Los bancos centrales mantuvieron los tipos de interés 0 durante una década. Hoy sufrimos las consecuencias

Los bancos centrales mantuvieron los tipos de interés 0 durante una década. Hoy sufrimos las consecuencias

Hace unas semanas, el economista Joan Tubau publicó un tuit de los que hacen pensar: “No simplifico si digo que todo lo malo es por culpa de los tipos de interés a 0”. Venimos de un período de tiempo anómalo, de años con los tipos al 0% e incluso en negativo… hasta que llegó la inflación y los tipos empezaron a escalar como principal medida para hacerle frente.

Ahora que es historia la etapa de intereses negativos, de hipotecas a tipo fijo al 1% y de permanente promoción de muchos productos financieros orientados al endeudamiento barato, quizás es hora de mirar atrás y repasar qué consecuencias dejó aquella medida de los bancos centrales. Una medida que tuvo su origen en la legendaria frase de Mario Draghi en el verano de 2012: “Whatever it takes“.

Incentivos silenciosos

El autor del tuit, profesor asociado en la Universidad Pompeu Fabra, y podcaster en Kapital, explica que “el tipo de interés es el coste del dinero en el tiempo, y si lo pones al cero, estás haciendo que mañana sea incluso más barato si hay inflación”.

Tubau

Históricamente, los tipos siempre han sido superiores a cero por simple lógica, haciendo que endeudarse tuviera un coste directo. Con los tipos a cero, se incentiva mucho el endeudamiento. “En ese momento se generan muchos desajustes en la economía, a nivel de consumo, de inversión o de ahorro”.

La subida repentina de los tipos tras tanto tiempo planos llegó como forma de hacer frente a la inflación. “Han tenido que subirlos porque no había alternativa. Nunca habíamos visto tantos años los tipos al cero o al 1%. Eso crea un escenario de crédito casi gratuito, donde sale demasiado a cuenta endeudarte”.

Cuestión aparte, pero relacionada, es la de quien se endeudó en productos como las hipotecas variables, asumiendo unas cuotas que no le dejaban margen en caso de subida del Euribor… como la que se empezó a producir en febrero de 2022, al son de la subida de tipos del BCE.

Las hipotecas tan bajas, con un Euribor que pasó seis años en negativo, provocaron una mayor demanda hipotecaria. Como de otros tipos de endeudamientos, especialmente a raíz de la pandemia. “Nos endeudamos con dinero que no tenemos y nos encontramos con que llega un momento en el que hay que devolver ese dinero. Mucho consumo se ha hecho a crédito y eso desincentiva el ahorro. Y sin ahorro es difícil construir nada en una economía”, explica Tubau.

Y no solo a nivel familiar. Los bancos comerciales empezaron a prestarse dinero entre ellos aprovechando los tipos negativos con tal de no pagar la penalización que el banco central exigían para el capital que no pusiesen en circulación. Eso afectó a indicadores como el Euribor y a la deuda pública, que pasaron a tipos negativos, permitiendo que los gobiernos se empezaran a financiar y endeudar de forma barata.

Bastos

“Eso no tuvo muchas consecuencias para la gente porque veníamos escarmentados de la crisis de 2008, y muchas familias no quisieron endeudarse pese a los tipos bajos”, explica Miguel Anxo Bastos, economista y profesor en la Universidad de Santiago de Compostela. “Pero cuando llegó la pandemia, eso cambió. Mucha gente dejó de ingresar dinero, o vio sus ingresos reducidos, y empezó a endeudarse. Lo mismo con los gobiernos: querían estimular la economía y salieron los fondos Next Generation. Eso era dinero inflacionista, creado de la nada, no salía del ahorro o el trabajo previo. Y toda esa emisión sube el precio de las cosas”. El COVID-19 provocó el mayor aumento de la deuda en un año desde la Segunda Guerra Mundial.

Cuando llega la inflación

Eso ocurrió en 2020, pero no se empezó a hablar de inflación hasta 2022. ¿Qué ocurrió en esos dos años? “La gente confunde IPC con inflación. El IPC es una medida de una cesta de la compra ideal que compras unas personas ideales en un mundo ideal, pero nadie real consume solo esa cesta de la compra. Hay muchas cosas que no mide, como el valor de la vivienda. Puede haber una inflación y una burbuja en varios espacios y no notarse en el IPC. Pero cuando se nota en el IPC es cuando la gente lo nota más, y protesta”.

Cuando sube el aceite, los huevos, la energía… es cuando el gobierno se preocupa y busca bajar la inflación. El objetivo del BCE no es estimular la economía, sino mantener la inflación estable, a un máximo del 2%”, dice Bastos. La inflación española llegó al doble dígito en 2022. “Y la inflación asusta. Sobre todo a países del norte, más ahorradores, porque la inflación es destructiva. No solo sube precios: destruye el ahorro, dificulta el cálculo empresarial, la gente empieza a vivir al día…”.

La inflación, que reduce el valor de los ahorros al mismo ritmo que crece cada año, tiene otra consecuencia para quien ha vivido de forma austera preocupándose por engordar la hucha: “Obliga al ahorrador tímido a meterse en inversiones que no domina para proteger su capital, lo cual puede ser peligroso. Si los depósitos no te daban nada por tu dinero, como ha estado ocurriendo, eso también desincentiva el ahorro”, dice Bastos.

Justo antes de que la inflación empezase a desbocarse en occidente, vimos un gran auge de servicios de la industria BNPL: Buy Now, Pay Later (“Compra ahoga, paga después”), un eslogan que también desincentiva el ahorro en favor de gastar un  dinero que no se tiene aplazando compras de forma instantánea, con el atractivo de poder hacerlo sin tener que pagar un interés.

Poder aplazar compras sin intereses suena a reclamo donde todo son ventajas, pero también tiene una consecuencia: “El dinero barato influye en los hábitos, acostumbra a no tener que ahorrar, y si uno no ahorra, sea un ciudadano o un estado, está perdiendo margen para cuando vengan mal dadas. Ante un desempleo, por ejemplo, se pierde capacidad de reacción. Es como la deuda española: si vienen mal dadas ahora, ¿con qué pedimos prestado? La crisis de 2008 nos pilló con una deuda del 40% del PIB. Hoy es superior al 110%”.

Consecuencias en los hábitos de ahorro

“Pero aunque el dinero barato influya en los hábitos, también son hábitos culturales. Por ejemplo, un chino ahorra casi la mitad de lo que gana. Es uno de los pueblos más ahorradores del mundo, por razones culturales”. Según el Banco Mundial, China tiene una tasa de ahorro del 45,1% (dato de 2021) y efectivamente es una de los países que lidera este ranking.

“La cultura del ahorro es algo que explica por qué China ha crecido tanto, y por qué seguirá creciendo. Sin ahorro es difícil construir nada en una economía. No me refiero solo a infraestructuras, hablo de tomar decisiones a largo plazo. Para una persona, estudiar una carrera difícil es construir capital humano: sacrificas el corto plazo y cuando termines tras unos años, sacarás réditos de ella. Si me das intereses al cero, me incentivas para consumir en lugar de construir nada, ya sea patrimonio, familia o capital humano”, explica Tubau.

“Uno puede pedir prestado para un bien de capital, para cosas que se amortizan a sí mismas, como una furgoneta para trabajar repartiendo con ella, o una máquina de coser para hacer ropa, hasta una casa se puede ver así. Pero no para bienes que se desvanecen, como un banquete, una fiesta, unas vacaciones… Eso nos hace frágiles. Si te endeudas mucho hoy, el día de mañana vas a tener que vivir peor para poder pagar el crédito”, dice Bastos. El exceso de endeudamiento es quizás la consecuencia más evidente de los tipos cero sostenidos en el tiempo.

“Si yo pido un préstamo de 30.000 euros en irme de vacaciones, lo pasaré de miedo, pero luego estaré años viviendo peor hasta que termine de pagar el crédito”, añade. “Lo que ha pasado desde la pandemia es equivalente. No discuto que hubiera que hacerlo, lo de recibir estímulos para cobrar durante la pandemia, pero eso tiene consecuencias, no existe la gratuidad, ha de pagarse en el futuro”.

“La resaca es esto”, cuenta Tubau. “No se invierte a futuro. Se dejan de tomar decisiones en el largo plazo, solo se piensa en consumir a corto. Es un chute de dopamina, pero no es algo que recomiende a nadie, no es algo que en realidad nos satisfaga mucho. Es mejor idea invertir a largo plazo, la derivada perversa del tipo 0 es que mucha gente va a vivir su vida con el carpe diem, sin construir nada más que el disfrute de su día a día, consumiendo demasiado y acabando siendo infeliz por ese exceso de consumo”.

No obstante, Tubau también admite que “tampoco hay mucho margen para muchos jóvenes. Algunos no ahorran porque quieren consumir y vivir el presente, pero también porque sus salarios son bajos en comparación con los que tenían generaciones anteriores. Parejas de 30, 40 años, con hijos, es difícil que ahorren con sus salarios”. No solo es querer.

Efectivamente, la productividad de los españoles se ha disparado en los últimos años, pero sus salarios no. El salario más frecuente en España no llega a 18.500 euros (dato de 2020, el último publicado), y su crecimiento ha sido discreto desde que estalló la crisis de 2008.

Unicornios desbocados

Este ciclo también ha tenido un impacto en la industria tecnológica. Sobre todo en lo que respecta a startups y capital riesgo, en cuyo caso han coincidido en el tiempo dos factores:

  • El auge del smartphone dando paso a la economía de las apps y nuevas oportunidades de negocio.
  • La mencionada necesidad de encontrar formas de rentabilizar el capital más allá de las vías tradicionales, que no daban intereses.

Es lo que contextualiza la llegada de muchos unicornios. Algunos, con modelos de negocio sostenibles que han permitido el paso de startup a empresa consolidada. Otros, dopados de ronda de inversión en ronda de inversión, que no han podido resistir la subida de tipos y la congelación del capital riesgo. Y no solo son startups.

“Hay mucho proyecto que ha surgido y en otro contexto no hubiera ocurrido. Por ejemplo, Bitcoin no hubiese despegado igual en un escenario de tipos de interés más normales, al 3% o al 4% al menos. Muchos actores se han movido a inversiones más arriesgadas de lo que estaban acostumbrados. La cantidad de pequeños proyectos que se han hundido o directamente eran estafas viene de ahí. En una economía normal también hay estafas, por supuesto, como el Fórum Filatélico, pero lo de esta década ha sido exagerado”, explica Alejandro Nieto, experto en inversión y finanzas, colaborador en El Blog Salmón y autor del libro ‘Inversión en tiempos de tipos bajos‘.

Con esto hace referencia a fraudes como el de Sam Bankman-Fried y FTX, que estalló hace unos meses; o a proyectos que no eran fraudulentos pero sí tuvieron un recorrido anormal que acabó en castañazo y se llevó a gente por delante. Dentro de unos años se estudiará cómo fue posible lo que ocurrió con Dogecoin, por ejemplo.

“Luego hay casos como Uber o WeWork. Son negocios que seguirán porque ya están asentados, ya han pasado por vacas gordas y flacas, pero nunca hubiesen recibido tanta financiación, hubiesen tenido un crecimiento más racional. Otros proyectos paralelos lo van a pasar muy mal, como las empresas del sector de Uber: no puede haber tantas empresas grandes que se dediquen a eso. Como tampoco puede haber tantas criptomonedas significativas. Las grandes sí, pero no muchas más”. La historia crypto es una montaña rusa, pero quizás el último año sea el que sirva para aprender la lección. “Todo se va a racionalizar mucho más”.

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Imagen: Robert Anasch en Unsplash.

Y hay más proyectos empresariales que hemos visto crecer como setas y explotar como pompas de jabón. “Los supermercados de entrega en diez minutos, por ejemplo”, ilustra Nieto. “Puede tener sentido que haya uno en ciudades muy grandes o zonas densamente pobladas, pero si no es así no parece muy viable”. Gorillas hizo mucho ruido en su lanzamiento pero no duró ni un año en España.

“O el tema de los riders en general. El consumidor paga algo simbólico por esos envíos, pero no es un negocio sostenible. Han inculcado hábitos de consumo en la sociedad que quizás permita que estos servicios se mantengan, pero ni habrá tantos actores distintos ni será tan barato. En general ha habido mucho capital para quemar, gente que convencía a inversores con poco más que un PowerPoint”. Inversores que buscaban la rentabilidad que los depósitos tradicionales les negaban.

Remata Tubau el artículo con una frase lapidaria que suena al meme de las fichas de dominó ordenadas por tamaño: “Parece una locura que un banco central, tocando un número, pueda ocasionar tantas consecuencias”.

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Imagen destacada | Javier Lacort con Midjourney.


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Los bancos centrales mantuvieron los tipos de interés 0 durante una década. Hoy sufrimos las consecuencias

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Javier Lacort

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