Estudias sin pagar y cuando trabajes das parte de tu sueldo: la financiación que se extiende por los bootcamps de España

Estudias sin pagar y cuando trabajes das parte de tu sueldo: la financiación que se extiende por los bootcamps de España

Se lo conoce como acuerdo de ingresos compartidos (ISA, siglas en inglés de income share agreement) y es una modalidad de financiación de estudios privados con bastante recorrido en Estados Unidos, pero en España es relativamente nueva. Con ella, el estudiante tiene la posibilidad de hacer el curso que quiere aunque no tenga el dinero necesario ni avales para pedir un crédito al uso: lo único que debe hacer es comprometerse a entregar un porcentaje fijo de su futuro sueldo a la empresa que le ha pagado el curso.

El sistema, que en España ofrece la startup financiera StudentFinance desde 2019, se está empezando a extender en nuestro país, especialmente en escuelas de estudios tecnológicos y bootcamps. Esta empresa emergente establece convenios con las academias para que incluyan su acuerdo de ingresos compartidos entre las opciones de pago que dan a los alumnos. Por el momento, se han asociado de esta manera con 28 centros educativos privados españoles, según datos facilitados por la propia compañía a Xataka.

Una de esas escuelas es Ironhack. Victoria Fernández, admissions manager de esta academia, explica que decidieron ofrecer este tipo de acuerdos porque "es una buena opción para alguien que, sin algo así, no podría siquiera plantearse hacer el curso. Con este sistema no tienen que tener ahorros, y les da la tranquilidad de que, hasta que no consigan unos ingresos mínimos, no pagan nada".

Otras academias tecnológicas, en cambio, no ven claro que vaya a funcionar en nuestro país. "En España no hay tradición y puede haber cierta inseguridad jurídica. Además, los sueldos iniciales aquí son bajos, en EEUU y Reino Unido los salarios permiten mejor ese tipo de acuerdos", explica Sebastián Barajas, fundador de Ubiqum Code Academy.

Los peligros del ISA

La inseguridad a la que hace referencia Barajas está relacionada, fundamentalmente, con los intereses de estos préstamos. La Ley de contratos de crédito al consumo de España especifica, entre otras cosas, que las entidades financieras están obligadas a proporcionar en el contrato el tipo de interés aplicado y la tasa anual equivalente. Sin embargo, StudentFinance, para empezar, asegura que sus productos financieros no tienen intereses, y después habla de una figura que denomina 'cap', que es de donde sacan beneficios y puede sumar hasta un 50% de coste al valor inicial del curso.

Según cuentan desde la startup, el cap es un valor variable que depende de los ingresos que consiga el estudiante durante el periodo en el que tiene que pagar la deuda, generalmente entre 36 y 48 meses después de obtener el trabajo. De esta forma, aseguran, cuanto más ganan sus clientes más pagan, hasta un límite fijado en el contrato, mientras que si el salario es bajo el porcentaje pagado es menor.

Intereses con una tasa variable, al fin y al cabo, pero con otro nombre que puede despistar a incautos y que en países en los que este tipo de acuerdos tienen mayor tradición, como en Estados Unidos, ya han ocasionado algunos problemas. De hecho, según la revista Forbes en su edición estadounidense, el principal riesgo de los ISA es, precisamente, que el estudiante puede acabar pagando un precio bastante más alto del que inicialmente tenía el curso o del que habría afrontado con un crédito tradicional.

"Endeudarte para estudiar un curso es una mala idea per se, a menos que tengas muy claro que el curso que vas a hacer te gusta y lo vas a terminar seguro, que los costes financieros asociados son asumibles una vez te incorpores al mercado laboral y que esa deuda no va a lastrar tu propio desarrollo económico futuro, condicionando dónde vas a vivir y desarrollar tu vida. Si no cumple esas premisas, no es recomendable en absoluto”, señala Remo Domingo, experto en finanzas y director de iasesoria.com.

Desde Ironhack, sin embargo, explican que han elegido ofrecer este tipo de acuerdos precisamente porque da más posibilidades con menos riesgos a sus alumnos. "Nos gusta este modelo porque pensamos que se adapta a la realidad de nuestros estudiantes en cada momento. Pagan cuando tienen trabajo y pueden hacerlo, lo que es muy importante especialmente en un contexto como el actual. Jamás aceptaríamos un modelo que endeudara a nuestros estudiantes", explica Tiago Santos, manager general de la escuela en Barcelona.

Por todo esto, los expertos consultados por Xataka subrayan que, de optar por un acuerdo de ingresos compartidos, es muy importante leer al detalle todo el contrato, para que el estudiante no se encuentre en el futuro con sorpresas desagradables.

Las condiciones

Con el acuerdo de ingresos compartidos la empresa crediticia no pide avales ni historial financiero. Por una parte, hace una entrevista personal al potencial alumno para conocer sus aptitudes y objetivos. Por otra, investiga las profesiones que más empleados cualificados demandan en el actual mercado laboral, o las que se prevé que lo hagan en los próximos años, y sólo concede créditos para estudiar esas disciplinas. Así, si el estudiante convence al entrevistador y opta a un curso con buenas salidas laborales, le concede el préstamo.

"Cualquier persona que sea mayor de 18 años, pueda trabajar en España y se encuentre motivado para trabajar puede optar por nuestro modelo de financiación", asegura Mariano Kostelec, CEO de StudentFinance.

Cuando la empresa financiera decide conceder el préstamo, el alumno firma un contrato vinculante por el que se compromete a pagar unas cuotas por un tiempo determinado, generalmente entre 32 y 48 meses, tras finalizar el curso y una vez consiga trabajo.

Según la información compartida por StudentFinance en su web, las cuotas no se establecen por una cantidad monetaria concreta, sino por un porcentaje fijo del sueldo que consiga el alumno en su futuro trabajo. En una de las escuelas que la startup anuncia en su página como socia, ese porcentaje es del 10%. Por lo tanto, si el sueldo que consigue el alumno varía en el tiempo en el que esté pagando el crédito, la cantidad que debe desembolsar también cambia.

StudentFinance asegura que establecen un monto límite para las cuotas mensuales, de tal forma que si el alumno consigue un empleo con una remuneración muy alta, no pagará más de lo establecido al mes. Del mismo modo, si el alumno consigue un empleo cuyo sueldo anual no supera un umbral preestablecido, por ejemplo, 20.000 euros netos al año, la financiera pospone el cobro de la cuota hasta que consiga una mejor remuneración.

El pago de estas cuotas no sólo se puede aplazar por baja remuneración, también se puede hacer en el caso de que se produzca una interrupción de los ingresos por desempleo o una reducción de estos por bajas laborales. Para poder acogerse a este aplazamiento, el estudiante tendrá que notificar a StudentFinance la reducción de sus ingresos y justificarla con algún documento.

En cuanto al plazo de vencimiento, los alumnos tienen diez años para completar el pago del curso y StudentFinance asegura que en el caso de que el estudiante no complete el pago en ese tiempo, por no tener ingresos suficientes con los que hacerle frente, quedaría exento de la deuda al cumplirse una década desde la firma del contrato.

¿Y si no terminas el curso?

Si todo va bien, el alumno termina el curso, le ha gustado la profesión que ha aprendido y encuentra un buen empleo, las únicas pegas de este sistema son contraer una deuda de monto variable durante tres o cuatro años y sus posibles sobrecostes respecto a créditos tradicionales.

Sin embargo, si el curso no está gustando al alumno y éste decide no terminarlo, los problemas crecen: la deuda se mantiene aunque no haya obtenido los medios laborales para hacerle frente. Desde StudentFinance señalan que, en función de la altura del curso a la que decida quitarse el estudiante, la cantidad adeudada podrá prorratearse o no.

"Existe una política de abandono dentro del contrato que indica que si el estudiante ha asistido a menos del 40% del programa, se prorratea la deuda, y si la asistencia es mayor al 40%, el candidato tiene que pagar la deuda completa. Los pagos, en cualquiera de las dos situaciones, se hacen de igual forma, el tanto por ciento fijo de sus ingresos brutos mensuales siempre y cuando supere el mínimo de ingresos establecido", explica Kostelec.

Y lo mismo ocurre si el alumno termina el curso, no le gusta la profesión que acaba de empezar a ejercer y decide probar con otra.

Empleos tecnológicos y digitales

En España, la única empresa que, de momento, se ha especializado en este tipo de acuerdos es StudentFinance. La startup señala que sólo pueden optar a esta financiación los alumnos de las escuelas con las que hayan llegado a acuerdos previamente, como Ironhack, Hack a boss, Neoland o Uxer School, porque las academias también tienen que someterse a estudios de viabilidad: deben convencerles de que sus cursos tienen salidas laborales. Por lo tanto, no conceden créditos a alumnos de otros centros.

Según datos de la startup, en la actualidad cuentan con unos 600 acuerdos de ingresos compartidos en vigor en nuestro país. El importe de estos créditos, explican, es muy diversos, y cubren desde cursos que tienen un valor de 650 euros hasta másteres que cuestan 14.000 euros.

Entre los cursos para los que ofrecen financiación se encuentran estudios de ingeniería de software, desarrollo web, ciencia de datos, diseño UX/UI, publicidad digital, ciberseguridad o blockchain.

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Hasta Zoom sabe que estamos hartos de las videollamadas: estos son los planes de la industria para combatir la fatiga por videoconferencia

Hasta Zoom sabe que estamos hartos de las videollamadas: estos son los planes de la industria para combatir la fatiga por videoconferencia

En marzo de 2020 todo eran risas, cafés y hasta cervezas en las videollamadas. Quizás fuese el shock. O la novedad. O que no las habíamos hecho casi a diario hasta entonces. Pero con el paso de las semanas el uso continuado de plataformas como Zoom o Google Meet nos fue cansando, y tras un año de distancia social y teletrabajo hay hasta un síndrome asociado al agotamiento que nos provocan, la ‘fatiga de Zoom’.

Las principales plataformas de videollamadas son conscientes de los problemas que provoca el uso continuado de los chats de vídeo, y llevan meses lanzando novedades con las que quieren volverlos más agradables y, sobre todo, más parecidos a entornos físicos. La primera que sacó una función para aliviar esa fatiga fue Microsoft, que en julio de 2020 presentó una característica para Teams denominada Together mood, por la que el administrador podía colocar los bustos de los asistentes, recortados mediante inteligencia artificial, repartidos en una sala virtual para la que podía elegir distintos fondos, como una cafetería o un aula.

Con esta novedad, los de Redmond, Washington, querían abordar uno de los problemas que diversos estudios asocian a los chats de vídeo: que el cerebro se cansa más porque el tamaño de las caras en las cuadrículas no es natural. Según Microsoft, con un reparto así, aún virtual, el cerebro percibe la distribución como algo más normal y se fatiga menos.

Cierto o no, la verdad es que Zoom ha apostado por una característica idéntica que anunció en octubre de 2020, tres meses después de la de Microsoft, y lanzó a principios de esta semana, Inmersive View. Con ella, el administrador puede mover manualmente a los asistentes sobre distintos fondos, como un auditorio o un aula, hasta un máximo de 25 participantes.

No queremos vernos todo el tiempo

Google, por su parte, también lanzó novedades para Meet la semana pasada orientadas a otro de los problemas que varios estudios identifican con la fatiga de las videollamadas: vernos a nosotros mismos todo el tiempo.

La nueva herramienta de los californianos permite a los usuarios cambiar el tamaño de la cuadrícula propia a placer, clicando el borde la ventana y redimensionándola mediante arrastre, y anclar y ordenar las pestañas de los demás. Asimismo, también ofrece la posibilidad de quitar completamente la ventana propia colocando el cursor sobre ella y pulsando en ‘quitar del mosaico’.

Webex también permite desactivar la vista propia, pero las demás plataformas de videollamadas no, sólo minimizarla, y no al gusto del usuario, como permite Google Meet, sino al tamaño predeterminado que hayan establecido.

Emojis para la comunicación no verbal

Otro de los aspectos que cansan a los asistentes a las videollamadas es la dificultad para captar el lenguaje no verbal de los demás, motivo por el que se fuerza la percepción y el cerebro se fatiga antes. Para solucionar este problema, Microsoft introdujo en julio de 2020 la posibilidad de compartir emoticonos directamente en la ventana del usuario, pero esto añadía otro elemento de estrés: estar atento y buscar el emoji adecuado para la reacción suscitada.

Algunos meses después de aquello, Webex lanzó una nueva fórmula para aprovechar los emoticonos en las videollamadas sin añadir estrés extra: una herramienta que reconocía algunos gestos de los usuarios mediante inteligencia artificial y los transformaba, automáticamente, en emojis que aparecían en sus pantallas sin que tuviesen que hacer nada.

Otro elemento que plataformas como Microsoft Teams o Zoom han introducido para asemejar las reuniones virtuales a las físicas es el de la posibilidad de disponer de una pizarra blanca digital para compartir bocetos e ideas, en la que todos los participantes pueden intervenir y anotar lo que quieran. Zoom, de hecho, lanzó una actualización recientemente para que algunas anotaciones desapareciesen transcurrido un tiempo, para que los asistentes no tuviesen que estar borrando directrices temporales constantemente.

Oficinas virtuales como videojuegos

Más allá de las grandes compañías de videollamadas mencionadas con anterioridad, el sector de los chats de vídeo está experimentando un gran dinamismo a consecuencia de la pandemia, motivo por el que también están emergiendo startups con ideas innovadoras que es posible que adopten de manera generalizada las plataformas más populares.

En este sentido, las propuestas más llamativas son las de la startups SpatialChat y Teamflow, que crean espacios de oficinas o convenciones en los que los usuarios se pueden mover libremente como si se tratase de un videojuego y se muestran a los demás como burbujas flotantes. Estos círculos pueden tener una videollamada permanente que se va mostrando al resto de usuario, o que se active sólo cuando dos usuarios se acerquen y estén de acuerdo en iniciar un chat de vídeo.

Los creadores de estas plataformas aseguran que, al reproducir de forma virtual las oficinas físicas, el cerebro vuelve a trabajar con dinámicas parecidas a las que estaba acostumbrado, organiza mejor sus tareas y aumenta su rendimiento. Además, señalan que también permiten que los trabajadores socialicen y colaboren de una forma más amena, lo que tiene un impacto positivo después de meses de chats y videollamadas convencionales.

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Una asignatura de ciberseguridad en colegios e institutos: Congreso y Senado lo piden al Gobierno y varios expertos nos explican cómo debería ser

Una asignatura de ciberseguridad en colegios e institutos: Congreso y Senado lo piden al Gobierno y varios expertos nos explican cómo debería ser

La ciberseguridad, o sus brechas, cada vez ocupan más titulares. Los ataques informáticos se han incrementado considerablemente en el último año al calor de la pandemia, las cuantías de los rescates son cada vez más altas y los ciberdelincuentes más osados. El reciente ataque al SEPE es buena prueba de ello. Por eso, las medidas y la formación en seguridad cibernética se están reforzando en múltiples ámbitos, y ahora el Senado y el Congreso de los Diputados han pedido al Gobierno de España que lo haga en dos colectivos especialmente vulnerables, niños y adolescentes, mediante la creación de una asignatura obligatoria de esta disciplina en colegios e institutos.

Lo han hecho a través de la aprobación, la semana pasada, de una Proposición No de Ley (PNL) de la Comisión Mixta de Seguridad Nacional, un mecanismo parlamentario por el que los diputados instan al Ejecutivo a abordar determinados temas que consideran de valor para la ciudadanía. Es decir, que se trata de un texto que no tiene carácter vinculante alguno, pero es el primer paso para que el Gobierno lo tome en consideración.

Juan Cuatre

El citado documento es algo descafeinado en su petición, ya que insta a que se promocione desde la escuela “una eficaz sensibilización sobre la seguridad digital y la responsabilidad en los comportamientos en el ciberespacio” mediante cursos de formación en el ámbito educativo, sin especificar la naturaleza de esos cursos. Sin embargo, el diputado que ha redactado y presentado la PNL, el socialista Juan Cuatrecasas, ha especificado a Xataka que la forma en la que quieren que se haga es a través de “una materia diferenciada y específica, con resultados de aprendizaje que se detallen en el currículo educativo”.

Además, el parlamentario riojano añade que, más allá de la PNL, el tema se ha tratado de forma interna en el PSOE, pero no ha ofrecido más detalles acerca de si el Gobierno socialista planea abordar la creación de una asignatura de ciberseguridad en un futuro cercano. Sí ha señalado que, en el caso de que el Ejecutivo decidiese introducir la ciberseguridad de forma obligatoria en colegios o institutos, el Ministerio de Educación tendría que evaluar si el contenido daría para una asignatura completa o bastaría con introducir algunos temas en una materia más general junto a otras competencias digitales.

Una asignatura necesaria

La educación de los menores en competencias de ciberseguridad no es un tema nuevo, puesto que ya existen diferentes talleres y cursos de alfabetización digital dirigidos a niños de organismos públicos como el Ministerio de Educación o el Instituto Nacional de Ciberseguridad (Incibe). Una formación que, sin embargo, es optativa y por la que no se evalúan las competencias adquiridas. Con la creación de una asignatura, el Estado se aseguraría de que todos los niños reciben estos conocimientos y acreditaría su asimilación mediante pruebas finales, que podrían ser teóricas o prácticas.

“Es una asignatura muy necesaria, porque el número de delitos informáticos no deja de aumentar y muchos de ellos se pueden evitar si el receptor del ataque tiene algún conocimiento de ciberseguridad y está concienciado. Un joven que tenga ciertas pautas y hábitos de ciberseguridad sanos se convertirá en un adulto que ya los tiene asimilados, y se lo pondrá más difícil a los delincuentes”, explica Rafael García, CTO de la empresa de ciberseguridad Hack By Security.

Rafael

García también señala que niños y adolescentes son colectivos especialmente vulnerables porque están muchas horas conectados a internet, no perciben el peligro de la red en toda su magnitud y pueden ver cierto atractivo en transgredir las normas y acceder a sitios inseguros. “Si los ataques no van más dirigidos a este público es porque el ciberdelincuente sabe que no puede obtener un beneficio económico. Lo que sí suelen buscar en ellos son delitos de ámbito sexual”, subraya.

Otra motivación importante para la creación de una asignatura de ciberseguridad es, según los expertos, la falta de conocimientos de muchos padres en esta materia. En la educación de los pequeños la familia es tan importante como la escuela, y si en casa no pueden ofrecerles las pautas necesarias para estar protegidos de los peligros de la red, debería hacerlo el colegio.

“En la mayoría de los casos, por desgracia, los padres no disponen de conocimientos necesarios para poder transmitir estas nociones a los hijos. Es igualmente necesario formar a los padres en esta materia”, explica Deepak Daswani, experto en ciberseguridad, quien también señala que muchos progenitores son conscientes de esas carencias y organizan, junto con la dirección de los centros educativos, sesiones formativas tanto para padres como para alumnos.

Qué contenidos debería tener

La asignatura de ciberseguridad es, de momento, una mera propuesta, arcilla en crudo sin modelar ni cocer, por lo que no sabemos qué forma tendrá ni si llegará a pasar por el horno del Gobierno. Por eso, en Xataka hemos preguntado a los expertos consultados qué debería incluir, en su opinión, una materia escolar de seguridad informática.

Deepak Daswani

Daswani cree que una asignatura de ciberseguridad debería tener contenidos sobre el ciberbullying, la privacidad, el uso responsable de la tecnología, la configuración básica de seguridad de los dispositivos y explicar que los incidentes y ataques en este ámbito siempre se producen por errores técnicos -en este punto se les deberían introducir conceptos básicos como bug, vulnerabilidad, exploit o exploit zero day- o fallos humanos -aquí habría que hablarles de qué es la ingeniería social.

Y, una vez hayan interiorizado ese conocimiento, abordar los peligros más comunes que acechan hoy día a los usuarios de internet: pishing, spam, intentos de fraude, robo de cuentas, brecha de datos, malware o ransomware, entre otros.

Rafael García, por su parte, opina que la asignatura debería ser mucho más práctica, sobre todo en los alumnos de primaria, quienes deberían “aprender jugando a través de alguna aplicación que les vaya puntuando cuando hagan las cosas bien”. Para secundaria, en cambio, sí cree que habría que introducir más información teórica, pero siempre acompañada de ejercicios prácticos.

Edad y profesorado

En cuanto a la edad a la que se debería empezar a impartir esta asignatura, los expertos creen que lo recomendable sería a partir de los 10 años, siempre que los dispositivos a los que accedan antes tengan controles parentales, antivirus y los usen siempre bajo la supervisión de un adulto. A partir de esa edad, explican, están preparados para ir asimilando los conceptos de ciberseguridad mencionados con anterioridad.

En lo que se refiere al profesorado, ambos consideran que podrían ser los propios docentes de primaria y secundaria los que impartiesen la materia, ya que se trataría de conocimientos de ciberseguridad para usuarios, por lo que no necesitan ser expertos. Pero creen que esos profesores sí deberían estar formados por hackers profesionales.

“Los docentes de otras asignaturas podrían impartir gran parte de la materia, que quizás se podría completar con algún taller donde sí haya alguien más experto, pero no tiene que ser la asignatura completa. Los profesores son los profesionales más adecuados para impartir conocimientos en este ámbito, porque están formados para ello. Estoy seguro de que más de un experto en ciberseguridad se vendría abajo si tuviese que dar una clase completa a chavales de 16 años varios días seguidos”, afirma el CTO de Hack By Security.

Una opinión que comparte Daswani, quien añade que en esos talleres los expertos podrían hacerles demostraciones prácticas de ataques en tiempo real a los alumnos para que viesen en la práctica lo aprendido en la teoría, resolverían dudas que los docentes no hayan podido solucionar y les permitirían tener contacto directo con profesionales que se dedican a diario a la ciberseguridad, lo que, asegura, puede ser muy estimulante para ellos.

“Ese contacto siempre es positivo porque puede ayudar a despertar en los alumnos inquietud por estos temas y motivarles a estudiar carreras universitarias que le permitan dedicarse en el futuro a profesiones del ámbito de la tecnología, donde cada vez hacen falta más profesionales especializados”, señala.

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Una academia hacker estatal y una inversión de 450 millones de euros: así quiere el Gobierno impulsar la ciberseguridad española

Una academia hacker estatal y una inversión de 450 millones de euros: así quiere el Gobierno impulsar la ciberseguridad española

El Gobierno de España va a invertir 450 millones en los próximos tres años para impulsar el sector de la ciberseguridad de nuestro país y, entre las medidas que se llevarán a cabo con ese desembolso, va a crear un programa formativo de seguridad cibernética que ha denominado Academia Hacker, según ha informado el Ministerio de Asuntos Económicos y Transformación Digital en una nota.

La secretaria de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial, Carme Artigas, ha informado de que los fondos se destinarán a tres ejes principales: impulsar el ecosistema empresarial del sector, fortalecer la ciberseguridad de ciudadanos y pymes y consolidar a España como un nodo internacional en el ámbito de la seguridad cibernética.

Para ello, el Gobierno ha anunciado la creación de distintos programas para acelerar el crecimiento de startups de ciberseguridad, impulsar la internacionalización o desarrollar el talento nacional en este sector, y también ha asegurado que tratará de incentivar la innovación en seguridad cibernética a través de “la compra pública innovadora”. Sin embargo, no han dado muchos más detalles al respecto.

El anuncio de la secretaria de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial deja, de esta forma, más preguntas que respuestas, pero en el sector consideran positivo que se siga invirtiendo en ciberseguridad aunque por el momento se desconozca la articulación concreta del desembolso.

"Que haya más inversión en ciberseguridad siempre es positivo para todos, los incidentes de los últimos años han puesto de manifiesto lo importante que es. No obstante, habrá que ver cómo se reparte finalmente, porque si después sólo las grandes empresas acceden a estas subvenciones no se habrá ayudado al desarrollo del sector en absoluto", opina Deepak Daswani, experto en ciberseguridad.

Unas dudas sobre el reparto de la inversión que comparte Rafael García, CTO de Hack By Security: "Cualquier inversión en ciberseguridad es una buena noticia, pero es cierto que las ayudas no suelen llegar a las pymes del sector, porque tienes que pasar por un proceso selectivo, justificar muchísimas cosas y presentar proyectos, que son evaluados y en función de esa evaluación reciben una cantidad de dinero determinada. Y claro, las empresas grandes pueden abordar proyectos muy grandes, pero las pequeñas se lo piensan mucho, no por capacidad técnica, sino por no poder abordar esa dedicación económicamente sin saber si conseguirán el dinero".

Y la falta de información por parte del Ministerio de Asuntos Económicos y Transformación Digital acerca de esta inversión no hace sino acrecentar esas dudas.

Academia Hacker

El Ministerio sí han compartido algo más información acerca del lanzamiento de Academia Hacker, un programa de formación en ciberseguridad público y articulado a través del Instituto Nacional de Ciberseguridad (INCIBE) de ocho semanas de duración que tendrá lugar entre el 3 de mayo y el 25 de junio de 2021 en formato online, y en el que podrán participar hasta 400 equipos de entre cuatro y ocho integrantes.

“Se formará a los integrantes en distintas capacidades y habilidades técnicas. Cada equipo tendrá que superar diferentes retos planteados con temáticas relacionadas con la ciberseguridad dentro de un escenario lúdico”, explica la nota. Este programa está dirigido a mayores de 14 años y será gratuito.

No obstante, el anuncio de este programa formativo también tiene importantes lagunas informativas: el Ministerio no especifica qué tipo de cualificación ofrecerá ni si estará dirigido a la adquisición de conocimientos básicos o competencias profesionales técnicas orientadas al empleo. Tampoco ha especificado la forma en la que se pueden inscribir los interesados.

Desde el Ministerio han explicado a Xataka que están ultimando los detalles del curso y no pueden ofrecer, por el momento, más información al respecto, aunque señalan que pronto anunciarán nuevas novedades. Asimismo, explican que, por el momento, sólo han organizado la edición de 2021 y estudiarán la celebración de nuevas ediciones en función de la acogida que tenga la de este año.

El encargado de desarrollar todas estas iniciativas y programas es el Incibe, que articulará esta inversión a través del Plan Estratégico 2021-2025.

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