Seamos sinceros: con el coche eléctrico, a BMW ya no le interesamos y Toyota aún está en duelo por el fin del coche de gasolina
El ser humano es un animal de costumbres. Nos cuesta cambiar de actitud, de hacer y de parecer. Lo conocido, aunque en ocasiones sea malo, da cierta tranquilidad. Se tiene así una falsa sensación de seguridad.
Parece que los humanos estamos hechos así. Pero al mismo tiempo, una fracción de nosotros adopta las novedades con más entusiasmo e incluso fomenta ese cambio. De cierto modo es lo que está pasando con el coche eléctrico.
Con la llegada del coche eléctrico, lo que está cambiando no es sólo el tipo de energía que mueve el coche que cambia, sino nuestras costumbres. Y no hablo aquí de la necesidad de enchufar cada noche el coche, sino de la esencia del coche como objeto pasional.
La electrificación no tiene por qué ser una sentencia de muerte para el carácter divertido de este medio de transporte. Y de hecho, no lo es. Hay ejemplos que lo demuestran, pero el coche eléctrico es simplemente una muestra más de ese cambio de tendencia.
Durante décadas hemos vivido la cultura del coche. Poseer un coche era una necesidad, pero también un instrumento de libertad de movimiento. Hoy, para muchos el coche ya no lo representa.
Cada vez hay menos interés por los coches o por sacarse el carnet de conducir y, ya sea en España o a nivel global, la cultura del automóvil está en vías de extinción. Y si hablamos del coche como un objeto pasional, la situación es aún peor. Y a los que nos gustan los coches, el tiempo se nos acaba.
Ah, que te gusta conducir. ¿Y?
No es algo generalizado, todavía, pero marcas que llevaban en su ADN el placer de conducción lo han abandonado hace ya unas cuantas generaciones de modelos. ¿Te gusta conducir? Da igual, no interesa.
El ejemplo más clamoroso y lleno de simbolismo es el de BMW. Hace una década, cualquier modelo de la marca era una delicia de conducir. Los ingenieros cuidaban tanto la vertiente confort como deportiva de cada modelo.
Ya fuese un BMW 120d, un plácido 318i o un M6, conducir cualquiera de ellos es un placer. Pero con la electrificación, el placer de conducir quedó relegado a un segundo plano.
Los modelos que realmente aportan un placer de conducción son cada vez más raros y caros. Sí, todavía propone algunos modelos, como el Serie 2 Coupé, el Serie 4 o los BMW M, por supuesto, y las series especiales, como el M2 CS, el BMW M4 CSL o el ultralimitado nuevo 3.0 CSL, pero dentro de la gama son la excepción y no la regla. Citando a Kevin Williams, si nos gusta conducir, ya no le interesamos a BMW.
La marca parece haberlo apostado todo a la tecnología y la conectividad. Y para marcar esa ruptura con el pasado, el diseño de los nuevos modelos es todo menos consensuado. Además, la marca se niega casi obstinadamente a reconocer que tiene sus detractores, llegando incluso a burlarse de ellos. Y esto significa que el cambio es visto por la marca como inevitable.
En los nuevos modelos de la marca, empezando por el BMW iX y siguiendo con el BMW i7, el apartado placer de conducción queda prácticamente relegado a una nota a pie de página. El iX, con su peculiar diseño, es un excelente coche y muy lujoso.
Lo más llamativo del BMW i7 es la mega pantalla de cine que hay para las plazas traseras. Y las pantallas táctiles en cada puerta para controlarlo todo. Pantallas, pantallas, más pantallas.
Todavía no pude probar el BMW i7, pero sí el BMW iX. Y es un excelente coche, muy rápido y cómodo, pero que no se mueve como un BMW. Claramente, la prioridad ha sido el confort y no el dinamismo. De hecho, es el dinamismo es inexistente. Diez años atrás, BMW no se habría atrevido a sacar un coche tan poco dinámico al mercado. Claramente, a BMW ya no le interesa la clientela que es capaz de apreciar y valorar cómo se mueve un coche. Los tiempos han cambiado.
Y en el inicio de estos cambios, va Lexus y desvela un prototipo funcional de coche eléctrico con cambio de marchas manual y pedal de embrague. ¿Para qué, si un eléctrico no necesita ninguno de esos dos elementos? A lo sumo, un par de marchas, como en el Porsche Taycan. Pero no un cambio de seis marchas y menos un embrague.
El duelo del coche de gasolina
Lexus quiere lanzar en un futuro al mercado un coche eléctrico que se comportaría y conduciría como un coche de combustión interna. La marca quiere responder así a la pregunta de cómo se aporta placer de conducción en la era del coche eléctrico.
Sin embargo, no puedo dejar de pensar que es una manera de intentar hacer el cambio más llevadero. Toyota es el último de los grandes grupos industriales en lanzar modelos eléctricos.
Y con este cambio manual es como si el grupo Toyota, al que pertenece Lexus y que debería haber sido el primero en rivalizar con Tesla por sus décadas de experiencia en la electrificación de los coches, estuviese en la tercera etapa del duelo.
Primero fue la negación. Toyota la tomaba con Tesla en 2020 y afirmaba en 2021 que “aún es pronto para centrarse en los coches eléctricos porque no es lo que los clientes quieren”. Luego vino la segunda fase, la ira. Una fase en la que a finales de 2021 Toyota presentó una quincena de concept cars de coches eléctricos, como diciendo “quieres coches eléctricos, pues toma coches eléctricos”.
Y con este cambio manual simulado para coches eléctricos y deportivos de Lexus, Toyota parece estar en la tercera fase, la negociación. “Vale, aceptamos coche eléctrico, pero quiero poder cambiar de marchas porque me gusta conducir”. Todavía le quedarían dos fases, la depresión y la aceptación.
Por supuesto, esto no son más que conjeturas. Al fin y al cabo, también es posible que en Lexus hayan visto la oportunidad de poder diferenciarse del resto de la competencia, algo esencial cuando se llega el último a la fiesta y el resto de participantes ya han definido su imagen en el mercado.
Y Lexus, que en Norteamérica a diferencia de Europa todavía le queda algo de imagen de coche prestacional, quiere ser el nuevo BMW, recogiendo en la era del coche eléctrico la clientela que no se reconoce en la actual y futura BMW.
El fin de la era de la conducción por gusto
Sin embargo, me temo que de las dos marcas, la que está en lo cierto es más bien BMW. Es verdad que un coche eléctrico puede ser realmente deportivo. Porsche lo ha demostrado con el Taycan, obviamente, pero no es el único.
Un Tesla Model 3 Performance es a nivel dinámico un duro rival para un BMW M3 o un Alfa Romeo Giulia Quadrifoglio, aunque en términos de sensaciones no sea exactamente lo mismo y la manera de conseguirlo difiere notablemente entre un eléctrico y un gasolina. Incluso un CUPRA Born eBoost tiene su pizca de diversión al volante.
El problema es que estamos en la era de lo virtual. Una era en la que moverse está cada vez más sobrevalorado. Digitalizarlo todo ha permitido grandes avances y dado oportunidades en el mundo del motor a quienes antes no podían acceder a él.
Es el caso de los e-Sports. Correr en Le Mans o Nürburgring en una competición virtual es más asequible que hacerlo con un coche y equipo de verdad. No es lo mismo, evidentemente, pero la pasión está ahí de todos modos.
Lo malo es que esa pasión, luego, ya no se traduce en un coche real. Los precios son los que son, por desgracia, pero no se traduce aunque sea un viejo Mazda MX-5 NB con 250.000 km o un viejo Fiat Panda 100 HP para hacer curvas. La experiencia de conducir y lo gratificante que pueda ser ha pasado a un segundo plano.
La mejor prueba de ello es que cuando se habla del Tesla Model 3, se habla más de su batería, de su pantalla, de las capacidad de su software, que si aparca o conduce sólo, que si cámaras o mejor un radar para la conducción autónoma, etc.
De vez en cuando, sí se menciona su 0 a 100 km/h. Dato, en el fondo, casi irrelevante en la vida real y que no define el carácter deportivo de un coche, pero que es muy útil en redes sociales para callar a todo petrolhead que ose criticar el coche (porque por muy bien que vaya, tampoco está exento de críticas). De lo que casi no se habla, sin embargo, es de lo bien que va cuando hay curvas.
Viendo esto, para qué molestarse en hacer que un coche sea divertido y gratificante de conducir o simplemente eficaz a nivel dinámico. BMW ha optado por dar lo que la clientela parece pedir, mientras que Lexus parece querer recoger el testigo de BMW y atraer en un futuro cercano a los que se sienten abandonados por el resto de marcas, como lo hace Hyundai con su sello N acogiendo a los decepcionados de Volkswagen, Peugeot y Renault.
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Seamos sinceros: con el coche eléctrico, a BMW ya no le interesamos y Toyota aún está en duelo por el fin del coche de gasolina
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Motorpasión
por
Daniel Murias
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