España tiene su propia Mykonos. Y comparte con la ella algo más que la costa y las casas encaladas: el turismo masivo
Sus casas encaladas, terrazas, callejuelas y paisajes del litoral mediterráneo le valieron a Binibeca Vell el apodo de “Mykonos español”, pero con el tiempo este pequeño poblado del sur de Menorca ha terminado pareciéndose a la famosa isla de las Cícladas por otra razón distinta: la saturación turística. Al igual que ocurre en el destino griego, la localidad se llena cada verano de miles de visitantes, una avalancha que no siempre es fácil de encajar en la rutina de sus vecinos.
De ahí que hayan decidido tomar medidas.
¿Un Mykonos español? Sí. De hecho ese título oficioso se lo disputan varias localidades del país, como Frigiliana, en Málaga, o la Isleta del Moro, en Almería. Ambas destacan por sus casas bajas de fachadas encaladas, callejuelas estrechas, terrazas y paisajes costeros bañados por la luz del Mediterráneo.
Exactamente igual que Binibeca Vell, una pequeña urbanización situada en el sur de Menorca, dentro del municipio de Sant Lluís. Sus paisajes han hecho que con el tiempo se ganase el apodo de “Mykonos menorquín” y un hueco en las webs de las agencias de viajes, blogs e incluso en la promoción de las instituciones baleares.
¿Cuál es su origen? A Binibeca no solo se la conoce como “Mykonos de Baleares”. Los lugareños también suelen referirse a ella como “Poblado de Pescadores”, aunque en realidad su origen tiene poco que ver con la gente que se gana la vida faenando en el Mediterráneo. El asentamiento se sitúa en un antiguo refugio de marineros, pero lo que hoy vemos se levantó a principios de la década de 1960 como una urbanización residencial impulsada por el aparejador Antonio Sintes y el arquitecto Barba Corsini, quienes se inspiraron en Grecia.
El resultado es un pintoresco poblado de casas blancas pegadas entre sí, 165 construcciones repartidas por una superficie edificada de cerca de 8.000 metros cuadrados situados en un entorno privilegiado, justo frente al mar. La Comunidad de Propietarios de Binibeca destaca otra de sus peculiaridades: el asentamiento es “una urbanización”, “una propiedad privada” en la que son los propios residentes quienes se encargan de pagar una cuota para el mantenimiento de la zona.
¿Y reciben turistas? Sí. Muchos. La comunidad de propietarios asegura que durante los últimos años la visitas “se han incrementado notablemente” hasta superar las 800.000 anuales, un dato considerable si se tiene en cuenta que en la zona residen apenas 200 personas y durante los meses de invierno esa cifra se reduce al mínimo. Quizás sorprenda esa desproporción entre el número de residentes y el gran flujo de visitantes, pero tiene bastante sentido.
Para empezar por el éxito turístico de las Baleares en general y Menorca en concreto, que recibe cada año cientos de miles de turistas. En segundo lugar por la visibilidad y promoción que recibe el poblado, tanto en las redes como a través de agencias, foros e incluso instituciones baleares. “Si pones en Instagram la palabra Menorca, de cada 10 imágenes que aparecen, tres son de Binibeca Vell”, aseguraba el año pasado a El País Óscar Monge, presidente de la comunidad de propietarios.
¿Cómo es la convivencia? Si algo saben los vecinos de la isla de Mykonos (la auténtica, la situada en las Cicladas) es que vivir en un paraíso mediterráneo no siempre es sencillo. En la web de la urbanización los propios residentes reconocen que la avalancha de turistas tiene un efecto directo en su día a día, “complicando la convivencia”. “Parece Port Aventura, pero ellos por lo menos te cobran la entrada”, resume Monge. En la práctica eso se traduce en lidiar con turistas ávidos por lograr el mejor selfie que no dudan en colarse en una terraza privada para conseguirlo.
“Los turistas lo tocan todo. Uno de nuestros vecinos tiene muchas plantas en macetas y los turistas las mueven para poder sacar una foto mejor. Se sientan en sillas en los porches privados”, explicaba hace unos meses a The Telegraph uno de los habitantes de la urbanización. “Hablan muy alto y el ruido resuena porque el pueblo es pequeño y cerrado. Se sientan en las escaleras y, cuando el dueño les pide que se muevan, se niegan porque quieren conseguir la foto perfecta”.
¿Y qué han hecho? Mover ficha. Que Binibeca sea una urbanización privada con una comunidad de propietarios, no un auténtico poblado de pescadores, hace que sus residentes afronten la saturación turística con un enfoque diferente al que han podido tener otros vecinos de Baleares. El año pasado la comunidad decretó que permitiría las visitas solo en cierta franja horaria, durante el día. El resto del tiempo el espacio se mantendría cerrado con cadenas con avisos.
En la web de la urbanización puede consultarse un pequeño plano en el que se detallan las áreas visitables, zonas de paso y el horario de visita, restringido de 10.00 a 22.00 h. También se dan ciertas pautas para los visitantes: se les ruega silencio, mantener el entorno limpio, no sacar fotos con fines comerciales ni dentro de las casas y, por supuesto, que no entren en viviendas particulares ni se sienten en las terrazas. “Cuando nos visites recuerda que has entrado en una propiedad privada y debes respetar la privacidad de los vecinos”, subrayan.
¿Hay más? Sí. En 2023 la comunidad y el Consell de Menorca alcanzaron un pacto para aligerar la presión turística sobre el poblado, lo que pasaba entre otras cuestiones por regular la llegada de buses o ayudar en la conservación de la zona. El convenio no se renovó sin embargo y hace un año la comunidad amagó con ir más allá y votar el cierre total de la urbanización al turismo, una medida drástica porque el flujo de turistas es clave para los negocios situados en la zona.
“Pagamos caro ser la atracción turística más popular de Menorca”, se lamentaba Monge. “Binibeca está promocionada por la administración insular y las empresas turística, pero ¿qué beneficio obtenemos de ello? No tenemos nada en contra del turismo, pero a veces parece que vivimos en Disneyland”. Sus quejas de 2024 han servido de momento para fomentar un cambio en los turistas, entre los que aprecian (salvo excepciones) una actitud “un poco más moderada”.
¿Y qué tienen pensado hacer? Hace unos días los residentes compartían con elDiario.es otra medida mucho menos drástica para ordenar el trasiego de turistas: crear una serie de itinerarios para que los visitantes puedan recorrer el poblado sin adentrarse en su interior. “Del convenio no sabemos nada, no nos han convocado a más reuniones. Aunque es verdad que el horario se respeta, tanta gente visitando un espacio tan pequeño es difícil que no genere molestias”, aclara otro vecino.
Imágenes | Wikipedia y Markus Trienke (Flickr)
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La noticia
España tiene su propia Mykonos. Y comparte con la ella algo más que la costa y las casas encaladas: el turismo masivo
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Xataka
por
Carlos Prego
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