Las ciudades se están quedando sin árboles que limpien el aire. Unos científicos quieren solucionarlo con peceras llenas de algas
Los árboles desempeñan un papel vital en el ciclo del carbono, pues almacenan el CO₂ presente en la atmósfera y lo transforman en oxígeno, ayudando a reducir la contaminación del aire. Lamentablemente, cada vez hay menos en los núcleos de las ciudades y, para contrarrestar este problema, cada vez surgen más soluciones artificiales.
Uno de los ejemplos más llamativos y polémicos son los denominados “árboles líquidos” desarrollados por un grupo de científicos serbios e instalados en Belgrado, cuyo objetivo es ayudar a mejorar y controlar la calidad del aire.
Cómo funcionan los “árboles líquidos” de Belgrado
Pese a que cada vez surgen más proyectos para intentar paliar el grave problema de la deforestación mundial, en muchos núcleos urbanos no queda espacio físico ni para plantar un arbusto. Serbia es muestra de ello, pues ya en 2020 era la 28ª ciudad en el mundo con la peor calidad del aire, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Las dos centrales de carbón más importantes del país llevan años en la lista de las 10 plantas más contaminantes de Europa de la Health and Environment Alliance (HEAL).
Con la intención de reducir esta brutal huella de carbono creada por el hombre en la capital, un grupo de científicos de la Universidad de Belgrado, con el biofísico Dr. Ivan Spasojevic a la cabeza, apostaron por un proyecto diferente creando “árboles líquidos” artificiales para capturar dióxido de carbono, a los que bautizaron como LIQUID3.
A simple vista vemos que estos dispositivos ni siquiera tienen forma de árbol, sino que “imitan” su forma de limpiar del aire. Se conocen técnicamente como fotobiorreactores y en esencia son tanques de agua con 600 l de capacidad que albergan microalgas diluidas, de ahí su característico color verde.
Estas algas capturan el CO₂ de la atmósfera y a través de la fotosíntesis producen oxígeno y biomasa. Según los responsables del proyecto, que lleva en marcha ya dos años, “cada fotobiorreactor equivaldría a un árbol adulto de 10 años o a 200 m² de césped”.
Los tanques no necesitan ningún complicado mantenimiento, pues es suficiente con eliminar periódicamente (aproximadamente una vez al mes) la biomasa que crean las algas, y que puede reutilizarse como fertilizante. Una vez limpio, se vuelve a llenar de agua y minerales y las resistentes microalgas seguirán haciendo su trabajo.
Aunque un dispositivo artificial como este ayude a limpiar el aire nunca podrá sustituir a un auténtico árbol, ni dará su sombra, ni podrá ser el lugar perfecto para que aniden los pájaros, por citar algunos ejemplos.
Sus propios creadores especifican “que no pretenden reemplazar los espacios verdes”, sino instalarlos en espacios estratégicos de las ciudades donde puedan ser de utilidad.
Los fotobiorreactores como estos no ocupan mucho espacio y son sencillos de instalar. Incluyen un panel solar en el techo que además de ayudar con su cometido proporciona luz al tanque cuando se hace de noche. Con un diseño eminentemente práctico, hacen las veces de bancos e incluso incluyen tomas de corriente para cargar teléfonos móviles.
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Motorpasión
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Irene Mendoza
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