He visitado Oslo, la capital del país líder en coches eléctricos: es un laboratorio para asomarse al futuro
Noruega es un caso único y paradigmático en cuanto a movilidad libre de emisiones. Es la indiscutible campeona mundial en adopción de vehículos eléctricos y un laboratorio para descubrir cómo será el futuro verde de la automoción.
Mientras Tesla y China lideran a futuro la fabricación de estos vehículos, el caso noruego muestra la senda en cuanto a su aplicación. Su éxito rompe incluso con décadas de dependencia del petróleo, del cual es importante productor y explica una parte de su riqueza.
La experiencia directa de una visita a Oslo permite comprender fácilmente esa realidad a ojos de un conductor español, especialmente percibiendo las diferencias abismales entre ambos países.
Exenciones fiscales, calles silenciosas
En primer lugar, los vehículos de combustión están en camino de ser desterrados. Más del 80% de los coches vendidos en Noruega durante 2023 fueron eléctricos, según publicó la Federación Noruega de Carreteras. Si añadimos a la ecuación los híbridos enchufables, la cuota llega hasta el 90% en un mercado liderado por el Tesla Model Y, con casi un 19% de cuota de mercado.
Llama la atención la ausencia de fabricantes establecidos con una presencia notable en otros países europeos, como Renault o FIAT; además de las buenas ventas de modelos con precios cercanos a los 100.000 euros. La riqueza noruega también se aprecia en estos detalles, claro.
Esta adopción masiva del coche eléctrico ha logrado unas ciudades con muchas menos emisiones, contaminación y ruidos. Las emisiones de gases de efecto invernadero han caído un 30% desde 2009 .
Un éxito que responde a unas medidas tomadas por la administración pública desde los años noventa, las cuales han impulsado este mercado con exenciones fiscales tanto en la compra como en la tenencia de estos vehículos, así como la subvención de una amplia red de cargas por todo el país.
Por ejemplo, los coches eléctricos se pasaron años exentos de IVA (el 25%) y de otros impuestos, como el que pone el país a la compra de coches nuevos. En 2023 esta exención se limitó solo a las primeras 500.000 coronas noruegas de su precio, unos 44.000 euros; y se creó un impuesto específico para la compra de coches eléctricos en función de su peso.
No obstante, el de las estaciones de carga también es un factor sorprendente. Varios paseos por Oslo no fueron suficientes para encontrar apenas puntos de carga en plena calle. En su defecto, estaban en dos lugares: en parkings interiores, y en los hogares.
Fuera de las ciudades sí hay una gran red de cargadores repartidos por sus carreteras. Notable en un país de tan baja densidad poblacional. Tiene una superficie similar a la de Alemania (83 millones de habitantes) o Japón (125 millones), pero allí solo viven algo más de cinco millones de personas.
La escasez de puntos de carga al aire libre tiene un responsable directo: no es que haya pocos cargadores en las plazas de aparcamiento del centro de la ciudad, es que apenas hay plazas de aparcamiento. Hace años que fueron eliminadas de las calles más transitadas para descargarlas de volumen de tráfico.
La idea inicial era cerrar al tráfico su casco antiguo, 1,7 kilómetros cuadrados, en 2015. La resistencia por parte de comerciantes obligó al ayuntamiento a recular y cambiar esta solución. Como uno de los principales problemas detectados por el consistorio fue el exceso de coches circulando únicamente para encontrar una plaza libre en la que aparcar, se optó por restringir el aparcamiento, no el tráfico.
Lo que hace una década eran plazas para aparcar en la calle fue convertido en carriles bici, aceras ampliadas e incentivos para que los bares y restaurantes ofrezcan terrazas. Y eso cambia la sensación de pasear por las calles de su centro: en muchas existe una sensación de amplitud y escaso tráfico que contrasta con lo que solemos ver en una capital europea.
Se hace extraño y agradable pasear por el centro de una gran ciudad como esta con los coches acumulados en parkings cerrados, no ocupando espacio en la calzada. Esto también quita de un plumazo la presencia de coches dando vueltas para encontrar un hueco: es bastante más eficiente verlos llegar directamente a los parkings habilitados.
Y por supuesto, el ruido. Con un parque de coches eléctricos tan grande, arrinconando a los motores de combustión, los decibelios del centro son mucho más reducidos que los que podemos ver en cualquier gran ciudad en estas latitudes, una curiosidad acompasada por una sociedad mucho más cívica en sus modales. Todo es silencioso en Oslo.
Todo esto se resume en una visión a largo plazo para incentivar, facilitar y normalizar el uso del coche eléctrico. Cualquier paseo por sus calles observando los modelos de coches que circulan por ella sirve para entender su enorme diferencia con España, algo que no debemos perder de vista también lo contextualiza un PIB per cápita que triplica al español, 89.000 vs 30.000 dólares anuales.
Y no solo es algo propio de los coches particulares: incluso los autobuses del transporte público siguen esta tendencia. Todos son eléctricos tras el gran reemplazo de hace solo unas semanas que puso fin a los modelos diésel.
Esta sensación en Oslo irá a más. El consistorio ha creado una zona de cero emisiones en su centro urbano para permitir la circulación exclusiva de modelos eléctricos a finales de 2023. El resto de la ciudad alcanzará este hito en 2028, cuando todo el transporte público logrará las cero emisiones.
Los ferrys que conectan la capital con sus islas también son eléctricos, y los cruceros, importante fuente de turistas ávidos de navegar por sus fiordos, están fuertemente regulados para ir logrando progresivamente un escenario en el que solo los eléctricos o de gas natural licuado (GNL) pueden acceder al puerto. La fecha marcada, 2026.
Durante nuestra estancia hubo fuertes nevadas, aunque en los días anteriores se experimentó un invierno duro, con temperaturas inferiores a -20ºC. Ni siquiera esas temperaturas extremas pueden con el coche eléctrico, que se resiente ante un clima así, aunque no a un nivel que haya erosionado su popularidad.
Los datos de rescates durante temporales por parte de una empresa dedicada a ellos evidencian que el coche eléctrico ha salido bien parado del frío de este inicio de año, funcionando mejor en este tipo de climas que los de combustión.
Sin embargo, en algunas regiones como Finnmark sí que hay mayor resistencia a estos motores, donde hay cierta desconfianza hacia su capacidad a muy bajas temperaturas. Sobre todo en cuanto a la autonomía real. Aunque en los últimos años ha habido un gran auge de estos motores. Siguiendo la estela de Oslo.
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La noticia
He visitado Oslo, la capital del país líder en coches eléctricos: es un laboratorio para asomarse al futuro
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por
Javier Lacort
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