La punta de lanza ósea más antigua hallada en Europa no fue creada por nuestra especie: llevaba ya 30.000 años ahí

La punta de lanza ósea más antigua hallada en Europa no fue creada por nuestra especie: llevaba ya 30.000 años ahí

No es ningún secreto ya que algunas de las especies que precedieron al Homo sapiens fueron capaces de no solo utilizar herramientas sino también capaces de moldearlas y fabricarlas. Y esto no solo se refiere a nuestros “parientes cercanos” del género Homo, como neandertales o H. erectus: hace millones de años que nuestros antepasados ya tallaban piedras en su hábitat africano.

Una herramienta neandertal. Sin embargo no ha sido hasta ahora que nos hemos dado cuenta de que una punta de lanza fabricada con hueso, la más antigua hallada en Europa, había sido manufacturada por un grupo de neandertales. La datación ha situado su fabricación en un punto hace entre 80.000 y 70.000 años, antes de la llegada de nuestra especie al continente.

Aunque sabíamos que los neandertales (como otras especies anteriores) eran capaces de fabricar y emplear herramientas, hasta la fecha solíamos considerar que los neandertales tan solo utilizaban piedras como elemento principal de sus utensilios. El uso de los huesos como materia prima se creía una “invención” posterior, de los sapiens.

2003. La protagonista de esta historia es una punta de lanza ósea hallada en 2003 en la cueva rusa de Mezmaiskaya, situada en el Cáucaso Norte. El hueso habría podido pertenecer a un animal de considerable tamaño, como un bisonte.

Antes de la llegada. El estudio de este artefacto llevó al equipo responsable del nuevo estudio a concluir que los neandertales europeos lograron desarrollar de manera independiente esta “tecnología”, antes de entrar en contacto con nuestra especie durante el paleolítico superior. Eso sí, el equipo indica que el el uso de armas con punta ósea estaba en un “nivel naciente” si se compara con las introducidas en Eurasia por el Homo sapiens.

Residuo bituminoso. Además del hueso, el equipo prestó también atención al adhesivo empleado para unir la punta al cuerpo de la lanza. A través de diversas metodologías, entre ellas microscopía por infrarrojos y espectroscopía, el equipo estudió el residuo bituminoso de lo que habría sido el adherente empleado en el arma y determinó que esta habría estado unida a un cuerpo fabricado con madera.

Los detalles del estudio fueron publicados en un artículo en la revista Journal of Archaeological Science.

Una transición clave. Aunque la idea de que los neandertales eran una especie que en cuestión de razonamiento tenía poco que envidiar a la nuestra, la noción de que estos iban siempre “a rebufo” de los sapiens resulta difícil de eliminar. Si bien la llegada de los humanos modernos supuso importantes cambios en la Europa prehistórica, es complicado determinar en qué instancias se trataba de una transferencia de conocimiento y técnicas y en qué instancias los neandertales fueron capaces por sí mismos de desarrollar determinadas tecnologías.

Un ejemplo de esto lo tenemos en los pegamentos. Hoy en día sabemos que los neandertales fueron capaces de desarrollar pegamentos compuestos que utilizaban en sus herramientas en lugar de los pegamentos simples (como los bituminosos).

Esto no se limita al caso de los neandertales. Un estudio reciente realizado en uno de los yacimientos africanos más antiguos conocidos, el de Olduvai, mostraba pruebas del uso de herramientas óseas más de un millón de años atrás en el tiempo, antes incluso de la aparición de los primeros Homo sapiens.

En Xataka | Si la pregunta es "cuándo se cruzaron los neandertales y los sapiens", ahora tenemos la respuesta: hace unos 47.000 años

Imagen | Zurab dip

-
La noticia La punta de lanza ósea más antigua hallada en Europa no fue creada por nuestra especie: llevaba ya 30.000 años ahí fue publicada originalmente en Xataka por Pablo Martínez-Juarez .

Leer más

En 1949, un matemático resolvió uno de los problemas más extraños de la historia: por qué nos pringamos comiendo espaguetis

En 1949, un matemático resolvió uno de los problemas más extraños de la historia: por qué nos pringamos comiendo espaguetis

La física de la pequeñas cosas es una expresión que seguramente nos traiga a la mente átomos y partículas subatómicas, o nos lleve al campo de la física cuántica. Pero también podríamos para referirnos a lo cotidiano, que a veces también es objeto del interés de esta ciencia. Y en esto de lo cotidiano, podríamos decir que los platos de espaguetis puntúan muy alto.

Hace unas semanas, la cadena británica BBC hacía un repaso de las múltiples veces que este plato de pasta había sido protagonista en alguna investigación científica. Desde cómo crear espaguetis ultrafinos hasta su capacidad viscoelástica, pasando por el problema del espagueti de Feynman, y sin olvidar la ciencia de sus salsas. La lista no es corta.

Pero de entre todos estos sesudos análisis, quizá el más cotidiano es el que trató de responder a la pregunta: ¿por qué es tan difícil comer espaguetis sin mancharse?

Hace algo más de 75 años, George F. Carrier se propuso dar respuesta a esta pregunta. El matemático de la Universidad de Brown enunció los detalles de su solución a través de un artículo publicado en 1949 en la revista The American Mathematical Monthly bajo el título “El problema del espagueti” (The Spaghetti Problem).

“Hay dos problemas concernientes con la vibraciones laterales de las cuerdas que deberían ser de considerable interés popular y académico: [el primero es] el problema de describir la moción de una cuerda de longitud finita que es acekerada verticalmente a través de un orificio (esto está relacionado de forma obvia con el título [del artículo académico])”, introducía Carrier.

El segundo de los problemas hace referencia un problema relacionado con la oscilación de las cuerdas de guitarra.

En su sección dedicada al “problema del espagueti”, Carrier formalizaba a través de ecuaciones el movimiento de estas cuerdas, un movimiento que podemos aplicar a los latigazos que dan los espaguetis cuando son absorbidos, unos latigazos que a su vez son capaces de esparcir la salsa que baña esta pasta dejando todo perdido alrededor. Incluyendo, por supuesto, al comensal (y posiblemente a sus acompañantes).

La otra ciencia de la alimentación

De pequeños probablemente nos enseñaran a no jugar con la comida, pero no es raro que científicos de muy variadas disciplinas experimenten con ella y que lo hagan de forma que pudiera parecernos banal. O incluso hilarante. Desde convertir una manzana en el inesperado símbolo de la gravedad hasta cierta obsesión en ponerse a probar cosas de lo más extrañas, la historia de la ciencia está repleta de ejemplos que ilustran esta obsesión con la comida.

Por ejemplo tenemos el esfuerzo colaborativo que se desató cuando una microbióloga comprobó que esa sopa que tenía olvidada en la nevera se había vuelto azul. La curiosidad por saber qué organismo había teñido aquel caldo desencadenó un culebrón de varias semanas en el que distintos laboratorios en distintas zonas geográficas colaboraron para responder la pregunta.

Una fórmula certera para encontrar experimentos rocambolescos está atendiendo al palmarés de los premios Ig Nobel, que cada año premian la ciencia absurda y graciosa, la que “primero hace reír a la gente, y luego la hacen pensar”, según explican los propios promotores, la revista Annals of Improbable Research.

Encontramos uno de estos ejemplos en la ceremonia de 2004, en la que el premio en salud pública se lo llevó un análisis sobre la “regla de los cinco segundos”. Es decir, un estudio sobre si el tiempo transcurrido entre la caída de un alimento al suelo y el momento en el que lo recogemos afecta a su salubridad.

Diez años después, el premio sería para un equipo del IRTA-Food Safety Programme, que estudió si algunas bacterias gástricas aislada de las heces de bebé podían servir como cultivo para la obtención de probióticos. Uno de los ejemplos más recientes lo encontramos en 2023, con el premio a un estudio dedicado a la viabilidad de potenciar el sabor de los alimentos a través de leves descargas eléctricas.

Porque la ciencia que responde a las Grandes Dudas también sirve para contestar a las pequeñas preguntas.

En Xataka | Hemos encontrado "espaguetis" en Marte. Lo más probable es que sea otro recordatorio de la cantidad de basura que generamos

Imagen | Myriams-Fotos

-
La noticia En 1949, un matemático resolvió uno de los problemas más extraños de la historia: por qué nos pringamos comiendo espaguetis fue publicada originalmente en Xataka por Pablo Martínez-Juarez .

Leer más

En 1949, un matemático resolvió uno de los problemas más extraños de la historia: por qué nos pringamos comiendo espaguetis

En 1949, un matemático resolvió uno de los problemas más extraños de la historia: por qué nos pringamos comiendo espaguetis

La física de la pequeñas cosas es una expresión que seguramente nos traiga a la mente átomos y partículas subatómicas, o nos lleve al campo de la física cuántica. Pero también podríamos para referirnos a lo cotidiano, que a veces también es objeto del interés de esta ciencia. Y en esto de lo cotidiano, podríamos decir que los platos de espaguetis puntúan muy alto.

Hace unas semanas, la cadena británica BBC hacía un repaso de las múltiples veces que este plato de pasta había sido protagonista en alguna investigación científica. Desde cómo crear espaguetis ultrafinos hasta su capacidad viscoelástica, pasando por el problema del espagueti de Feynman, y sin olvidar la ciencia de sus salsas. La lista no es corta.

Pero de entre todos estos sesudos análisis, quizá el más cotidiano es el que trató de responder a la pregunta: ¿por qué es tan difícil comer espaguetis sin mancharse?

Hace algo más de 75 años, George F. Carrier se propuso dar respuesta a esta pregunta. El matemático de la Universidad de Brown enunció los detalles de su solución a través de un artículo publicado en 1949 en la revista The American Mathematical Monthly bajo el título “El problema del espagueti” (The Spaghetti Problem).

“Hay dos problemas concernientes con la vibraciones laterales de las cuerdas que deberían ser de considerable interés popular y académico: [el primero es] el problema de describir la moción de una cuerda de longitud finita que es acekerada verticalmente a través de un orificio (esto está relacionado de forma obvia con el título [del artículo académico])”, introducía Carrier.

El segundo de los problemas hace referencia un problema relacionado con la oscilación de las cuerdas de guitarra.

En su sección dedicada al “problema del espagueti”, Carrier formalizaba a través de ecuaciones el movimiento de estas cuerdas, un movimiento que podemos aplicar a los latigazos que dan los espaguetis cuando son absorbidos, unos latigazos que a su vez son capaces de esparcir la salsa que baña esta pasta dejando todo perdido alrededor. Incluyendo, por supuesto, al comensal (y posiblemente a sus acompañantes).

La otra ciencia de la alimentación

De pequeños probablemente nos enseñaran a no jugar con la comida, pero no es raro que científicos de muy variadas disciplinas experimenten con ella y que lo hagan de forma que pudiera parecernos banal. O incluso hilarante. Desde convertir una manzana en el inesperado símbolo de la gravedad hasta cierta obsesión en ponerse a probar cosas de lo más extrañas, la historia de la ciencia está repleta de ejemplos que ilustran esta obsesión con la comida.

Por ejemplo tenemos el esfuerzo colaborativo que se desató cuando una microbióloga comprobó que esa sopa que tenía olvidada en la nevera se había vuelto azul. La curiosidad por saber qué organismo había teñido aquel caldo desencadenó un culebrón de varias semanas en el que distintos laboratorios en distintas zonas geográficas colaboraron para responder la pregunta.

Una fórmula certera para encontrar experimentos rocambolescos está atendiendo al palmarés de los premios Ig Nobel, que cada año premian la ciencia absurda y graciosa, la que “primero hace reír a la gente, y luego la hacen pensar”, según explican los propios promotores, la revista Annals of Improbable Research.

Encontramos uno de estos ejemplos en la ceremonia de 2004, en la que el premio en salud pública se lo llevó un análisis sobre la “regla de los cinco segundos”. Es decir, un estudio sobre si el tiempo transcurrido entre la caída de un alimento al suelo y el momento en el que lo recogemos afecta a su salubridad.

Diez años después, el premio sería para un equipo del IRTA-Food Safety Programme, que estudió si algunas bacterias gástricas aislada de las heces de bebé podían servir como cultivo para la obtención de probióticos. Uno de los ejemplos más recientes lo encontramos en 2023, con el premio a un estudio dedicado a la viabilidad de potenciar el sabor de los alimentos a través de leves descargas eléctricas.

Porque la ciencia que responde a las Grandes Dudas también sirve para contestar a las pequeñas preguntas.

En Xataka | Hemos encontrado "espaguetis" en Marte. Lo más probable es que sea otro recordatorio de la cantidad de basura que generamos

Imagen | Myriams-Fotos

-
La noticia En 1949, un matemático resolvió uno de los problemas más extraños de la historia: por qué nos pringamos comiendo espaguetis fue publicada originalmente en Xataka por Pablo Martínez-Juarez .

Leer más

El Alzheimer comienza mucho antes que sus síntomas. Y hemos descubierto uno de sus primeros mecanismos

El Alzheimer comienza mucho antes que sus síntomas. Y hemos descubierto uno de sus primeros mecanismos

Generalmente asociamos la enfermedad de Alzheimer con la pérdida de memoria ya que este es probablemente su síntoma más visible. Sin embargo es mucho aún lo que desconocemos sobre los procesos biológicos que desatan estos síntomas. Pieza a pieza, vamos solucionando este inmenso puzle.

Nuevo mecanismo. Un equipo en el que se participan investigadores del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa (CBM-CSIC-UAM) ha descubierto un mecanismo vinculado con el  desarrollo temprano de la enfermedad de Alzheimer. El componente clave de este mecanismo está en una proteína denominada SFRP1.

Los astrocitos y la SFRP1. Según describe el equipo responsable del hallazgo, en el origen del mecanismo están unas células cerebrales denominadas astrocitos. Los astrocitos son células gliales (un tipo de célula nerviosa) que durante un tiempo creíamos ejercían de “ayudantes” de las neuronas pero cuya relevancia estamos viendo crecer.

En un modelo basado en ratones, el nuevo estudio ha mostrado que estas células podrían desempeñar un importante papel en la aparición del Alzheimer a través de una producción “excesiva” de la proteína SFRP1. Esta proteína es uno de los compuestos que intervienen en la regulación de la comunicación entre distintas células durante el desarrollo, pero en etapas posteriores de la vida su exceso puede implicar riesgos.

Un “atasco” en el cerebro. Tal y como continúa señalando el equipo, la acumulación de la proteína SFRP1 en el cerebro adulto se asocia a procesos inflamatorios crónicos asociados al envejecimiento, y también a la propia  enfermedad de Alzhéimer. El problema surge cuando este exceso bloquea la actividad de la enzima ADAM10, la cual desempeña un papel clave a la hora de mantener el correcto funcionamiento de las conexiones neuronales.

“Este bloqueo genera un desequilibrio que deteriora la plasticidad sináptica, un mecanismo celular esencial para formar y consolidar recuerdos que permite a las neuronas regular su conectividad en respuesta a diferentes estímulos”, explican en una nota de prensa.

Potenciación sináptica a largo plazo. La acumulación de la proteína SFRP1 estaría así interfiriendo con un proceso denominado LTP o  potenciación sináptica a largo plazo. Este es un proceso “fundamental” para el aprendizaje y la memoria, destaca el equipo. Un proceso vital en la plasticidad cerebral, es decir, que permite que las conexiones neuronales que más frecuentemente utilicemos se vean reforzadas, algo indispensable a la hora de consolidar nuevos recuerdos.

Los detalles del estudio han sido publicados en un artículo en la revista Cell Reports.

Un posible detonante. La lucha contra el Alzheimer es una lucha contra el reloj. La aparición de sus efectos más fácilmente perceptibles viene asociada a lesiones ya irreversibles en el cerebro por lo que a menudo la única vía de acción restante es la de retrasar el avance de la enfermedad.

Las técnicas enfocadas en detectar los signos internos de la enfermedad, principalmente la acumulación de placas amiloides en el cerebro puede permitirnos adelantarnos a la aparición de los síntomas externos de la enfermedad. Ahora, el nuevo estudio abre una vía para adentrarnos en etapas aún previas de la enfermedad.

“El aumento de SFRP1 en etapas tempranas parece actuar como un motor activo de la patología, no como un simple acompañante de otros procesos degenerativos”, explica en la nota de prensa Guadalupe Pereyra, coautora del estudio.

Más allá de los roedores. Como cualquier estudio en ratones, extrapolar sus conclusiones puede resultar complicado, por lo que harán falta estudios que validen lo aprendido y el grado en el que es aplicable al desarrollo de la enfermedad en humanos.

Convertir lo aprendido en nuevas vías terapéuticas tampoco será sencillo, pero este tipo de avances pueden ayudarnos de distintas formas. Primero, porque comprender la enfermedad y sus mecanismos es imprescindible de cara a encontrar una futura cura; y segundo, puesto que en la lucha contra sus síntomas, la detección temprana es una importantísima ventaja.

En Xataka | Si la pregunta es cómo cazar antes el Alzheimer, Samsung cree tener la respuesta: un juego para tablet de 45 minutos

Imagen | CSIC

-
La noticia El Alzheimer comienza mucho antes que sus síntomas. Y hemos descubierto uno de sus primeros mecanismos fue publicada originalmente en Xataka por Pablo Martínez-Juarez .

Leer más

Llevamos años preguntándonos si los huevos son buenos o malos para nuestra salud. Las pruebas son muy contundentes

Llevamos años preguntándonos si los huevos son buenos o malos para nuestra salud. Las pruebas son muy contundentes

Es un debate del que seguramente hayamos oído hablar infinidad de veces, el de lo buenos o malos que resultan los huevos para nuestra salud. Se trata de un debate zanjado, la evidencia de que los huevos son “malos” es limitada y ha sido refutada por diversos estudios, pero aún así el tema sigue siendo objeto de nuevos estudios.

Estudios que siguen insistiendo en el consumo habitual de huevos no representa un riesgo adicional.

Otro estudio en la lista. Un estudio reciente de la mortalidad asociada al consumo de huevos no ha observado indicios de un aumento de la mortalidad asociada al consumo de huevos. Es más, el estudio halló una relación inversa entre el consumo regular de este alimento y el riesgo de muertes vinculadas a enfermedades cardiovasculares.

El estudio realizó un seguimiento de 8.756 de más de 70 años de edad, los cuales dieron información sobre sus dietas. En base a esta información, el equipo separó a los participantes en tres grupos: quienes no consumían huevos o lo hacían con poca frecuencia, los que consumían huevos entre una y seis veces al día, y quienes consumían huevos diariamente.

Veredicto. Los resultados del estudio indicaron que las personas en el grupo de consumo moderado presentaban un riesgo de mortalidad un 15% inferior a los del grupo de consumo bajo, controlando otros factores. También observaron una reducción del 29% asociada a la mortalidad específica por enfermedad cardiaca.

De la aspirina al huevo. El estudio se enmarcó en el proyecto ASPREE (ASPirin in Reducing Events in the Elderly), curiosamente, un proyecto dedicado al estudio de los efectos de la aspirina en medicina preventiva. Los detalles del estudio han sido publicados en un artículo en la revista Nutrients.

¿Pero no tenían colesterol? “Los huevos son un alimento denso en nutrientes, son una rica fuente de proteínas y una buena fuente de nutrientes, como vitaminas B, folato, ácidos grasos no saturados, vitaminas liposolubes (E, D, A, and K), colina, y numerosos minerales y elementos traza”, explicaba en una nota de prensa Holly Wild, coautora del estudio.

Sin embargo los huevos se granjearon cierta mala fama debido a su contenido en colesterol. Cada huevo cuenta con unos 275 miligramos de colesterol, lo que representaría casi la totalidad de la cantidad diaria recomendada de colesterol, explican en un artículo para The Conversation Lauren Ball y Karly Bartrim, expertas de la Universidad de Queensland, en Australia.

El truco está en la absorción, señalan Ball y Bartrim. Y es que el hecho de que consumamos un alimento con alto contenido en colesterol no quiere decir que nuestro cuerpo vaya a absorber ese colesterol y hacer que acabe en el torrente sanguíneo, donde puede implicar un riesgo.

Así es el avance. El debate sobre el hipotético perjuicio que los huevos puedan suponer un riesgo para la salud se ha perpetuado durante años y a menudo ha sido utilizado para desacreditar avances realizados en el campo de la nutrición.

Y es cierto que la ciencia que estudia los nutrientes y sus efectos en nuestro cuerpo es compleja: lo variado de la dieta humana y la inmensa complejidad de nuestro cuerpo son dos factores que hacen extremadamente difícil medir los efectos de algunos alimentos sobre nuestra salud. No es de extrañar por tanto que podamos de vez en cuando toparnos con este tipo de debates.

Los resultados contradictorios no son tampoco ajenos a ningún campo de la ciencia: hay muchos motivos por los que un estudio puede arrojar resultados erróneos, como fallos metodológicos, errores de cálculo o incluso por mera casualidad estadística. Es por ello que las relaciones deben ser estudiadas varias ocasiones, por distintos equipos y siguiendo una variedad de métodos, así es como se han podido detectar fallos y relaciones erróneas en diversas ocasiones. Es como debe funcionar el método en sí mismo.

En Xataka | Los huevos blancos han desaparecido de nuestros supermercados: la historia de cómo el marrón se impuso comercialmente

Imagen | Morgane Perraud

-
La noticia Llevamos años preguntándonos si los huevos son buenos o malos para nuestra salud. Las pruebas son muy contundentes fue publicada originalmente en Xataka por Pablo Martínez-Juarez .

Leer más

Llevamos años preguntándonos si los huevos son buenos o malos para nuestra salud. Las pruebas son muy contundentes

Llevamos años preguntándonos si los huevos son buenos o malos para nuestra salud. Las pruebas son muy contundentes

Es un debate del que seguramente hayamos oído hablar infinidad de veces, el de lo buenos o malos que resultan los huevos para nuestra salud. Se trata de un debate zanjado, la evidencia de que los huevos son “malos” es limitada y ha sido refutada por diversos estudios, pero aún así el tema sigue siendo objeto de nuevos estudios.

Estudios que siguen insistiendo en el consumo habitual de huevos no representa un riesgo adicional.

Otro estudio en la lista. Un estudio reciente de la mortalidad asociada al consumo de huevos no ha observado indicios de un aumento de la mortalidad asociada al consumo de huevos. Es más, el estudio halló una relación inversa entre el consumo regular de este alimento y el riesgo de muertes vinculadas a enfermedades cardiovasculares.

El estudio realizó un seguimiento de 8.756 de más de 70 años de edad, los cuales dieron información sobre sus dietas. En base a esta información, el equipo separó a los participantes en tres grupos: quienes no consumían huevos o lo hacían con poca frecuencia, los que consumían huevos entre una y seis veces al día, y quienes consumían huevos diariamente.

Veredicto. Los resultados del estudio indicaron que las personas en el grupo de consumo moderado presentaban un riesgo de mortalidad un 15% inferior a los del grupo de consumo bajo, controlando otros factores. También observaron una reducción del 29% asociada a la mortalidad específica por enfermedad cardiaca.

De la aspirina al huevo. El estudio se enmarcó en el proyecto ASPREE (ASPirin in Reducing Events in the Elderly), curiosamente, un proyecto dedicado al estudio de los efectos de la aspirina en medicina preventiva. Los detalles del estudio han sido publicados en un artículo en la revista Nutrients.

¿Pero no tenían colesterol? “Los huevos son un alimento denso en nutrientes, son una rica fuente de proteínas y una buena fuente de nutrientes, como vitaminas B, folato, ácidos grasos no saturados, vitaminas liposolubes (E, D, A, and K), colina, y numerosos minerales y elementos traza”, explicaba en una nota de prensa Holly Wild, coautora del estudio.

Sin embargo los huevos se granjearon cierta mala fama debido a su contenido en colesterol. Cada huevo cuenta con unos 275 miligramos de colesterol, lo que representaría casi la totalidad de la cantidad diaria recomendada de colesterol, explican en un artículo para The Conversation Lauren Ball y Karly Bartrim, expertas de la Universidad de Queensland, en Australia.

El truco está en la absorción, señalan Ball y Bartrim. Y es que el hecho de que consumamos un alimento con alto contenido en colesterol no quiere decir que nuestro cuerpo vaya a absorber ese colesterol y hacer que acabe en el torrente sanguíneo, donde puede implicar un riesgo.

Así es el avance. El debate sobre el hipotético perjuicio que los huevos puedan suponer un riesgo para la salud se ha perpetuado durante años y a menudo ha sido utilizado para desacreditar avances realizados en el campo de la nutrición.

Y es cierto que la ciencia que estudia los nutrientes y sus efectos en nuestro cuerpo es compleja: lo variado de la dieta humana y la inmensa complejidad de nuestro cuerpo son dos factores que hacen extremadamente difícil medir los efectos de algunos alimentos sobre nuestra salud. No es de extrañar por tanto que podamos de vez en cuando toparnos con este tipo de debates.

Los resultados contradictorios no son tampoco ajenos a ningún campo de la ciencia: hay muchos motivos por los que un estudio puede arrojar resultados erróneos, como fallos metodológicos, errores de cálculo o incluso por mera casualidad estadística. Es por ello que las relaciones deben ser estudiadas varias ocasiones, por distintos equipos y siguiendo una variedad de métodos, así es como se han podido detectar fallos y relaciones erróneas en diversas ocasiones. Es como debe funcionar el método en sí mismo.

En Xataka | Los huevos blancos han desaparecido de nuestros supermercados: la historia de cómo el marrón se impuso comercialmente

Imagen | Morgane Perraud

-
La noticia Llevamos años preguntándonos si los huevos son buenos o malos para nuestra salud. Las pruebas son muy contundentes fue publicada originalmente en Xataka por Pablo Martínez-Juarez .

Leer más

Hemos encontrado una fortaleza de la edad de Bronce: llevaba casi cinco milenios oculta bajo el bosque rumano

Hemos encontrado una fortaleza de la edad de Bronce: llevaba casi cinco milenios oculta bajo el bosque rumano

El LiDAR se ha convertido en una herramienta central en el trabajo arqueológico. Una que nos ha permitido encontrar ciudades enteras perdidas siglos atrás en el interior de densas áreas boscosas en lugares remotos. Pero tampoco hay que irse demasiado lejos para toparnos con hallazgos promovidos por esta tecnología.

Fortaleza de la edad de Bronce. Un ejemplo está en los restos de una fortaleza hallados recientemente en el distrito de Neamt, en Rumanía. Los restos han sido datados en la edad de Bronce temprana, y su hallazgo fue realizado a través de mediciones por LiDAR

LiDAR. LiDAR es el acrónimo (Light Detection and Rangingo Laser Imaging Detection and Ranging) con el que nos referimos a una tecnología análoga al radar pero que hace uso del láser en lugar de las ondas de radio empleadas por el veterano sistema de detección. Esta técnica se ha convertido en una herramienta muy útil para la arqueología ya que permite explorar con precisión el relieve oculto bajo la vegetación, incluso cuando esta es densa.

Esto implica que los equipos no tienen que realizar una limpieza extensiva del terreno, con el consiguiente impacto sobre la biodiversidad local. Lo que es más, permite obtener información valiosa antes de poner un pie sobre el terreno: gracias al uso de drones, el trabajo preliminar puede hacerse a distancia. Como contrapunto, esta tecnología requiere de conocimiento experto adicional.

La fortaleza escondida. El yacimiento correspondería a un asentamiento con diversas zonas fortificadas y ha sido datado en la edad de Bronce temprana, entre el cuarto y el tercer milenio antes de nuestra era. Es decir, hace entre 4.000 y 5.000 años.

Según explicael equio responsable del estudio, la disposición espacial de las fortificaciones permite concluir que estas tenían la función de proteger o controlar un territorio geográfico “claramente definido”. Un territorio rico en recursos como la sal.

El estudio aún no ha sido pasado el filtro de la revisión por pares y posterior publicación en una revista, pero fue presentado en la Landscape Archaeology Conference celebrada el año pasado en la Universidad de Alcalá. El abstract o resumen puede consultarse a través del repositorio Researchgate.

La complejidad del entorno. El LiDAR da a la arqueología una perspectiva distinta, una visión aérea de mayor precisión que la que permitirían prospecciones “a vista de pájaro” más convencionales, basadas en simples instrumentos ópticos. Esto no implica que todo el trabajo esté hecho: la tierra aún oculta importante información sobre quiénes construyeron este entorno fortificado y cuáles eran sus motivos.

“Aún si algunos detalles relacionados con la presencia de estructuras defensivas no pueden ser observadas a nivel de suelo, la imagen topográfica detallada es absolutamente necesaria para comprender la complejidad de estas fortificaciones en relación al paisaje que los rodea”, explica el equipo en el abstractde la conferencia.

En Xataka | El uso del LiDAR ha ayudado a descubrir que en la antigua Teotihuacán se construyó de manera tan bestia que afectó a las edificaciones posteriores, según un estudio

Imagen | Imagen por LiDAR del castillo Racochi, en Ucrania (sin relación con el estudio). Panchuk Valentyn / Distrito de Neamt. Pixabay

-
La noticia Hemos encontrado una fortaleza de la edad de Bronce: llevaba casi cinco milenios oculta bajo el bosque rumano fue publicada originalmente en Xataka por Pablo Martínez-Juarez .

Leer más

El observatorio Chandra X-ray nos muestra cómo una estrella de neutrones le ha “fracturado un hueso” a nuestra galaxia

El observatorio Chandra X-ray nos muestra cómo una estrella de neutrones le ha "fracturado un hueso" a nuestra galaxia

Como si se tratara de la radiografía de un hueso quebrado, la última imagen que nos ha llegado de la NASA nos muestra la imagen de una estructura blanquecina cuya silueta natural ha sido “fracturada” por el paso de un misterioso objeto. Un objeto en cuya naturaleza hemos sido capaces de indagar gracias precisamente a las recientes observaciones.

La fractura. La nueva imagen fue captada combinando capturas de diferentes observatorios astronómicos y nos muestra la fractura en G359.13142-0.20005 (abreviada como G359.13) así como el objeto que habría causado esta fractura: una estrella de neutrones o púlsar.

El “hueso”. G359.13, el “hueso” de esta foto, es una estructura cósmica denominada a veces también como “serpiente”. Este filamento cósmico se expande a lo largo de unos 230 años luz y se encuentra a unos 26.000 años luz de la Tierra, cerca del núcleo de nuestra galaxia.

Unos filamentos que emiten ondas de radio que los hacen detectables desde nuestro planeta. Estas estructuras son dirigidas, explica la NASA, por campos magnéticos que discurren de forma paralela a ellas. Las ondas de radio que nos llegan de ellas son causadas por partículas cargadas de energía que forman espirales a lo largo de estos campos magnéticos.

Trabajo conjunto. La imagen ha sido posible gracias a la combinación de observaciones tomadas en distintos segmentos del espectro electromagnético. Como señalábamos, el “hueso” de la foto es una estructura visible en longitudes de radio, y su observación ha sido posible gracias a los radiotelescopios del observatorio MerKAT.

A la hora de “diagnosticar” la causa de esta fractura, sin embargo, hubo que recurrir a los rayos X. Los del observatorio espacial Chandra, para ser más exactos. El motivo es que la principal sospechosa de causar esta fractura se esconde en la estructura misma. Por fortuna, este misterioso objeto también emite en la frecuencia de los rayos X, puesto que lo que se esconde tras esta “fractura” parece ser una estrella de neutrones o, probablemente, un púlsar.

Según detalla la NASA, este objeto estaría emitiendo luz tanto en forma de ondas de radio como de rayos X, a lo que habría que añadir una fuente adicional de rayos X causada por electrones y positrones (sus antipartículas) acelerados a grandes energías.

A millones de km/h. La fractura en sí misma habría sido causada por la irrupción del púlsar a velocidades desorbitadas. Según la estimación de los astrónomos esta velocidad estaría entre 1,6 millones y 3,2 millones de kilómetros por hora.

Un estudio vinculado con esta imagen fue publicado el año pasado en un artículo en la revista Monthly Notices of the Royal Astronomical Society,

Cambiar de perspectiva. La imagen es un recuerdo de que a veces las cosas no son lo que parecen. La luz que perciben nuestros ojos es una diminuta fracción de las emisiones que existen en el cosmos. A veces lo invisible a nuestros ojos puede hacerse visible utilizando los instrumentos correctos, mientras que otras veces lo opaco puede no serlo tanto si cambiamos de perspectiva.

En Xataka | Uno de los objetivos del telescopio espacial Webb era buscar indicios de vida en otros planetas. Acaba de encontrarlos

Imagen | NASA/CXC/Northwestern Univ./F. Yusef-Zadeh et al; RF/SARAO/MeerKat; NASA/CXC/SAO/N. Wolk

-
La noticia El observatorio Chandra X-ray nos muestra cómo una estrella de neutrones le ha "fracturado un hueso" a nuestra galaxia fue publicada originalmente en Xataka por Pablo Martínez-Juarez .

Leer más

Llevábamos años intentando saber para qué servían los neuroestrógenos. Acabamos de descubrir una pista: regulan el apetito

Llevábamos años intentando saber para qué servían los neuroestrógenos. Acabamos de descubrir una pista: regulan el apetito

Durante los últimos años hemos visto avances en el estudio de las hormonas encargadas de regular nuestro apetito y la sensación de saciedad, hormonas como las que transmiten desde el estómago hasta el cerebro la información de que hemos consumido ya nuestra ración de alimentos y podemos parar. Sin embargo, ahora acabamos de encontrar una de estas hormonas en un lugar inesperado, en hormonas que hasta ahora asociábamos principalmente con la reproducción.

Del estómago al cerebro. Un equipo japonés de investigadores ha hallado una relación entre los neuroestrógenos y la regulación del apetito.

Neuroestrógenos. Los estrógenos son hormonas que solemos asociar principalmente con la reproducción femenina. En este contexto regulan aspectos como el desarrollo y mantenimiento de las características sexuales femeninas. Pero esta “familia” de hormonas cuenta con una diversidad de miembros que abarcan otros contextos.

Por ejemplo podemos encontrar a los fitoestrógenos producidos por las plantas o los neuroestrógenos. Estos últimos son producidos por el cerebro, como su nombre sugiere y hasta ahora representaban un misterio en nuestra bioquímica ya que desconocemos cuál o cuáles son sus funciones exactas.

Buscando una respuesta. El equipo investigaba precisamente el papel de estas hormonas cerebrales. Para ello recurrieron a ratones en un laboratorio. Compararon varios grupos de ratones, incluyendo algunos sin capacidad de producir estrógeno; y otros a quienes se había inhibido la producción de neuroestrógenos. Esto último se logró eliminando la aromatasa, una enzima empleada por el cerebro para sintetizar estas hormonas.

Comprobaron así que el grupo de ratones que carecía de ovarios y aquellos sin aromatasa mostraban una mayor masa corporal y un mayor consumo de alimentos en comparación con los ratones del grupo de control. El equipo después reactivó el gen vinculado con la aromatasa, devolviendo la enzima a sus cerebros. Vieron así que los ratones pasaban a consumir menos alimentos.

MC4R. El equipo comprobó que estos ratones a quienes se había devuelto la capacidad de sintetizar aromatasa y con ello neuroestrógenos mostraban un “marcado aumento” en la expresión del receptor de la melanonortina 4 (MC4R), un receptor conocido por su papel en la regulación del consumo de alimentos.

Esto llevó al equipo a concluir que los neuroestrógenos producidos a través de la aromatasa estaban involucrados en la expresión del receptor y que era a través de este que eran capaces de “suprimir” la sensación de hambre.

El papel de la leptina. El estudio, explica el equipo responsable, indicaba también que los neuroestrógenos podrían también aumentar la capacidad de respuesta del cerebro a la leptina, una de las hormonas cuya función ya sabíamos relacionada a la regulación del apetito.

“Observamos que los ratones con neuroestrógenos restaurados respondían más efectivamente al tratamiento con leptina”, explicaba en una nota de prensa Takanori Hayashi, coautor del estudio. “Esto puede deberse a que el neuroestrógeno aumenta la respuesta natural del cuerpo a los mecanismos que suprimen el apetito”.

Los detalles del estudio fueron publicados en un artículo en la revista The FEBS Journal.

La vista puesta en tratamientos. El equipo responsable del estudio menciona la posibilidad de que este descubrimiento abra nuevas vías terapéuticas enfocadas en el desarrollo detratamientos para la pérdida de peso.

También señalan la posibilidad de que comprender la función fisiológica del neuroestrógeno también podría ayudarnos a encontrar formas de regular el estrógeno de manera más precisa en nuestros cuerpos, por ejemplo en contextos como la menopausia o el posparto.

En Xataka | Ya sabemos de dónde saca los microplásticos la lechuga que te comes en la ensalada: del aire

Imagen | Milad Fakurian / Sander Dalhuisen

-
La noticia Llevábamos años intentando saber para qué servían los neuroestrógenos. Acabamos de descubrir una pista: regulan el apetito fue publicada originalmente en Xataka por Pablo Martínez-Juarez .

Leer más

Cada vez ingerimos más mercurio a través del pescado. Hay quien quiere solucionarlo con probióticos “de diseño”

Cada vez ingerimos más mercurio a través del pescado. Hay quien quiere solucionarlo con probióticos "de diseño"

La presencia de mercurio en el pescado (o en algunos pescados) es un problema creciente en el ámbito de la seguridad alimentaria. La exposición prolongada a este contaminante supone un importante riesgo para la salud de las personas, un riesgo que podría ir a peor en los próximos años.

Detox, pero real. Un equipo de investigadores ha manipulado una bacteria presente en el sistema digestivo de los humanos para hacerla capaz de eliminar el metilmercurio presente en el pescado. En un estudio con ratones, el mecanismo permitió evitar que esta toxina alcanzara otros órganos del animal, como el cerebro o el hígado.

Un problema cada vez mayor. El metilmercurio es un catión, una molécula con carga positiva, que da nombre a una serie de compuestos que integran en ellas esta forma del mercurio. El metilmercurio es también la forma más común en la que podemos encontrar mercurio orgánico de forma natural.

El mercurio en sus distintas formas es un contaminante presente no solo en algunos pesticidas sino también en emisiones de gases a la atmósfera. Estos residuos de mercurio acaban llegando al mar y a la cadena trófica, un proceso denominado “biomagnificación”. Este metal pesado tiende a acumularse más en peces de mayor tamaño y en aquellos más cercanos a la cúspide de la “pirámide alimentaria”. Y de ahí, a nuestras cocinas.

Bacterias de diseño. El trabajo partió de una bacteria conocida y abundante en nuestro sistema digestivo, Bacteroides thetaiotaomicron. En ella se insertaron enzimas codificantes del ADN procedentes de otra bacteria conocida presente en el suelo, una bacteria con un rasgo determinante, su resistencia al mercurio.

Probióticos. El equipo comprobó primero in vitro que estas bacterias habían logrado hacerse resistentes al metilmercurio, para después administrar las bacterias a los ratones. Estas pronto se integraron en el sistema digestivo de los mamíferos, a los que se administró mercurio por vía oral para estudiar el impacto.

El equipo analizó primero el efecto de la administración de una gran cantidad de este compuesto. Comprobaron que en los ratones a quienes se había administrado la nueva bacteria, el mercurio comenzaba a desaparecer poco después de su administración, un proceso de depuración que se prolongaba durante unos cuatro días.

A largo plazo. El equipo también estudió los efectos de un consumo de mercurio moderado pero prolongado en el tiempo. El equipo alteró la dieta de los ratones y la hizo rica en atún rojo, uno de los pescados con mayores concentraciones del metal pesado. No solo comprobaron que el metilmercurio continuaba desapareciendo de los sistemas digestivos de los ratones, también comprobaron que este no permeaba al cuerpo de estos.

El equipo estudió el efecto sobre ratonas embarazadas, comprobando que los niveles de metilmercurio se mantenían bajos en los tejidos maternos y fetales, incluyendo una menor toxicidad en el cerebro del feto. Los detalles del estudio fueron publicados en un artículo en la revista Cell Host & Microbe.

Un problema que irá a peor antes que a mejor. El estudio abre la vía al uso de probióticos “de diseño” que podrían ayudarnos a evitar las peores consecuencias de la contaminación por mercurio. Este método no ataca al problema de raíz pero, según explican sus propios creadores, puede ayudarnos a abordar un problema sin solución a corto plazo.

“Pese a los esfuerzos globales por reducir las emisiones de mercurio y su acumulación en peces, no se espera que los niveles de mertilmercurio en los alimentos procedentes del mar se reduzcan pronto. El pescado continúa siendo una parte importante y culturalmente relevante de la dieta para muchas gentes en todo el mundo, y esperamos que lo continúe siendo”, destacaba en una nota de prensa Amina Schartup, coautora del estudio.

En Xataka | Unos investigadores estaban siguiendo a un atún. De repente descubrieron que estaba en una carretera camino a Birmingham

Imagen | Ryutaro Tsukata

-
La noticia Cada vez ingerimos más mercurio a través del pescado. Hay quien quiere solucionarlo con probióticos "de diseño" fue publicada originalmente en Xataka por Pablo Martínez-Juarez .

Leer más