Globos de 41 metros de diámetro y cubiertos de aluminio: la idea de la NASA para los primeros satélites de comunicación
Los globos Loon de Google o los satélites Starlink de SpaceX para ofrecer internet a todo el mundo están bien. Pero, ¿y globos gigantescos a modo de espejo para reflejar comunicaciones de un punto de la tierra a otro? La NASA ya experimentó con ello en 1960, los primeros “satélites pasivos” de la historia. Y funcionó.
Actualmente no concebimos un mundo sin satélites, nos permiten comunicarnos a distancia y además sirven para posicionar todo tipo de dispositivos gracias al GPS u otros sistemas similares. Sesenta años atrás las cosas eran muy distintas y cuando la NASA creó su primer satélite también era muy distinto a lo que tenemos actualmente.
Project Echo: la creación del satélite más simple de todos
En líneas generales, la función de un satélite es recibir una señal desde un punto de la tierra y transmitirla a otro distinto. Para conseguir esto realmente no hay que romperse mucho la cabeza, basta con un espejo. Es lo que esencialmente era el primer satélite de la NASA: un gigantesco espejo en forma de globo que reflejaba cualquier señal que se le enviaba.
Project Echo se desarrolló en la década de los 60 del siglo pasado a partir de una idea previa de utilizar globos para estudiar la atmósfera. Los ingenieros estadounidenses vieron una interesante oportunidad en estos globos: si eran lo suficientemente grandes, lo suficientemente reflectantes y a suficiente altura… podrían transmitir mensajes. A partir de ahí se pusieron manos a la obra y comenzó el Project Echo.
El globo estaba construido en plástico con un recubrimiento de aluminio que le permitía reflejar la luz. Durante las pruebas experimentaron con diferentes tamaños, aunque al final el primer globo que funcionó con éxito tenía un tamaño de unos 30 metros de diámetro. Semejante globo lo primero que uno piensa es la cantidad de gas necesitado para inflarlo. Sí, es cierto, se requiere una cantidad inmensa para inflarlo, concretamente 18.000 kilogramos de aire. Pero claro, una vez en los límites de la atmósfera debido a la presión esta cantidad se reduce drásticamente a apenas unos kilogramos.
El problema para la NASA no era tanto el inflarlo como el poder plegarlo. Para subirlo a la atmósfera había que meterlo en una cápsula y cargarlo en un cohete. Estas cápsulas en forma de esfera apenas tenían un metro de diámetro, meter ahí dentro un globo de 30 metros de diámetro era el verdadero reto. Tras prácticas y prácticas consiguieron dar con el pliegue correcto que permitiese abrir la cápsula en la atmósfera, inflar el globo y y que no explotase todo de repente. Con algún que otro intento fracasado de por medio.
Finalmente, el 12 de agosto de 1960, el primer satélite pasivo de la NASA se desplegó en la atmósfera con éxito. El Echo 1 transmitió como primer mensaje unas palabras del presidente estadounidense de la época, Dwight D. Eisenhower. “El globo satelital, que ha reflejado estas palabras, puede ser utilizado libremente por cualquier nación para experimentos similares en su propio interés” indicaba el presidente estadounidense.
Lo curioso de este satélite es justamente lo que se indicaba en el mensaje, que podía ser utilizado por cualquiera y de forma directa y gratuita. Era simplemente un espejo, por lo que cualquiera con las herramientas adecuadas en tierra podía enviar o recibir los mensajes.
Años más tarde la NASA envío otro globo a la atmósfera llamado Echo 2. En esta ocasión era algo más grande (41,1 metros de diámetro) y su estructura algo más rígida le permitía mantenerse inflado sin necesidad de una impulso constante de gas en su interior. Este al ser algo más grande y en una posición más cercana, llegó a verse gracias a su reflejo a simple vista (no deja de ser irónico que ese sea uno de los grandes problemas de Starlink ahora mismo).
El germen de los satélites actuales
Durante varios años estos dos satélites y otros como el PAGEOS fueron utilizados tanto para comunicaciones como para experimentos y toma de datos de la atmósfera. Los satélites pasivos en forma de globo permitieron comunicaciones transatlánticas y crear mapeados por triangulación entre otras funciones.
En cierto modo, fueron un impulso para apostar por la comunicación satelital. Hasta entonces las operadoras veían el futuro únicamente en las infraestructuras terrestres. Sin embargo, este tipo de proyectos permitieron aumentar el interés por las comunicaciones aéreas y por satélite.
Visto en perspectiva y con la tecnología actual entendemos por qué no acabaron de triunfar estos satélites. Eran grandes, su comunicación era pasiva, limitados y con una vida útil a la intemperie de la atmósfera. Los satélites posteriores fueron satélites activos, que recogían datos concretos y los enviaban a puntos concretos, son los satélites actuales.
Vía | greg.org
Más información | Wikipedia
–
La noticia
Globos de 41 metros de diámetro y cubiertos de aluminio: la idea de la NASA para los primeros satélites de comunicación
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Cristian Rus
.