La NASA hizo una apuesta arriesgada para volver a la Luna. El riesgo es que China derribe su hegemonía espacial
Imagina que apareces en una casa de apuestas a mediados de los años 60. Te preguntan quién va a ganar la carrera espacial y tienes que apostar por la Unión Soviética o los Estados Unidos.
La Unión Soviética parece la opción lógica porque lleva la delantera. Lanzó el primer satélite a órbita (el Sputnik), envió el primer ser vivo al espacio (la perra Laika), tocó por primera vez otro cuerpo celeste con una sonda (Luna 2), consiguió las primeras imágenes de la cara oculta de la Luna (con Luna 3), puso al primer humano en la órbita terrestre (Yuri Gagarin) y realizó el primer paseo espacial de la historia (de la mano de Alekséi Leónov).
Sin embargo, la llegada del hombre a la Luna cambiará en pocos años el rumbo de la carrera espacial. El estadounidense Neil Armstrong pisará por primera vez la Luna en 1969. En los tres años sucesivos, Estados Unidos lanzará cinco misiones tripuladas al satélite natural. Veremos astronautas conducir en la Luna y a la NASA traer de vuelta más de 380 kg de rocas y polvo lunar.
Simultáneamente, la URSS fracasará en su intento de lanzar un cohete lunar. El alto coste de desarrollar el programa, la falta de interés político en lograr algo que Estados Unidos ya había conseguido y los cambios de liderazgo soviéticos impedirán defintivamente que los cosmonautas de la URSS lleguen a la Luna.
La nueva carrera espacial no es como la de antes
Estás de vuelta en 2024. Llevamos más de medio siglo sin ir a la Luna, pero estamos metidos en una nueva carrera espacial. En una carrera por colonizar definitivamente el satélite. Esta vez, Estados Unidos compite contra China, cuya guerra comercial y tecnológica se ha expandido inevitablemente al espacio.
En este caso, Estados Unidos lleva la delantera. La NASA disfruta de una cómoda hegemonía en el espacio y ha conseguido grandes hitos, pero ninguno tan simbólico como pisar por primera vez la Luna. Por eso, la NASA lleva años pensando en el siguiente paso: llevar a los primeros humanos a Marte.
El plan era difuso hasta que, hace no mucho, la NASA puso el énfasis en volver primero a la Luna, establecer allí una estación orbital y una base permanente, aprovechándolas más adelante para viajar a Marte.
La nave espacial Orion y el cohete Space Launch System (SLS) empezaron a desarrollarse bajo la administración Obama. Las misiones Artemis terminaron de definirse con Trump, cuando era más evidente la rivalidad de China.
El mundo había cambiado mucho desde la última carrera espacial. En vez de establecer una rivalidad bilateral como en la Guerra Fría, la NASA empezó a dirigir su programa lunar como un trabajo en equipo de múltiples organizaciones.
Primero buscó la colaboración internacional. Más de 30 países, en general aliados de Estados Unidos, firmaron los Acuerdos de Artemisa: un documento promovido por la NASA para la exploración “coordinada y pacífica” de la Luna y más allá.
Después hizo una apuesta arriesgada: poner en manos de empresas privadas partes cruciales de sus misiones lunares. Pero no bajo el sistema de proveedores que la NASA ha usado tradicionalmente con la industria aeroespacial (y que estaba en entredicho por los sobrecostes y retrasos del SLS), sino como un simple cliente, dejando que las empresas compitieran entre ellas para ofrecer un precio cerrado.
Así fue como SpaceX y Blue Origin acabaron liderando el desarrollo de los módulos de alunizaje de Artemis III-IV (Starship) y Artemis V (Blue Moon). Y así fue como recayó en Axiom Space la tarea de desarrollar las escafandras lunares.
Los vaivenes público-privados de la NASA con Artemis
Artemis III es la misión con la que Estados Unidos pretende llevar a la primera mujer a la superficie de la Luna. Estaba programada inicialmente para 2024; luego para 2025. Se acaba de retrasar a 2026.
Las razones que da la NASA para el retraso, más allá de los problemas de la nave Orion (que también afectan a la misión Artemis II), tienen que ver con el módulo lunar de SpaceX (la nave Starship HLS) y las escafandras para actividades extravehiculares de Axiom (los xEVA). Dice una auditoría del gobierno que aún se encuentran en fases iniciales de su desarrollo, por lo que era demasiado optimista pensar que estarían listos para 2025.
Otro revés reciente en el programa Artemis ha sido el fallo del módulo lunar Peregrine, de la empresa Astrobotic. Este primer módulo lunar privado de Estados Unidos había sido elegido para desplegar cargas de la NASA en la Luna como parte del programa CLPS (Commercial Lunar Payload Services).
CLPS son misiones públicas a bordo de naves comerciales para ahorrar costes en los viajes lunares no tripulados. La idea de la NASA es usarlas para desplegar instrumentos de apoyo para las misiones Artemis.
La agencia ha contratado ocho misiones CLPS en total, y Peregrine era apenas la primera. Llevaba instrumentos científicos de la NASA y algunos experimentos interesantes, entre las que destacaba la misión COLMENA de México. Pero también cargas puramente comerciales para financiar la misión, como el primer Bitcoin lunar.
Su fallo en pleno vuelo ha sido un mal comienzo para el enfoque público-privado de las misiones lunares de la NASA. Era una nave muy barata (1,2 millones de dólares por kg hasta la superficie de la Luna), pero fracasó al inicio de su misión cuando un problema con una válvula le hizo perder mucho combustible.
Astrobotic tendrá más oportunidades de demostrar que puede llegar a la Luna. Sin embargo, un nuevo fallo sería especialmente doloroso. Su próxima misión CLPS consiste en alunizar cerca del polo sur lunar para desplegar una carga mucho más importante que las de Peregrine: el rover VIPER de la NASA, diseñado para buscar hielo de agua y otros recursos aprovechables en futuras misiones Artemis.
Mientras tanto, China
Sigamos viajando en el tiempo. Retrocedamos brevemente a 2011. Hace tiempo que la Guerra Fría quedó atrás. Estados Unidos (NASA) y Rusia (Roscosmos) son socios y han construido juntos la Estación Espacial Internacional. En ella participan también Europa (ESA), Japón (JAXA) y Canadá (CSA).
La exploración espacial ha alcanzado nuevos hitos gracias a la colaboración internacional. La NASA ha lanzado el rover Curiosity a Marte con participación canadiense, europea y rusa. La sonda Rosetta de la ESA va a aterrizar en un cometa con apoyo de la NASA. El telescopio espacial Webb de la NASA, la ESA y CSA ya está diseñado y va a empezar a construirse.
Pero entonces entra China en la ecuación. Se ha convertido en el tercer país en poner un humano en el espacio de forma independiente (Yang Liwei a bordo de la nave Shenzhou 5). También ha enviado dos sondas a la Luna (Chang’e 1 y 2) y realizado un paseo espacial (Shenzhou 7).
Ahora China va entrar en la Estación Espacial Internacional, pero Estados Unidos quiere evitarlo, así que promulga una ley conocida como enmienda Wolf que prohíbe a la NASA colaborar con China en asuntos espaciales.
Estábamos en 2011. Volvemos al presente. La enmienda Wolf evitó, efectivamente, que China participara en la Estación Espacial Internacional, pero el país acabó construyendo su propia alternativa.
Hoy la estación espacial china Tiangong cuenta con dos laboratorios y se encuentra permanentemente habitada. China planea seguir ampliándola hasta duplicar su tamaño en los próximos años y, a pesar de todo, ha expresado su interés en alojar astronautas de otras agencias para realizar experimentos científicos.
Mientras tanto, el país ha seguido avanzando a un ritmo pasmoso en sus misiones planetarias. En 2013 logró el primer alunizaje suave desde 1976, desplegando con éxito el rover lunar Yutu (misión Chang’e 3). En 2019 realizó el primer alunizaje de la historia en el lado oculto de la Luna (misión Chang’e 4).
En 2020 recogió las muestras más jóvenes de la Luna (misión Chang’e 5) y provocó un pequeño revuelo dentro de la NASA, que ha tenido que pedir permiso al Congreso para solicitar una parte a China. En 2021 logró aterrizar en Marte con el rover Zhurong. Y en 2024 tiene previsto recoger muestras del polo sur lunar.
Quién será primera mujer en la Luna
Lo más impresionante del programa espacial chino es lo rápido que va avanzando. La estación espacial se ensambló en dos años. El desarrollo de sus cohetes también ha sido espectacular, y su industria privada está creciendo a un ritmo inusitado: la empresa china LandSpace logró llevar a órbita el primer cohete de metano del mundo, adelantándose al Vulcan de ULA y la Starship de SpaceX.
China anunció el año pasado su intención de llevar astronautas a la superficie de la Luna para 2030. La misión se lanzará bordo de un nuevo cohete super-pesado (Larga Marcha 10) que lleva en desarrollo desde 2017. Se lanzarán dos cohetes, en realidad: uno con una nave espacial y tres astronautas a bordo. Otro con un módulo de alunizaje que se acoplará a la nave en órbita lunar para que dos de los tres astronautas se suban y bajen luego a la superficie de la Luna.
2026 y 2030 no están tan lejos entre sí, sobre todo si se producen nuevos retrasos en el programa Artemis. Esto lo sabe Bill Nelson, el administrador de la NASA, que tiene que responder habitualmente a la misma pregunta: “¿Puede China llegar a la Luna antes que Estados Unidos?”. Lo más razonable es que no: la NASA tiene todo a su favor para llegar antes, pero la duda está cada vez más presente.
Las pruebas de ensayo-error con finales explosivos de la Starship han ayudado a alimentar la duda, aunque sea el modus operandi habitual de SpaceX. Artemis III y Artemis IV dependen exclusivamente de que Starship tenga éxito para alunizar. Si Starship fracasa, no habrá módulo lunar hasta el Blue Moon de Blue Origin, previsto para Artemis V en 2029. Lo mismo si surgen problemas con los trajes.
La externalización tiene una razón de ser. La NASA tuvo que rendir cuentas al Congreso después de que los sobrecostes doblaran el presupuesto inicial de 10.000 millones de dólares del SLS. El enfoque público-privado tiene sentido para controlar gastos y ha funcionado de maravillas para los vuelos a la Estación Espacial Internacional a bordo de la nave Crew Dragon de SpaceX.
Pero si la misma apuesta no funciona para la Luna, una China sin concesiones en lo económico puede acabar con la hegemonía de Estados Unidos en el espacio. El riesgo potencial es una derrota simbólica enorme: que la primera mujer en luna sea china en lugar de estadounidense.
Imagen | NASA
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La NASA hizo una apuesta arriesgada para volver a la Luna. El riesgo es que China derribe su hegemonía espacial
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Xataka
por
Matías S. Zavia
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