Llevamos décadas pensando que este fósil de 132 millones de años era una planta. Ha resultado ser algo muy distinto
En 2003, el padre Gustavo Huertas hizo un descubrimiento que cambiaba radicalmente buena parte de la historia natural de Colombia y, por extensión, de América Latina. Clasificando unos fósiles que él mismo había recogido durante los años 60 en la Villa de Leyva, Huertas identificó dos especímenes de Sphenophyllum colombianum.
Hablábamos de un planta que los expertos creían que se había extinguido 100 millones de años antes de la edad estimada de esos fósiles y que, por si fuera poco, nunca se había encontrado en esa zona del país. El descubrimiento era realmente excitante porque metía a la provincia de Ricaurte en el mapa paleontológico internacional y presagiaba grandes descubrimientos.
El único problema es que Huertas estaba equivocado. De hecho, esos dos fósiles no eran ni plantas.
“Parecían plantas”. Sí que lo parecían. Cuando Fabiany Herrera del Field Museum de Chicago y Héctor Palma-Castro de la Universidad Nacional de Colombia revisaron las piedras coincidieron con Huertas en que se trataba de plantas. Había iniciado el proyecto con temor de que fuera un ‘fake’ o una falsificación, pero ver que efectivamente parecían plantas les tranquilizó.
Las dudas llegaron “después de fotografiarlos”. “Cuando los examinas en detalle, las líneas del fósil no se parecen a las venas de una planta; estaba casi seguro de que probablemente eran huesos”, explicaba Herrera.
¿Huesos? ¿Plantas con huesos? No ten rápido. Confusos y preguntar a muchos colegas, los investigadores se pusieron en contacto con un paleontólogo, Edwin-Alberto Cadena. Este herpetólogo les confirmó que, en efecto, las líneas en las rocas podían ser el caparazón de una tortuga. Pero había algo sorprendente: las piezas eran extremadamente pequeñas.
Y es sorprendente porque al compara las piezas con el registro fósil, todo parecía encajar con un género extinto de tortugas marinas llamado Desmatochelys, las tortugas “más grandes y antiguas que jamás hayan existido”. ¿Cómo podíamos tener unas tortugas de ese género tan extremadamente pequeñas?
Cuestión de tamaño. Los fósiles no tienen más de cinco centímetros de largo, pero estas tortugas marinas solían medir casi dos metros de largo. ¿Qué estaba pasando? La explicación de Cadena era extremadamente sencilla: estaban recién nacidas (o, como mucho, en su primer año de vida).
Así que, bueno, hemos perdido un enigma paleobotánico, pero hemos ganado unas piezas claves para entender la evolución de las tortugas. No está nada mal.
En Xataka | Unos reptiles nos acaban de revelar un secreto que llevábamos milenios buscando: la eterna juventud
Imagen | Fabiany Herrera y Héctor Palma-Castro
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Llevamos décadas pensando que este fósil de 132 millones de años era una planta. Ha resultado ser algo muy distinto
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Javier Jiménez
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