En el siglo XIX, España diseñó la primera “boya lanzatorpedos” para defenderse de EEUU: el submarino de Sanjurjo Badía

En el siglo XIX, España diseñó la primera

De su padre, Antonio Sanjurjo Badía heredó el apellido, la pasión por las máquinas, buen ojo para los negocios y el apodo por el que lo conocían en su pueblo, Sada, una pequeña localidad del norte de Galicia: “El habilidades”. Y habilidoso era, desde luego. Si consiguió triunfar pese a las cartas que le había dado la vida —con nueve años trabajaba en la relojería familiar y con 17 emigró a Cuba— fue precisamente gracias a su habilidad y genio con la mecánica; las mismas aptitudes que le llevaron, ya mayor, con 61 años, a embarcarse en uno de los proyectos más delirantes y geniales de la España de finales del siglo XIX: fabricar su propio submarino lanzatorpedos.

¿Para qué? Muy sencillo. Para plantar cara a EEUU si se le ocurría acercarse a Galicia.

En la década de 1890 las aguas de la política internacional bajaban revueltas en España. El país llevaba enfangado desde 1895 en la guerra de Cuba, una contiende que le estaba resultando difícil, larga, costosa y con la que, además, veía peligrar su ya debilitado estatus de imperio. Enfrente el ejército español tenía a los independentistas de la isla y un enemigo temible: EEUU, que en 1898, tras el desastre del Maine, había decidido alinearse con Cuba y declarar la guerra a España.

La “boya lanzatorpedos”

Antonio Sanjurjo Badia

Retrato de Antonio Sanjurjo Badía.

Aunque la guerra se cocía en el Caribe, al otro lado del Océano Atlántico, lo de tener en contra a Washington y sus acorazados le quitaba el sueño a más de un español. Entre ellos a Sanjurjo, que tras hacer fortuna en la emigración había retornado a Galicia y abierto una fábrica de máquinas de vapor y calderas en Vigo. En vez de quedarse de brazos cruzados o limitarse a seguir el avance de la guerra por los diarios, Sanjurjo, aka “El habilidades”, hizo lo que mejor se le daba: tirar de ingenio. Decidió construir un sumergible que, en caso de resultar necesario, defendiese la ría.

El proyecto no era sencillo, ni desde luego barato, pero en 1898 sus convecinos de Vigo tenían sobradas pruebas de que, cuando el empresario se fijaba un objetivo, estaba dispuesto a dejarse la piel. Además de la fundición, a lo largo de su vida “El habilidades” montó, entre otros negocios, una ruta de buses, una primitiva línea de telefonía móvil o una fábrica de papel. Lo del submarino podía sonar delirante; pero lo abordó con el mismo empeño que al resto de sus empresas. Trazó los planos, invirtió cerca de 16.000 pesetas y para agosto de 1898 tenía ya la máquina lista.

El artilugio de Antonio Sanjurjo Badía poco o nada se parece a los submarinos que estamos acostumbrados a ver hoy. Tenía forma de “T” y era relativamente pequeño, con 5,2 metros de eslora y 3,75 de manga. La nave era de propulsión manual, podía desplazarse a dos millas por hora —3,2 km/h—, alcanzar los veinte metros de profundidad y acoger en su interior a tres tripulantes que, no cuesta imaginarlo, debían de viajar como en una lata de sardinas: uno se encargaba del timón y el control de las minas y los otros dos de accionar las palancas del sistema de propulsión.

Como lo definía el propio Sanjurjo Badía, el aparato era básicamente una “boya lanzatorpedos”. Su objetivo era transportar dos minas de contacto cargadas con explosivos con las que poder atacar a un navío si era necesario. Para demostrar que el submarino podía ayudar en la defensa de las costas gallegas, el empresario decidió ofrecer una demostración pública y por todo lo alto. El 11 de agosto de 1898 llevó el aparato a la Ría de Vigo, justo frente a su astillero, lo sumergió 20 metros y completó una serie de pruebas con —recogía la prensa al día siguiente— “un excelente resultado”.

Lo que no llegó a comprobar fue el sistema de lanzamiento, el “punto débil” en el que —creen los expertos actuales— quizás podría haber fallado el sumergible. ¿Por qué no se hicieron las pruebas de fuego? Pues por una razón muy sencilla. Como explicaba la prensa de la época, a principios de agosto de 1898, cuando Sanjurjo tenía al fin su submarino a punto, España y EEUU estaban ya en plena negociación para acabar con la guerra. No se equivocaban. Justo el día siguiente, 12 de agosto, Madrid y Washington firmaban un armisticio que derivaría en el Tratado de París.

Cosas de la historia, tras cuatro años de batallas en ultramar y pasados varios meses desde la declaración de guerra de EEUU, el calendario jugó una mala pasada a Sanjurjo. Su minisubmarino quedó listo justo cuando España y EEUU decidían enterrar el hacha de guerra. Que no llegase a entrar en combate no le resta sin embargo ni un ápice de interés al proyecto, que —recoge Faro de Vigo— fue fruto de “una idea patriótica surgida en la mente de este modesto cuanto laborioso industrial al hablarse de la visita bélica que nos pensaban hacer los buques yankees“.

Lo mejor del submarino de Sanjurjo Badía es que no tenemos que imaginarlo ni intuir su diseño echando mano de fotos poco definidas de hace más de un siglo —materiales, por cierto de los que también disponemos—; podemos verlo directamente en el Museo do Mar de Galicia, en Vigo. Sus descendientes se encargaron de conservarlo durante más de 100 años en la factoría, protegido de la Guerra Civil e incluso desastres como el incendio que, en 1942, calcinó una de las naves de la empresa fundadas por Sanjurjo y quemó, entre otros documentos, sus planos originales.

El genio de Sanjurjo Badía no solo le permitió hacer fortuna e idear una boya lanzatorpedos para plantar cara a los mismísimos EEUU. Con los años, curiosamente, se granjeó la amistad de dos de los nombres más importantes en la historia del submarinismo: el escritor Julio Verne, a quien, se dice, “El habilidades” le reparó su yate durante una visita a Vigo; e Issac Peral, marino e ingeniero que en 1888 había botado el primer submarino de propulsión eléctrica con tubo lanzatorpedos.

Salvando las distancias y los enfoques de uno y otro proyecto, el de Isaac Peral es también un ejemplo claro del genio español del siglo XIX… y de cómo a menudo se veía obligado a pelear con la burocracia y enemigos internos. El origen del sumergible de Peral es muy parecido al de Sanjurjo. El marino e inventor cartaginés lo ideó para la defensa del litoral español y decidió elevar su propuesta al Gobierno también en un momento especialmente convulso: la Crisis de las Carolinas, en la que España y Alemania se enfrentaron por la posesión de un archipiélago del Pacífico.

Peral

El submarino de Isaac Peral.

“En estos últimos días he inventado y tengo hechos todos los cálculos necesarios para la construcción de un barco torpedero submarino que puede llevar en su interior, sin el menor peligro, los hombres necesarios para su manejo, sin que asome a la superficie del agua ni el menor rastro de dicho buque durante sus maniobras. Uno de estos barcos bastaría para destruir impunemente en muy poco tiempo una escuadra moderna”, explicaba Peral en la carta que envió en septiembre de 1885 al Ministro vicealmirante Pezuela y Lobo con la propuesta de su sumergible.

Lo que Peral planteaba era construir una nave bastante más grande que la que tiempo después diseñaría Sanjurjo para el litoral gallego. De eslora alcanzaba los 22 metros y de manga 2,87. Para sumergirse inundaba los dobles fondos situados en el centro e incluía un “aparto de profundidades”, el dispositivo más rompedor de su diseño. La propulsión la conseguía gracias a dos hélices movidas por un motor de 30 HP cada una que le permitía alcanzar los 7,7 nudos. Hoy se considera que su ingenio, pionero, es el primer sumergible eléctrico dotado de tubo lanzatorpedos.

El submarino de Peral, el “torpedero-submarino”, en sus propias palabras, llegó a demostrar su capacidad de forma sobrada, durante 27 pruebas y maniobras completadas entre 1889 y 1890. En una de ellas, en agosto de 1889, llegó a probar con éxito sus torpedos. Pese a esa hoja de servicio, el prestigio de Peral e incluso el interés que el submarino llegó a despertar entre mecenas privados y otros países, el Gobierno acabó dando carpetazo al sumergible del inventor cartaginés.

La Guerra del 98 primero y el papel de los submarinos años después, durante la Primera Guerra Mundial, demostró que tanto Peral como Sanjurjo Badía, a pesar de las dificultades, se adelantaron a su tiempo. Hoy nos quedan, eso sí, sus historias y prototipos que dejan claro su talento.

Imágenes | Aprofa y Juan Sáez (Flickr)


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En el siglo XIX, España diseñó la primera “boya lanzatorpedos” para defenderse de EEUU: el submarino de Sanjurjo Badía

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Xataka

por
Carlos Prego

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