España marca su línea roja frente a Francia: enviar electricidad sí, pero no para producir hidrógeno rosa
Solidaridad energética sí, pero no a cualquier precio. O mejor dicho, no para cualquier uso. España acaba de fijar una “línea roja” para seguir suministrando electricidad a Francia: que París no aproveche ese flujo para producir hidrógeno rosa. El aviso lo acaba de lanzar la ministra de Energía, Teresa Ribera, con un tono tan claro y contundente como medido ha estado su tempo político. La advertencia ha llegado en víspera de una cumbre en la que la Ribera se reunió con homólogos de EuroMed9, una alianza de países mediterráneos que incluye a Francia.
Más que a saldos energéticos a uno y otro lado de los Pirineos, el aviso apunta a un elemento clave para el futuro energético de Europa: el hidrógeno… y sus colores.
¿Qué ha dicho Ribera? Básicamente, que España no facilitará a Francia la generación de “hidrógeno rosa”. Durante una entrevista con la agencia Reuters la ministra recordó el esfuerzo que ha tenido que hacer España mientras surtía a su vecino del norte, exportando “al máximo” de su capacidad. En 2022 Francia vio mermada su capacidad de autoabastecimiento por el ‘apagón’ de parte de sus plantas nucleares debido a diferentes factores, como el mantenimiento. En condiciones normales de ellas obtiene más de dos tercios de su energía.
Una cosa es sin embargo —explicó Ribera— asumir ese esfuerzo para cubrir las necesidades del país y otra que en el futuro Francia lo aproveche a la hora de usar la energía que sale de sus propias centrales nucleares para generar hidrógeno. “Lo que no estamos dispuestos a hacer es suplir la demanda de electricidad doméstica porque estén usando sus plantas para producir hidrógeno”, reflexionó la ministra española de Energía durante la entrevista, y zanjó: “Eso sería una locura”.
¿Qué es eso del hidrógeno rosa? La cuestión no es menor. De hecho, es la clave de las declaraciones de Ribera y la disputa que mantienen España y Francia en materia energética. El hidrógeno —un valioso aliado para la descarbonización de la economía— es incoloro, pero suele añadírselo un ‘apellido’ cromático que nos informa de cómo lo hemos obtenido. El marrón (o negro), por ejemplo, es aquel que se con la gasificación del carbón; el azul designa al generado a partir del reformado de gas natural evitando toda o parte de la emisiones de CO2.
En España, un país con un enorme potencial para la fotovoltaica y eólica, se apuesta por el conocido como hidrógeno verde, que es el que se consigue a partir de la electrólisis del agua y usa electricidad de fuentes renovables. En Francia la cosa es distinta: dotado de un potente músculo nuclear, con decenas de centrales, el foco se centra allí en el hidrógeno rosa, que aprovecha la energía nuclear.
¿Y por qué importan los colores? Por el papel crucial que promete desempeñar el hidrógeno en el futuro de actividades tan importantes como la industria o el transporte. Y porque España y Francia, junto con Portugal, están detrás de una ambiciosa infraestructura que aspira a convertirse precisamente en un corredor estratégico para el hidrógeno, el H2Med. La gran pregunta es: ¿Qué hidrógeno debe aceptarse en esa infraestructura? ¿Vale tanto el verde como el rosa? Si este se aprovecha de la nuclear, ¿puede considerarse sostenible?
París exige que el rosa tenga la consideración de energía renovable e igualdad de condiciones con el verde y recuerda que si se veta su hidrógeno el H2med perderá atractivo para él. España considera que se debe priorizar la eólica y solar. “Lo que no aceptamos es que el rosado se considere verde”, recalcaba Ribera. Lo cierto es que a día de hoy París parece mejor posicionado: las reglas para definir qué es el “hidrógeno renovable” publicadas por la Comisión Europea en febrero incluía tanto el que usa electricidad de origen eólica y fotovoltaica como la nuclear.
¿A qué viene entonces el nuevo aviso? El mensaje que el Gobierno español acaba de enviar a París es claro: antes de usar sus centrales nucleares para generar hidrógeno rosa y exportarlo por el futuro gasoducto, Francia tendrá que utilizarlas para cubrir sus necesidades energéticas. Y será así porque, añade Ribera, España no está dispuesta a actuar como ‘muleta’ y cubrir las necesidades domésticas de Francia mientras sus centrales se aprovechan para la generación de hidrógeno.
“Lo que no estamos dispuestos a hacer es suplir la demanda de electricidad doméstica porque estén usando sus plantas para producir hidrógeno”, zanja.
¿Y cuál es el contexto? Si las declaraciones de Teresa Ribera estaban bien medidas no menos lo estaba su contexto. No solo por la cumbre de ministros en Malta, sino por la relación energética entre Madrid y París. “Por interconexiones, el saldo neto anual de intercambios de energía eléctrica programados con Francia ha sido exportador en 9.095 GWh, frente a 6.054 GWh importadores del 2021. Se trata de un récord histórico y del primer saldo neto exportador anual desde el año 2010 (1.523 GWh)”, recoge el informe de 2022 de Red Eléctrica.
“Nos vimos obligados a exportar al máximo de nuestra capacidad, produciendo electricidad más allá de nuestras capacidades de energía renovable, por lo que utilizamos más gas del que nos hubiera gustado”, explica Ribera a la agencia Reuters. Los datos publicados de Red Eléctrica completan la fotografía.
Imagen de portada: Jametlene Reskp (Flickr)
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España marca su línea roja frente a Francia: enviar electricidad sí, pero no para producir hidrógeno rosa
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Carlos Prego
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