Los chalecos antibalas afrontan una revolución. Demos las gracias a las proteínas
En 1965 Stephanie Kowlek, química en DuPont, sintetizó por primera vez el Kevlar, una poliamida extraordinariamente resistente. Tras solucionarse algunos problemas para su procesado, el nuevo material comenzó a comercializarse en 1972 y se convirtió en referente absoluto en la fabricación de chalecos antibalas. No ha habido alternativas llamativas desde entonces, pero ahora tenemos un candidato.
Uy, esto debe ser un error. Kwolek estuvo involucrada en el desarrollo del elastano —más conocido por su nombre comercial, la licra—, pero en DuPont buscaban un compuesto que pudiese sustituir al acero que se usaba en las ruedas. Experimentó con poliamidas y en un momento dado obtuvo un filamento delgado, opaco y lechoso que parecía simplemente un resultado erróneo del experimento. Resulta que aquel material era increíblemente resistente, y aquello desembocó en la creación del kevlar.
Chalecos antibalas. El material ha sido clave para el desarrollo de chalecos antibalas ligeros y resistentes que aun sin ser infalibles, son ya parte fundamental de la protección de la policía o los militares. Han sido varios los intentos por crear tejidos más livianos y de mejor rendimiento, pero suelen ser muy costosos y el kevlar sigue siendo referente.
Proteínas. Sin embargo, hay una posible revolución a la vista. Un equipo de investigadores de la Universidad de Kent en Reino Unido ha creado una familia de materiales sintéticos basados en proteínas que podrían ir más allá de lo que hasta ahora conseguían materiales como el kevlar.
Talina. La proteína usada, llamada talina, se ha usado para crear una familia de materiales de hidrogel llamados TSAMs (Talin Shock Absorbing Materials). Los investigadores explicaban cómo esta molécula “contiene una serie de dominios de conmutación binaria que se abren bajo tensión y se repliegan de nuevo una vez que la tensión disminuye”.
Impactos supersónicos. En sus pruebas el nuevo material demostró ser capaz de absorber el impacto de proyectiles a 1,5 km/s, lo que supone ir mucho más allá de la velocidad supersónica de cerca de 343 m/s. Es también mucho más de la velocidad que alcanzan normalmente los proyectiles de un arma de fuego, que viajan a entre 0,4 km/s y 1 km/s.
Protegiendo a los astronautas (y sus naves). Otro aspecto interesante de estos materiales es que preservan los proyectiles tras el impacto, lo que por ejemplo permitiría capturar basura espacial para el estudio y desarrollo de trajes espaciales y otros equipos de protección en el sector aeroespacial.
¿Adiós, kevlar? No tan rápido. El equipo que ha creado estos materiales creen que tienen el potencial de absorber la energía cinética de las balas o metralla mejor que blindajes hechos de cerámica y de compuestos reforzados con fibras. Además los chalecos y blindajes basados en TSAMs podrían ser más ligeros, pero por ahora los resultados forman parte de un estudio preliminar prometedor pero que aún no ha sido revisado por pares.
Imagen: Dupont
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Javier Pastor
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