Lo que la OMS ha dicho realmente (y lo que no) sobre edulcorantes como la sacarina y la estevia

Lo que la OMS ha dicho realmente (y lo que no) sobre edulcorantes como la sacarina y la estevia

La Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó recientemente una nueva guía con recomendaciones sobre el consumo de edulcorantes no azucarados. Uno de los puntos que más ha llamado la atención es el hecho de que el uso de estas alternativas no reporte beneficios a quienes quieren bajar de peso consumiendo menos azúcar.

El mensaje de la OMS. En su último informe sobre edulcorantes no azucarados la OMS desaconsejaba su uso para bajar peso o para quienes quieran reducir su exposición a enfermedades no transmisibles. Puesto que estos sustitutivos del azúcar no evitan los problemas asociados con éste, la OMS desaconseja su consumo.

“Sustituir los azúcares libres con NSS [edulcorantes no azucarados] no ayuda a controlar el peso en el largo plazo. La gente debe considerar otras formas de reducir los azúcares libres, como consumir alimentos con azúcares naturales, como fruta, o comida y bebidas no edulcoradas”, explicaba en una nota de prensa Francesco Branca, director de la OMS para Nutrición y Seguridad Alimentaria.

¿Existe riesgo? El riesgo de consumir este tipo de edulcorantes es semejante al riesgo asociado al consumo de azúcares. Esto no es algo novedoso, de hecho un estudio realizado hace unos años por encargo de la propia OMS (en el cual se basa, precisamente, la recomendación) señalaba esto mismo: no existe ni una mejora ni un empeoramiento esperado.

Los peligros del azúcar. Reducir los azúcares de nuestra dieta es una práctica recomendada por el consenso científico. De nuevo aquí es importante recalcar que el problema no es el consumo de azúcares en sí mismo, sino los niveles a los que lo hacemos.

Reducir el consumo de estos edulcorantes azucarados puede ayudarnos a bajar peso, pero se trata principalmente de una cuestión de salud. El motivo es que su consumo está relacionado con distintos problemas de salud: un estudio publicado el mes pasado enumeró 45 impactos negativos de estos compuestos sobre nuestra salud.

Los problemas de salud más estrechamente vinculados a estos productos son un mayor riesgo de padecer enfermedades cardíacas, y la diabetes tipo 2. Sin embargo el azúcar también se ha asociado a un mayor riesgo de padecer determinados cánceres, depresión y problemas del hígado, así como al acné y al envejecimiento celular.

Consejos que sí nos pueden valer. Entonces, ¿qué podemos hacer si sustituir el azucarillo por la estevia no nos vale? Antes de cambiar este hábito (y partiendo de que lo mejor es reducir tods los edulcorantes) debemos tener en cuenta que el peligro está en el azúcar que consumimos sin ver.

Alimentos como los refrescos, postres, ultraprocesados y snacks suelen ser fuentes habituales de azúcares. Evitar los refrescos y reducir la cantidad de dulces que consumimos es un buen comienzo. Cabe reseñar que la mejor forma de saber exactamente cuánto azúcar hay en nuestros alimentos es cocinar nosotros mismos. Puesto que eso es a menudo eso es imposible, solo nos queda prestar especial atención a lo que nos dicen sus etiquetas.

Es por eso que, en conclusión, sacarina, estevia, azucarillo u otras opciones sean válidas, ninguna más perjudicial que la otra y ninguna particularmente sana. La diferencia entonces, el gusto del consumidor.

En Xataka | 9 preguntas y respuestas sobre la estevia, el edulcorante de moda

Imagen | Towfiqu barbhuiya/ Muhammad Murtaza Ghani

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El “inframundo galáctico”, el rincón en los confines de la Vía Láctea al que viajan las estrellas al morir

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“¿A dónde van las estrellas después de morir?” Podría ser el comienzo de un cuento, pero fue la pregunta que un grupo de investigadores de la Universidad de Sidney se hizo hace un tiempo. La respuesta es que, muchas de ellas, acaban en el “inframundo galáctico”, un lugar no tan tenebroso como su nombre indica (en el sentido metafórico), pero igualmente interesante.

Necrópolis estelar. Un reciente estudio realizado por un equipo australiano de investigadores, a través de simulaciones, ha encontrado en qué regiones de nuestra galaxia tienden a concentrarse los remanentes de las estrellas que han llegado al final de sus vidas. Uno de los hallazgos más llamativos es que, según el modelo, muchas de estas estrellas habrían acabado fuera de nuestra galaxia, en un entorno que han denominado el “inframundo galáctico”.

Hasta ahora la cuestión de dónde iban las estrellas a morir era una sin respuesta clara. Los cerca de 13.000 millones de años de nuestra galaxia abarcan la vida y muerte de una enorme cantidad de estrellas, muchas más de las que hemos observado a través de los estudios realizados en busca de distintos objetos en nuestra galaxia.

Una muerte violenta. El estudio se centra en dos de los remanentes que las estrellas dejan tras su muerte: estrellas de neutrones y agujeros negros. Para explicar cómo es posible que estrellas pertenecientes a nuestra galaxia acabaran fuera de lo que habitualmente consideramos sus límites conviene recordar cómo es la muerte de estos cuerpos espaciales.

La muerte estelar viene causada por el fin de su “combustible”. Cuando éste no es suficiente para desatar las reacciones de fusión nuclear características de una estrella, las estrellas de cierta masa comienzan a expulsar sus capas externas de gas en una violenta explosión conocida como supernova. Dependiendo también de la masa, los cadáveres resultantes pueden tomar la forma de estrellas de neutrones o de agujeros negros. Estos remanentes no tienen por qué quedarse en el lugar que ocupaba la estrella.

“Las explosiones de supernova son asimétricas, y los remanentes son eyectados a alta velocidad (hasta millones de kilómetros por hora”, explicaba en una nota de prensa David Sweeney, uno de los autores del trabajo. “Un sorprendente 30% de los objetos han sido completamente eyectados de la galaxia.”

El Mapa del cementerio. Los investigadores tuvieron que enfrentarse a dos problemas a la hora de buscar estos restos. El primero es que nuestra galaxia, la Vía Láctea, ha cambiado mucho a lo largo de su vida, que abarca buena parte de la existencia de nuestro universo. El segundo es la aleatoriedad con la que las supernovas pueden expulsar los remanentes estelares.

Para resolver el misterio el equipo creó una simulación por ordenador que tuviera en cuenta estos dos factores (cambios en la estructura de nuestra galaxia y aleatoriedad). Encontraron dos regiones donde estos “cadáveres estelares” podrían concentrarse. El primero es el centro galáctico. Aquí la influencia gravitatoria del agujero negro supermasivo Sagitario A* (Sgr A*) sería la causa.

No tan intuitiva es la segunda región, una vasta área en los confines inmediatos de nuestra galaxia, un “bulto” en el disco espiral de la Vía Láctea que se extendería hasta tres veces su grosor, dando a nuestra galaxia una forma más elipsoidal que de disco. La distribución no seguiría tampoco los patrones espirales de nuestra galaxia sino que tendría una forma más aleatoria.

Los detalles del estudio fueron publicados en un artículo en la revista Monthly Notices of the Royal Astronomical Society. El siguiente paso tendrá que ser el de confirmar los resultados del modelo con observaciones directas. Ahora al menos sabemos dónde buscar.

Una gran desconocida. Nuestra galaxia sigue siendo un misterio. Por una parte porque nuestra perspectiva no es la idónea para observarla. Por otra puesto que mucha de la materia que contiene es invisible. Tan invisible como los agujeros negros, o la materia oscura (en cuyo caso hablar de invisibilidad implicaría quedarse cortos).

Pero incluso los objetos celestes más visibles a nuestros ojos, las estrellas, guardan secretos sobre su vida y su muerte. Aún seguimos buscando y detectando supernovas que nos permitan saber más sobre los últimos momentos de la vida de las estrellas más masivas. Y quizá también nos ayuden a comprender objetos tan extraños como los agujeros negros.

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Imagen | NASA

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Estamos perdiendo el olfato, y es un problema más grave de lo que pensamos

Estamos perdiendo el olfato, y es un problema más grave de lo que pensamos

Los cambios en los modos de vida nos afectan a un nivel muy profundo. Algunos de estos no podemos vincularlos aspectos concretos de nuestra vida. Otros sí, como un cambio que ha estado observándose en los últimos años: la anosmia o pérdida del olfato.

El concepto de anosmia hace referencia a la pérdida temporal o permanente del sentido del olfato, un término que se popularizó por ser uno de los síntomas de la infección por Covid, pero que puede ser causada por otros muchos factores, como las gripes comunes, las alergias, algunos tumores o la diabetes. También la contaminación que nos rodea.

Diversos estudios recientes han ahondado en esta causa, que podría estar detrás del incremento en el número de personas que sufren una pérdida total o parcial de su sentido del olfato a lo largo de la vida. En 2016, un equipo estadounidense realizó una revisión de la literatura científica sobre el asunto. Aunque encontraron en los 18 estudios analizados, pruebas de una relación entre contaminación y anosmia, también señalaban que más estudios serían necesarios.

Estudios como el realizado en 2021 por un equipo estadounidense liderado por investigadores de la Escuela de Medicina de la Universdad Johns Hopkins de Maryland. En su estudio, los científicos analizaron la relación entre la anosmia y los PM2.5.

Con PM2.5 los expertos hacen referencia a partículas en suspensión de menos de 2,5 micrómetros (PM hace referencia a particulate matter o materia particular). Estas partículas son 30 veces más pequeñas que el diámetro de un cabello humano y pueden estar formadas por una multitud de materiales y tener diversos orígenes, desde humo hasta metales, pasando por polvo en suspensión o materia orgánica. Estos contaminantes ya han sido vinculados con numerosos problemas de salud, especialmente para el sistema respiratorio.

En el estudio, que fue publicado en la revista JAMA Network Open, los investigadores detallan su análisis y los resultados. Observaron que los aumentos en la exposición a largo plazo a las PM2.5 estaban relacionados con un aumento de entre el 60 y el 70% en el riesgo de perder el olfato.

Los autores del estudio también explican su hipótesis sobre el modo en el que se da esta relación. La clave estaría en el nervio olfativo, cuyas terminaciones nerviosas se encuentran en la parte superior de nuestras cavidades nasales, “directamente en el camino de los materiales PM2.5”, explicaban en una nota de prensa.

Probablemente, la idea de que la contaminación pueda afectar a nuestro olfato no resultará extraña a muchos. Al fin y al cabo, en muchos casos los efectos nocivos de la contaminación son semejantes a los del tabaco. Y la pérdida de nuestras capacidades olfativas está precisamente entre los efectos indeseables de esta sustancia.

Puede que el olfato no sea el sentido que más valoramos, pero la anosmia viene acompañada de un descenso notable en la calidad de vida. Uno de los impactos más directos es el de reducir nuestra capacidad de detectar olores que deberían despertar una alerta. Una fuga de gas o un alimento en mal estado pueden pasar desapercibidos ante una persona que haya perdido el olfato, con el consecuente riesgo para la salud.

La calidad de vida también depende de otras variables. Como el poder disfrutar de la comida. Nuestro sentido del gusto es mucho más dependiente del olfato de lo que tendemos a creer. La anosmia puede hacer que disfrutemos menos de la comida. Esto a su vez puede llevarnos a problemas relacionados con la infraalimentación.

Por si esto fuera poco, la anosmia ha sido relacionada con otras cuestiones como una reducción de la interacción social, depresión y ansiedad, así como riesgo de demencia. Se ha observado también que la esperanza de vida de las personas mayores que pierden el olfato se reduce en comparación con la de quienes lo mantienen.

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Imagen | Pixabay

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Tras el aceite de oliva, España afronta un desastre aún mayor por la sequía: el de la cosecha del cereal

Tras el aceite de oliva, España afronta un desastre aún mayor por la sequía: el de la cosecha del cereal

Las lluvias de estos días son las más esperadas en muchos años. Pero es posible que hayan llegado tarde para muchos agricultores. Con cerca del 80% de los terrenos afectados según los datos ofrecidos por el sector, se espera la pérdida de cosechas enteras.

Preocupación en el sector. Uno de los datos más preocupantes del último informe de la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG) es el de la pérdida prevista de la práctica totalidad de las cosechas de trigo y cebada en ocho comunidades autónomas, incluyendo Castill y León, Castilla-La Mancha y Aragón, las tres comunidades con mayor producción de estos cereales.

Los cultivos de cereales de secano están siendo los peor parados, pero no son los únicos según el informe. Es posible que las lluvias puedan llegar a salvar la cosecha de arroz en el delta del Ebro, un cultivo sobre el que ya recaía cierta incertidumbre, pero han hecho imposible su cultivo en otros lugares como Andalucía.

Salvar las plantas, perder la fruta. Aunque los cereales de secano se lleven la peor parte, COAG explica en su informe que las cosechas perdidas afectarán a diversos cultivos. Hasta el punto de que los ganaderos hayan dado ya por perdidas cosechas frutales enteras para centrarse en ya salvar los árboles.

Ni la miel se salva. La miel es otro de los bienes que podrían acabar afectados por la sequía este año. El problema en este caso, explican los ganaderos, es que las plantas que deben proveer a las abejas del néctar necesario para la producción de este valioso edulcorante. Esto supone echar leña al fuego de un sector también castigado por la competición desleal y las plagas.

Porcentaje de precipitaciones respecto de la media 1991-2000. AEMET.

La situación hidrológica. Una de las grandes preocupaciones de las últimas semanas ha girado en torno al estado de las reservas de agua. El último boletín hidrológico aún mostraba la tendencia a la baja de las últimas semanas. Habrá que esperar a los próximos boletines semanales para ver cómo las lluvias pueden repercutir sobre las reservas. Mucho tendrá que llover para que la situación mejore.

En esto tiene mucho que ver el estado del suelo. Durante los últimos meses la sequía ha afectado tanto al suelo que los niveles de humedad de éste habían alcanzado niveles tan bajos que eran comparables con los de desiertos como el Sahara. Esto implica mayor escorrentía y más agua que acabará desperdiciada. Aun así, es mejor que nada.

Por ahora, la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) ha activado avisos amarillos por precipitaciones y tormentas en buena parte del este peninsular y Baleares, ampliándose mañana al oeste de Guipúzcoa y norte de Navarra.

Un pésimo año hidrológico. Las precipitaciones de esta semana difícilmente salvarán la situación hidrológica. El informe de COAG explica que las precipitaciones de este año hidrológico han estado un 18,8% por debajo de la media del periodo de referencia (1991-2020). Según los últimos datos de AEMET, la situación es aún peor, con una caída del 28%. También advierten que la situación podría seguir empeorando de aquí al final del año hidrológico en septiembre.

Sin ir más lejos, abril de este año ha sido el más seco y cálido de lo que llevamos de siglo, con una temperatura tres grados por encima de lo habitual y unas precipitaciones medias un 78% por debajo de la media en la península.

Un problema a largo plazo. Parece que los peores presagios del sector han ido cumpliéndose hasta situarnos en una situación que bordea lo crítico. No es la sequía anual lo que debería preocuparnos sino la tendencia imparable a la que nos enfrentamos: Año tras año las reservas hidrológicas van menguando por el efecto cumulativo de la falta de lluvias.

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Imagen | hurk

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Una microbióloga abrió la nevera y se encontró con que su sopa se había puesto azul. Obviamente tuvo que investigar el asunto

Una microbióloga abrió la nevera y se encontró con que su sopa se había puesto azul. Obviamente tuvo que investigar el asunto

La no es otra cosa que una forma de responder a preguntas que nos planteamos. ¿Por qué estas personas enferman? ¿Cuántos planetas hay en nuestra galaxia? ¿Lloverá mañana? ¿Por qué la sopa que guardaba en la nevera se ha puesto azul?

Esta última pregunta se la hizo la microbióloga Elinne Becket, de la Universidad del Estado de California en San Marcos. Lo que ocurrió a continuación ha recibido el nombre de “La saga de la sopa azul”. Una saga que comienza en marzo de este mismo año.

La saga comenzó con una sopa de carne guardada en la nevera. Al hacer limpieza, la microbióloga se dio cuenta de que la sopa no sólo se había puesto mala: se había vuelto azul. Sin aún saber el revuelo que causaría, Becket  comentó el suceso en Twitter.

“Bien, me estoy delatando aquí, pero había sopa de carne olvidada que acabamos de limpiar de nuestra nevera ¿¡¿¡¿y era AZUL?!?!? (…) Aun con todos mis años en micro[biología] no estoy llevando esto bien”, explicó a través de la red social.

El tweet que lo inició todo.

Lo que podría haberse quedado en una curiosa anécdota se viralizó y a través de Internet, un pequeño grupo de investigadores profesionales y amateurs acabó uniéndose alrededor de la propia Becket, quien recogió varias muestras de la sopa en bastoncillos para preparar cultivos.

La propia Becket comenzó con los cultivos. También envió muestras a través de todos los Estados unidos hasta llegar a Sebastian Cocioba, un biólogo amateur residente en el estado de Nueva York.

A partir de las muestras recogidas por Beckett, comenzaron a preparar distintos cultivos utilizando sopas y agar, una sustancia habitualmente utilizada para realizar cultivos microbiológicos y, curiosamente, también como condimento alimenticio. Dejaron que los cultivos prosperaran en distintas condiciones y temperaturas (entre 4º y 37ºC).

Mientras los cultivos avanzaban, las hipótesis comenzaban a surgir. Y no todas tenían las mismas implicaciones que las otras. Dos de las candidatas eran las bacterias Pseudomonas fluorescens y  P. aeruginosa. Estas bacterias segregan pioverdinas, un tipo de pigmento verduzco. La segunda de las bacterias también segrega otro pigmento, piocianina, de tono más bien azulado. Ambos términos, “fluorescens” y “aeruginosa”, aluden a la apariencia que estas bacterias generan, una flurescente y la otra de color verde azulado.

Como explicaba Cocioba a através de Twitter, la primera de estas bacterias es considerada más segura. La segunda sin embargo es una bacteria más regulada debido a su infecciosidad y a la toxicidad (propiciada entre otras sustancias por la misma piocianina). Esto habría implicado la necesidad de eliminar las muestras y los cultivos para evitar males mayores.

Los involucrados pronto pudieron descartar la P. aeruginosa. El motivo es que, pese a segregar este colorante, los sedimentos celulares de esta bacteria no adquieren el color azul que los cultivos de Cocioba empezaban a desarrollar (tienden a colores beige o rosa, como indicaba otra usuaria en Twitter).

El trabajo de laboratorio s9e prolongó durante varios días. Los investigadores realizaron cultivos a partir de los cuales extrajeron muestras, aislaron colonias y repitieron. Compararon los crecimientos de los cultivos con otros sospechosos habituales de la contaminación alimentaria como la Escherichia coli.

Tras un mes de trabajo, los investigadores obtuvieron los resultados de la secuenciación ARN ribosomal 16S. Los resultados encontraron en las muestras material genético que en un 75% se correspondía a bacterias del género Pseudomonas, aunque parecía ser más bien una mezcla de varias especies de esta categoría. También encontraron trazas de Enterobacter y Lactobacillus.

¿Caso cerrado? Todavía no. Ya a mediados del mes de abril, nuevos resultados de laboratorio llegaron hasta Becket. En ellos, además de Pseudomonas, aparecía un nuevo culpable. Era la bacteria Serratia quinivorans. S. quinivorans también es capaz de segregar un pigmento azul, la indigoidina.

El misterio de la sopa azul atrajo la atención de muchos. Hasta el punto de generar sus propios spin-offs: distintos usuarios reportaron casos parecidos en los que alimentos o en su entorno.

Hay dos moralejas que podemos extraer de esta historia. La primera tiene que ver con la apertura de este artículo: la ciencia es una herramienta que tenemos para saciar la curiosidad humana. A veces esta curiosidad es un potente motor que acaba llevándonos a nuevos descubrimientos. A veces sólo es un pasatiempo que nos permite aplacar esta curiosidad.

La segunda es que a veces conviene guiarse por los sentidos a la hora de decidir qué alimentos llevan habitando nuestra nevera durante más tiempo del que es prudencial. Las Pseudomonas no son el único microorganismo que amenaza nuestro bienestar estomacal si decidimos jugárnosla.

Al fin y al cabo, otro viejo conocido de las cocinas es el moho, un grupo heterogéneo de hongos que a menudo pueblan los alimentos que olvidamos durante más tiempo del prudencial. No todos los mohos son iguales, algunos nos han dado la penicilina y el queso azul, pero la toxicidad de algunos de los géneros que causan estas colonias puede jugarnos una mala pasada.

En Xataka | Todas estas bacterias superchungas habitan en tu cuerpo (y no pasa nada)

Imagen | Pseudomonas aeruginosa y sopa de carne. Centers for Disease Control and Prevention / Mae Mu

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Las lunas de Urano guardan océanos secretos. Y lo sabemos gracias a datos de hace 40 años

Las lunas de Urano guardan océanos secretos. Y lo sabemos gracias a datos de hace 40 años

Los instrumentos científicos que viajan a bordo de sondas como JUICE y el telescopio James Webb son de lo más puntero que ha creado la humanidad en el campo de la exploración espacial. Eso no quita que los investigadores expriman al máximo los datos compilados hace décadas por instrumentos diseñados hace medio siglo. Es lo que acaba de suceder con los datos propiciados por la Voyager 2.

Océanos ocultos. Gracias a la información recopilada por la sonda Voyager 2 a su paso por Urano, un equipo de investigadores de la Universidad Johns Hopkins y el centro Goddard de la NASA ha encontrado pruebas relevantes de la existencia de océanos de agua líquida bajo la superficie sólida de al menos una de las lunas del gigante helado.

Hoy por hoy sabemos que existen numerosos océanos ocultos bajo las superficies heladas en satélites como Encélado o Europa. Este tipo de cuerpos de agua es capaz de acumular las condiciones necesarias para la aparición de vida, por lo que suponen un enorme foco de interés para astrónomos y astrobiólogos.

El estudio se centra en dos de las 27 lunas que orbitan Urano, Ariel y Miranda. Según explican los autores del estudio, de las al menos una de estas dos (si no ambas) podría contener agua líquida bajo una corteza de hielo. El trabajo fue presentado recientemente en un artículo en la revista Journal of Geophysical Research.

El legado de las Voyager. Para alcanzar esta conclusión, los investigadores desempolvaron datos obtenidos hace nada menos que 40 años por la sonda Voyager 2 a su paso por el entorno de Urano. Aplicando nuevas metodologías y herramientas, el equipo ha logrado obtener nuevas pruebas de la existencia de estas masas de agua.

Entre la información que analizaron se encuentran datos sobre partículas tomados por el isntrumento LECP (Low-Energy Charged Particle). Observaron que estos datos mostraban una población de partículas energéticas “atrapadas”. “No es raro que las mediciones de partículas energéticas sean un precursor para descubrir un mundo oceánico”, explicaba en una nota de prensa Ian Cohen, uno de los autores del trabajo.

Estas partículas habrían quedado en una región del ecuador magnético del sistema planetario. Esto, explica Cohen, resulta extraño, puesto que el campo magnético tendería a esparcir las partículas hacia distintas latitudes. Estas en cambio se encontraban “confindas” al entorno de las lunas Ariel y Miranda.

Cambio de hipótesis. Hasta ahora la hipótesis sobre el origen de estas partículas era un chorro de plasma que habría sido “inyectado” desde la propia cola de la magnetosfera. Sin embargo el equipo de astrónomos recalcaba que esta hipótesis no podía explicar el fenómeno, ya que también habría esparcido más las partículas.

Segundo estudio en menos de medio año. También llamativo resulta que este es el segundo estudio en menos de medio año que señala la posible existencia de océanos bajo la superficie de las lunas heladas de Urano. Hace unos meses, otro equipo (en el que también tomaron parte investigadores del centro Goddard de la NASA) constató que cuatro de las lunas del planeta eran lo suficientemente capaces de retener el calor procedente del decaimiento radiactivo como para sustentar océanos de agua líquida bajo su superficie.

Además, señalaban los miembros de este equipo, distintos compuestos químicos como el amoniaco, podían permitir la existencia de agua líquida en condiciones más frías de las que el agua pura permitiría dadas las mismas condiciones de temperatura y presión.

Un planeta que atrae nuevas miradas. El hecho de que dos estudios recientes hayan tenido herramientas y conclusiones semejantes no es casual. Cada vez es más la atención que atrae Urano. Hace unos meses, la Academia Nacional de Ciencias, Ingeniería y Medicina estadounidense publicó un artículo en el que daban cuenta del resultado de la encuesta decenal realizada entre sus miembros.

En el artículo se establecía Urano como la siguiente gran prioridad en la exploración espacial de nuestro sistema solar. A día de hoy solo una misión ha realizado un acercamiento a este planeta, la propia Voyager 2.

Kathleen Mandt, quien firmaba el artículo, recomendaba una nueva misión que alcance el planeta helado antes de mitad de siglo. Entretanto, distintos equipos de astrónomos han procedido a revisar los datos con los que contamos hoy en día, lo cual mejorará nuestra capacidad de afinar los objetivos de la misión y las características de la sonda que la lleve a cabo.

En Xataka | El James Webb nos acaba de mostrar Urano como nunca antes lo habíamos visto (y es solo el principio)

Imagen | NASA / Johns Hopkins APL/Mike Yakovlev / JPL-Caltech

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El cáncer del páncreas es uno de los más difíciles de combatir. Ahora estamos más cerca de su vacuna

El cáncer del páncreas es uno de los más difíciles de combatir. Ahora estamos más cerca de su vacuna

El cáncer de páncreas es uno de los más virulentos que se conocen. Es por eso que uno de los equipos de investigadores involucrados en la búsqueda de una vacuna contra el cáncer lo eligieron como campo de pruebas para estas tecnologías. Ahora la fórmula se muestra prometedora en un pequeño ensayo clínico realizado.

Los primeros 16 pacientes. La fórmula en cuestión es una vacuna de ARN mensajero (mNRA) semejante en su funcionamiento a algunas de las vacunas empleadas en la lucha contra la pandemia causada por el Covid. La vacuna ha sido puesta a prueba en un pequeño ensayo clínico con 16 pacientes y los resultados, según los expertos son “prometedores”.

Ocho de los pacientes desarrollaron una respuesta inmune contra sus tumores y no mostraron una recaída durante el tiempo que duró el estudio. Las recaídas son precisamente uno de los grandes problemas a los que se enfrentan las personas afectadas por el cáncer pancreático; la reaparición de los tumores suele darse a los 13 meses en promedio, mientras que los ocho pacientes llegaron a los 18 meses sin volver a desarrollar tumores.

“Estos emocionantes resultados indican que podríamos ser capaces de utilizar vacunas como terapia contra el cáncer de páncreas” aseguraba en una nota de prensa Vinod Balachandran, uno de los autores del estudio. En ella también se explica que los investigadores se encuentran ya preparando el siguiente ensayo, que podría comenzar en agosto.

Primera fase. Y es que el estudio corresponde la primera fase de los ensayos clínicos de este tratamiento. Esta fase está enfocada principalmente a constatar la seguridad del tratamiento (de ahí que se realice con un número limitado de participantes), pero también puede servir para obtener una primera evaluación de la efectividad del tratamiento.

El análisis fue realizado por un amplio equipo de investigadores liderado por investigadores del Memorial Sloan Kettering Cancer Center. Los detalles han sido publicados en un artículo en la revista Nature.

En él se explica que el tratamiento administrado combinó la vacuna con quimioterapia y con otro compuesto destinado a reducir la capacidad de los tumores para evadir la respuesta inmune incitada por la vacuna.

Una vacuna diferente. Las vacunas desarrolladas contra el cáncer suelen diferenciarse de las vacunas “tradicionales” en que no tienen el objetivo de “entrenar” a nuestro sistema inmunológico a priori, antes de contraer la enfermedad, sino de fortalecer a este sistema una vez se ha diagnosticado el cáncer.

Estas vacunas se inoculan a posteriori para permitir al sistema inmune atacar al cáncer ya existente o potencialmente recurrente. En el caso de esta vacuna, su función es la de evitar que, tras ser extraído el tumor, el cáncer reaparezca.

Vacunas personalizadas. Estos tratamientos se crean de manera “personalizada” para adaptarse a las características genéticas de cada tumor. El proceso comienza con una biopsia, es decir, tomando una muestra del tumor.

Tras examinar las características genéticas de las células tumorales, los expertos identifican una serie de mutaciones específicas, especialmente aquellas vinculadas con las proteínas situadas en la zona externa de la célula.

Tras ello se crea una cadena de ARNm que permita a nuestro cuerpo crear proteínas semejantes a las codificadas por estos genes. Estas proteínas (o neoantígenos) alertan al sistema inmune que comienza a generar una respuesta. En el caso de la vacuna contra el cáncer pancreático, esta respuesta viene dada por las células T, unos glóbulos blancos capaces de combatir no sólo infecciones sino también el cáncer.

¿Vacunas en 10 años? Hace unas semanas, Paul Burton, director médico de Moderna, aseguraba en una entrevista al diario británico The Guadrian que las vacunas contra el cáncer podrían estar disponibles  hacia finales de esta década. Explicaba que la pandemia había acelerado notablemente, hasta el punto de avanzarse en cuestión de meses lo que habría requerido años en condiciones normales. Todo gracias a los avances que nos dieron las vacunas contra el Covid-19.

La nueva vacuna no es la primera en resultar resultados prometedores. Un tratamiento semejante se encuentra ya en desarrollo para atacar el melanoma, un cáncer de piel.

Desde antes de la pandemia diversos equipos se encuentran manos a la obra en el desarrollo de vacunas contra el cáncer basadas en el mRNA. Ahora sus trabajos comienzan a dar frutos, pero aún hay margen de mejora. Entender qué factores son los que hacen que algunos pacientes muestren progreso y, especialmente, qué factores hacen que otros pacientes no, es uno de los pasos lógicos. Mejorar la capacidad de identificar los neoantígenos óptimos para desarrollar el proceso podría esconder la clave para la mejora de esta nueva tecnología.

En Xataka | Un equipo español ha dado un paso de gigante en un esperanzador tratamiento contra el cáncer: la quimioinmunoterapia

Imagen | National Institutes of Health / National Cancer Institute

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Hay una alucinante “carrera armamentística” entre murciélagos y polillas: la ciencia la ha estudiado de cerca

Hay una alucinante

En castellano, la expresión “como el gato y el ratón” suele utilizarse con cierta frecuencia, pero seguramente haya muchos mejores ejemplos de especies inmersas en luchas tan arraigadas que se han vuelto parte de su propia esencia. Tan arraigadas que han pasado a formar parte de su ADN para moldear así su evolución como especie. Es el caso de murciélagos y polillas.

Los murciélagos son animales dados a la vida nocturna y a los ambientes oscuros. Para compensar la poca visibilidad recurren a la ecolocalización, un sonar biológico. Hasta aquí nada nuevo, este mamífero emite sonidos que rebotan en su entorno, gracias a lo cual puede no sólo situarse en el contexto de su entorno sino que también es capaz de localizar a sus presas.

Presas como las polillas. Algunas especies de polillas han desarrollado un mecanismo de defensa natural para evitar el ataque de los murciélagos. A lo largo de años de estudio, los biólogos han sido capaces de identificar varios mecanismos de defensa empleados por las polillas para evitar el sonar de los murciélagos.

Las polillas cuentan con mecanismos pasivos y activos de defensa. El pasivo es el desarrollo de un oído capaz de detectar los sonidos que los murciélagos emiten para ecolocalizar a sus presas. Gracias a ello las polillas pueden “ver” venir a sus depredadores, gracias a lo cual son más capaces de evadir el ataque.

La clave está en las frecuencias que utilizan los murciélagos. Tal y como explica el experto en evolución de la Universidad de Ciudad El Cabo David Jacobs, estas suelen oscilar entre los 12 y los 210 kHz (como referencia, el oído humano solo alcanza frecuencias de hasta unos 20 kHz).

Sin embargo existen variaciones geográficas en cuanto a las frecuencias empleadas por estos mamíferos. Así, por ejemplo, los murciélagos norteamericanos emplean frecuencias de entre 20 y 50 kHz, mientras que en África y Australia las frecuencias que emplean tienden a ser más altas, detalla Jacobs. En cada uno de estos lugares, el oído de las polillas es capaz de captar las frecuencias de sus respectivas especies de mamífero.

Perlo las polillas también cuentan con un sistema activo de defensa. Algunas especies de la familia de las esfinges (Sphingidae) son capaces de emitir ultrasonidos. Estos ruidos serían capaces de interferir con el sonar de los murciélagos.

Jacobs ofrece tres explicaciones sobre cómo puede funcionar este tipo de mecanismos. En primer lugar, estos sonidos podrían simplemente asustar o sorprender a los murciélagos, haciendo que “aborten su ataque” preventivamente; otra hipótesis sostendría que el sonido tiene el efecto de hacer a la polilla menos apetecible para el murciélago; la tercera hipótesis implicaría una interferencia más literal en el sistema de ecolocalización, haciendo que los murciélagos pierdan de vista (o de oído) a sus presas

“Aún no sabemos exactamente cómo evolucionó en primer lugar, pero en todas las especies que producen el sonido el macho debe realizar un gran esfuerzo para impresionar a la hembra”, explica Ian Kitching, investigador del Museo de Historia Natural de Londres. “Esto puede haber sido el uso original para los sonidos. Fue después aprovechado como forma de defensa, confundiendo temporalmente a los murciélagos cuando se abalanzan hacia su caza.”

El contraataque

La respuesta de los murciélagos también es diversa. Puede ir desde buscar polillas en reposo, más indefensas, a nuevos cambios evolutivos, particularmente el de cambiar la frecuencia de su sonar. Algunas especies de murciélago han logrado desarrollar frecuencias en los extremos del rango de la especie, frecuencias que han quedado fuera del alcance del oído de sus presas.

¿Van ganando los murciélagos? No está claro qué especie domina la carrera. Parece que el animal más “avanzado” varía dentro de cada caso particular, de los distintos entornos geográficos y especies involucradas.

Todas las evoluciones observadas en esta carrera (ecolocalización, desarrollo de oído…) cuentan con funciones alternativas a la propia “carrera armamentística”. Los cambios en frecuencias no son una excepción. Estos cambios  en la ecolocalización, por ejemplo, permiten a los murciélagos un mayor radio de acción en el caso de aumentos en la frecuencia o utilizar frecuencias más bajas, las cuales son absorbidas en menor grado por la atmósfera.

Hannah ter Hofstede, de la Universidad de Bristol, quien también estudia este fenómeno en murciélagos y polillas explicaba para BBC News que “parece que la mayoría de murciélagos… realizan su llamada a tan alto volumen porque necesitan tanta información como sea posible de lo que les rodea”.

Es por todo esto que no está del todo claro quién inició esta carrera armamentística. La hipótesis más aceptada durante las últimas décadas era que el desarrollo de la ecolocalización fue el primer paso. Sin embargo algunos investigadores han puesto en duda este hecho y han señalado que el oído de las polillas antedata a esta herramienta.

El caso de murciélagos y polillas es un caso que suele ser considerado “de manual” a la hora de tratar el concepto de coevolución. La coevolución es un proceso evolutivo en el que dos o más especies influyen en la evolución de la otra.

La coevolución va más allá del reino animal. De hecho, uno de los primeros casos descrito atañía a insectos y plantas con flores. Las flores evolucionaron para ser más atractivas para algunos insectos, que desarrollaron también una capacidad de extraer néctar y polen de estas.

Este caso, además, nos recuerda que la coevolución no tiene por qué darse como una “carrera armamentística” o competitiva, sino que también puede ser colaborativa.

Existen distintas formas de clasificar los procesos coevolutivos. El de polillas y murciélagos correspondería a una coevolución emparejada, pero los biólogos también consideran otroas formas como la difusa o la coevolución gen-por-gen.

La  coevolución difusa, haría referencia a procesos entre grupos de especies, es decir, teniendo en cuenta que cada ser vivo se encuentra dentro de una red compleja de interconexiones que pueden afectar a su evolución. La última forma de coevolución haría referencia a casos concretos en los que distintas especies pasan a compartir un gen específico. Esto puede darse, por ejemplo, cuando un parásito y su huésped pasan a compartir un gen que facilite la cohabitación.

El principal motor de la evolución es el entorno de las especies. Los cambios emergen a menudo cuando el entorno cambia y estos cambios suscitan nuevas alteraciones. Los procesos coevolutivos son, probablemente, comunes en nuestro entorno.

Sin embargo no es frecuente que nos topemos con casos como el de murciélagos y polillas puesto que estos procesos no son necesariamente evidentes al análisis. Eso sí, aquellos que encontramos nos ayudan a entender un poco mejor las complejas dinámicas que imperan en el entorno natural.

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Si queremos encontrar vida extraterrestre, ya sabemos en qué punto del espacio debemos buscar: la “zona terminator”

Si queremos encontrar vida extraterrestre, ya sabemos en qué punto del espacio debemos buscar: la

Cuando los expertos en astrobiología buscan planetas habitables se fijan en una serie de características que los hacen semejantes al nuestro. Esto nos deja con una pequeña cantidad de exoplanetas potencialmente habitables de entre los miles que hemos detectado ya. Sin embargo un nuevo estudio acaba de abrir la puerta a ampliar esta lista.

La “zona terminator”. Un equipo estadounidense de investigadores acaba de abrir una vía para incluir una nueva categoría de planetas entre los potencialmente habitables. La clave está en una región que algunos han denominado ya “zona terminator”, término que hace referencia a la zona crepuscular o terminador de un planeta.

Para entender por qué esta zona puede ser tan importante podemos pensar en el sistema que forma nuestro planeta y la Luna. La órbita de nuestro satélite está anclada a nuestro planeta de forma que siempre es la misma cara la que vemos, con su otra cara oculta.

Entre el día y la noche. Ahora podemos imaginar un planeta anclado en órbita de la misma forma a su estrella, con un hemisferio siempre encarando a su estrella, afrontando un caluroso día eterno y su otra cara en situación opuesta, viviendo una noche infinita y heladora. Entre ambos hemisferios, una zona anular templada, en su propio crepúsculo.

“Estos planetas tienen un lado diurno permanente y un lado nocturno permanente” explicaba en una nota de prensa Ana Lobo, astrobióloga y miembro del equipo responsable del trabajo. “[Estos son planetas] donde el lado diurno puede ser abrasador, bien por encima de la habitabilidad; y la zona nocturna estará helada, potencialmente cubierta en hielo.”

Las estrellas más abundantes. Los planetas a los que hace referencia el estudio son planetas asociados a un tipo concreto de estrella, enanas rojas o enanas M. Estas estrellas son particularmente abundantes en nuestra galaxia (alrededor del 70% de las estrellas visibles de noche desde nuestro planeta) pero tienen un problema: su tamaño.

Estas estrellas más pequeñas y frías que nuestro Sol cuentan con una zona habitable que se extiende a una distancia relativamente corta de ellas. La cercanía entre dos cuerpos celestes que orbitan facilita que se de el llamado acoplamiento de marea, el fenómeno que hace que una de las caras del cuerpo que orbita quede siempre de frente con respecto al cuerpo en torno al cual gira.

La abundancia de estas enanas M implica que planetas como del tipo al que hace referencia el estudio sean también relativamente comunes, planetas que hasta ahora se habrían descartado pese a estar en la zona habitable por ser a la vez demasiado fríos y demasiado tórridos.

Un modelo climático extraterrestre. El equipo modeló el clima de las zonas crepusculares de los planetas con herramientas semejantes a las empleadas para analizar el clima de la Tierra, introduciendo, naturalmente, algunos cambios para adaptarlos a las circunstancias.

El resultado fue una zona climática consistente con la existencia de agua líquida y, por tanto, de vida. Los detalles del estudio han sido publicado en la revista The Astrophysical Journal.

Una búsqueda de décadas. Nadie dijo que encontrar vida fuera de nuestro planeta sería fácil (y si lo dijo no estaba en su mejor día). Hasta la fecha llevamos descubiertos millares de exoplanetas y un buen puñado de ellos son, por lo que sabemos, potencialmente habitables.

Poco a poco vamos contando con nuevas herramientas que nos permiten indagar en estos planetas de nuestro entorno galáctico. Pronto podríamos ser capaces de detectar biomarcadores que denoten la presencia de vida en nuestros planetas vecinos, aun cuando es posible que nunca seamos capaces de visitarlos.

Y eso sin olvidar que la vida fuera de nuestro planeta podría estar tan cerca como nuestro propio sistema solar.

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El truco que utiliza el cerebro para memorizar puede ser el que nos permite hacer varias cosas a la vez, y tiene que ver con el ritmo

El truco que utiliza el cerebro para memorizar puede ser el que nos permite hacer varias cosas a la vez, y tiene que ver con el ritmo

Desde tiempos inmemoriales, el ritmo ha sido un truco fundamental a la hora de memorizar. Ahora, un equipo de científicos ha comprobado que nuestro cerebro, en su escala particular, también aprovecha el ritmo para registrar las memorias.

Un patrón rítmico. Según la nueva investigación liderada por investigadores del Departmento de Neurociencia y del  Instituto de Neurociencias Del Monte de la Universidad de Rochester, nuestro cerebro utiliza patrones rítmicos de actividad cuando trata de memorizar cosas.

Esto implica que, a la hora de memorizar algo, en lugar de activar una región de nuestro cerebro durante el tiempo que requiera el ejercicio, lo que hace nuestro cerebro es “encender y apagar” las neuronas de ese área con una periodicidad determinada.

“La coordinación rítmica de la actividad cerebral a lo largo del tiempo es importante porque permite a poblaciones solapadas de neuronas almacenar diferentes piezas de información al mismo tiempo”, explicaba Ian Fiebelkorn, uno de los autores de esta investigación.

Evitar conflictos. Los detalles del estudio fueron publicados en un artículo en la revista Current Biology. Para llegar a sus conclusiones, los autores pidieron a un grupo de participantes en su experimento que realizaran un breve ejercicio de memoria mientras analizaban sus procesos cerebrales a través de un electroencefalograma (EEG).

Gracias a ello, los investigadores pudieron comprobar cómo la intensidad de las “representaciones internas” de las imágenes a las que estaban expuestos los participantes fluctuaba con el tiempo. Se trataba de fluctuaciones rítmicas y a escalas inferiores al segundo.

“Estos procesos cerebrales rítmicos podrían también explicar cómo nos mantenemos enfocados cuando realizamos varias tareas a la vez, como cuando intentamos recordar una dirección mientras conducimos un coche”, añade  Fiebelkorn. “En lugar de enfocarnos simultáneamente en estas tareas, podríamos estar alternando entre ellas en una escala de tiempo inferior al segundo”.

Aplicaciones limitadas pero importantes. Lamentablemente, este truco neurológico no nos ayudará a aprobar exámenes, pero puede ayudarnos en otros aspectos. En general, entender cómo funcionan nuestro cerebro en general y nuestra memoria en particular puede ayudarnos en la lucha contra enfermedades neurodegenerativas que afectan a nuestra memoria como el Alzheimer.

Más allá de lo teórico, trabajos como este pueden allanar el camino al desarrollo de implantes neuronales que nos ayuden a combatir problemas asociados con la memoria. Los avances en este campo han sido importantes en este sentido, aunque aún estamos lejos de resultados que puedan aplicarse en el día a día.

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Imagen | anaterate

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