‘Fast & Furious’ se ha convertido en la franquicia más extraña de Hollywood. Y ese es precisamente su triunfo
El estreno de ‘Fast & Furious X’, principio (y tan principio: aún hay dos entregas más por delante) del fin de la saga protagonizada por Vin Diesel es todo un acontecimiento para los devotos del cine de acción más descerebrado y autoconsciente. Absolutamente todo lo que esperamos de la franquicia está aquí, y como siempre, sin ningún sentido de la medida.
Es decir, bombas esféricas mastodónticas en llamas, empleo de objetos gargantuescos como armas arrojadizas, villanos over the top (Jason Momoa parece haberse inspirado en un cartoon de la Warner para componer a su banquero-dandy-sociópata), gente que parecía muerta y que resulta estar viva, familiares de segundo grado o menos que salen de debajo de las piedras, larguísimas disquisiciones sobre la familia como concepto, como institución y como entidad microeconómica autosuficiente… ‘Fast & Furious X’ es, demonios, una entrega de ‘Fast & Furious’.
Desde que la franquicia dio un literal volantazo hacia la insensatez en la que aún hoy puede defenderse como la mejor entrega de la serie, ‘Fast & Furious 5’, la serie ha hecho bandera de sus constantes y se ha negado a moverse demasiado de las coordenadas que allí se planteaban. La evolución es por todos conocida: de películas de carreras ilegales y desfase tuning se pasó a una chifladura de atracos demenciales, para acabar convertida en una saga de pseudoespionaje y misiones secretas para salvar al mundo, absolutamente autocontenidas en un mundo invisible de agencias enfrentadas y espías sin vinculaciones a nada salvo a la familia.
Lo singular de la serie es que, pese a moverse en unos códigos muy establecidos, y casi rígidos, tiene una extraña naturalidad, una peculiarísima honestidad que la distancia de otras franquicias de éxito. Por supuesto que las ‘Fast & Furious’ están lejos de ser cine de autor: son blockbusters puros y duros, planificados hasta el último milímetro, pero que conservan una cierta vida orgánica en su interior. Y eso se debe a que, pese a su mastodóntica envergadura, a su agradable previsibilidad, hay un extraño corazón en su interior.
Vin Diesel, ese ser humano
Cuando las películas de Marvel, o de Star Wars, o de DC funcionan, lo hacen estupendamente. Pero cuando fallan, se percibe cierta falta de humanidad entre bambalinas: los peores momentos de fan-service despiadado, de argumentos que solo sirven para prolongar la continuidad, de personajes que sobran, nacen de reuniones en despachos. Las franquicias de éxito cojean cuando el espectador percibe que tras ellas hay un montón de gente con corbata reunidas y cotejando algoritmos para que salgan películas matemáticamente atractivas. Y a veces lo consiguen. Pero a menudo no.
Las películas de ‘Fast & Furious’, y ahí radica parte de su excéntrica belleza, han encontrado su identidad por sí mismas: probando fórmulas en cada entrega, equivocándose y volviéndolo a intentar, dando más de lo que gusta y dejando por el camino lo que no tanto. Es así como se ha construido esa especie de mazacotes de desarmante sinceridad, esos godzillas de ruido y plomo que solo se deben a un público fiel que sabe exactamente qué esperar en cada entrega.
Eso no las convierte en películas con una autoría tradicional, insisto: son blockbusters. Pero… ¿no hay algo especial en ese evitar las corrientes de mercado, las necesidades del streaming, las planificadísimas rutas comerciales de sus competidores que las ‘Fast & Furious’ esquivan como quien usa unos helicópteros de boleadoras? ¿No hay algo entrañable en “ya sabemos que seguir recurriendo a Jason Statham a estas alturas no tiene el menor sentido argumental, pero… ¿le vamos a negar eso a los fans”?
Por eso, el truco de “era el villano, pero ahora ayuda a los héroes” puede funcionar, a su manera, la primera vez. Pero una segunda, una tercera, una cuarta, y así indefinidamente, hasta que la familia de Toretto se convierte en una especie de Escuadrón Suicida sobre ruedas de sociópatas redimidos, sobrepasa el sinsentido de guión para convertirse en una ley interna que solo tiene sentido en ‘Fast & Furious’. Marvel y ‘Star Wars’ intentan crear héroes que sean empáticos más allá de sus universos de ficción: ‘Fast & Furious’ obliga al espectador a formar parte de universo de demencia, sin pedir permiso.
‘Fast & Furious X’ es más de eso, al estilo de siempre, con algunos elementos depurados (por ejemplo, el villano es más extremo para impedir, precisamente, ese cambio de bando -la redención que toca en esta entrega es especialmente descabellada-) y otros que conservan / potencian el estilo de siempre (la set-piece en Roma figura entre lo mejor y más loco que ha dado la saga). Una serie que permanece insólitamente fiel a sí misma y a sus fans, de un modo extraño y consistente. Una rareza en el Hollywood actual.
Cabecera: Universal
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‘Fast & Furious’ se ha convertido en la franquicia más extraña de Hollywood. Y ese es precisamente su triunfo
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John Tones
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