La borrasca que cubre ahora mismo España es solo el aperitivo: una masa de aire polar se gesta en el Atlántico

La borrasca que cubre ahora mismo España es solo el aperitivo: una masa de aire polar se gesta en el Atlántico

La borrasca Hank llega hoy a la península y dejará lluvias en zonas de la Península, pero el protagonismo de esta semana será el frío polar que acompañará a una vaguada atmosférica a partir del viernes. El resultado previsto: frío y nieve.

Masa de aire polar. Mientras parte de la península ve llegar la inestabilidad a la atmósfera de la mano de la borrasca Hank (el turno de Baleares llegará mañana) y de un río atmosférico formado en el Atlántico; un nuevo fenómeno adverso está gestándose en aguas del Atlántico: un frente frío.

Se trata de un frente que sSe trata de un frente que se acercará a la península acompañado de una masa de aire polar, por lo que se prevé que el frío invernal adquiera protagonismo a partir del viernes.

Esto se traducirá en temperaturas rondando los cero grados en la madrugada del sábado, día 6. Las temperaturas podrían seguir bajando aún más a partir del domingo.

Llega la vaguada. Pero además del frío, las primeras horas del fin de semana verán llegar una vaguada, un área de bajas presiones asimétrica, donde el cambio de presión es más marcado en una región que en otra.

Esta vaguada será precursora de una borrasca que se situará en el Mediterráneo, en las inmediaciones del golfo de Génova, y cuya interacción con un anticiclón situado al norte también condicionará la situación atmosférica a partir del fin de semana.

Esto implica que durante la práctica totalidad de la semana las precipitaciones sean relevantes en distintas áreas de la península y Baleares, si entre hoy y el viernes las precipitaciones vendrán en forma de lluvia, a partir del viernes se espera la aparición de nieve.

La nieve baja. La nieve podría alcanzar cotas medias, por debajo de los 1.000 metros en buena parte del norte de la península, y alcanzando cotas tan bajas como los 700 metros en el Pirineo y la cordillera Ibérica. A partor de la semana que viene podría seguir descendiendo.

¿Podemos hablar de ola de frío? Aún es pronto para confirmar que nos encontramos ante la primera ola de frío de 2024, pero los expertos contemplan esta posibilidad. Todo dependerá de la evolución de los distintos fenómenos atmosféricos a lo largo de lo que queda de semana.

Lo que parece confirmarse por ahora es la previsión de un enero algo más húmedo de lo habitual, buenas noticias si tenemos en cuenta la tendencia vista a lo largo de 2023: un año singularmente seco y cálido.

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Imagen | Previsión de nieve acumulada hacia el lunes 15, ECCMWF

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China tiene un plan para estudiar el espacio en profundidad. Y pasa por colocar telescopios en la Antártida

China tiene un plan para estudiar el espacio en profundidad. Y pasa por colocar telescopios en la Antártida

En la medida de lo posible, los grandes telescopios suelen instalarse en lugares remotos como el desierto de Atacama, islas en Hawaii, o sobre las laderas del Teide. Pero quizás en esta competición por ir más lejos (literalmente) quienes ganen sean los telescopios de la Antártida. Y ya hay uno nuevo.

Telescopio piloto. Eso es porque China ha dado por satisfactorio el proyecto piloto para la instalación de un nuevo observatorio astronómico en la Antártida, según ha informado la agencia china Xinhua. Este piloto constaba de un pequeño telescopio instalado en las inmediaciones del Mar de Ross.

El telescopio pronto tendrá compañía, ya que la futura Red de Observación Astronómica de Dominio Temporal TianMu consistirá de un gran receptor compuesto por 100 pequeños telescopios. Estos telescopios contarán con un pequeño diámetro y gran campo, capaz de cubrir 10.000 grados cuadrados.

Como medida de comparación, puede señalarse que el Sol y la Luna, que ocupan 0,2 grados cuadrados de nuestra bóveda celeste. Bóveda que tiene en su total algo más de 20.000 grados cuadrados (si tenemos en cuenta que estamos hablando de una semiesfera).

Expedición 39. La 39ª expedición antártica china fue la encargada de transportar el telescopio prototipo a su ubicación. La expedición comenzó en octubre de 2022 con dos rompehielos aprovechando la cercanía del verano austral para iniciar una ruta de más de 160 días a lo largo de 60.000 millas náuticas.

En febrero de este año el prototipo ya se encontraba listo en su ubicación para comenzar las pruebas. Ensayos que se prolongarían a lo largo de los siguientes meses de otoño e invierno australes: 248 días en los que este primer telescopio pudo comenzar a recabar datos sobre nuestro universo.

Carpe noctem. Las fechas no son casuales: la intención de los responsables de este aparato científico pretenden aprovechar la especial longitud de las noches de invierno en el círculo polar para realizar observaciones ininterrumpidas del cielo sobre el hemisferio sur.

Esto ayudará a este experimento a hacer un mejor seguimiento de fenómenos espaciales transitorios, aquellos que solo se manifiestan en nuestro cielo durante un breve periodo o cuya intensidad varía de forma puntual. Ejemplos de estos fenómenos pueden ser las supernovas o las ráfagas rápidas de radio.

El telescopio se basa en un dispositivo acoplado de carga (CCD) de escaneo a la deriva. Esta tecnología (semejante a la que usan algunos sensores de cámaras digitales) tiene precisamente la función de permitir a estos telescopios seguir objetos celestes sin necesidad de mecanismos externos.

No tan inusual. Este será el primer gran proyecto independiente de China en este contexto, pero no se trata del primer telescopio antártico. Ni siquiera del primer telescopio antártico chino. Lo remoto de este continente prácticamente limpio de contaminación lumínica resulta muy atractivo para este tipo de experimentos.

Ejemplos de esto son el Telescopio Polo Sur o los Antarctic Survey Telescopes (AST3). China es uno de los miembros participantes en este último proyecto, y el país asiático cuenta con tres telescopios en funcionamiento dentro del marco de este proyecto.

TianMu será sin embargo el primer proyecto liderado por Beijín, y también será el primer telescopio antártico chino en implementar algunas de sus tecnologías. Tecnologías que algún día quizás nos ayuden a comprender mejor fenómenos sobre los que aún sabemos muy poco, desde los rayos cósmicos hasta los agujeros negros.

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Imagen | Xinhua

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El que probablemente sea el experimento más extraño de Isaac Newton requería dos cosas: una aguja y un ojo

El que probablemente sea el experimento más extraño de Isaac Newton requería dos cosas: una aguja y un ojo

Quizás el haber sido el primero en describir de manera científica la gravedad sea el logro que ha valido mayor reconocimiento a Isaac Newton. Lo cierto es que el británico trabajó en distintas ramas de la física y ciencias relacionadas (incluso más allá de lo científico). Su experimento más singular fue, quizás, en el campo de la óptica.

Un experimento no apto para personas sensibles. Y por personas sensibles, a lo que nos referimos es a esa gente a la que le daría repelús eso de introducirse objetos punzantes en las cuencas oculares.

Porque ese es el experimento que diseñó (y posiblemente llevara a cabo) el físico británico. Corríala década de 1660 e Inglaterra se encontraba en cuarentena por la peste, la “gran peste de Londres” como se la denominaría. Newton probablemente anotara este experimento en su cuaderno en esta época.

Newton fue uno de los primeros científicos en aplicar metodologías empíricas, por lo que diseñó un experimento que pretendía esclarecer la naturaleza de la luz, un asunto que enfrentaba al británico con otros pensadores contemporáneos.

Según relata en sus anotaciones, el experimento consistía en introducir una aguja bodkin en su cuenca ocular, en el espacio entre el globo y el hueso. El escrito relata cómo al aplicar presión Newton podía ver cómo aparecían en su círculo de visión algunos círculos, “blancos, oscuros y de colores”. Los círculos permanecían a la vista mientras Newton movía la aguja pero se desvanecían cuando la mantenía estática, continúa explicando.

Las anotaciones en el manuscrito iban acompañadas de un diagrama en el que se puede apreciar el globo ocular y un palo que ejerce de aguja sujeto por la mano experimentadora.

Sin embargo uno no puede evitar preguntarse: ¿realmente metió Isaac Newton una aguja en su cuenca ocular? Y la respuesta no está del todo clara, ya que la principal fuente es el propio Newton. Y Newton fue un gran científico, pero también un buen aficionado a eso de hacer ficción.

Quizás el mejor ejemplo de esto sea la anécdota de la manzana. La historia más famosa protagonizada por el británico es vista hoy por hoy por los historiadores de la ciencia como un pequeño cuento con el objeto de ilustrar y embellecer este hallazgo notable en sí mismo.

Esta afición por el drama tuvo su peculiar homenaje en 2013, cuando el dramaturgo Lucas Hnath convirtió el experimento en una obra de teatro titulada ‘El ojo de Isaac’ (Isaac’s Eye). En esta ficción, uno de los rivales de Newton, Robert Hooke, acusa al científico de adornar sus experimentos. A lo que Newton responde contándole la (falsa) historia de la aguja y el ojo, mentira que acabará convirtiéndose en realidad más adelante en la obra.

Decir que Newton era un científico poco ortodoxo sería un anacronismo: fue uno de los primeros científicos, por lo que no había ortodoxia que valiera en aquel entonces. Sin embargo son varias las características que hoy en día nos chocan del físico si las vemos desde el prisma del presente.

Una de ellas, sería, desde luego la de experimentar consigo mismo. Pero no menos llamativa sería su afición por la alquimia. Una afición que podría haberle costado la vida, según algunos biógrafos, como consecuencia de la manipulación del mercurio, un metal pesado altamente tóxico y utilizado en esta disciplina pseudocientífica.

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Imagen | Godfrey Kneller / Isaac Newton

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Así se ven las auroras boreales desde el espacio

Así se ven las auroras boreales desde el espacio

El incremento de la actividad solar durante el 25º ciclo de nuestra estrella está propiciando que auroras boreales y fenómenos semejantes ganen protagonismo. Verlas desde la superficie de nuestro planeta es todo un espectáculo, pero gracias a los satélites de la NASA, también podemos verlo desde lo más alto.

Las auroras son un fenómeno causado por las partículas cargadas que nos llegan del Sol. Estas son expulsadas de nuestra estrella en eyecciones de masa coronal, fulguraciones y otras formas de actividad, que viajan a enormes velocidades a lo largo del sistema solar interior.

Cuando las partículas transportadas por los vientos solares se topan con el campo magnético de la Tierra éste las desvía hacia los polos de la Tierra donde, al adentrarse en la atmósfera, chocan contra las moléculas ahí presentes, haciendo que se exciten y acaben liberando energía en forma de fotones.

La NASA ha ido publicando algunas imágenes de estas auroras boreales tomadas desde el espacio, entre los meses de octubre y diciembre de este año. Las imágenes en blanco y negro fueron tomadas por el instrumento VIIRS (Visible Infrared Imaging Radiometer Suite) a bordo del satélite Suomi NPP.

Este instrumento es capaz de detectar luz nocturna en un amplio espectro entre el verde y el infrarrojo cercano y es capaz de captar fuentes de luz variadas como las luces de una ciudad o el reflejo de la Luna. Y, por supuesto, las auroras.

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Auroras boreales sobre el cielo de Canadá, el 17 de diciembre de 2023. NASA.

En la imagen más reciente, tomada el 17 de este mes sobre el sudoeste de Canadá, puede apreciarse una serie de remolinos correspondiente a la estructura ondulada que puede apreciarse también desde la Tierra. A una escala muy distinta, claro.

Auroras Nasa Nov

Auroras boreales sobre el cielo de Canadá, el 5 de noviembre de 2023. NASA.

La segunda imagen, tomada el 5 de noviembre nos muestra también el oeste de Canadá, concretamente la provincia de Alberta. Desde una perspectiva más “cercana”, esta imagen también nos muestra las auroras con un aspecto característicamente arremolinado.

Auroras Nasa Oct

Imagen de la aurora en la atmósfera tomada desde la ISS el 28 de octubre de 2023. NASA

La tercera de las imágenes no fue captada por los instrumentos de ningún satélite sino por un humano a bordo de la Estación Espacial Internacional, valiéndose de una cámara convencional. La toma fue realizada el 28 de octubre de este año, mientras astronauta y nave orbitaban a 418 kilómetros de la superficie de la Tierra.

Nos encontramos en plena fase de ascenso de la actividad solar dentro del 25º ciclo de actividad solar. Los ciclos del Sol son oscilaciones relativamente regulares en los que la actividad solar fluctúa entre periodos de mayor intensidad y periodos de menor intensidad, aproximadamente cada 11 años.

Los expertos consideraban que el ciclo número 25 sería uno tranquilo, pero la actividad solar ha sobrepasado las estimaciones: lo que ha podido observarse por ahora es una mayor intensidad y la posibilidad de que el “pico” de actividad llegue antes de lo que se esperaba.

Esta actividad está causando una meteorología solar “revuelta” y con ella auroras intensas y de mayor extensión. Hasta el punto de haberse llegado a ver en zonas del centro y sur de Europa. Aún nos quedan un par de años de alta intensidad solar. Al menos es de esperar que nos brinde nuevas y espectaculares imágenes como estas.

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Imágenes | NASA

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Hasta los genios se equivocan: un nuevo artículo corrige un error cometido por Stephen Hawking hace seis décadas

Hasta los genios se equivocan: un nuevo artículo corrige un error cometido por Stephen Hawking hace seis décadas

Qué hay dentro de un agujero negro es un misterio que aún estamos lejos de responder. Puesto que nada puede salir de su interior nos resulta imposible ver lo que hay dentro, así que nuestra única forma de indagar en sus adentros es a través de la teoría.

Pero a veces al construir estas teorías podemos meter la pata a la hora de establecer la cadena de proposiciones matemáticas o lógicas en las que se fundamentan las teorías. Y eso es algo que le pudo haber pasado incluso al mismísimo Stephen Hawking.

Así lo defiende un reciente trabajo que ha aparecido publicado como borrador en las plataformas ArXiv y Researchgate. El artículo podría haber pasado quizás desapercibido si no fuera por haber estado firmado por un peso pesado en la cosmología, Roy Kerr.

El artículo pone en cuestión nada menos que la noción de que que en el interior de los agujeros negros existan singularidades. Lo hace falsando uno de los argumentos matemáticos a partir de los cuales Roger Penrose y  Stephen Hawking construyeron su teorema sobre la singularidad.

Pero, ¿qué es la singularidad? ¿Y quién es este Kerr? Podemos responder a ambas cosas más o menos a la vez.

La idea de la existencia de los agujeros negros parte de la relatividad de Einstein y de las llamadas ecuaciones de campo de Einstein. A partir de estas ecuaciones el físico alemán Karl Schwarzschild concibió lo que podríamos considerar el modelo teórico más sencillo de agujero negro.

En este modelo pueden distinguirse dos partes: un horizonte de sucesos que delimita el volumen del espacio donde el influjo gravitatorio del agujero negro es tan grande que ni la luz puede escapar; y una singularidad, un punto en el espacio y el el tiempo donde la densidad es tal que la curvatura de éstos se hace infinita.

Había un problema, y es que todos los cuerpos celestes, en parte al menos por causa de interacciones gravitatorias, tienden a rotar. Solucionar las ecuaciones de campo de Einstein en estático era una cosa, pero si quería tenerse en cuenta el momento angular… la cosa se complicaba. Tanto que pasó casi medio siglo hasta que un modelo de agujero negro que tuviera en cuenta esta rotación. Quien resolvió este problema fue el mismo Kerr. Corría el año 1963.

Si bien los llamados agujeros negros de Kerr cuentan con singularidad (una en forma de anillo en lugar de estar concentrada en un punto), este matemático de 91 años ha tachado de “fe, no ciencia” el consenso actual en torno a la idea de que los agujeros negros cuentan con singularidades en sus respectivos interiores.

El contrraargumento

Lo hace poniendo en duda uno de los argumentos que en su día propusieron Penrose y Hawking a la hora de defender la existencia de singularidades. El argumento parte de la longitud afín de la luz. La luz no “envejece” ya que todo aquello que se desplaza a velocidades cercanas a la de la luz, pero la longitud afín permitía a los teóricos tener una medida análoga de su “ciclo vital”.

Partiendo del hecho de esta longitud afín era finita, Penrose y Hawking concluyeron que ese punto en el que la luz “terminaba” no podía ser otra cosa que una singularidad. Este es un argumento que se ha mantenido vigente durante más de medio siglo y contra el cual Kerr ha arremetido en su último trabajo, probando, también matemáticamente, que esta longitud afín finita no tenía que implicar necesariamente la existencia de una singularidad.

Si Kerr está en lo cierto, Penrose y Hawking habrían metido la pata en su argumentación en favor de la existencia de las singularidades, pero, ¿quiere decir eso que las singularidades no existen? Pues no, tampoco.

Refutar una prueba es una cosa y refutar una hipótesis es una muy distinta. Como señalaba la física y divulgadora Sabine Hossenfelder, una prueba puede ser errónea a sin que la conclusión deje de ser correcta.

Pueden existir distintas formas de llegar a construir esta hipótesis, y este es el caso de las singularidades. Podemos empezar recordando que es la teoría de la relatividad en sí misma la que nos invita a pensar que en los adentros de los agujeros negros existen singularidades, la longitud afín es tan solo una forma de demostrar esto matemáticamente. Como explica Hossenfelder, no conocemos fuerza o motivo por el cual la materia pueda comprimirse tanto como causa de la atracción gravitatoria como para acabar cumpliendo con la predicción de Einstein.

La última cuestión a tener en cuenta que nos recuerda la física alemana tiene que ver con el hecho de que aún es mucho lo que no sabemos sobre la física. Lo que creemos saber sobre agujeros negros se basa en la relatividad y lo que sabemos sobre la gravedad, pero esta teoría aún no ha sido puesta en común con lo que sabemos sobre cuántica, física de partículas y las interacciones fundamentales en una “teoría del todo”.

Para muchos físicos, los efectos cuánticos pueden hacer que el interior de los agujeros negros sea muy distinto de lo que concebimos hoy en día. E incluso podrían, hipotéticamente, ser esa fuerza que evite la aparición de la singularidad. Quizás esta teoría unificada sea nuestro único salvoconducto para adentrarnos en un agujero negro. Teóricamente, claro.

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Imagen | NASA/JPL-Caltech

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Además de océanos, Marte tuvo una vez una atmósfera. Hasta que se topó con el choque del vacío

Además de océanos, Marte tuvo una vez una atmósfera. Hasta que se topó con el choque del vacío

Hubo un tiempo en el que Marte, un planeta hoy en día desértico, contaba con mares, océanos, y una atmósfera notablemente más densa que hoy en día. Hasta ahora sospechábamos que los vientos solares tenían algo que ver con este cambio, pero ahora tenemos más claro qué pudo ocurrir.

Choque de vacío. La sonda MAVEN de la agencia espacial estadounidense, la NASA, ha detectado un extraño fenómeno en Marte, un choque de vientos solares de una naturaleza singular. Este se produjo por la unión de dos ondas de viento solar. Un equipo de expertos cree que un choque como este pudo haber causado la práctica desaparición de la atmósfera marciana.

Historia de un desierto. A lo largo de años de exploración de Marte hemos ido refinando nuestro conocimiento del planeta rojo. De entre todo lo que hemos aprendido quizás lo que más destaque sea que nuestro vecino contó, eras geológicas atrás, con mares y océanos en su superficie.

De aquellos mares y océanos no queda más que los rastros geológicos: cañones y deltas pueden encontrarse en distintas partes del planeta. Sin embargo Marte es hoy un desierto donde solo el hielo y la roca pueden contener el agua.

Menos radical que la desaparición de la hidrosfera marciana fue la de buena parte de su atmósfera. Hoy en día la atmósfera marciana consta de una fina capa donde el dióxido de carbono reina. Los científicos creen que los mares marcianos estuvieron en su día protegidos por una densa atmósfera semejante a la de la Tierra. La cuestión de qué pasó con ella puede haber sido resuelta.

Un cuento de navidad. El evento detectado por la sonda MAVEN se produjo el 25 de diciembre de 2022. Fue el instrumento de análisis de iones de viento solar, SWIA (Solar Wind Ion Analyzer), el que notó que algo había cambiado en su entorno.

Marte no cuenta como una magnetosfera como la de la Tierra (generada por su núcleo metálico), pero su ionosfera interactúa con el viento solar generando una “magnetosfera inducida” y con ella un arco de choque que protege al planeta de estas partículas cargadas: electrones e iones de hidrógeno.

MAVEN. La sonda MAVEN estudia simultáneamente la ionosfera del planeta rojo y los vientos solares en su entorno, orbitando de forma que parte de su órbita se produce dentro de su radio y parte de ella se produce fuera. El tiempo en el que la nave transita fuera de este campo detecta los vientos solares que llegan de nuestra estrella, pero el tiempo que transita dentro de sus límites la nave queda resguardada de estas partículas cargadas.

Pero hace un año el viento solar sufrió un abrupto cambio: la densidad de las partículas que llegaban a Marte cayó notablemente. La menor densidad ejercida por las partículas implicó que la magnetosfera se “hinchara”, y aumentara su radio y volumen, pasando a proteger todo el recorrido orbital de MAVEN de los vientos solares. Los instrumentos de la sonda habían pasado de detectar poco viento solar a estar totalmente protegidos de él.

Este vacío se prolongó durante un par de días, y para el 27 de diciembre, el campo magnético que rodea Marte recuperó su volumen habitual y la órbita de MAVEN volvió a alternar recorridos internos y externos a la magnetosfera. Los investigadores presentaron esta semana sus pesquisas en la American Geophysical Union Fall Meeting 2023.

Reconstrucción de los hechos. Los responsables de la misión supieron lo que había pasado ya que era la segunda vez que un satélite de la NASA observaba este fenómeno. La vez anterior no ocurrió en Marte sino en la Tierra. Ocurrió en 1999 y la responsable de la detección fue la sonda ACE (Advanced Composition Explorer).

Este tipo de eventos son causados cuando una ráfaga de viento solar que se desplaza de forma relativamente lenta es alcanzada por una segunda onda de mayor velocidad. La ráfaga conjunta adquiere gran intensidad pero deja tras de sí un “hueco”, una región vacía de partículas cargadas.

Se fueron y no volvieron. Al bajar la presión ejercida por estas partículas sobre la ionosfera y magnetosfera éstas se expanden, pero con ellas también puede hacerlo la atmósfera de un planeta.

En el caso de Marte, un planeta con menos masa, el alejamiento de las partículas de gas podría haber facilitado que estas dejaran de estar bajo una influencia gravitatoria suficientemente grande como para regresar después.

En Xataka | Hay quien cree que hace 50 años encontramos vida en Marte (y que acto seguido la destruimos sin querer)

Imagen | NASA, Kel Elkins, Dan Gallagher

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Hemos encontrado un gas tóxico en Encélado. Son buenas noticias

Hemos encontrado un gas tóxico en Encélado. Son buenas noticias

La ciencia a veces se presenta con paradojas, y esta es una de ellas. Un equipo de investigadores del Jet Propulsion Lab (JPL) de la NASA ha descubierto la presencia de cianuro de hidrógeno en Encélado, una de las lunas de Saturno. Este es un compuesto volátil, tóxico e inflamable… pero también un ingrediente para la vida.

Cianuro en Encélado. Un equipo de investigadores del JPL ha confirmado la presencia de cianuro de hidrógeno en esta luna de Saturno. Si bien se trata de un gas tóxico, su relación con las cosas vivas es más compleja, hasta el punto de que es considerado uno de los compuestos fundamentales en la aparición de la vida.

El estudio también se ha centrado en otro aspecto clave de este satélite: su océano. Según los autores, las aguas de Encélado podrían guardar gran capacidad de almacenar energía en sus químicos, a través de compuestos como los que algunos organismos utilizan aquí en la tierra.

“Nuestro trabajo provee de nuevas pruebas de que Encédalo guarda algunas de las moléculas más importantes tanto para crear los ladrillos de la vida como para sostenerla a través de reacciones metabólicas”, aseguraba en una nota de prensa Jonah Peter, uno de los autores del estudio.

Punto de partida. El cianuro de hidrógeno es, en palabras del propio Peter, el “punto de partida de la mayoría de teorías sobre el origen de la vida”. Lo que hace a esta molécula tan especial es su versatilidad a la hora de crear aminoácidos, unos de los componentes fundamentales para la aparición de vida. Hasta el punto de que algunos llaman a esta molécula “la navaja suiza de los precursores de los aminoácidos”.

El equipo de expertos trató de encontrar hipótesis alternativas sobre cómo habrían podido formarse los compuestos químicos presentes en las plumas de Encédalo. Estas plumas son chorros de agua expulsados desde las capas inferiores del océano que rodea este satélite, semejantes a las eyecciones de agua que realizan los géiseres.

Un océano por batería. Los científicos ya conocían la capacidad del océano de Encédalo de almacenar energía a través del proceso de metanogénesis o creación de metano. Esa energía puede ser también extraída, gracias a la oxidación de algunos compuestos orgánicos.

Compuestos orgánicos oxidados que han sido hallados en gran variedad en Encélado, lo que ha llevado a lis investigadores a deducir que el satélite cuenta con más mecanismos químicos además del metano para almacenar energía química a ser después utilizada por hipotéticos organismos vivientes.

20 años de misión (y más allá). Los datos empleados por los investigadores fueron recabados por la sonda Cassini, la misión de la NASA que entre 1997 y 2017 estuvo estudiando a Saturno y algunas de sus lunas. La sonda acabó sus días inmolada en la atmósfera del gigante gaseoso, pero los científicos aún aprovechan la gran cantidad de datos que recopiló durante sus 20 años de servicio.

En esta ocasión los investigadores aprovecharon en espectrómetro de masas neutrales e iones a bordo de la sonda para conocer mejor la composición de gases y sólidos emanados por Encélado. Los detalles del trabajo fueron publicados en un artículo en la revista Nature Astronomy.

Buscando vida fuera de nuestras fronteras. Encélado es uno de los grandes candidatos a albergar vida extraterrestre de nuestro entorno inmediato. Como otros satélites helados, cuenta con muchos de los ingredientes básicos, tanto desde el punto de vista químico como del físico. Es por eso que agencias espaciales como la ESA y la NASA cuenten con misiones, algunas ya encaminadas, destinadas al análisis de estos cuerpos tan peculiares.

Esto quiere decir que dentro de unos pocos años comenzaremos a recibir nuevos datos sobre estos lugares. Entretanto, a algunos científicos les basta con los viejos datos para responder a algunas de sus preguntas.

En Xataka | ¿Puede haber vida en las lunas de Saturno?

Imagen | NASA/JPL-Caltech/VTAD / NASA/JPL/Space Science Institute

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Los madrugadores ya tienen a quién culpar por su hábito: a los neandertales

Los madrugadores ya tienen a quién culpar por su hábito: a los neandertales

Dicen que a quien madruga dios le ayuda, pero este no debió de ser el caso de los neandertales: si bien un nuevo estudio considera que nuestros parientes más cercanos eran madrugadores, eso no los salvó de la extinción. A pesar de ello sus genes sobreviven. También el que nos hace madrugar.

El neandertal madrugador. Un estudio ha encontrado un posible nexo entre los genes heredados del neandertal (Homo neanderthalensis), y la propensión a madrugar que muestran algunos seres humanos contemporáneos (H. sapiens).

Esto puede implicar dos cosas: una, que la gente madrugadora deba este hábito a sus genes neandertales; la otra, que nuestros “parientes cercanos” fueran más madrugadores que nosotros.

Cambio de hora. Cuando los sapiens llegaron a Eurasia hace cerca de 70.000 años los neandertales habían estado habitando el “viejo continente” durante unos 400.000 años. Eso quiere decir que los linajes neandertales eurasiáticos habían pasado más de la mitad de su existencia en estas latitudes norteñas.

Durante este tiempo la especie evolucionó y se adaptó a las características de la región, incluido el hecho de que la diferencia en la duración de días y noches entre invierno y verano es más marcada en las latitudes más apartadas del ecuador.

Con ayuda de la IA. El equipo responsable de este hallazgo analizó 246 genes que previamente habían sido vinculados con los ritmos circadianos, nuestro “reloj interno” que nos manda a dormir o despertar según la situación. Encontraron así una serie de variantes genéticas que podrían afectar a este reloj interno.

Estas variantes se contaban por cientos, por lo que el equipo recurrió a herramientas de inteligencia artificial para poder centrarse menos de medio centenar de genes. Comprobaron si las variantes genéticas “heredadas” de los neandertales en estos genes se relacionaban con la propensión a madrugar o no.

Para ello aprovecharon información genética del UK Biobank, una base de datos genética y comprobaron si esta relación se cumplía. Y la respuesta es sí, distintas variantes genéticas “heredadas” (también llamadas introgresadas) estaban vinculadas con una propensión a madrugar entre los participantes del estudio. Los detalles del estudio serán publicados en la revista Genome Biology and Evolution.

Adaptarse o morir. El legado genético del encuentro entre neandertales y sapiens pudo haber tenido una magnitud importante. Probablemente, con el tiempo la evolución hizo que los sapiens fueran despojándose de genes neandertales que no les reportaban beneficio evolutivo alguno, o incluso podían dañarlos.

Sin embargo las variantes genéticas que los hacían más madrugadores no estarían entre esas variedades a desechar. El motivo estaría en una correlación entre la tendencia a madrugar y un periodo más corto del reloj circadiano.

Sincronizando relojes. A través de experimentos anteriores en animales, los científicos tienen constancia de que estos periodos más cortos hacen más fácil adaptarse a los cambios en la duración del día y de la noche, propios de estas latitudes. Es decir, las variantes que hacían madrugar más a los sapiens los ayudaron a adaptarse mejor a los días más largos del verano y los más cortos del invierno.

“Este cambio es consistente con los efectos en los relojes circadianos de vivir en altas latitudes observados en animales, y probablemente permite una alineación más rápida del reloj circadiano con los patrones lumínicos cambiantes de las estaciones”, señalaba en una nota de prensa John A. Capra, uno de los autores del trabajo.

El ser humano tiene hoy por hoy otros mecanismos para lidiar con estos cambios: desde el (a veces considerado infame) cambio de hora hasta los tratamientos farmacológicos. Pero quizás nuestra especie lleve lidiando con estos cambios desde tiempos inmemoriales. Tanto que nuestra evolución prefirió hacernos madrugar a tener problemas de sueño. Una “decisión” difícil.

En Xataka | La "primera" familia neandertal nos cuenta algo fascinante sobre ellos: se resistieron a su extinción hasta el final

Imagen | Tom Bjorklund / Miriam Alonso

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Tenemos una nueva estrategia para aguantar toda la noche despierto (o casi)

Tenemos una nueva estrategia para aguantar toda la noche despierto (o casi)

Ya sea por estudios, por trabajo o para cuidar de familiares, de vez en cuando nos vemos obligados a alterar nuestros patrones de sueño y pasar la noche en vela. Esto no siempre es fácil y conviene no abusar de sustancias como la cafeína, que puede mantenernos despiertos pero cuenta con sus propias desventajas.

Con cafeína o sin ella, además, la falta de sueño va a pasarnos factura, haciendo que perdamos capacidad de concentración y desempeñemos peor nuestro trabajo. Algunos estudios reflejan que pasar demasiado tiempo sin este reposo tiene efectos en nuestro desempeño (por ejemplo al conducir) comparables a los que causa el alcohol.

La luz y la ausencia de ella son las principales pistas que utiliza nuestro cuerpo para entrar en su “modo vigilia” o en su “modo sueño”. Cuando alteramos estos patrones, al evitar dormir o al alterar los patrones de luz que percibimos el efecto suele ser la somnolencia, falta de concentración y pérdida de nuestra eficiencia. También puede causar problemas más a largo plazo en nuestra salud física y mental.

Una opción para evitar esto es la de echar breves siestas durante nuestra jornada nocturna. Esto también tiene sus desventajas: las siestas muy breves no nos permiten aprovechar todos los efectos reparadores del sueño, por lo que no es sencillo determinar qué duración es la óptima.

Algo parecido ocurre con el número de siestas que podríamos echar. ¿Es suficiente con una? ¿Son mejor dos? ¿Más?

Sanae Oriyama, una investigadora de la Universidad de Hiroshima se propuso arrojar algo de luz sobre esta cuestión. Y su recomendación es la de realizar dos siestas de desigual duración. Oriyama llegó a esta conclusión tras realizar un experimento en el que participantes simulaban el turno de guardia del personal de enfermería de un hospital.

El estudio (que resultó de combinar varios experimentos realizados entre 2012 y 2018) simulaba un turno de guardia de 17 horas (entre las 16:00 y las 09:00) en el que los participantes podían descansar durante dos horas (que es el descanso permitido para en las guardias de los hospitales públicos japoneses.

Los participantes se dividían en tres grupos: uno que dormiría los 120 minutos “del tirón”; otro que dormiría dos siestas de 90 y 30 minutos: y otro de control que no dormiría en todo este turno ficticio. Los detalles del estudio fueron descritos en un artículo publicado en la revista Scientific Reports.

En este, la investigadora japonesa explica que el grupo que realizaba dos descansos comenzaba a sentir somnolencia más tarde que el grupo que realizaba un solo parón más largo. También explica que, si bien todos los participantes expresaban sentir fatiga, la intensidad de ésta era menor entre quienes dormían en dos rondas.

“Una siesta de 90 minutos para mantener el desempeño y una de 30 minutos para mantener niveles más bajos de fatiga y reacciones más rápidas, como combinación estratégica de siestas, puede resultar útil para mejorar la eficiencia y la seguridad en el trabajo de mañana,” explicaba en una nota de prensa Oriyama.

La siesta de 90 minutos tiene su razón de ser en que éste es el tiempo en el que, aproximadamente, completamos un ciclo de sueño. No culminar este ciclo haría que nos perdiéramos algunos de los beneficios clave que nos otorga el sueño. Alargarla más puede por su parte hacer que despertemos desorientados y aturdidos.

La siesta más breve, de 30 minutos en este caso, aunque no nos otorgue todos los beneficios de completar el ciclo de sueño, nos debería permitir mejorar nuestra capacidad de alerta y darnos algo de energía extra.

La estrategia 90-30 puede resultarnos útil cuando tengamos que mantenernos despiertos y vigilantes durante toda la noche en una amplia variedad de contextos. “Los resultados de este estudio pueden ser aplicados no solo a los trabajadores en turnos de noche sino también para minimizar la fatiga causada por la falta de sueño en las madres que cuidan de sus hijos,” explicaba Oriyama.

Aun y todo, no puede asegurarse que esta estrategia sea la óptima. Nuevos estudios harán falta para compararla con otras estrategias y otras circunstancias, como por ejemplo si no llegamos a disponer de 120 minutos o si disponemos de más tiempo. La diversidad de circunstancias es tan grande como la diversidad entre las personas y, a veces, lo que en promedio es mejor no tiene por qué serlo para cada individuo.

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La ciencia nos está acercando poco a poco a “vivir para siempre”. Y cada vez más expertos se oponen

La ciencia nos está acercando poco a poco a

Alguien podría objetar al término “vida eterna” porque esto sería físicamente imposible en nuestro universo: el Sol algún día engullirá a la tierra y el mismo cosmos se estirará tanto que la materia misma se desintegrará. Vamos a permitirnos el lujo de hablar de “vida eterna” para referirnos a eso de no morir por causas naturales y así poder hablar de otras objeciones. Las que se hacen desde la ética.

El debate ha sido reabierto por Stephen Cave, investigador del Instituto para la Tecnología y Humanidad, de la Universidad de Cambridge. Cave ha publicado recientemente su libre ‘Should You Choose to Live Forever?’ (que podríamos traducir como ‘¿Elegirías vivir para siempre?’).

En una entrevista publicada la semana pasada en el diario The Times, el investigador esbozaba dos de sus argumentos en contra de esta prolongación indefinida, de la vida eterna. Uno ecológico y otro social.

Cave argumenta que, incluso avances relativamente pequeños en la esperanza de vida podrían hacer que aumentara la presión sobre los recursos de este planeta.  “Si piensas que el planeta ha alcanzado su capacidad de carga por los humanos, o quizá que ya la haya excedido (…), entonces esto podría ser absolutamente catastrófico,” explicaba el experto.

El segundo argumento tiene que ver con la posibilidad de que cualquier tratamiento que permitiera alargar indefinidamente nuestra vida no llegaría a toda la población sino solo a una pequeña élite que pudiera permitírselo. “Tenemos este terrible escenario, de esta gerontocracia increíblemente rica y poderosa, que observa pasar generaciones de nosotros, gente corriente como a las moscas.”

Son dos reservas habituales entre quienes se plantean de forma crítica algo que en principio parecería una maravillosa idea. Tanto es así que podemos encontrar en las hemerotecas a quienes han postulado sus contraargumentos.

En contra de vivir para siempre

Por ejemplo, en un artículo publicado en 2018 en The Conversation, John Davis, profesor de filosofía de la Universidad del Estado de California en Fullerton, se muestra partidario de la extensión de la vida, ofreciendo sendos contraargumentos a estas consideraciones.

Davis debate en cambio el argumento de la desigualdad, esgrimido antes por pensadores como John Harris, de la Universidad de Manchester. Para Davis el hecho de que un avance no pueda llegar a toda la humanidad no es motivo para que no pueda ser aprovechado por unos pocos. Lo contrario sería, explica, “equipararnos a la baja”.

Con respecto al argumento de la presión sobre el medioambiente, Davis sostiene que sería posible  introducir medidas como el control de la natalidad para evitar la superpoblación. Esta prohibición sería difícil de implementar, explica, “pero tratar de prohibir la extensión de la vida sería igualmente difícil”.

Pese a mostrar su desacuerdo con estos dos argumentos centrales, Davis sí admite existirían problemas derivados de la extensión de la vida: “los dictadores podrían vivir mucho más de la cuenta, la sociedad se volvería demasiado conservadora y aversa al riesgo y las pensiones tendrían que ser limitadas.”

Otro defensor de extender la vida que llama la atención sobre algunos aspectos éticos a tener en cuenta es Brian Patrick Green, biólogo gerontólogo y cofundador del centro de investigación en envejecimiento SENS. “No hay nada intrínsecamente malo con extender la vida humana saludable, incluso en gran medida”, explica.

Sin embargo señala alguno de los argumentos vistos hasta ahora: límites ecológicos, justicia y acceso, surgimiento de una sociedad aversa al riesgo y sumergida en la “stasis”… Green también recuerda que, aunque la vida humana sea valiosa en sí misma, para muchos no es el “bien moral” último: muchos son los que dan su vida por otros objetivos, quizás existan por tanto otras prioridades.

Este es un asunto que lleva interesando a filósofos y científicos desde hace tiempo. En 2007 los investigadores Martien Pijnenburg y Carlo Leget, de la Radboud University en los Países Bajos, escribían un artículo en la revista Journal of Medical Ethics en el que mostraban también una postura poco favorable con respecto a eso de vivir para siempre.

Los autores se basan en tres argumentos, comenzando por el de la justicia. El segundo es el de la dimensión relacional: una crítica a la dimensión “individualista” de la prolongación de la vida. El tercero tiene que ver con la búsqueda de realización, del “sentido de la vida”, búsqueda que podría verse afectada para quienes viven la vida sin esperar a su fin.

La crítica al “individualismo” nos sirve de recordatorio de que este es un debate que se solapa con otros, quizá más actuales, como el de la eutanasia. Como se plantea Davis en su propio artículo, en un mundo de longevidad ¿estaríamos moral o legalmente obligados a extender nuestra vida? Para muchos la respuesta puede depender de algo tan variable como cómo formulemos la pregunta.

Independientemente de las consideraciones negativas que puedan plantearse, la lucha científica por lograr la “vida eterna” continúa, y buena parte de la financiación que engrasa la maquinaria de la investigación procede de grandes donantes.

Cave señalaba en su entrevista que a menudo la investigación científica genera beneficios complementarios. Es posible que algún día estos avances se traduzcan en mejoras en pequeñas mejoras en la esperanza y la calidad de vida del resto. Quizá en ciencia el efecto derrame sea algo más que un mito. Habrá que esperar, que tiempo aún nos queda.

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