La Organización Meteorológica Mundial acaba de declarar oficialmente El Niño: esto no tiene marcha atrás

La Organización Meteorológica Mundial acaba de declarar oficialmente El Niño: esto no tiene marcha atrás

"Por primera vez en siete años, en el Pacífico tropical imperan condiciones características de El Niño". Era lo único que faltaba. Tras la confirmación de la NOAA norteamericana, el mundo lleva días mirando a la ONU esperando que moviera ficha. Y lo acaba de hacer.

La OMM, el portavoz autorizado de las Naciones Unidas sobre el tiempo, el clima y el agua, dice que El Niño ya está aquí y que hay "una probabilidad del 90 % de que [...] sigua durante el segundo semestre de 2023". "Nos queda El Niño para rato", decía hace unos minutos el portavoz de AEMET.

Nos espera un El Niño largo e intenso. De hecho, la OMM ya da por supuesto que, como poco, hablaremos de una intensidad moderada. Las esperanzas de que se trate de un episodio de poco impacto ya no están ni encima de la mesa. Y parece que es precisamente eso lo que ha motivado su "declaración oficial"

¿Por qué hace el anuncio ahora? Fundamentalmente, porque este anuncio “es la manera de indicar a los gobiernos de todo el mundo que se preparen para limitar los efectos que este pueda tener para nuestra  salud, nuestros ecosistemas y nuestras economías”, explicaba el Secretario General de la OMM, Petteri Taalas.

Al fin y al cabo, como venimos anunciando desde hace semanas, El Niño "aumentará considerablemente la probabilidad de que se batan récords de  temperatura y se experimente un calor más extremo en muchas partes del  mundo y en los océanos”.

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Leon Simons

Récords de temperatura. Tampoco es la primera vez que la OMM dice esto. En mayo, la misma OMM estimó que había un 98% de probabilidades de que "al menos uno de los próximos cinco años y el quinquenio en su conjunto fueran los más cálidos jamás registrados". No es difícil, eso sí.

De hecho, el mundo ya está en récord de temperaturas. Ahora mismo, de hecho. Por primera vez desde que tenemos registros, la temperatura media del planeta ha superado los 17 grados. Es verdad que esto es un hecho puntual (y que las variaciones estacionales la harán bajar), pero con estos mimbres... la previsión de la OMM se vuelve casi un lugar común.

¿Qué significa realmente todo esto? Por un lado, El Niño conlleva "un incremento de la pluviosidad en algunas zonas meridionales de América del Sur, el sur de los Estados Unidos, el Cuerno de África y Asia Central". Por el otro, provoca "graves sequías en  Australia, Indonesia, algunas partes del sur de Asia, América Central y el norte de América del Sur".

Para aterrizar estos impactos abstractos, tenemos a mano las previsiones del gobierno de Ecuador: 3.649 millones de euros en daños directos y alrededor de 35.000 damnificados. A nivel global, investigadores del Dartmouth College estimaron que El Niño del 97-98 "produjo un daño al crecimiento económico mundial de alrededor de 5,7 billones de dólares".

Más vale que estemos preparados. Porque si bien no sabemos cuál será la fuerza final de El Niño, pero sí sabemos que no estamos en nuestro mejor momento. Aunque ahora somos mejores conteniendo los impactos de las catástrofes naturales, pero tras la pandemia y las crisis posteriores no estamos en nuestro mejor momento.

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En busca del lenguaje más antiguo del mundo (que se use actualmente): del lituano al euskera, pasando por el ge’ez y el hebreo clásico

En busca del lenguaje más antiguo del mundo (que se use actualmente): del lituano al euskera, pasando por el ge'ez y el hebreo clásico

Hace apenas unos días, un grupo de investigadores de la Universidad de Tel-Aviv presentaba una 'inteligencia artificial' capaz de traducir textos acadios escritos en cuneiforme hace unos 5.000 años de antigüedad. Y lo hace rápidamente, directo al inglés y con una precisión sorprendente. 

Se han traducido cartas administrativas, informes astrológicos, textos eruditos, sacerdotales o literarios... una enorme cantidad de material que va a ampliar (y mucho) nuestra comprensión del que, sin lugar a dudas, es "uno de los lenguajes más antiguos que conocemos".

Porque las palabras, como dice el refrán, se las lleva el viento, pero las tablillas de arcilla usadas por los escribas acadios llevan cinco milenios al pie del cañón. Y, precisamente eso, es lo que me ha llevado a preguntarme... ¿cuál es el lenguaje hablado hoy en día más antiguo que existe? 

No sabía en el jaleo que me metía. Porque la verdad es que el concepto en sí mismo es (tremendamente) bastante discutible. A diferencia de la escritura, que necesitó de entornos sociales con cierto desarrollo para desarrollarse (y que por eso, dentro de las limitaciones arqueológicas básica, podemos datar con bastante exactitud), el origen de los lenguajes 'hablados' fue un proceso progresivo y generalizado que nos acompaña, seguramente, desde antes de definirnos como especie. 

Además, si lo pensamos un momento, no consta que existiera un momento en que la humanidad se quedó callada. Desde que empezamos a hablar, hemos seguido hablando. Los idiomas han ido cambiando, mutando, evolucionando y eso, queramos que no, eso tiene consecuencias claras: no podemos decir, a ciencia cierta, que un idioma es anterior a otro.

¿Entonces qué hacemos? ¿Cierro este artículo y me voy a otra cosa? Es una posibilidad, claro. No obstante, ya que estamos aquí, podemos intentar encontrar alguna solución. Podríamos buscar, por ejemplo, el idioma que menos ha cambiado. Eso es polémico, claro.

Hace unas semanas, el New York Times publicaba un reportaje precioso sobre un dialecto perdido en el corazón de Nuevo México que no es sino castellano del siglo de oro que ha permanecido aislado durante 400 años. Usan palabras como 'ratón volador' para 'murciélago' o 'gallina de la sierra' para 'pavo'. 

Es más, frases como dirían “No sé dónde está la casa” se diría “No jé donde está la caja”. ¿Podríamos decir que ese dialecto es más antiguo que los de otras zonas del español en el mundo?

Cambios, cambios y más cambios. Demos un paso más allá porque, "el idioma que menos ha cambiado" nos obliga a pensar en qué consideraríamos un cambio significativo. Los neomexicanos cambian nuestra 's' por una 'j'... ¿Cómo de importante es ese cambio en el conjunto de la lengua? Es más... ¿Sigue siendo la misma lengua?

Tenderíamos a decir que sí, claro. Sobre todo porque hay cambios muchísimo más radicales que no se consideran "una rotura" en el continuo dialectal. Entre 1200 y 1600, el inglés sufrió lo que se conoce como "el gran desplazamiento vocálico": las vocales cambiaron de forma radical... ¿Diríamos que lo de antes no era inglés? Los expertos hablan de inglés antiguo, inglés medio e inglés moderno; pero la verdad es que difícilmente se podrían entender un londinense actual con uno del siglo XI.

Pero ¿Podríamos nosotros (sin desplazamiento vocálico por el medio) charlar con el Cid sin mayor problema? Y si es que sí, ¿hasta qué momento podríamos ir retrocediendo para dejar de entender una mísera palabra de lo que dice nuestro interlocutor?

El caso lituano. Hablando de cambios, me parece relevante sacar a la palestra al que, junto con el letón, es el único idioma báltico que se conserva hablado  en la actualidad. Sobre todo porque, tradicionalmente, muchos estudiosos lo han considerado el gran idioma conservador del indoeuropeo (de los que se siguen hablando hoy). 

Y es que a pesar de haberse desarrollado como un lenguaje autónomo partiendo del protoindoeuropeo común (la misma rama de la que nacen el griego, el español o el urdu), se trata de la lengua que más se parece fonética y gramaticalmente al 'original'. Es un argumento persuasivo, la verdad. Pero, en último término, sería como decir que el 'rumano' es más conservador porque mantiene las declinaciones latinas que el resto de romances hemos perdido. Sugestivo, pero debatible.

Los idiomas rituales... "Vale", me diréis, "es difícil hablar de antigüedad en idiomas vivos, pero, Javi, no todos los idiomas están 'vivos' en sentido estricto". Tendréis en mente, seguramente, los idiomas rituales: el latín católico, el hebreo  y el árabe clásico, el ge'ez entre los cristianos etíopes, el sánscrito védico o pali theravada. Es decir, tendréis en mente lenguas que se mantienen vivas 'litúrgicamente' (y poco más). 

En ese caso, podemos decir que son, si no lenguajes más antiguos, versiones más antiguas de idiomas concretos. Eso se ve con especial claridad si comparamos el hebreo litúrgico y el hebreo moderno: dos sistemas comunicativos radicalmente distintos, pese a venir de la misma estirpe. El problema aquí es que, en realidad, estamos dando por buenas tradiciones que, en el fondo, están en constante cambio. 

Basta con ver las diferencias que existen entre el latín eclesiástico y el clásico, para ver que por muy celosas que sean las tradiciones, nada garantiza que realmente esos idiomas se hayan quedado encapsulados en el tiempo.

Bonus track: el vasco. La soledad del vasco es algo que siempre ha resonado en nuestra mente otorgándole una antigüedad a menudo insondable. Y hay que reconocer que si los expertos que tradujeron la mano de Irulegi llevan razón y alguien escribió en el 80 antes de Cristo 'sorioneku' en la plancha, la capacidad del vasco para mantener fórmulas durante miles de años es sorprendente.

No obstante, hasta los expertos más entusiasmados hablan de 'vascónico'; porque "llamar 'euskera' a una inscripción de hace 2000 años sería como llamar italiano a los textos de la ciudad de Pompeya". Es decir, que incluso en lenguas tan bien conservadas como el vasco, los cambios son tan sustanciales que (en último término) dejan claro que hablar de unas lenguas más antiguas que otras es más difícil de lo que parece.

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Imagen | Mark Rasmuson

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Nueva Zelanda quiere preservar sus especies autóctonas. Tiene un plan para conseguirlo: un exterminio

Nueva Zelanda quiere preservar sus especies autóctonas. Tiene un plan para conseguirlo: un exterminio

Nueva Zelanda se separó de tierra firme hace 85 millones de años. Es decir, mucho antes de que los mamíferos conquistaran el mundo. Por eso, durante millones de años, ha sido un refugio seguro para aves de todo tipo que, protegidas por la escasez de depredadores terrestres, crearon un lugar único en el mundo.

El problema es que los mamíferos lo encontramos.

Y no solo nosotros, claro. Porque, con los humanos, siempre viajan un rosario de mamíferos (gatos, perros y, sobre todo, ratas) que, al encontrarse con ese festín de animales incapaces de protegerse, crecen, crecen y crecen sin parar hasta devorar todo lo que está en su radio de acción.

Eso es lo que está pasando en Nueva Zelanda con las ratas. Y es que, desde que llegaran de la mano de los exploradores polinesios en torno al siglo XIII, su voracidad ha acabado a casi un tercio de las especies nativas de la isla.

Momento de ponerse firme. Por eso, desde hace medio siglo, el problema de las ratas, los ratones (y otros depredadores más grandes) ha sido central en los esfuerzos conservacionistas del gobierno neozelandés. El problema es que, como llevamos miles de años teniendo que reconocer, las ratas son unos animales duros de roer.

Cómo erradicar a las ratas. Hasta el momento, el territorio más grande que ha conseguido erradicar a las ratas ha sido la isla de San Pedro, en el archipiélago de Georgia del Sur. Un trozo de tierra de 3.903 kilómetros cuadrados a 1300 kilómetros al este de las Malvinas. Y pese a eso (y a su durísima climatología), no estuvo fácil.

En 2011, el gobierno local utilizó helicópteros para 'bombardear' la isla con cebos envenenados. Y desde el suelo, emplearon perros adiestrados para rastrear el olor de los roedores, descubrir las colonias más recónditas y eliminarlas. Hablamos de "plan de erradicación más ambicioso y extenso jamás planteado" y tardó casi una década en tener éxito.

¿Se puede hacer lo mismo en Nueva Zelanda? Esa es la gran pregunta y la respuesta no está nada clara. Primero porque un sin fin de islas y territorios exóticos llevan décadas tratando de conseguir lo que han conseguido en Georgia del Sur. Sin éxito.

Y, segundo, porque donde la isla de San Pedro tiene 3.903 kilómetros cuadrados y 23 habitantes, Nueva Zelanda tiene 268.838 y 5 millones de seres humanos. Hablamos de un cambio de escala tan brutal que obliga a tomarse las cosas con calma.

Pero lo van a intentar. Y es que el asunto de las ratas se ha convertido en un tema central del debate nacional. Desde los años 60, los esfuerzos del Gobierno se han centrado en animales grandes como ciervos o cabras, explicaba en biólogo de la Universidad de Auckland, James Russell, en la BBC.

A partir del 2000, con la llegada de las cámaras infrarrojas, los investigadores "pudieron mostrar qué hacían los pequeños mamíferos por la noche". Ver las imágenes de cómo las ratas atacaban y destrozaban todo tipo de nidos "resignificaba" la cifra de que las islas estaban perdiendo 26 millones de aves cada año.

2050: año libre de depredadores. En 2016, el parlamento neozelandés aprobó una ley que identificó los principales depredadores a erradicar: tres tipos de ratas, tres de mustélidos (armiños, comadrejas, hurones) y las zarigüeyas. La fecha elegida, 2050, se fijó más cómo un deseo que como una realidad. Pero con esos ingredientes, el proyecto estaba en marcha.

Y la población está respondiendo. En los últimos años, han ido surgiendo grupos ciudadanos que se dedican a instalar trampas, monitorizar comarcas y controlar poblaciones por todo el país. Predator Free 2050 Ltd es un organismo estatal creado para canalizar todo esto y canalizar dinero (público y privado) en estos proyectos.

Sin embargo, queda todo por hacer. Sobre todo, porque como decía James Lynch, el fundador de uno de los santuarios más interesantes del país, el problema (por muy buena voluntad que haya) "es que no tenemos herramientas para esto en este momento". Los esfuerzos de los equipos pueden mantener a los depredadores a raya en muchas zonas del país. Especialmente en los lugares más vírgenes. Pero la lucha, con la tecnología de la que disponemos, es muy desigual.

Nadie sabe qué pasará en los próximos 27 años, pero sí que (mientras puedan) miles de neozelandeses seguirán luchando por proteger uno de los patrimonios biológicos más raros de la tierra.

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Las playas españolas se están llenando de “avistamientos de tiburones”. Los expertos no saben aún por qué

Las playas españolas se están llenando de

Mallorca, Menorca, Ibiza, Tarragona, Pontevedra y, en los últimos días, la provincia de Alicante también se ha sumado a la lista de zonas costeras donde se han avistado tiburones esta temporada. El runrun lleva semanas dando vueltas y hasta The Sun se ha ocupado de "avisar" a sus lectores que España se está llenando escualos... ¿Qué está pasando? ¿De verdad tenemos un problema?

El misterio de la tintorera perdida. Los vídeos y descripciones de los últimos avistamientos tienen una cosa en común: que están protagonizadas por tintoreras (también conocidas como tiburones azules). Hasta ahí no hay ninguna novedad: las tintoreras son un tipo de pez habitual en el Mediterráneo.

Por su tamaño (dos metros de media y 80 kilos) pueden darnos un buen susto, pero lo que no es tan habitual es que se acerquen a la costa. Son animales de aguas profundas y es precisamente eso lo que tiene preocupados a los investigadores. ¿Qué les ha hecho salir de sus lugares habituales?

Es decir... ¿por qué hay tiburones tan cerca de la costa? La respuesta, como digo, no está clara. "Puede ser que se acerquen porque buscan comida, por el aumento de las temperaturas o porque están heridospor la mordedura de otro pez y se acercan para morir", explicaba a 20minutos.es el biólogo marino Charlie Sarria.

El problema aquí es que, en realidad, no sabemos si esto es una casualidad o es algo que vamos a empezar a ver con mayor asiduidad. La tentación de relacionarlo con la histórica ola de calor que están viviendo Atlántico norte y Mediterráneo es fuerte.

Sobre todo, porque sabemos que ese tipo de fenómenos provocan migraciones masivas y fuerzan un reordenamiento de la fauna marina a gran escala. Sin embargo, aún es pronto para decirlo con seguridad.

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¿Esperamos ver más casos? Si las teorías sobre el calentamiento del mar tienen razón, sí. la buena noticia es que, hasta ahora, hemos visto tintoreras donde esperaríamos verlas: la costa de Galicia, la zona de Valencia y Alicante y las islas Baleares. No sería raro ver alguna cerca de la costa de Motril. Allí las aguas son más profundas y/o frías por lo que estos peces están "más cerca" de la costa (en caso de que enfermen o busquen comida).

¿Es peligroso? Los expertos insisten en que no. Las tintoreras son carnívoras, sí; pero su medio natural son aguas "entre los 8 y los 21 °C" y "a una profundidad de entre 60 y 300 metros". Se alimentan principalmente de "pequeños peces, moluscos, cefalópodos y, ocasionalmente, de pájaros". Los seres humanos no estamos en su dieta.

Por eso, es muy raro que un encuentro entre uno de estos animales y un bañista acabe mal. Si nos vamos a los datos, desde 1847 solo están documentados seis ataques de tiburón en el país. Ninguno de ellos en España. En el Shark Attack File, un archivo que se dedica a recopilar estos incidentes, se pueden ver todos los detalles y los datos parecen confirmarlo.

¿Qué hacemos si nos encontramos con este tipo de animales? Las recomendaciones generales son muy básicas. De hecho, la fundamental es no perder la calma. Las tintoreras no están acostumbradas a interaccionar con seres humanos y, como tienen muy mala vista, pueden realizar "mordiscos exploratorios" o ponerse violentas si se asustan.

Los expertos coinciden en que lo mejor es salir de agua con calma, dejar claro que no somos una de sus víctimas y dar parte a las autoridades.

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Dieta del genotipo: qué dice la ciencia sobre hacerse test genéticos para saber cómo debes alimentarte

Dieta del genotipo: qué dice la ciencia sobre hacerse test genéticos para saber cómo debes alimentarte

Hace unos años, cuando me preguntaron por la gran tendencia científica de la década, dije que estábamos viendo en vivo y en directo cómo se acaba el gran 'siglo de la física' y empezaba el siglo de la biología. Fue justo antes de que el Coronavirus nos arrollara a todos, pero ya entonces se apreciaba que la genética y la biotecnología nos iban a dar grandes sorpresas.

Lo que no ha sido una sorpresa han sido las dietas del genoma,  el genotipo o del ADN (que no, no son lo mismo). En cuanto una tecnología se populariza... aparecen los charlatanes y la pseudociencia.

¿Cómo que 'charlatanes' y 'pseudociencia'? La pregunta es justa. Sobre todo, porque la idea de que nuestro genotipo tiene mucho que ver con cómo 'procesamos' la comida tiene todo el sentido del mundo. Sabemos que hay millones de personas que no pueden descomponer la lactosa o que existe un gen, el AMY1, que influye en nuestra capacidad de digerir los carbohidratos. ¿Por qué no iba a ser así con el resto?

Es más, nosotros mismos aquí en Xataka hemos defendido que no hay apenas ningún rasgo humano que no esté mediado (al menos, en parte) por la genética. ¿Por qué no va a ser una opción respetable eso de utilizar los tests de ADN disponibles en la actualidad para ver qué dieta se adapta mejor a nuestra relojería molecular?

La respuesta es sencilla: porque no sabemos cómo hacerlo. Es decir, se trata una idea interesante (incluso de sentido común) que va a dar pie a campos de investigación muy fecundos, la nutrigenética y la nutrigenómica. Está dando.

El problema es que, aunque nuestra comprensión está mejorando mucho y muy rápido (salvo para mutaciones muy concretas y poco específicas), no sabemos cómo leer el ADN de tal forma que nos ayude a diseñar una dieta.

Y no porque no lo hayamos intentado. En 2017, un equipo de la Facultad de Medicina de Stanford hicieron un ensayo clínico para descubrir qué dietas eran más efectivas, las bajas en carbohidratos o las bajas en grasas. Hicieron eso y, de paso, hicieron algo más: recogieron un sin fin de datos y muestras para intentar averiguar si había algo que predispusiera a los participantes a una dieta u otra.

Y sí, eso incluía pruebas de ADN. No encontraron nada. "Los resultados fueron distintos en cada caso, fuera cual fuera su predisposición genética". Y eso que hablamos del 'estándar dorado' de este tipo de investigaciones: es decir, del enfoque más potente que tenían a su disposición. En los últimos años hemos hecho avances, pero no los suficientes.

Pero no hablamos de nutrigenética, hablamos de la 'dieta del genotipo'. Porque si dejamos de lado los esfuerzos serios por encontrar conexiones entre la genética y las dietas, nos encontramos con teorías como la del doctor Peter D'Adamo. D'Adamo lleva décadas vendiendo dietas basadas en los tipos sanguíneos y, en los últimos años, ha popularizado otras basadas en unos supuestos 'genotipos' (Cazador, Recolector, Explorador, Guerrero, Nómada o Maestro) que no tienen evidencia disponible que las respalde. Ninguna.

Hemos avanzado, pero no lo suficiente.  En este terreno hay que ser prudentes. Nuestra comprensión del papel de la genética en todo cambia día a día y, como digo, sabemos que hay genes concretos (y mutaciones bien identificadas) que podrían ayudarnos a comprender mejor cómo nos relacionamos con la comida.

El problema es que, ahora mismo, utilizar tests genéticos para definir nuestra dieta es una "expedición de exploración": nada nos garantiza que vayamos a encontrar algo que nos ayude. Y, en la inmensa mayoría de casos, es una pérdida de dinero y recursos.

Entonces... ¿No tiene sentido usar pruebas genéticas para mejorar nuestra alimentación? Todo esto no quiere decir que no haya genetistas trabajando en el tema, ni que algunos nutricionistas puedan sacar mucho partido a este tipo de pruebas genéticas. De hecho, si un profesional de confianza recomienda este tipo de pruebas, no hay razones a priori para descartarlas. 

Significa que conviene moderar las expectativas y, sobre todo,  no dejarse deslumbrar por el uso de jerga técnica. Al final del día, lo más importante es recordar que las dietas milagro no existen.

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Vuelve el calor, vuelve dormir mal: cómo mejorar nuestro sueño en verano según la ciencia

Vuelve el calor, vuelve dormir mal: cómo mejorar nuestro sueño en verano según la ciencia

Estamos a las puertas del verano y eso significa muchas cosas: termómetros disparados, golpes de calor, problemas para realizar actividades cotidianas… Pero sobre todo significa que vamos a pasar unos meses en los que dormir bien va a ser complicado. Por eso hemos preparado esta guía rápida para dormir más y mejor cuando hace mucho mucho calor, según la ciencia.


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“Domo de calor”: el fenómeno que ha derretido México tiene nombre y preocupa a medio mundo (España incluida)

No hace falta haber pasado un agosto en Sonora para saber que en amplias regiones de México puede hacer  calor. Mucho. Muchísimo. No obstante, no todo el país es así. En Ciudad de México, por ejemplo, el máximo histórico está 33,8°C y se alcanzó en 1998. 34 grados, para una ciudad que está a 2.200 metros sobre el nivel del mar, son muchos grados.

Pues, bien, la semana pasada los termómetros acariciaron esa cifra récord, mientras el norte del país se ponía muy por encima delos 40; y todo el Caribe y Centroamérica vivían también una ola de calor especialmente intensa. En resumen: no era una ola de calor normal.

Era un domo de calor y eso es lo problemático.

¿Domo? ¿Qué significa domo? Un domo, cúpula o bóveda es un fenómeno que se produce "cuando las altas presiones atmosféricas empujan el aire caliente hacia abajo, evitando que suba" y atrapándolo una región concreta. En términos coloquiales, podríamos decir que se trata de una "trampa de calor".

O, como decía estos días el meteorólogo mexicano Alberto Hernández Unzón, "una olla express". La imagen es perfecta: una situación atmosférica que mantiene estacionaria a una masa de aire muy caliente; es decir, una situación que favorece una estabilidad casi exasperante. Sobre la que el sol (calentando un aire ya de por sí muy cálido) actúa haciendo que las temperaturas se disparen.

¿Por qué se produce esto? En principio, todo parece indicar que, este tipo de fenómenos están relacionados con cambios bruscos en las temperaturas del océano. Es un proceso en cascada: el agua calienta el aire, el aire se interna en la tierra y, al llegar, que atrapado por el sistema de altas presiones encajado entre dos mares calentándose.

Es decir, a la presión de un lado, se le suma la presión del otro y, sobre todo ello, una potente columna de aire empujando para abajo: una olla a presión.

¿Es realmente un problema? Eso fue lo que pasó en México, Centroamérica y la cuenca del Caribe la semana pasada y, por supuesto, no es la primera vez que pasa. Estos domos, aunque raros, forman parte del funcionamiento (relativamente) normal de la atmósfera y sus circulaciones. Lo preocupante no es eso.

Lo preocupante es que, como señalan los científicos, este tipo de fenómenos atmosféricos han aumentado su frecuencia, duración e intensidad durante las últimas décadas. Tiene lógica: si es algo relacionado con la temperatura superficial del mar, el aumento de las temperaturas debe facilitar que se hagan más frecuentes.

Lógico y problemático, claro. Hablamos de millones de personas acercándose peligrosamente a temperaturas para las que no están preparadas.

¿Y qué tiene que ver todo esto con España? Es, en el fondo, un proceso parecido (aunque más masivo) que lo hemos venido llamando durante estos años el "horno ibérico": un conjunto de condiciones meteorológicas que estabilizan una masa de aire caliente sobre un sitio concreto justo en el momento en que hace más calor.

La pregunta es ahora qué impacto tendrá la tremenda ola de calor que viven las aguas que nos rodean en todo esto. Mientras el Atlántico vive temperaturas nunca vistas en tiempos modernos, el Mediterráneo engancha una sucesión de altas temperaturas realmente históricas. Con la circulación atmosférica completamente rota e impredecible, añadir más incertidumbres nunca es una buena noticia.

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Hay una herida en el corazón de África y va a terminar por partirla en dos: así es la gran grieta del valle del Rift

Hay una herida en el corazón de África y va a terminar por partirla en dos: así es la gran grieta del valle del Rift

En 2016 y sin previo aviso, una grieta de 15 metros de profundidad y hasta 20 de ancho apareció en el condado keniata de Narok. Fue rapidísimo. Destrozó carreteras, tendidos eléctricos y viviendas, pero lo peor de todo fue el pavor negro que inoculó en la población. Y no sólo en la de Kenia.

Hablamos de millones de personas: las que viven a lo largo de los 3.000 kilómetros del Gran Valle del Rift de África Oriental que divide en dos la placa tectónica africana.

Un misterio de 15 metros de profundidad. Porque, aunque todo parece indicar que se trataba de un barranco de erosión y no tenía relación directa con "la gran división africana" que partirá el continente en dos; los expertos coinciden que "quedan dudas sobre por qué se formó en el lugar donde lo hizo" y "si su aparición está relacionada con el Rift de África Oriental" de una forma más o menos sutil.

"Por ejemplo", explicaba Lucía Pérez Díaz de Royal Holloway University of London, "la fisura podría ser el resultado de la erosión de suelos blandos que rellenan una antigua falla relacionada con una fisura". Y es que, sea como sea, hay algo que podemos dar por seguro: África se va a partir en dos trozos. Lleva 30.000 años en el proceso.

El nacimiento de una nueva placa. El caso del Rift es curioso porque, en general, estamos acostumbrados a pensar la superficie de la Tierra como un gran sistema geológico de placas tectónicas dadas. Eso nos hace olvidar que esas placas, sometidas a presiones de todo tipo, también pueden partirse.

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Eso fue lo que pasó hace 138 millones de años cuando las placas africana y sudamericana se dividieron en dos (creando dos piezas continentales que encajan casi a la perfección) y eso es lo que está pasando, otra vez, con la placa africana.

Ahora mismo, el Gran Valle del Rift recorre el continente desde el Golfo de Adén hasta Zimbabue. Esa es la "herida" que está destinada a convertirse en la línea de división de dos placas: la solamí y la nubia. Y, en último término, es la "herida" que se convertirá en un nuevo mar.

¿Un nuevo mar? Sí, hace un par de años, descubrimos que la microplaca de Victoria (el trozo de tierra que se encuentra entre las dos grandes ramas de la 'y griega' del Rift y que podríamos en el mapa en torno al lago Victoria) llevaba años girando en sentido antihorario con respecto a la placa africana.

Es decir, lleva años moviéndose en sentido contrario al resto de placas de la región y eso (además de un enigma geológico) es un indicio muy fuerte de que la fractura se está convirtiendo en cresta; que se está poniendo en marcha la formación de un nuevo mar.

Y esto quizás sea lo más contraintuitivo. Que hablamos de un proceso que, si todo va bien, culminará en unos 50.000 años y, sin embargo, casos como el de la zanja de Kenia suelen volver a los medios mostrando que "algo pasa". Puede parecer que ese "algo pasa" es insuficiente, pero hablamos de procesos fascinantes que muestran el funcionamiento real del mundo que nos rodea.

En Xataka | África se está dividiendo en dos en vivo y en directo: cada vez parece más claro que el Gran Valle del Rift acabará convertido en un nuevo océano

Imagen | A. DaveyFurado

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Un solo ejemplar de caracol gigante africano ha provocado una cuarentena de meses en Florida. No es para menos

Un solo ejemplar de caracol gigante africano ha provocado una cuarentena de meses en Florida. No es para menos

A inicios de junio, se encontró el primer caracol gigante africano en Miramar, cerca de Miami. Inmediatamente, el Departamento de Agricultura delimitaron la zona, empezaron una inspección exhaustiva e impusieron una cuarentena.

¿Una cuarentena? ¿Por un caracol? Por un caracol, no, por ese caracol. Los expertos del estado fijaron inicialmente un área de unos 200 metros alrededor del primer avistamiento. Hasta nuevo aviso estaría prohibido mover todo tipo de plantas, partes de ella, suelo, desechos de jardín, escombros, compost o materiales de construcción... También, por supuesto, cualquier otro ejemplar de esos caracoles.

Acto seguido, toda esa área fue regado con un pesticida de metaldehído (un compuesto capaz de interrumpir la capacidad de producción de moco de los caracoles y las babosas). Se necesitan 26 aplicaciones del pesticida. Una cada 14 días. Por un caracol, no. Por ese caracol.

¿Qué pasa con 'ese caracol'? Para empezar, que es gigante. El caracol gigante africano puede llegar a medir hasta 20 centímetros y, de media, tiene el tamaño de una mano humana estándar. Según la Global Invasive Species Database, "es una de las peores especies invasoras del mundo" y, sin tanto dramatismo, podemos decir que el Ministerio de Transición Energética de España está de acuerdo. No es para menos.

Puede poner hasta 1200 huevos al año y es un todoterreno: se alimenta, vorazmente, de todo lo que encuentra. Están documentadas decenas de plagas de este caracol con un impacto económica que se cifra en millones.

Además, es un bicho muy duro de pelar. La última vez que el caracol se asentó en Florida (en 2014 encontraron hasta 150.000 caracoles en dos áreas del condado de Miami/Dale), los equipos del Estado norteamericano tardaron 10 años en erradicarlo. De facto, este caracol está ya en amplias regiones tropicales de África, América y Asia/Oceanía.

El mundo que viene. Una de las cosas más contraintuitivas del mundo que viene es que las principales amenazas no serán nuevas. En 2014, un equipo de investigación de la Universidad de Brown identificó todos los brotes de enfermedades infecciosas entre 1980 y 2010. Aunque en esos 30 años el número anual de brotes se triplicó en todo el mundo, las enfermedades no crecieron (ni de lejos) al mismo ritmo.

De todas las "emergencias de salud pública de importancia internacional" que ha declarado la OMS en los últimos años, solo una (la del COVID) fue originada por un patógeno nuevo. Y, a decir verdad, conocíamos patógenos muy muy parecidos a ese. El resto han sido subtipo del virus de la gripe (un virus que conocemos desde hace 2400 años), la polio (descrita en 1789, pero que afectaba ya a los  antiguos egipcios), el ébola (descubierto en 1976) y el Zika (conocido desde 1947). Todo viejos conocidos.

Con las plagas ocurre exactamente lo mismo. No aparecerán nuevas especies invasoras: sencillamente, el cambio climático y medioambiental romperá las 'barreras naturales' que contenía a las especies en sus nichos ecológicos y la globalización, el transporte internacional y el turismo harán el resto.

El caracol gigante africano es un buen ejemplo, pero los mosquitos tigre (o japoneses), los siluros, las cotorras verdes o las almejas asiáticas son problemas que nos afectan hoy aquí en España.

En Xataka | Francotiradores en las ciudades españolas: la radical solución para acabar con la plaga de cotorras

Imagen | PaleoGeekSquared

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La noticia Un solo ejemplar de caracol gigante africano ha provocado una cuarentena de meses en Florida. No es para menos fue publicada originalmente en Xataka por Javier Jiménez .

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Los lugares “más encantados” de España tienen una fascinante historia científica detrás (y la estamos desaprovechando)

Los lugares

El Sanatorio de Aguas de Busot, Alicante; el de Cesuras, Coruña; el de La Barranca, Madrid; el de Sierra Espuña, Murcia; el de Agramonte en Zaragoza... La geografía española está llena de sitios extraños, turbios, invadidos por historias y secretos. Cada provincia tiene el suyo, perdido en la sierra, medio derruido, lleno de misterios.

¿Qué son? ¿Por qué están ahí? ¿Qué historia hay detrás?

Todas las pandemias que un día fueron

Mycobacterium Tuberculosis

Micrografía electrónica de barrido de M. tuberculosis | CDC

A mediados del siglo XIX, la tuberculosis era una de las plagas del apocalipsis. No disponemos cifras precisas, pero se estima que, hacia 1815, "la enfermedad era tan frecuente que exterminaba  prematuramente alrededor de la cuarta parte de los habitantes de Europa; en las ciudades del este de Estados Unidos, la tasa de mortalidad por tuberculosis era del orden de 400 por 100.000 habitantes".

Durante siglos, además, se pensó que era una enfermedad hereditaria y, durante todo ese tiempo, los médicos trabajaron para encontrar soluciones clínicas a un problema que ni siquiera entendía. A principios del XIX, ese consenso empezaba a tener claro que la práctica habitual de "relegar a los pacientes tuberculosos en habitaciones estrechas y con una alimentación exigua" era una mala idea.

Desde tiempos inmemoriales se habían recomendado el aire libre para tratar la enfermedad; pero el primero que se lo tomó realmente en serio  fue el médico alemán Hermann Brehmer que abrió un establecimiento de montaña y escribió un libro con una gran difusión en el que "recomendaba el ejercicio en las alturas y una alimentación abundante, dado que la menor presión  atmosférica requeriría un incremento de la función cardíaca y activaría  el metabolismo".

El boom de los sanatorios para tuberculosos.

Los sanatorios vivieron entonces una época dorada que, en 1882, Robert Koch encontró en Alemania el bacilo que ahora lleva su nombre y causaba la enfermedad. La gente empezó a pensar que si la enfermedad era contagiosa, llevar a los pacientes a un lugar aislado podía ser un problema. Luego se dieron cuenta que, sin medicamentos útiles para atajar la enfermedad, no había soluciones mejores.

"A la muerte de Brehmer en 1899, solo en Alemania había ya más de 300  sanatorios [...]; en 1906 se contabilizaban en Inglaterra y Gales 69 sanatorios [...]; en Estados Unidos en 1904 era de 115, en 1953 se llegaba a 839 establecimientos", explicaba Ignacio Duarte. En España, podemos encontrar algo muy similar. Muchos de los grandes sanatorios se empezaron a construir en la década de los años 20 y 30, pero no era suficiente. "En 1934, España con 66 sanatorios era el país con menos proporción de centros por habitante de toda Europa, uno por cada 357.000".

Por eso, la Guerra Civil (y el derrumbe de la infraestructura sanitaria que conllevó) fue lo que acabó de impulsar la creación de instalaciones por todo el territorio. El Patronato Nacional Antituberculoso creado en 1943 preparó diseños 'modelo' y empezó a llenar la montaña de sanatorios y dispensarios. Tarde, como de costumbre, porque en los años 50 los nuevos abordajes médicos los volvieron obsoletos. Y, aunque algunos se reconvirtieron en hospitales psiquiátricos, les llegó el olvido.

Olvido, misterio y una posibilidad turística que no hemos sabido aprovechar

Con el tiempo, esos lugares aislados y vinculados a la enfermedad, se llenaron de historias, leyendas y mitologías. Ahora se han convertido en sitios que atraen visitantes, pese a que (en muchísimos casos) están en pésimas condiciones. Y es una pena.

Sobre todo, porque son patrimonio científico del país; un patrimonio que estamos perdiendo.

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Imagen | Sanatorio de Cesuras y La Barranca, Miguel Branco | Sanatorio de Agramonte | Benjamín Núñez González

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