Los vapers han vivido una década de libertad en España. Se acaba la luna de miel

Los vapers han vivido una década de libertad en España. Se acaba la luna de miel

España está a punto de zanjar diez años de ambigüedad. Los vapeadores, que se vendieron a principios de la década pasada como la versión “inteligente” del tabaco, serán tratados exactamente igual que los Marlboro de toda la vida.

Por qué es importante. La nueva ley antitabaco que prepara Sanidad equipara normativamente cigarrillos electrónicos, tabaco calentado y vapers al tabaco convencional. Se acabó el limbo regulatorio. Se acabó ese espacio liminal en el que parecía aceptable vapear pero no fumar.

Sanidad quiere prohibir el uso de cigarros, y también de vapes, en terrazas, marquesinas, vehículos laborales, campus universitarios y zonas exteriores de ocio. Las mismas restricciones que ya tenía el tabaco convencional.

El contexto. Durante una década, los usuarios de vapes han disfrutado de una especie de privilegio no declarado. Técnicamente no fumaban, sino que “vapeaban”. Era vapor, no humo.

Una diferencia semántica que se traducía en libertades reales: vapear en sitios donde fumar estaba prohibido, evitar –no siempre– las miradas de reproche social, mantener la coartada perfecta de estar “dejando el tabaco”.

El golpe final. La prohibición de saborizantes marca el fin de esa era dorada. No solo pierden espacios: pierden su identidad.

  • Los sabores eran lo que más diferenciaba al vaping del tabaco tradicional.
  • Sin menta, frutas o dulces, los vapes quedan reducidos a simples dispensadores de nicotina con carga USB-C.

Sí, pero. La resistencia es real. La CNMC (Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia) ha impugnado la prohibición de saborizantes, algo impensable ya con el tabaco tradicional.

Las tabacaleras clásicas hace años que dejaron de luchar: saben que perdieron esa guerra. Los vapes todavía tienen fe en que pueden ganar la suya.

Entre líneas. Esta equiparación dice algo más profundo sobre cómo España gestiona este tipo de innovaciones. Los vapes siguieron el patrón clásico:

  1. Período de gracia tecnológica.
  2. Normalización social.
  3. Despertar regulatorio.
  4. Equiparación total.

Es el mismo recorrido que hicieron (salvando las distancias sanitarias) los VTC con el taxi, las apartamentos turísticos con los hoteles o las criptomonedas con las divisas tradicionales.

La amenaza. Para la industria vaper, esto es más que una regulación: es una declaración de guerra contra su modelo de negocio. Sin saborizantes y sin espacios diferenciados, ¿qué ventaja competitiva les queda frente al tabaco tradicional? La tecnología, quizá. Pero eso parece insuficiente para mantener el crecimiento de una industria que creció precisamente porque no era “tabaco de verdad”.

Profundiza. El anteproyecto debe pasar aún por el Consejo de Ministros y posteriormente por el Congreso, donde necesitará acuerdos con otras fuerzas políticas. Las restricciones pueden cambiar, pero la dirección es irreversible: los vapes han perdido su estatus especial.

Imagen destacada | Stephen Noble en Unsplash

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por
Javier Lacort

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