“La última gran frontera de la ciencia oceánica”: qué es la zona hadal, un infierno de oscuridad total y presión extrema
La exploración submarina se ha colado en la actualidad de la peor de las formas imaginables: por el trágico accidente del sumergible Titan durante una expedición a los vestigios del Titanic que descansan a 3.800 metros de profundidad. La nave de OceanGate no ha sido sin embargo la primera en sufrir un fin similar. Hace casi una década, en mayo de 2014, WHOI perdió un submarino que cedió también a la aplastante presión del fondo marino, el Nereus, si bien sus circunstancias fueron bastante distintas: a diferencia del Titan el sumergible de WHOI no viajaba con tripulación a bordo, era más pequeño y su objetivo estaba a una profundidad mayor, en las oscuras e ignotas aguas de la fosa de Kermadec, a 9.900 m.
Su objetivo eran las aguas de la “zona hadal”.
¿La “zona hadal”? Su nombre es un guiño a Hades, el inframundo de la mitología griega y el dios que lo gobierna, lo que nos da ya una primera pista de qué es la “zona hadal”. Si dividiéramos el océano abierto (pelágico) en capas, igual que una cebolla, nos encontraríamos con cinco grandes franjas, cada una a mayor profundidad que la anterior y en la que la luz va desapareciendo de forma gradual: la eufótica, que abarca hasta los 200 metros; la crepuscular o mesopelágica, que se extiende hasta los 1.000 m; la batialpelágica, nombre de las aguas que descienden hasta los 4.000 metros, una región a la que ya no llega la luz del sol; y la abisal, como se conoce la columna de agua que desciende hasta los 6.500 m.
Quedaría una quinta franja, la zona hadal. Si bien lo habitual es que el fondo oceánico no esté más allá de los 4.000 o 6.000 m de profundidad, en las fosas esa distancia desde la superficie puede ser mayor y alcanzar los 11.000 m. De hecho, el punto más profundo conocido del lecho marino es el Abismo Challenger, situado a más de 10.900 m. “Si hay un lugar de la Tierra que se pueda considerar terra —o más exactamente aqua— incognita es la zona hadal”, explica NOAA. Las regiones hadales se compone de fosas separadas y canales y se calcula que si se sumasen todas las repartidas por el mundo se obtendría un área similar al de Australia.
¿Y por qué es importante? Quizás no sea muy extensa, ni desde luego accesible, pero la zona hadal es mucho más que una región de aguas oscuras situada a miles y miles de metros bajo la superficie del océano. Las condiciones que presenta, a una enorme profundidad, sometida a una presión aplastante, privada de la luz y con temperaturas que rondan el punto de congelación lo convierten en un lugar extremo con un enorme potencial para la investigación científica.
Como recuerda WHOI, las paredes de las trincheras que se adentran en las profundidades hadales son el hogar de formas de vida únicas. Más allá de su interés científicos, su estudio puede ayudarnos a comprender cómo se adaptan los organismos a ambientes extremos. No solo eso. Las fosas marinas son interesantes incluso para recabar conocimientos que nos puedan ayudar el día de mañana a la hora de explorar océanos situados fuera de nuestro planeta, como los de las lunas de Júpiter o Saturno, o incluso para el estudio del ciclo del carbono.
¿El estudio del carbono? Así es. Hay investigaciones que sugieren que, al margen de su aspecto enigmático, las fosas marinas son importantes depósitos de carbono. “Se está produciendo un almacenamiento de carbono que es mucho más activo de lo que pensábamos y esto quiere decir que existe un sumidero de CO2 en el océano profundo del que no se tenía ninguna información”, explicaba a la BBC en 2011 el biogeoquímico Ronnie Glud, quien subraya el enorme valor de las fosas marinas: si bien cubren cerca del 2% del océano su equipo ha trabajado con la premisa de que su valor en la captura de carbono es “desproporcionado”.
“Estimamos una tasa de enterramiento de carbono negro en la zona hadal que es siete veces superior a la media oceánica por unidad de superficie. Proponemos que es un sumidero importante pero ignorado de carbono negro en el océano”, remarcaba el año pasado un estudio publicado en la revista ‘Nature’.
¿Hay vida a semejantes profundidades? Sí. Sometidas a elevadísimos niveles de presión hidrostática, sin luz solar, con recursos limitados para la alimentación, temperaturas muy bajas e hipoxia (ausencia de oxígeno), las regiones hadales son de las más hostiles de la Tierra. A pesar de eso y de representar apenas el 1% del fondo marino, hay organismos que han logrado adaptarse a sus condiciones.
Las primeras campañas relevantes que han estudiado las simas son de mediados del siglo pasado y desde entonces nuestro conocimiento ha ido ampliándose. Hoy sabemos por ejemplo que las especies de vertebrados hadales más comunes son los peces caracol lipáridos, capaces de habitar a más de 8.100 metros de profundidad. En 2019 un grupo de investigadores documentó de hecho una nueva especie en la Fosa de las Marianas, a 7.415 metros de profundidad, el Pseudoliparis swirei, una criatura pequeña, de tonalidad rosada y completamente desprovista de escamas.
¿Qué más hemos visto? Hace unos años un equipo de científicos instaló cámaras con cebos para atraer animales en las Marianas. El material muestra que las profundidades abisales e incluso las hadales están muy lejos de ser yermas. “A poca profundidad, entre los 5.000 y 6.000 m de la llanura abisal, vimos peces de gran tamaño, como colas de rata y anguilas. Por debajo de 6.400 m encontramos camarones decápodos, anfípodos supergigantes y pequeños peces caracol. En las mayores profundidades, cerca de 11.000 m, solo vimos grandes enjambres de pequeños anfípodos carroñeros, parecidos a las chinches de jardín”, relatan.
¿El gran reto pendiente? Así se refieren algunos científicos a la región hadal, en la que reconocen “la última gran frontera de la ciencia oceánica”. Muchas de las criaturas hadales que conocemos se capturaron de hecho con redes de arrastre en la década de los 50 y 60, durante las expediciones Galathea y la soviética Vitjaz, lo que ha hecho que durante tiempo nuestro conocimiento sobre las criaturas hadales y las profundidades en las que puede haber vida se basasen en datos limitados.
A lo largo de los últimos años y con ayudas de sumergibles y cámaras hemos podido ir más allá. Para avanzar en su conocimiento se han creado programas específico —destaca HADEX, impulsado por WHOI— y se han realizado incluso expediciones tripuladas, como la protagonizada el año pasado por Escribano y Ulloa, quienes descendieron a más de 8.000 m en la fosa de Atacama.
Imágenes: Oceanlab, University of Aberdeen, WHOI 1 y 2
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La noticia
“La última gran frontera de la ciencia oceánica”: qué es la zona hadal, un infierno de oscuridad total y presión extrema
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Xataka
por
Carlos Prego
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