Reino Unido tiene un enorme problema con los refugiados. Su solución: meterlos en un enorme barco “prisión”
A la isla de Portland, en el extremo sur de Reino Unido, se la conoce por varias razones. Por sus acantilados de roca caliza, por su fortaleza del siglo XVI, por su puerto, por su historia… Y ahora, además, por acoger el que probablemente sea el buque más polémico de toda Inglaterra: el Bibby Stockholm, una enorme barcaza fabricada en los 70 y que ha desatado un aún más enorme revuelo antes incluso de amarrarse al puerto. Para unos es una “prisión flotante”. Para otros, una solución inteligente a un problema que cuesta cada año una pequeña fortuna al país.
Bibby Stockholm es grande.
Pero más aún lo es el debate que ha desatado.
¿Qué es Bibby Stockholm? Una barcaza sin motor de Bibby Marine Limited, compañía con sede en Liverpool que se encarga básicamente de prestar servicios de transporte y alojamiento flotante. La Stockholm es de hecho uno de sus navíos que opera a modo de hoteles marítimos, buques pensados para ofrecer alojamiento cerca de la costa, igual que el Bibby Chalenge, Progress, Renaissance o Bergen.
A bordo dispone de 222 cabinas con capacidad para 506 personas, además de diferentes servicios, como cocina y bar, sala de juegos y gimnasio. Stockholm es una solución ideal para empresas que necesitan movilizar a sus plantillas para que trabajen en lugares remotos, lo que le ocurrió por ejemplo a Petrofac hace años, cuando tuvo que acomodar a los operarios destinados a la planta de Shetland.
¿Y cómo es la barcaza? Grande. Considerablemente grande. La barcaza se divide en planta baja, primera y segunda y según la ficha técnica elaborada por la propia Bibby Marine tiene una eslora de 93,44 metros, una manga de 27,43 m y un tonelaje bruto (GT) de 10.659 toneladas. En cuanto a “talla”, su punto más alto se alza a 17,1 m y su calado de trabajo es de apenas varios metros, lo que le facilita operar en los muelles, como hizo en 2013 cuando llegó al puerto de Lerwick.
¿Cuál es su historia? Stockholm no es precisamente nuevo. Sus orígenes se remontan de hecho a 1976, cuando se construyó en Países Bajos. Tiempo después, a comienzos de los años 90, se convirtió en una barcaza de acomodo. Vista desde fuera la embarcación es una enorme mole de colores apagados que más recuerda a una bloque de apartamentos varado en puerto que a un navío, pero en su interior parece mantenerse casi intacto el espíritu de la época en que se construyó.
Así lo describía al menos hace poco un reportero de la cadena BBC que pudo pasear por sus pasillos, salones y camarotes después de que atracara en Portland. “Al caminar a bordo se tiene la sensación de estar en un viejo ferry nocturno o un motel anticuado. Es como estar en un ambiente un poco descolorido de los años 80 y 90”, relata. Su descripción se completa con otras pinceladas sobre los servicios de la barcaza: sala de televisión, sofás, una sala de oración multiconfesional, un salón para impartir clases y que se puede aprovechar para reuniones… “Algunos espacios comunes se han convertido en dormitorios extra para cuatro a seis hombres”.
¿Para qué ha servido desde los 90? Su historia es digna de una novela decimonónica. A lo largo de las últimas tres décadas el Bibby Stockholm se ha utilizado para acoger a trabajadores, uso que le dio en 2013 Petrofac o que asumió también en 2018, cuando se mudó a Suecia para la construcción del parque eólico Markygden. Ese no ha sido sin embargo su único fin. Las autoridades de Róterdam y Hamburgo no han dudado en recurrir a él para acomodar a personas sin hogar o solicitantes de asilo. Y no sin polémica. Como recuerda The Guardian, un informe elaborado en 2008 por Amnistía Internacional alertaba del trauma psicológico padecido por las personas alojadas en la barcaza en los Países Bajos.
¿Y por qué resulta tan polémico? Porque Londres quiere recuperar ese antiguo uso y volver a convertir al Bibby Stockholm en un “macroalojamiento” flotante para solicitantes de asilo. Para entender la decisión hace falta manejar dos datos fundamentales. El primero, es el endurecimiento de la política migratoria abanderado por el primer ministro británico, el conservador Rishi Sunak.
Hace solo unos días el Parlamento de Reino Unido aprobaba de hecho una polémica ley que acelera la deportación de aquellas personas que intenten entrar al país de manear irregular, una medida que contempla la expulsión de migrantes antes de resolver sus peticiones de asilo o deportarlos a terceros países.
¿Qué más debemos tener en cuenta? El segundo dato es la cantidad de fondos públicos que —asegura el Ejecutivo británico— se dedican cada jornada a costear el alojamiento en hoteles de alrededor de 51.000 solicitantes de asilo. Interior asegura que esa factura asciende a 5,6 millones de libras diarias.
Aunque la barcaza de Portland podrá acoger solo una pequeña parte de esos refugiados, el objetivo de Londres es aligerar la presión que su alojamiento ejerce en las arcas públicas. Sobre la mesa hay otros planes también, como acomodar a inmigrantes en dos bases militares, la de Wethersfield y Scampton. El uso de otra localizada en North Yorkshire acabó descartándose por la oposición local.
¿Solución “funcional” o “cárcel flotante”? No todos en Reino Unido comparten que la decisión sea tan buena idea. Ni por su trasfondo y lo que supone para los solicitantes de asilo, ni tampoco por su utilidad real. Si bien el Ministerio de Interior reivindica que la instalación resulta “básica y funcional” y la compañía que se encargará de operarla (Landry & Kling) recalca que el servicio será “digno”, los críticos ven el Stockholm como algo distinto: toda una “prisión flotante”.
La solución de Portland está pensada además para un perfil de usuario muy concreto: hombres solteros, adultos, de entre 18 y 65 años. Las autoridades han avisado que habrá seguridad a bordo “24 horas, siete días a la semana”.
¿Cómo vivirán a bordo? Hace poco The Guardian envió a una periodista para que visitase el buque y el titular de su crónica es rotundo: “Camarotes un poco más grandes que una celda”. La cadena BBC aclara que los inmigrantes no permanecen detenidos de forma oficial, pero sus movimientos están “controlados dentro de los límites de la ley” y si abandonan la barcaza dispondrán de un “complejo seguro”.
La cadena precisa que se les ofrecerán autobuses cada hora que les permitirán cruzar la seguridad portuaria y llegar a “lugares acordados donde puedan pasar su tiempo libre o ir de compras” y que, si bien no se aplicará un toque de queda en el buque, sí se les “animará encarecidamente” a regresar antes de las once.
¿Y cuál es el escenario ahora? La barcaza está amarrada ya en Portland, Dorset, a la espera de recibir a sus primeros ocupantes. El pasado 21 de julio las autoridades hablaban de que el grupo inicial de 50 solicitantes de asilo se instalaría a lo largo de “las próximas semanas”. Los planes pasan porque opere durante unos 18 meses, período que servirá de prueba para comprobar cómo de efectiva resulta la medida. De momento, más allá de lo polémico que puede resultar el uso de la barcaza o las protestas en la localidad, sobre la medida sobrevuela una pregunta clave: ¿Ayudará realmente a aligerar la presión sobre el erario público?
Hace poco las ONG Reclaim the Seas y One Life to Live divulgaron un informe en el que concluyen que el ahorro máximo que logrará el ministerio es de 9,28 libras por persona y día, cifra que, avisan, se ha calculado sin tener en cuenta ciertos costes, como los de inspección y las reparaciones o acondicionamientos.
Imágenes: Wikipedia y Bibby Marine
–
La noticia
Reino Unido tiene un enorme problema con los refugiados. Su solución: meterlos en un enorme barco “prisión”
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Carlos Prego
.