¿Deberías cambiarte de ropa al llegar a casa? Lo que dice la ciencia

¿Deberías cambiarte de ropa al llegar a casa? Lo que dice la ciencia

Uno de mis mejores amigos (buena persona, inteligente e incluso bastante guapo) debió hacer algo muy malo en otra vida. No es algo de lo que pueda estar seguro, claro. Pero le he dado muchas vueltas y es la única explicación lógica que encuentro a que, en fin, haya acabado viviendo en Bruselas.

Lo comento porque, en las últimas semanas, he pensando mucho en él: fue la primera persona a la que vi transicionar, en vivo y en directo, hacia ese club de gente que deja los zapatos en la entrada de su casa.

Yo me compré unas crocs para trabajar hace unos meses y, sinceramente, creo que aún tienen las etiquetas puestas.

¿Y si con los zapatos no basta? Imaginad lo que pensé cuando me enteré de que hay gente convencida de que con los zapatos no basta, que hay que cambiarse toda la ropa. No estoy (tan) desconectado de la realidad (como podría dar a entender esta última frase). Sabía que, poco a poco, los pocos estudios que se han hecho sobre la costumbre de cambiar de zapatos al llegar a casa dicen que es una práctica cada vez más popular.

Además, es evidente que hay muchas razones para cambiarse de ropa cuando uno llega de la calle: por comodidad, higiene o seguridad, por ejemplo. Muchísima gente (incluso aquellos que no usan 'uniforme' en sentido estricto) usa ropa "de trabajo" y, si no se cambian en el mismo centro, se cambian nada más llegar a casa.

Es razonable, es comprensible. Igual que es razonable y comprensible que los niños que usan uniforme en el colegio se cambien al llegar a casa. Aunque, a menudo, esto tiene menos que ver con lo que traen de fuera y más con lo que les puede pasar a dichos uniformes (manchas incluidas).

¿Pero tiene sentido llevar eso a sus últimas consecuencias? Es decir, ¿tiene sentido cambiarse para ir a comprar el pan al colmado de la esquina? Lo de los zapatos, en el fondo, lo entiendo: están en contacto con el suelo de manera directa y tenemos estudios (como este de la Universidad de Arizona) que dicen que, tras dos semanas de uso, se pueden encontrar más de 420.000 bacterias en el exterior de unas zapatillas. ¿Pasa lo mismo con la ropa?

Graham Snyder, director médico de prevención de infecciones y epidemiología hospitalaria del Centro Médico de la Universidad de Pittsburgh, decía en The Washington Post que no hay que menospreciar los tejidos como un medio de propagación de gérmenes. Al fin y al cabo, no hay manera humana de mantener un ambiente estéril sin un esfuerzo descomunal (que desnaturalice la vida de cualquier persona).

No obstante, Snyder también decía que, cuando hablamos de infecciones, "esta vía de transmisión es poco común". Y, aunque es posible, que trasporten algo peligroso (como piojos o ácaros de la sarna) "por lo general y en su mayor parte, los gérmenes de la ropa no son peligrosos". Y añadía que "lavarse las manos cuando uno regresa a casa es una estrategia de prevención de infecciones mucho más eficaz".

Esto quizás sea lo más interesante. Porque, con los datos en la mano, hay muchas cosas que deberían preocuparnos más que la ropa. Las monedas, por ejemplo, tienen entre 23.000 y 255.000 bacterias y entre 11 y 377 colonias de hongos (Kuria, Wahome, Jobalamin y Kariuki, 2009). Es decir, convivimos con bacterias, hongos y virus todos los días y, aunque tomar precauciones nunca está de más, no parece necesario llegar a tanto.

Eso sí, nada de esto significa que no se pueda hacer o que sea una tontería. A menudo, nos obcecamos en encontrar explicaciones racionales a cosas que sencillamente nos hacen sentir bien. Y no, no hace falta. Da igual el motivo que nos sentimos bien cambiándonos de ropa, lo importante es que (efectivamente) nos hace sentirnos bien. Con eso es suficiente.

Imagen | Kim Love

En Xataka | Los que se quitan los zapatos al entrar a casa tienen razón. La ciencia les avala

-
La noticia ¿Deberías cambiarte de ropa al llegar a casa? Lo que dice la ciencia fue publicada originalmente en Xataka por Javier Jiménez .

Leer más

Mientras decenas de países abandonan la siembra de nubes, Emiratos insiste: así “hicieron llover” este mismo febrero

Mientras decenas de países abandonan la siembra de nubes, Emiratos insiste: así

Hace un par de semanas, se anunciaba con bombo y platillo que Marruecos estaba planteándose abandonar su programa de "siembra de nubes"  y volcarse con las desalinizadoras. Y puede parecer una obviedad, pero no lo es.

Sobre todo, cuando  en el Golfo Pérsico, Emiratos Árabes Unidos celebra por todo lo alto la efectividad de su propio programa. ¿Estamos a punto de dar el gran salto de "siembra de nubes" o seguimos como siempre?

¿Qué es la siembre de nubes? Al contrario de lo que pudiera dar a entender el nombre, no consiste en "hacer crecer" nubes de la nada, ni crearlas artificialmente. Sembrar nubes es una metodología que intenta "mejorar la capacidad de una nube para producir lluvia o nieve".

En esencia usa catalizadores (como cristales de sal) para hacer que las gotas de agua que pueda contener una nube se fusionen en "en gotas de lluvia más grandes y pesadas, y finalmente caer al suelo".

Eso conlleva que no se puede hacer a voluntad: sembrar nubes es un trabajo de monitorizar nubes con humedad suficiente que pasan sobre el territorio y enviar aviones a "darles un empujoncito" químicamente hablando.

¿Funciona? Aunque no lo parezca, la pregunta por su funcionamiento es algo equívoca. Si nos referimos a si esa técnica es capaz de hacer que la humedad de las nubes caiga efectivamente en forma de lluvia, la respuesta es que sí: si las nubes son buenas candidatas, estas intervenciones pueden generar chubascos.

Pero si nos referimos a si es una técnica costo-efectiva, la respuesta es más complicada. Se trata de un despliegue muy caro (y de gran complejidad técnica tanto en la monitorización meteorológica como en la distribución de las sustancias químicas) y los resultados son relativamente pobres. Al fin y al cabo, las regiones secas suelen tener pocas nubes aprovechables circulando por sus cielos.

Por eso casi no se hace. Eso ha hecho que países como Marruecos, que fue noticia hace unas semanas por su intención de apostar por esto, llevara 13 años con su proyecto abandonado en una esquina. Es más, eso es lo que hace que muchos países ni siqueiran se hayan planteado ponerlo en marcha: el escaso retorno de cada euro invertido es más bajo que la mayor parte de alternativas.

Sin embargo, hay países en ello. China quiere tener cubierto 5,5 millones de kilómetros cuadrados, más o menos el 60% de su territorio, con programas de este tipo para mediados de la década. En Emiratos Árabes Unidos, ladivisión de siembra de nubes del Centro Nacional de Meteorología ha enviado 14 vuelos para sembrar nubes en los últimos días. Con buenos resultados entre el 11 y el 12 de febrero, según parece.

El protocolo de EAU es sencillo y nos permite hacernos una idea del proceso. Cuando sus radares detectan nubes susceptibles de ser "ordeñadas", envían aviones para comprobarlo in situ. Si son buenas candidatas, lanzan "cristales de sal mezclados con magnesio, cloruro de sodio y cloruro de potasio".

Más allá de los detalles técnicos, lo cierto es que las investigaciones de EAU están permitiendo mejorar nuestra comprensión sobre todas estas metodlogogías. Por ejemplo, han descubierto es que la siembra de nubes es particularmente eficaz con nubes convectivas.

Un mundo imprevisible. Lo vemos todos los días: cuando no es un máximo histórico de la superficie del Atlántico norte o una temperatura media inédita en tiempos modernos, es que las últimas mediciones del balance de energía del planeta (es decir, la diferencia entre la energía que recibimos y la que dejamos escapar al espacio) muestran que almacenamos cada vez más energía. Es decir, La Tierra se está internando en un terreno desconocido.

Y, en ese contexto,  uno nunca sabe lo que va a necesitar. Bienvenida sea la investigación de EAU.

Imagen | Unsplash

En Xataka | Llevamos décadas "sembrando nubes" para combatir la sequía. Ahora sabemos que servía para más bien poco

-
La noticia Mientras decenas de países abandonan la siembra de nubes, Emiratos insiste: así "hicieron llover" este mismo febrero fue publicada originalmente en Xataka por Javier Jiménez .

Leer más

Es hora de afrontar que no es que no podamos prestar atención a las cosas, es que en realidad no queremos hacerlo

Es hora de afrontar que no es que no podamos prestar atención a las cosas, es que en realidad no queremos hacerlo

"No puedo hacer nada durante más de quince minutos sin mirar el móvil". Hace casi un año, aquí mismo en Xataka, publicamos un interesantísimo reportaje sobre cómo nos habíamos convertido en una generación eternamente desconcentrada. En él, un buen número de testimonios y varios expertos hablaban sobre uno de los lugares comunes de nuestra época: la sensación de que estamos perdiendo nuestra capacidad de prestar atención.

Pero, ¿es cierto?

La pregunta no es absurda, desde luego. Sobre todo porque el debate no es tanto si la memoria (la atención u otras capacidades cognitivas) cambian con el uso  de los dispositivos móviles. Claro que cambian. Cambian funcionalmente y también lo hacen a nivel estructural. Como nos explicaba Manuel Sebastián,  investigador de la Unidad de Cartografía Cerebral de la Universidad  Complutense, "sabemos que el texto que incluye enlaces (hipertexto) parece recordarse peor en general, lo que es totalmente lógico porque constituyen distractores y el papel de la atención es crítico en el recuerdo".

No obstante, como nos recordaba Sebastián, "el hecho de que la información se procese de forma diferente, no es necesariamente malo". La cuestión es si los cambios son a peor, si nos están dejando más indefensos ante ciertos fenómenos del mundo.

¿Qué pasa con nuestra atención? Hace unos meses, un equipo de la Facultad de Psicología de la Universidad de Viena se hicieron esta pregunta, pero no es algo de responder. Al fin y al cabo, para hacerlo necesitamos poder ir más allá de las sensaciones personales y encontrar mediciones de la atención en numerosos contextos, épocas y edades. Mediciones, además, que no fueran teóricas sino que estuvieran vinvuladas a resolver problemas concretos. ¿Dónde podrían encontrar ese tipo de datos?

Solo había una respuesta: en los tests de inteligencia.

Ese enorme cajón de sastre que son los tests de inteligencia. Durante décadas, los psicólogos han estado pasando tests de inteligencia a millones de personas y, gracias a ello, tenemos una enorme base de evaluaciones psicométricas. Pues bien, entre esa enorme cantidad de datos: hay pruebas de atención.

Una vez se dieron cuenta de ello, los investigadores recopilaron 179 estudios con 287 muestras independientes de 32 países distintos a lo largo de 31 años: es decir, recopilaron pruebas de más de 20.000 personas y examinaron si a lo largo de estas tres décadas se identificaba un decaimiento de la atención.

Los resultados son... contraintuitivos. Cuando examinaron a niños, adolescentes y jóvenes, se dieron cuenta de que sus puntuaciones permanecían estables a lo largo de los años. Cuando examinaron a los adultos encontraron que, de hecho, las puntuaciones mejoraron. Sí, habéis leído bien: nuestra atención lleva años mejorando.

¿Entonces no estamos perdiendo la capacidad de atención? Como decía Adam Grant, profesor de psicología organizacional de Wharton, el problema nunca ha sido la atención, es la motivación. Si queremos usar nuestra atención tenemos capacidad de hacerlo, el problema es que normalmente no queremos. Estamos tan rodeados de cosas interesantes y atrayentes que acabamos dejándonos caer en la multitarea.

Y, claro, eso tiene consecuencias. De hecho, es probable que sean esas consecuencias las que más notamos y las que nos producen la sensación de que estamos perdiendo la capacidad de prestar atención. 

Vamos, que nos estamos "engañando" a nosotros mismos. Por ejemplo, sabemos que "prestar atención" a varios medios a la vez (ver una película mientras consultamos el móvil) tiene un efecto negativo en la memoria. Es decir, recordamos peor lo que vemos mientras hacemos otras cosas. El caso es que cuando empezamos a recordar peor las películas, lo atribuimos a nuestra capacidad de atención y no al modo en el que vimos la película. Todo se confunde.

Y hay que tener cuidado con eso, porque si no partimos de la realidad, va a ser imposible volver a dominar nuestra capacidad atencional.

Imagen | Cristofer Maximilian

En Xataka | Una generación eternamente desconcentrada: "No puedo hacer nada durante más de quince minutos sin mirar el móvil"

-
La noticia Es hora de afrontar que no es que no podamos prestar atención a las cosas, es que en realidad no queremos hacerlo fue publicada originalmente en Xataka por Javier Jiménez .

Leer más

Los episodios de calima son cada vez más intensos y frecuentes en España. Y es un problemón de salud pública

Los episodios de calima son cada vez más intensos y frecuentes en España. Y es un problemón de salud pública

A finales de enero, las redes sociales y los periódicos de todo el norte de Europa se llenaron de atardeceres espectaculares llenos de colores maravillosos. No era Photoshop, ni un típico anochecer invernal: era polvo sahariano.

Lo que hay detrás del atardecer perfecto. Entre el 32 y el 31 de enero, una enorme masa de polvo sahariano se internó en el Atlántico llegando a Sudamérica por el oeste y a Escandinavia por el norte. La nube era tan intensa y grande que se puede identificar perfectamente en las imágenes de Copernicus. Hace unas décadas, estaríamos hablando de un fenómeno rarísimo y muy pintoresco. Hoy resulta ser algo extremadamente normal.

Demasiado normal. La calima ha sido algo normal en el sur de la península y las islas Canarias desde siempre. El motivo es sencillo: la cercanía geográfica al Sahara, que es el responsable del 70% de todo el polvo en suspensión del planeta. Sin embargo, desde el episodio histórico de marzo de 2022 que tiñó los cielos del país de naranja, todo parece haber ido a peor.

Solo en los últimos meses, Canarias ha ido recibiendo una intrusión de polvo tras otra, generando situaciones de "concentraciones muy altas" de partículas casi una vez por semana. Ahora, una nueva investigación de la AEMET y la el Instituto de Geociencias del CSIC viene a corroborar esta impresión: estamos viviendo un aumento significativo en la frecuencia y la intensidad de este tipo de fenómenos.

De hecho,  el problema empezó antes.

Cams Aod550 An Dailymean Natlantic 202401 202402 Ortho

Más y más fuertes. Los investigadores han analizado el número de intrusiones entre 2003 y 2022 y han descubierto que, efectivamente, el número creció significativamente a partir de 2020. Según análisis basados en imágenes satelitales, se han duplicado. Esta última investigación confirma que, además, aumentaron de intensidad.

Con todos los problemas sanitarios que eso genera. No es ningún secreto que la abundancia de polvo en suspensión, empeora la calidad  del aire y puede generar problemas respiratorios leves (desde irritación de mucosas u obstrucción nasal a picor en los ojos o sequedad del tracto respiratorio superior). En zonas con una calima muy fuerte las complicaciones pueden ser mayores. Sobre todo, en personas con dolencias previas.

Según los trabajos de la Universidad de la Laguna, hasta "un 2% más de personas fallecen por cardiopatías los dos días siguientes a los fenómenos de calima". Es más, "los días de calima hay más ingresos por insuficiencia cardiaca aguda y también hay una asociación del 86% a la mortalidad de enfermos con esta patología ingresados durante los días de calima". Por otro lado, "el asma agudiza sus síntomas [y] los cuadros de EPOC empeoran ante la exposición a contaminación" y sabemos de buena tinta que "el estrés oxidativo y el cáncer de pulmón están relacionados ante la exposición a la contaminación".

¿Podemos hacer algo? Más allá de mejorar nuestros sistemas de monitorización y purificación del aire interior, no se puede hacer demasiado. El incremento de intrusiones de polvo sahariano en las distintas regiones de España es un indicador claro de que algo está cambiando en la troposfera.

Algo que, todo sea dicho, no nos está favoreciendo y nos va a obligar a introducir cambios significativos en nuestras prácticas culturales para estar más seguros.

Imagen | Copernicus

En Xataka | Vuelve la calima y no, no tiene nada de normal

-
La noticia Los episodios de calima son cada vez más intensos y frecuentes en España. Y es un problemón de salud pública fue publicada originalmente en Xataka por Javier Jiménez .

Leer más

He tenido una rata una semana en la cocina y esto es lo que he aprendido

He tenido una rata una semana en la cocina y esto es lo que he aprendido

A finales de 1346, en los campamentos tártaros que asediaban la ciudad de Caffa estalló el primer brote documentado de peste negra. Fue tan voraz, tan inesperado, tan salvaje que los ejércitos de la Horda Dorada se deshicieron como un azucarillo en agua tibia. Levantaron el sitio, pero antes de partir, Jani Beg, el gran Kan, ordenó usar las catapultas para lanzar los soldados muertos dentro de la ciudad.

Los genoveses se apresuraron a tirar los cadáveres al mar, pero ya era tarde. Nuestro protagonista lo sabe porque, aunque debería estar trabajando, está sentando el suelo de la cocina leyendo sobre catapultas llenas de cuerpos deformados por los bubones y la gangrena. Así empieza esta historia: con un rodillo en una mano y el móvil en la otra.

Algo moviéndose en la cocina

Unas horas antes, la noche anterior, cuando llegaron a casa, al muchacho del Bajo C le pareció ver algo moviéndose en la cocina. Su mujer se llevó a los niños a la habitación (“porque ya sospechábamos algo”, “porque las primeras cosas raras habían empezado a pasar el domingo”) y él entró en la cocina armado con lo único que tenía a mano: el mocho de una fregona.

Menos de cinco minutos después ya estaba fuera. Con su hijo pequeño (de dos años y poco) gritando a lágrima viva que quería ver a Mickey y él, con el susto en el cuerpo, porque al levantar una tapa de madera algo le había saltado encima. Y no, ese algo no era un ratón.

O eso dijo a todo el mundo. No es un experto. Ha visto alguna rata, de lejos, y ha visto ratones. Ha visto un jerbo, algunas ratas de agua, un nido de ratas almizcleras en Holanda y ,una vez que estuvo en Argentina, vio un carpincho. Pero, por lo que sea, mientras se le lanzaba encima tras encontrarla escondida bajo la tapa de una camarera, no se fijó en los detalles. Vio el rabo, eso sí. Un rabo largo que, sin ningún tipo de referencias, parecía eso: un rabo largo.

El del Bajo C: Intenté pillarla, pero se escondió debajo de los muebles de la cocina. Fíjate: ¿ves el zócalo? Está un poco metido, tres o cuatro centímetros, y no se ve a simple vista. Pero está ahí. Así que estaba atrapada y yo mocho arriba, mocho abajo. Intenté sacarla del hueco, pero no había manera. Y sin saber muy bien qué hacer, cogí una botella de agua fría del frigorífico y regué la zona. Lo puse todo fatal. Pero no salía. Así que agarré una cuchara metálica, de las de servir comida y me fui agachando (cagado vivo) para ver dónde estaba, para mirarla a los ojos, para que supiera quién mandaba. Y, con un poco de suerte, poder tirarle la cuchara desde el punto más lejano que me dejara la pared de la cocina. Pero no estaba, resulta que había hueco entre el zócalo y el mueble. Estaba haciendo el gilipollas.

El técnico del Ayuntamiento: Yo le dije la verdad, ¿sabe? Es que la semana de antes habían dado un aviso un par de calles más allá y un compañero había puesto un tratamiento. Que eso no significa nada: porque en la zona hay adelfas y les encantan las adelfas, se ponen tibias. Tienen unas vainas carnosas que les encantan. Es normal que lleguen avisos y nosotros tratamos cada dos por tres. Pero se lo cuentas a la gente y como que se queda más tranquila, porque piensan que… la verdad es que no sé qué es lo que piensan, pero tú le das el dato y ellos ya se montan las respuestas que les hagan falta.

El del Bajo C: La cosa había empezado unos días antes. Me desperté temprano porque era julio y ya hacía mucho calor en la cama y me puse a recoger. El día de antes había sido el cumpleaños de mi mujer y estaba todo un poco manga por hombro.  Me di cuenta de que sobre la manta del sofá había un puñado de cositas negras, pero ni lo pensé. Estiré la manta del sofá para que los piscos negros cayeran al suelo  y fui al lavadero para coger el cepillo y el recogedor. Entonces oí. ami mujer diciendo "¿por qué hay cacas de ratón en el salón?"

La del Bajo C: Hombre, es que eran claramente cacas de ratón.

El del Bajo C: ¿Cómo iba a imaginarme yo que íbamos a tener un ratón en casa?

La del Bajo C: Igual que me lo imaginé yo. Además, si decías que habías visto que la fruta de la cocina tenía cosas raras, como si fueran mordiscos. Es julio, hace calor y teníamos las ventanas abiertas para poder descansar algo durante la noche

Amiga I: Y que esos bichos se meten por todos lados. Nosotros en la casa del pueblo tuvimos un ratoncillo que se colaba por las noches y mi madre se las vio y se las deseó para acabar con él. Pero, vamos, que es normal.

Vecina del bajo B: Mira que he visto cosas raras, pero eso… eso no lo había visto nunca. ¿Ratas? Nunca. Es verdad que yo tengo gato y no durarían mucho si entran, pero vamos… lo nunca visto.

Vecino del tercero: En realidad… hace años se dijo que se había visto algo en el garaje, pero es muy raro. Mi hermana tiene otro bajo, de los que dan directamente a la piscina y nunca ha tenido ningún problema.

El del Bajo C: Y no, ese algo no era un ratón.

El técnico del Ayuntamiento: Yo miré la foto. Le dije que la ampliara y la verdad es que es muy difícil sin tenerla delante, pero diría que era de alcantarilla.

Una historia cultural de las ratas

Der Tanz Der Ratten

The Dance of the Rats - Ferdinand van Kessel

"Hay dos tipos de rata, ¿sabe? Dos especies, quiero decir", me dice el técnico del Ayuntamiento cuando lo entrevisto días después. Y no, la verdad es que no tengo ni idea. Hasta que empecé a escribir este reportaje no sabía prácticamente nada sobre las ratas.

El técnico del Ayuntamiento: Está la rata de campo (que tiene el rabo más largo y fino y las hijas de puta lo usan que parece una quita pata: se sorprendería la de bichos que he visto colgados de la cola en un arbola por ejemplo) y está la de alcantarilla (que es más grande, más agresiva; y tiene la cola más corta y gruesa. Como escamosa). A la de campo le dicen a veces rata negra y a la otra, marrón; pero aquí tiene poco sentido porque tienen el mismo color.

Tampoco sabía que la historia de esas dos ratas está tan estrechamente ligada a la historia de la humanidad. Todo parece indicar que la rata negra surgió en el algún punto del subcontinente indio y se introdujo en el Mediterráneo oriental muy pronto, siguiendo las rutas comerciales y los puertos costeros del índico.

En el siglo IV a. C. ya había ratas negras en el puerto de Alejandría y se difundieron rápidamente por el Mediterráneo gracias a fenicios, griegos y, sobre todo, romanos. Esa fue la primera vez que colonizaron Europa. Pero con el declive del sistema económico romano, la crisis urbana, la pequeña edad de hielo de la Antigüedad Tardía y la plaga de Justiniano, la población de ratas negras en Europa se redujo radicalmente. En Inglaterra, por ejemplo, las ratas desaparecieron tras la caída de Roma y no aparecieron hasta la llegada de los vikingos.

En cuanto la Edad Media despertó, la rata volvió con fuerza a Europa. La rata y todos sus problemas. Como explicaba Carlos Pradera, el cazador de ratas se convirtió en un oficio "bien pagado" e incluso prestigioso, ligado a la expansión de la rata negra por la Europa renacentista y todos los problemas vinculados (entre ellos, la peste negra). Al fin u al cabo, la rata negra había conquistado el continente e iba directa a conquistar el mundo.

The rat catcher 1632 - Rembrandt

The rat catcher (1632) - Rembrandt

Pero se encontró con rata noruega, de Hanover o de alcantarilla y la cosa cambió. Las ratas de alcantarilla aparecieron de repente en buena parte de Europa occidental. Se ve que cada revolución económica tiene su plaga y estas ratas fueron las de la Industrial

Carlos Pradera ha estudiado cómo los propios europeos, acostumbrados a la rata de campo, contaron sus primeros encuentros con "el mayor tamaño, aspecto y agresividad de R. norvergicus". Georges Louis Leclerc escribía en la segunda mitad del siglo XVIII que "[no hacía] más que unos nueve o diez años que esta especie se ha  esparcido por las cercanías de París: no se sabe de donde han venido estos animales, pero se han multiplicado prodigiosamente".

Y, acto seguido, añadía que [la rata de alcantarilla] "es mas fuerte y maligna que la rata [normal]", "más grandes, más atrevidas y malignas: cuando los persiguen y quieren  cogerlos, se vuelven y muerden el palo o la mano: su mordedura es no solamente cruel, sino también peligrosa, pues se sigue inmediatamente  una inflamación bastante grande, y la herida, aunque pequeña, tarda  mucho en cerrarse".

López Seoane, en su repaso a la fauna gallega, explicaba que "allí donde haya alcantarillas, allí  encontraremos a este inmundo roedor corriendo de  una a otra parte,  armando una griteria infernal, riñendo, y disputándose la presa". Leyéndolos, se entiende el cambio que el insulto "rata" sufrió en aquellos años.

En inglés (que es donde mejor lo tenemos documentado) se empezó a usar la palabra rata con el significado de cobarde, desleal o traidor a partir de del siglo XII porque, según parece, las ratas son las primeras en abandonar los barcos. Cuando llegan los siglos XVIII y XIX (el hacinamiento industrial, las ideas higenistas, las grandes obras de ingeniería...), el concepto de rata se vincula casi directamente con la erradicación.

Vecino del segundo A. Yo solo dije que, con la nueva ley de bienestar animal, tuviera cuidado. Se escucha cada cosa... No vaya que se acabara busquando un problema.

Vecino del segundo B. Y yo le dijes dije que se dejaran de zarandajas. ¿Qué puñetas va a pasar? ¿Es que ahora se te mete una rata en tu casa y no vas a poder echarla? ¿Es que estamos locos?

Vecino del segundo A. Echarla sí, ¿pero envenenarla?

Vecino del segundo B. No, se lo vas a pedir por favor. No te jode.

¿Matar a una rata?

Ferretero: ¿Y no te da miedo? A mi me entraría los siete males.

No me contó la historia completa, pero según tengo en mis apuntes la ferretería del barrio era de tres o cuatro hermanos (y, por lo menos tres, viven en la misma urbanización). Por eso, al muchacho del Bajo C le pareció buena idea ir allí. Lo primero que le dijo el ferretero fue eso, que si no le daba miedo.

Y claro que le daba miedo, pero qué le iba a hacer. "Llamar al administrador", le dijo. "Que para eso tenemos contratada a una empresa de plagas y ese tipo de cosas". Pero, finalmente, después de discutir sobre si era razonable esperar a que la empresa hiciera algo en pleno agosto con dos críos chicos en la casa, le vendió una cosa llamada 'supercat': una trampa gigantesca de plástico negro con un cebo ya incorporado.

Ferretero: Mano de santo. Esto es super efectivo

Spoiler: no lo era. Si el oficio de cazador de rata estaba tan bien pagado en la Edad Media era, fundamentalmente, porque cazar ratas no es sencillo. Se pueden contar con los dedos de las manos los sitios en los que hemos conseguido exterminarlas. El lugar más grande que lo ha conseguido es Georgia del Sur, un territorio británico de ultramar, a miles de kilómetros del asentamiento permanente más cercano.

Y se tardó casi una década. El Gobierno se gastó varias decenas de millones de libras para ello. Empleó varios helicópteros para sembrar 108,723 hectáreas de cebos envenenados y, desde tierra, perros adiestrados rastrearon toda la isla para localizar las colonias más recónditas. Aún así, se necesitaron 4.600 dispositivos de monitorización y casi cinco años para certificar la defunción de la rata.

Vecino del segundo B: Yo se lo dije. Mi suegra, en el campo, lo que hace es que coger anticoagulate con una jeringuilla, pinchar fruta y dejarla. Hace años que no salen bichos. Hay que cogerla fruta con guantes, eso sí.

Vecino del segundo A: ¿Anticoagulante? ¿Lo de los coches?

Vecino del segundo B: Mira que eres animal. Heparina de esa, lo que te ponen cuando se te rompe una pierna para que no tengas trombos. Se lo comen y empiezan a tener hemorragias internas y chimpún.

Vecino del segundo A: Y el animal soy yo, ¿sabe usted? Un gato. Yo lo que le dije es que un gato era lo suyo. Que ahí la ley no decía nada y a lo meor la asustaba.

Vecino del segundo B: Los gatos no sirven de nada. Yo he visto a gatos acojonados con un simple ratón, como para plantarles delante una rata. Además, que no, que hay que matarla. Si la dejas viva no sabes qué puede pasar. ¿Y si vuelve? ¿Y si les pega algo a los chiquillos?

En Georgia del Sur el problema es que amenazaban los ecosistemas de uno de los pocos refugios ecológicos que existen hoy en día para la fauna antártica, pero es cierto que las ratas pueden llegar a ser un problema (y muy gordo) para los humanos.  Aunque es verdad que las ratas de ciudad no son tan peligrosas para la salud como podemos pensar, en 2014 la Universidad de Columbia encontró que la rata promedio del metro de la ciudad de Nueva York transportaba 18 virus previamente desconocidos y decenas de patógenos familiares (y peligrosos), como C difficile y el virus de la hepatitis C.

"Colectivamente", decía Jordan Kisner, "las ratas son responsables de más muerte humana que cualquier otro mamífero en la tierra".

¿Y si lo estamos enfocando mal?

Matthew Mejia Jjwbbuiwwzy Unsplash

Matthew Mejia

Otra cosa que aprendí es que la historia es falsa. La del sitio de Caffa y el primer caso de uso de armas biológicas de la historia, digo. Lo sabemos porque la peste negra no se trasmitía entre cadáveres y humanos vivos, pero también porque es muy improbable que Gabriel de Mussi, la persona que lo contó por primera vez y que no vivió la guerra en primera persona, lo supiera mejor que otros que si la vivieron.

El relato de Mussi "entiende y explica la enfermedad desde una perspectiva religiosa". Como la mayoría de sus contemporáneos, por otro lado. Creía que la peste negra "era el castigo de Dios por los pecados de los seres humanos" y que los genoveses habían sido demasiado "codiciosos", "proporcionando esclavos a los musulmanes" y pactando con ellos sin problema.

De Mussi, en definitiva, era incapaz de entender que una enfermedad es un hecho biológico y no una tara moral. 800 años después, no hemos cambiado demasiado y no dejamos de mirar a las ratas como un enemigo cargad de una repugnancia moral que nos ciega. "Es un hecho estudiado pero poco conocido", decía el psicólogo Jose César Perales, "la ira induce a culpar a cosas concretas de las cosas negativas que ocurren a nuestro alrededor" aunque las causas sean evidentemente estructurales.

¿Qué pasa si dejamos atrás nuestra inquina con las ratas y abrimos el foco? Que descubrimos que centrarnos en el problema concreto no es lo más interesante. Loretta Mayer, una científica que investiga nuevos enfoques a la hora de gestionar plagas, decía que "después de siglos de percepciones erróneas, finalmente tenemos una buena comprensión de la ecología de ratas". Si pensamos en esos ecosistemas como un todo, podemos mejorar la salud del conjunto y reducir los problemas sin irnos a una guerra que, de hecho, vamos a seguir perdiendo.

El problema, como señalaba Jordan Kisner, es que "luchar contra ratas significa comprometerse con esfuerzos holísticos, no buscar una solución rápida y llamativa". Y, claro, esa es la parte más complicada. Sobre todo, porque nadie parece dispuesto a coger esa vía. La comprensión, siempre es mejor en abstracto, de lejos.

El del Bajo C: Tres venenos distintos, dos trampas y mantener la cocina cerrada a cal y canto. Eso es lo que hicimos y, al final, apareció muerta en un cajón. ¿Estuvo mal? Menudo mal rato, pero menudo alivio.

El alivio es sincero, pero las dudas a posteriori también. Lo sé de buena tinta, porque el del bajo C soy yo.

Imagen | Freestocks

En Xataka | Las ratas españolas cambiaron de repente a principios del siglo XIX. Esos cambios aún nos persiguen a día de hoy

-
La noticia He tenido una rata una semana en la cocina y esto es lo que he aprendido fue publicada originalmente en Xataka por Javier Jiménez .

Leer más

Durante miles de años, neandertales y homo sapiens trataron de aparearse insistentemente. La genética tenía otra idea

Durante miles de años, neandertales y homo sapiens trataron de aparearse insistentemente. La genética tenía otra idea

En 1856, mientras trabajaban en una cantera de piedra caliza cerca de Düsseldorf, dos trabajadores italianos encontraron una cuenca llena de huesos. Pensaron que eran los restos de un oso y se los acercaron a un profesor de una ciudad cercana, conocido por ser coleccionista de huesos. No tenían ni idea de lo que estaban a punto de provocar.

Cuando vio los huesos, Johann C. Fuhlrott se dio cuenta de que no eran de un oso, llevó los huesos a la Universidad de Bonn y, junto a Hermann Schaaffhausen, comunicaron el hallazgo al mundo. Nadie los tomó muy en serio. Se llegó a decir que era un cosaco ruso con raquitismo que perseguía a Napoleón por Europa.

Hasta que casi una década después, el geólogo irlandés William King llegó a una conclusión revolucionaria: que no siempre habíamos estado solos.

¿Pero por qué lo estamos ahora? Con el descubrimiento del Homo neanderthalensis se abrieron muchísimas incógnitas, pero hay una que lleva casi 200 años persiguiéndonos: ¿por qué desaparecieron? ¿Cómo es posible que una especie tan antigua, tan robusta, que había sobrevivido a tantas cosas desapareciera sin más? ¿Por qué nos habíamos quedado solos?

Al lo largo de todos estos años, los científicos han dado numerosísimas hipótesis y teorías. Desde genocidios prehistóricos a un lento y agónico eclipse. Sin embargo, Ludovic Slimak, investigador del Centro de Antropobiología y Genómicas de Touluse y uno de los mayores expertos internacionales en los neandertales, tiene otra idea.

Las formas del amor (y lo que no es el amor). Para Slimak, si aplicamos los conocimientos de la antropología cultural a lo que nos está diciendo la paleogenética, la imagen es bastante distinta. y es que, como en todas las sociedades tradicionales en las que conviven identidades fuertes, parece las distintas comunidades humanas intercambiaron mujeres.

Desde nuestra perspectiva, la mera expresión ya es una salvajada. Pero desde la perspectiva de la antropología, esos procesos de "cruce familiar" eran básicos para asegurar alianzas estables entre distintas comunidades. Y eso, si tenemos en cuenta que estamos cargaditos de ADN neandertal, parece ser lo que pasó. Sin embargo, como señala Slimak, esa "fusión" de linajes nunca llegó a producirse del todo. La pregunta es por qué.

Una historia (genéticamente) imposible. Sabemos que neandertales y sapiens se cruzaron y tuvieron descendencia. Pero también sabemos que una parte significativa de ella eran personas estériles incapaces de reproducirse. Es decir, aunque las comunidades intentaron trabar esas relaciones y alianzas fundadas en el mestizaje, la cosa no funcionó.

Buscando. Es curioso, decía Slimak en una entrevista para LiveScience, que "cuando estás buscando ADN antiguo [de hace 40.000 a 45.000 años] todos estos sapiens tempranos tienen ADN neandertal reciente, y es por eso que tenemos  [ADN neandertal] hoy. Pero cuando llegas y tratas de extraer ADN de los  últimos neandertales, contemporáneos de estos primeros sapiens, digamos que hace entre 40.000 y 50.000 años no hay ni un solo neandertal con ADN sapiens".

Curioso y muy posiblemente una de las claves que explican porque la más numerosa y genéticamente diversa población de sapiens le ganó la partida a los neandertales. Es decir, por qué nos quedamos solos.

Imagen | Suchosch

En Xataka | Solemos ver a los neandertales como una especie distinta, ¿y si nos equivocamos?

-
La noticia Durante miles de años, neandertales y homo sapiens trataron de aparearse insistentemente. La genética tenía otra idea fue publicada originalmente en Xataka por Javier Jiménez .

Leer más

Ahora mismo hay un iceberg del tamaño de la provincia de Álava surcando los océanos: un souvenir de la Antártida

Ahora mismo hay un iceberg del tamaño de la provincia de Álava surcando los océanos: un souvenir de la Antártida

Ahora mismo, mientras escribo esto, hay un iceberg del tamaño de la provincia de Álava girando en el océano. De hecho, no es un iceberg cualquiera, más alto que el Empire State y con un volumen de unos 1.100 kilómetros cúbicos, hablamos de la masa flotante de hielo más grande jamás conocida.

Pues bien, está suelta en el océano y las próximas semanas definirán su futuro (y su trayectoria hacia el norte).

Un viejo conocido... En sentido estricto, el A23a no puede considerarse una novedad. Esta masa de hielo se desprendió de la costa antártica en 1986, lo que ocurre es que casi inmediatamente encalló en el mar de Wendell. Y ahí estuvo sin moverse durante más de 30 años. Hasta que, a mediados de 2020, el iceberg se liberó del lecho marino y ahí sí que sí saltaron las alarmas.

Con forme avanza hacia el norte (ahora mismo está a medio camino entre la península Antártica y el territorio de ultramar de georgia del Sur), el A23a gana velocidad y pierde masa. El problema es que ahí hay mucha masa: 980.000 millones de toneladas de hielo, según los últimos cálculos.

...bailando en mitad del océano. El plan era sencillo, A23a superaría la península Antártica y se adentraría en el mar Austral donde quedaría a merced de la corriente circumpolar antártica. Ahí había varios escenarios, pero el más probable era que tomara la conocida "avenida de los icebergs", la ruta que suele llevar a las masas de hielo hacia el norte pasando cerca de Georgia del Sur.

Sin embargo, a principios de año se tomó un respiro y empezó a girar sobre sí mismo. Acaba de completar la pirueta y, aunque está muy cerca de la corriente circumpolar, parece que está decidido a aguantar ahí parado todo lo que sea posible.

¿Qué significa esto? Probablemente nada. Más allá de la espectacularidad de ver cómo baila ese gigantesco cubito de hielo, la única consecuencia positiva es que quizás los miembros de la expedición antártica BIOPOLE, de la British Antarctic Survey, puedan tener más tiempo para estudiarlo.

El resto sigue igual. Y es que el previsible viaje de A23a hacia el norte sigue teniendo las mismas consecuencias (positivas y negativas) que sabíamos que tendría desde prácticamente 1986. En el lado negativo, está que su paso cerca de la isla de San Pedro podría dañar los ecosistemas isleños (especialmente a los pingüinos que tanto ha costado preservar).

En el lado positivo, como señalaba Laura Taylor, miembro de BIOPOLE, se sabe que "estos icebergs gigantes provén nutrientes a las aguas por las que pasan, creando ecosistemas florecientes en áreas por lo demás poco productivas".

Un trágico souvenir de la Antártida. Sobre todo, por la situación que viene arrastrando en último par de años. Aunque creíamos que el continente helado se estaba librando de lo peor de del cambio climático, la situación ha dado un giro radical.

En 2022, la extensión de hielo marino tocó el mínimo en febrero para después mantenerse en niveles bajos, pero no muy alejados de la media histórica. Sin embargo, 2023 fue catastrófico. para mediados de julio, la extensión de hielo en la Antártida se encontraba más de 2.6 millones de kilómetros cuadrados por debajo del promedio de 1981 a 2010. Es decir, se había perdido el equivalente a toda la república de Argentina.

Son malas noticias. Porque aunque el hielo marino apenas tiene ningún efecto en el aumento del nivel del mar, su pérdida retroalimenta el calentamiento de la Tierra: sin hielo capaz de capaz de reflejar  la radiación del sol, el planeta acumula más y más calor. Algo que hace que se derrita más hielo aún.

No deja de ser escabroso que el heraldo del fin del mundo tal y como lo conocemos dedique sus días a bailar en el océano Antártico.

Imagen | ESA

En Xataka | Terranova ha visto cómo un colosal iceberg se acerca a su costa. El espectáculo es sorprendente; el fenómeno, no

-
La noticia Ahora mismo hay un iceberg del tamaño de la provincia de Álava surcando los océanos: un souvenir de la Antártida fue publicada originalmente en Xataka por Javier Jiménez .

Leer más

Así está agonizando el Mediterráneo: sobreexplotación, contaminación y ahora meses de una terrible ola de calor

Así está agonizando el Mediterráneo: sobreexplotación, contaminación y ahora meses de una terrible ola de calor

Estamos en pleno invierno, pero hay un lugar del hemisferio norte que no lo está notando: el Mediterráneo. Con una temperatura superficial "extremadamente cálida", las aguas occidentales del segundo mar interior más grande del mundo llevan casi dos meses seguidos con temperaturas (entre 1 y 1,6 grados) por encima de lo normal. Eso son días y días por encima del 90% de las temperaturas más altas jamás registradas para cada día en cuestión.

Y eso no es nada , la parte oriental lleva con temperaturas récord desde julio de 2023. El Mediterráneo se está convirtiendo en una olla a presión.

¿Qué está pasando aquí? Aunque las causas últimas son muchas y variadas, lo cierto es que los expertos estiman que en torno al 90% del exceso de calor vinculado al cambio climático se está almacenando en el océano. En las últimas dos décadas, de hecho, se ha duplicado esa tasa de acumulación y, como consecuencia de ello, en los últimos 40 años las olas de calor marinas han duplicado su frecuencia, han aumentado su intensidad y se han hecho más largas. largas. 

También es verdad que, aunque es un fenómeno que está ocurriendo en casi todo el planeta, está afectando más al Mediterráneo. Según parece, la región mediterránea se calienta un 20% más rápido que la media mundial. Es decir, puede que no sepamos qué nos depara el futuro, pero sí que sabemos que nos va a llegar antes que al resto.

Ya está llegando, de hecho. Además de contribuir al colapso de los ecosistemas y dificultar aún más la recuperación de especies, una mayor temperatura del mar mediterráneo conllevará un mayor bochorno durante el verano y todo un cambio en el régimen de brisas (que es lo que ayuda a rebajar la temperatura en las zonas costeras). Como consecuencia directa, de mantenerse la tendencia, veremos como las probabilidades de lluvias torrenciales a final del verano e inicio del otoño crecen significativamente.

Las lluvias torrenciales y, por supuesto, los Medicanes. Al fin y al cabo, que el Mediterráneo esté caliente significa que tiene mucha más energía. Tenemos un ejemplo muy bueno de lo que conlleva esto. A principios de septiembre de 2023, una DANA dejó más agua en dos días en Grecia de lo que llueve en un año en Bilbao. Fue "el evento meteorológico más extremo en términos de lluvia en 24 horas desde que tenemos registros en el país", según la propia Protección Civil griega.

Justo después se internó en el Mediterráneo y alcanzó características subtropicales frente a las costas de Libia. Una auténtica pesadilla que quedó en nada, pero mandó un mensaje claro: hablar de ciclones mediterráneos con características propias de los tropicales ya no era ninguna curiosidad.

Una situación crítica. Los problemas del Mediterráneo son endémicos y, por motivos históricos, geográficos y socioeconómicos, llevan con él desde hace demasiado tiempo. Es el mar que sufre mayor sobrepesca, el más contaminado, el que más rápido se está calentando y el que soporta mayores especies invasoras. Mientras ocurre todo esto, solo el 0,23% de su cuenca está protegida.

Para que nos hagamos una idea de cuánto es eso realmente, basta con apuntar que la última conferencia de biodiversidad de las Naciones Unidas en Montreal en diciembre de 2022 (suscrita por 196 países, entre ellos España) ha marcado que el porcentaje recomendado en un océano normal rondaría un 30%. Y, como digo, el Mediterráneo no es normal.

Imagen | ECMWF

En Xataka | Las altas temperaturas (de la ola de calor) se acaban mañana, pero  el Mediterráneo parece el Caribe y eso es una pésima noticia

-
La noticia Así está agonizando el Mediterráneo: sobreexplotación, contaminación y ahora meses de una terrible ola de calor fue publicada originalmente en Xataka por Javier Jiménez .

Leer más

Así está agonizando el Mediterráneo: sobreexplotación, contaminación y ahora meses de una terrible ola de calor

Así está agonizando el Mediterráneo: sobreexplotación, contaminación y ahora meses de una terrible ola de calor

Estamos en pleno invierno, pero hay un lugar del hemisferio norte que no lo está notando: el Mediterráneo. Con una temperatura superficial "extremadamente cálida", las aguas occidentales del segundo mar interior más grande del mundo llevan casi dos meses seguidos con temperaturas (entre 1 y 1,6 grados) por encima de lo normal. Eso son días y días por encima del 90% de las temperaturas más altas jamás registradas para cada día en cuestión.

Y eso no es nada , la parte oriental lleva con temperaturas récord desde julio de 2023. El Mediterráneo se está convirtiendo en una olla a presión.

¿Qué está pasando aquí? Aunque las causas últimas son muchas y variadas, lo cierto es que los expertos estiman que en torno al 90% del exceso de calor vinculado al cambio climático se está almacenando en el océano. En las últimas dos décadas, de hecho, se ha duplicado esa tasa de acumulación y, como consecuencia de ello, en los últimos 40 años las olas de calor marinas han duplicado su frecuencia, han aumentado su intensidad y se han hecho más largas. largas. 

También es verdad que, aunque es un fenómeno que está ocurriendo en casi todo el planeta, está afectando más al Mediterráneo. Según parece, la región mediterránea se calienta un 20% más rápido que la media mundial. Es decir, puede que no sepamos qué nos depara el futuro, pero sí que sabemos que nos va a llegar antes que al resto.

Ya está llegando, de hecho. Además de contribuir al colapso de los ecosistemas y dificultar aún más la recuperación de especies, una mayor temperatura del mar mediterráneo conllevará un mayor bochorno durante el verano y todo un cambio en el régimen de brisas (que es lo que ayuda a rebajar la temperatura en las zonas costeras). Como consecuencia directa, de mantenerse la tendencia, veremos como las probabilidades de lluvias torrenciales a final del verano e inicio del otoño crecen significativamente.

Las lluvias torrenciales y, por supuesto, los Medicanes. Al fin y al cabo, que el Mediterráneo esté caliente significa que tiene mucha más energía. Tenemos un ejemplo muy bueno de lo que conlleva esto. A principios de septiembre de 2023, una DANA dejó más agua en dos días en Grecia de lo que llueve en un año en Bilbao. Fue "el evento meteorológico más extremo en términos de lluvia en 24 horas desde que tenemos registros en el país", según la propia Protección Civil griega.

Justo después se internó en el Mediterráneo y alcanzó características subtropicales frente a las costas de Libia. Una auténtica pesadilla que quedó en nada, pero mandó un mensaje claro: hablar de ciclones mediterráneos con características propias de los tropicales ya no era ninguna curiosidad.

Una situación crítica. Los problemas del Mediterráneo son endémicos y, por motivos históricos, geográficos y socioeconómicos, llevan con él desde hace demasiado tiempo. Es el mar que sufre mayor sobrepesca, el más contaminado, el que más rápido se está calentando y el que soporta mayores especies invasoras. Mientras ocurre todo esto, solo el 0,23% de su cuenca está protegida.

Para que nos hagamos una idea de cuánto es eso realmente, basta con apuntar que la última conferencia de biodiversidad de las Naciones Unidas en Montreal en diciembre de 2022 (suscrita por 196 países, entre ellos España) ha marcado que el porcentaje recomendado en un océano normal rondaría un 30%. Y, como digo, el Mediterráneo no es normal.

Imagen | ECMWF

En Xataka | Las altas temperaturas (de la ola de calor) se acaban mañana, pero  el Mediterráneo parece el Caribe y eso es una pésima noticia

-
La noticia Así está agonizando el Mediterráneo: sobreexplotación, contaminación y ahora meses de una terrible ola de calor fue publicada originalmente en Xataka por Javier Jiménez .

Leer más

Así está agonizando el Mediterráneo: sobreexplotación, contaminación y ahora meses de una terrible ola de calor

Así está agonizando el Mediterráneo: sobreexplotación, contaminación y ahora meses de una terrible ola de calor

Estamos en pleno invierno, pero hay un lugar del hemisferio norte que no lo está notando: el Mediterráneo. Con una temperatura superficial "extremadamente cálida", las aguas occidentales del segundo mar interior más grande del mundo llevan casi dos meses seguidos con temperaturas (entre 1 y 1,6 grados) por encima de lo normal. Eso son días y días por encima del 90% de las temperaturas más altas jamás registradas para cada día en cuestión.

Y eso no es nada , la parte oriental lleva con temperaturas récord desde julio de 2023. El Mediterráneo se está convirtiendo en una olla a presión.

¿Qué está pasando aquí? Aunque las causas últimas son muchas y variadas, lo cierto es que los expertos estiman que en torno al 90% del exceso de calor vinculado al cambio climático se está almacenando en el océano. En las últimas dos décadas, de hecho, se ha duplicado esa tasa de acumulación y, como consecuencia de ello, en los últimos 40 años las olas de calor marinas han duplicado su frecuencia, han aumentado su intensidad y se han hecho más largas. largas. 

También es verdad que, aunque es un fenómeno que está ocurriendo en casi todo el planeta, está afectando más al Mediterráneo. Según parece, la región mediterránea se calienta un 20% más rápido que la media mundial. Es decir, puede que no sepamos qué nos depara el futuro, pero sí que sabemos que nos va a llegar antes que al resto.

Ya está llegando, de hecho. Además de contribuir al colapso de los ecosistemas y dificultar aún más la recuperación de especies, una mayor temperatura del mar mediterráneo conllevará un mayor bochorno durante el verano y todo un cambio en el régimen de brisas (que es lo que ayuda a rebajar la temperatura en las zonas costeras). Como consecuencia directa, de mantenerse la tendencia, veremos como las probabilidades de lluvias torrenciales a final del verano e inicio del otoño crecen significativamente.

Las lluvias torrenciales y, por supuesto, los Medicanes. Al fin y al cabo, que el Mediterráneo esté caliente significa que tiene mucha más energía. Tenemos un ejemplo muy bueno de lo que conlleva esto. A principios de septiembre de 2023, una DANA dejó más agua en dos días en Grecia de lo que llueve en un año en Bilbao. Fue "el evento meteorológico más extremo en términos de lluvia en 24 horas desde que tenemos registros en el país", según la propia Protección Civil griega.

Justo después se internó en el Mediterráneo y alcanzó características subtropicales frente a las costas de Libia. Una auténtica pesadilla que quedó en nada, pero mandó un mensaje claro: hablar de ciclones mediterráneos con características propias de los tropicales ya no era ninguna curiosidad.

Una situación crítica. Los problemas del Mediterráneo son endémicos y, por motivos históricos, geográficos y socioeconómicos, llevan con él desde hace demasiado tiempo. Es el mar que sufre mayor sobrepesca, el más contaminado, el que más rápido se está calentando y el que soporta mayores especies invasoras. Mientras ocurre todo esto, solo el 0,23% de su cuenca está protegida.

Para que nos hagamos una idea de cuánto es eso realmente, basta con apuntar que la última conferencia de biodiversidad de las Naciones Unidas en Montreal en diciembre de 2022 (suscrita por 196 países, entre ellos España) ha marcado que el porcentaje recomendado en un océano normal rondaría un 30%. Y, como digo, el Mediterráneo no es normal.

Imagen | ECMWF

En Xataka | Las altas temperaturas (de la ola de calor) se acaban mañana, pero  el Mediterráneo parece el Caribe y eso es una pésima noticia

-
La noticia Así está agonizando el Mediterráneo: sobreexplotación, contaminación y ahora meses de una terrible ola de calor fue publicada originalmente en Xataka por Javier Jiménez .

Leer más