundo. Y ya despuntado el siglo XXI, después de haber encadenado varias vidas y lucido otros tantos nombres en su casco, pasó a convertirse en un gigantesco montón de chatarra amontonada en un desguace de la India.
Si su talla ciclópea no le hubiese ganado un lugar en la historia naval, desde luego merecería ocuparlo por su crónica, digna de una saga catedralicia al más puro estilo Kent Follet.
Los orígenes del Seawise Giant se remontan a la década de los 70, la época de los grandes petroleros, cuando el cierre del Canal de Suez animó a las navieras a apostar por buques talla XXL que pudiesen viajar por el cabo de Buena Esperanza con su panza repleta de crudo. La encargada de darle forma fue la japonesa Sumitomo Heavy Industries, que se puso manos a la obra en sus astilleros de Kanagawa para cumplir con el encargo planteado en 1974 por un magnate griego.
El gigante de los mares
Si hay historias que nacen con estrella y otras estrelladas, la del Seawise Giant es de las últimas. Cuando en 1979 el petrolero estaba ya finiquitado en las aguas de Kanagawa el armador griego se echó atrás y no quiso aceptarlo. El motivo —como apuntan en Va de Barcos— no está del todo claro: quizás por falta de fondos, porque no estaba satisfecho del todo con el resultado o, sencillamente, porque en 1975 el Canal de Suez se había reabierto al tráfico tras ocho años de vetos.
La cuestión es que en Sumitomo se vieron de repente con una carga de 396 metros de eslora. Ni siquiera lo bautizaron. Lo llamaron primero 1016 y después Oppama, el nombre del propio astillero, a la espera de que apareciese un buen postor. Y llegó, claro. La enorme capacidad del 1016 llamó la atención del magnate hongkonés C. Y. Tung, de Hong Kong Orient Overseas Contanier Line, quien pidió eso sí que lo reacondicionaran para reforzar aún más la capacidad del navío.
Tung quería más espacio.
Mayor margen para rentabilizar los viajes.
Y, de paso, poder presumir de récord.
El resultado fue un buque gigantesco con una capacidad —precisa Vessel Tracking— de 564.763 toneladas de peso muerto y una longitud despampanante de 458,45 metros. Su ficha la completan algunas cifras más: su desplazamiento a plena carga alcanzaba las 646.642 toneladas, tenía 68,8 metros de manga, 24,6 de calado y 29,8 de puntal y alcanzaba una velocidad de 16 nudos.
Como ver los números así, en vacío, en la pantalla, puede resultar un poco abstracto, vale la pena recordar algunas tallas. Si incluimos su pináculo, el Empire State llega a 443 m, más o menos igual que las Torres Petronas (452) de Kuala Lumpur. Eso significa que si pusiéramos al barco de Tung de pie desde su azotea podrías mirar hacia abajo y encontrarte con los tejados de ambas torres.
Tung le dio además el nombre por el que el buque pasaría a la historia: Seawise Giant, el gigante del mar. No es demasiado original, vale; pero desde luego lo describe bastante bien.
El petrolero se botó en 1981 con un espacio en cubierta de 31.541 metros cuadrados, 46 tanques y una misión clara: conectar Medio Oriente y Estados Unidos. Durante siete años pudo cumplir con su tarea sin grandes contratiempos, pero en 1988 se cruzó en su camino la guerra entre Irán e Irak. Sus bodegas iban cargadas de crudo iraní y acabó convirtiéndose en un blanco para las Fuerzas Aéreas Iraquíes. Resultado: terminó medio hundido frente a la costa de la isla de Larak, Irán.
Si se hubiese tratado de cualquier otro barco quizás la historia del Seawise Giant se hubiese apagado entonces; pero su talla XXL atrajo el interés de un consorcio noruego que consideró que reflotarlo y repararlo podía ser un buen negocio. La operación se completó en 1989 y durante dos años se puso a punto en Singapur, de donde salió con nuevo nombre: Happy Giant.
Giant, sí; pero Happy no. Si bien acabó en manos de un magnate noruego que lo rebautizó por enésima vez —Jahre Viking— y siguió operando durante otros 13 años, sus enormes dimensiones, las mismas que lo hacían tan espectacular, complicaban enormemente su operativa en el mar.
El buque era difícil de maniobrar, su descomunal peso aumentaba el riesgo de que encallara y —se dice— le impedía navegar por algunos de los puntos estratégicos de las rutas comerciales, como los canales de la Mancha, Suez o Panamá. Según detalla Va de Barcos, alcanzaba los 16,5 nudos y cuando su capitán quería pararlo necesitaba un margen de nueve kilómetros.
Aquello complicó su futuro en el siglo XXI y en 2004 pasó a manos de un nuevo propietario, First Olsen Tankers, quien —cómo no— le cambió otra vez el nombre, lo reformó en Dubái y pasó a usarlo como unidad de almacenamiento flotante: una gigantesca cisterna tamaño XXL situada en la costa de Qatar. A su manera, aquello marcó la jubilación del viejo Seawise Giant.
A finales de esa misma década sus propietarios decidieron que el petrolero había cumplido y le entregaron el finiquito: lo enviaron al desguace de Alang-Sosiya, en Asia. Times of India asegura que hicieron falta más o menos 18.000 trabajadores para completar las labores de desguace.
Del Seawise —alias Oppama, Happy Giant, Jahre Viking y la larga recua de nombres que acumuló a lo largo de sus tres décadas de servicio— nos quedan las fotos, vídeos y una impresionante ancla de 36 toneladas que aún hoy se conserva en el Museo Marítimo de Hong Kong.
Durante sus décadas de singladura se ganó la fama de ser la embarcación autopropulsada más grande jamás construida, fama que aún conserva a día de hoy. Incluso supera al nuevo y flamante portacontenedores MSC Tessa, de casi 400 m. El récord solo se lo disputaría en parte Shell Prelude, una descomunal plataforma flotante de gas natural licuado con 488 metros de eslora y unas 600.000 toneladas. Su enfoque, eso sí, es ligeramente distinto: Prelude no está pensada tanto para moverse como lo hacía el Seawise Giant, como para actuar como una enorme isla flotante.
Imágenes: Aukevisser y Wikipedia
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La noticia
Seawise Giant, el mayor barco que jamás surcó los mares y más largo que el propio Empire State
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Carlos Prego
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