Rolls-Royce va a abandonar los coupés de gasolina, pero antes se despide con un enorme V12 encerrado en un traje sublime
Tras una década en el mercado, el Rolls-Royce más potente de la historia dice adiós. Hablamos del Rolls-Royce Wraith, el coupé de la firma británica, que con su V12 de más de 600 CV ha sido su modelo más enfocado al rendimiento y la dinámica.
Recién llegado el Rolls-Royce Spectre, también coupé pero completamente eléctrico, pasa a ser su sustituto natural. Así, la firma británica brinda al Wraith una despedida a la altura.
Lo hace limitadísima serie especial asentada en la conocida Black Badge, pero añadiendo el apellido Black Arrow. Este canto de cisne del Wraith rinde homenaje al mítico Thunderbolt que, equipado con dos V12 de Rolls-Royce, luchó en una encarnizada batalla por convertirse en el “coche” más rápido del planeta a finales de los años 30.
Con la Vía Láctea por techo para aderezar sus 630 CV
Solo 12 unidades de este Rolls-Royce Black Badge Wraith Black Arrow verán la luz, una por cada cilindro de su motor. Si quieres uno, llegas tarde: todas ya tienen dueño, según confirma la marca. Su precio no ha sido desvelado, pero se entiende superará con creces los más de 300.000 euros en los que parte esta lujosa berlina coupé británica.
El Rolls-Royce Wraith Black Arrow se distingue por una estética única y diferencial, pero mantiene su mecánica. Así que en el menú está el poderoso V12 biturbo de 6.6 litros que firma los 630 CV de entrega.
Año y medio para dar con la pintura perfecta. Esta edición de despedida del Rolls-Royce Wraith inspira su diseño en el legendario Thunderbolt, con guiños estéticos a aquel misil sobre ruedas que alcanzó los 575,335 km/h en el desierto de Bonneville (Utah) en 1938.
El Thunderbolt era plateado, aunque su lateral fue pintado con flechas negras con un círculo amarillo en su interior, para poder cronometrarlo correctamente. Y todo ello se ha trasladado a este Wraith con la elegancia y el mimo que exige la lujosa firma británica.
Así, viste su carrocería en gris Celebration Silver que se difumina en la zona trasera pasando a negro Black Diamond. Sobre esta última se ha aplicado una capa ‘Crystal’, que se pule durante más de 12 horas, para mejorar la transición entre ambas tonalidades. Y el resultado es una espectacular pintura bitono que han tardado en desarrollar nada menos que 18 meses.
La guinda la ponen acentos en amarillo brillante Bright Yellow, presentes en las salidas de aire del frontal o las llantas, pero también en los puntales en forma de V del que se avistan tras la parrilla delantera o en la base de fibra de carbono El Espíritu del Éxtasis.
Con el cielo estrellado por techo y no uno cualquiera. El Rolls-Royce Wraith Black Arrow goza de elementos aún más espectaculares en su interior. Si bien la mirada se va irremediablemente a los llamativos asientos de cuero, también en Bright Yellow, el techo imita el mismo firmamento a base de 2.117 “estrellas” de fibra óptica.
Todas ellas inmortalizan la mismísima Vía Láctea tal y como se veía el 16 de septiembre de 1938, momento en el que el Thunderbolt firmó su impresionante marca sobre las salinas de este desierto norteamericano.
Pero no es lo único, también encontramos un reloj junto a la pantalla multimedia, inspirado en las instrumentaciones analógicas de los años 40 y con acentos en amarillo, también presentes en el volante, el salpicadero o los paneles de las puertas. Además, sobre el salpicadero aparece sobreimpresionado un esquema del V12 y la flecha negra queda sobreimpresionada en los umbrales de las puertas.
En definitiva, una joya que ya desde su concepción nace para ser objeto de deseo de coleccionistas. No en vano hablamos del último coupé de la marca con motor V12, lo que supone una doble despedida y el fin de una era para la llegada de la electrificación. Larga vida al Wraith.
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Rolls-Royce va a abandonar los coupés de gasolina, pero antes se despide con un enorme V12 encerrado en un traje sublime
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Motorpasión
por
Alejandra Otero
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