El desdibujado final del coche: lo que menos nos importará de él en el futuro será el propio coche
Desde hace tiempo vengo rumiando una idea: lo que menos importa en un coche es… el coche. El automóvil está pasando por un punto de inflexión y no sólo hablo del coche eléctrico. La omnipresencia del software va camino de inundarlo todo y reconvertir, por completo, los habitáculos de nuestros coches.
Mi compañero Ricardo Aguilar apuntaba a un tema a finales de 2022 en este artículo: Se nos está olvidando conducir. No tiene ninguna importancia y los exámenes de la DGT lo saben. Y, lo cierto, es que no puedo estar más de acuerdo. Es una idea que he debatido en los últimos días con compañeros de profesión y, en general, todos tenemos sensaciones parecidas.
El punto de inflexión
En general, en la industria sobrevuela la idea de que el coche ha perdido valor en su vertiente más pasional. “En general, se corre menos que hace unos años y está peor visto ir deprisa por la carretera. Aunque ir más despacio tampoco significa que se conduzca mejor”, me confesaba un compañero.
Y estoy completamente de acuerdo con la afirmación. Los coches han ido perdiendo cierto atractivo deportivo y en los últimos años se han ido centrando en mostrarse como un objeto, ante todo, útil para el día a día. Motores, cilindradas, sensaciones al volante han ido, en su mayoría, desapareciendo para ofrecer vehículos más planos y sencillos de conducir.
Estos movimientos del mercado también obedecen de cierto desinterés del gran público hacia sus vehículos. Lo reconocían también desde el RACE y ponían algunos ejemplos: como ya nadie puede tocar la mecánica de un coche, hemos dejado de interesarnos y aprender sobre ella.
Las enormes facilidades que se aportan hoy a un conductor con los asistentes ADAS de ayuda a la conducción tienen una doble vertiente: los coches son más seguros pero el conductor empieza a desentenderse por la conducción y empiezan a valorar todos los añadidos, propios de un smartphone, para el coche.
¿El coche? Algo secundario
Estos alicientes de la industria para conquistar a un público desinteresado por esta vertiente más pasional hace tiempo que se pusieron en práctica, como forma de atraer a los clientes más jóvenes.
En este artículo, junto a mi compañero Javier Lacort, comprobamos cuánto se habían encarecido los coches en los últimos años. Los motivos estaban claros: normas de emisiones más duras y un aumento generalizado en los sistemas de seguridad. ¿Sólo? No, los coches eléctricos también habían aumentado exponencialmente su carga tecnológica.
Un Dacia Logan que en 2015 no tenía (ni se podía incluir en opción) el ordenador de viaje, el navegador o los retrovisores orientables eléctricos en su versión más modesta, hoy cuenta de serie con una pantalla táctil de ocho pulgadas.
Otros dos ejemplos ilustrativos. Renault, que siempre ha destacado por sus anuncios, ya vendía el Clio hace más de tres años haciendo hincapié en sus virtudes para “vivir” dentro del coche y no tanto en conducirlo. El año pasado, nos quiso vender su Renault Captur E-Tech como una alternativa a la bicicleta y los trayectos a pie.
Y, precisamente, en este último aspecto es donde los fabricantes parecen estar poniendo mayor empeño. Las pantallas centrales de los vehículos han crecido hasta el punto de superar las 15 pulgadas, la conectividad es una parte central, los potenciales compradores valoran hacer de su coche un punto wifi rodante y los vehículos de lujo, referentes para los generalistas, llegan a ofrecer televisiones para sus plazas traseras.
Aunque algunas voces señalan que hemos perdido la cabeza con el tamaño de las pantallas, lo cierto es que la industria hace tiempo que vende el futuro de los habitáculos como un nuevo espacio de ocio y trabajo. La conducción autónoma jugará un papel fundamental. De hecho, ya se legisla para poder emitir en streaming mientras el coche circula.
El nuevo Kia EV9 ha centrado parte de su lanzamiento en la importancia de estar cómodo dentro del coche, con butacas para conductor y copiloto que se pueden reclinar y aportan la máxima comodidad mientras el coche está cargando. Yo mismo echo de menos en Android Automotive algunas aplicaciones para sacar mayor rendimiento al software, como acceso al correo electrónico.
Y, para terminar, quizás el mejor ejemplo lo ha puesto sobre la mesa Volkswagen. La compañía ha necesitado contratar a miles de ingenieros chinos para desarrollar aplicaciones que saquen el máximo provecho del habitáculo. Un país donde se utiliza el coche como karaoke o se incluyen cámaras para fotografiarse en su interior. Esto último también lo replica BMW en su iX.
Quizás lo que menos empieza a interesar de un coche es que sea, efectivamente, un coche.
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Fotos | BMW y Xataka
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La noticia
El desdibujado final del coche: lo que menos nos importará de él en el futuro será el propio coche
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por
Alberto de la Torre
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