El odio a las impresoras ha llegado a tal extremo que hay quienes pagan para ir a un lugar a destruirlas a martillazos
Las impresoras son ese tipo de productos que tendemos a evitar tener en casa ―y un mal necesario de muchas oficinas―. A menos que necesitemos disponer de estos dispositivos por cuestiones laborales o académicas, la mejor opción suele ser recurrir a una copistería para realizar impresiones esporádicas.
Esto se debe a que se han ganado la fama de ser un dolor de cabeza para los usuarios. Y las particularidades de esta industria dan fe de ello: elegir la “impresora perfecta” es un desafío titánico y, una vez que hemos hecho la compra, por lo general tendremos que preparar la cartera para la nada económica tinta.
Ya hay gente pagando para romper impresoras
Incluso después de superar los mencionados pasos puede que nuestra nueva impresora deje de funcionar por obsolescencia programada o que no podamos utilizar cartuchos compatibles. Mientras que algunas personas deciden tomarse este tipo de situación con calma, otras optan por un camino diferente.
La aversión que se puede llegar a sentir hacia las impresoras está impulsando un peculiar negocio en Estados Unidos: el de permitir que los clientes puedan romper impresoras con martillos, palos y otros objetos. Pagando por esta actividad, claro. O al menos eso es lo que señala The Washington Post esta semana.
En el país han empezado a multiplicarse los “smash room” o “salas de ira”. Si bien las propuestas suelen variar de acuerdo a cada lugar, la propuesta es la misma: la gente paga por sesiones de cierta cantidad de minutos para destruir elementos con martillos o bates. Y no solo impresoras, sino también otros elementos como pantallas y teclados.
Smash Room Iowa, por ejemplo, cobra 80 dólares para que dos personas puedan romper objetos en una sesión de 20 minutos. El precio aumenta a 160 dólares para cuatro personas por 30 minutos. Incluso existe la posibilidad de comprar adicionales como arena de colores y Silly String (espuma en aerosol) para fiestas.
Por su parte, The Rage Cage ofrece sesiones de 20 minutos para hasta dos personas por 70 dólares. La propuesta incluye “electrónica premium”, como impresoras y monitores, y dispositivos pequeños como teléfonos de oficina, teclados y parlantes. También hay otras propuestas de precio más elevado para más tiempo y más personas.
En ambos casos quienes brindan estos servicios aseguran que ofrecen los elementos para que los clientes no se lastimen, como guantes, cascos y gafas de seguridad. Incluso es posible comprar un paquete adicional que consiste en un la grabación de un vídeo para inmortalizar el momento.
Si bien este tipo de actividad suele ser promocionada como una vía para canalizar la ira y el estrés, la psicóloga clínica Scott Bea señala en un artículo de la Clínica Cleveland que romper cosas puede brindar un alivio corto plazo, pero no ayudará mucho a resolver los problemas a largo plazo, es decir, tiene un efecto de corta duración.
Imágenes: Smash Room Iowa | Steve Buissinne
–
La noticia
El odio a las impresoras ha llegado a tal extremo que hay quienes pagan para ir a un lugar a destruirlas a martillazos
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Javier Marquez
.