Razón contra emoción: la película “Le Mans” de Steve McQueen que apela al amor entre hombre y máquina
Hace más de 51 años desde que se estrenó la película documental “Le Mans”, de Steve McQueen: todo un referente para los amantes del automovilismo, pero no así para el resto de espectadores en general. Al parecer, ni siquiera McQueen se mostró satisfecho al 100 % con el resultado global, y no asistió al estreno.
La producción fue un poco caótica (incluso hay un documental sobre ello) y el actor pronto se vio obligado a ceder el control creativo de lo que nació como un proyecto de lo más pasional y acabó resultando algo descafeinado.
Sin apenas trama o diálogos, los petrolhead más nostálgicos de una de las épocas más icónicas y evocadoras del automovilismo nos quedamos con las escenas reales de competición pura y dura, que sí consiguieron su objetivo. Estas se rodaron en la edición de las 24 horas de Le Mans de 1970.
La épica de las carreras en su época dorada llevada a la gran pantalla
Como se muestra en la escena de la mítica salida de la carrera, la película es capaz de captar a la perfección la esencia de la competición y de lo que significaba el Campeonato de Resistencia en la que fue su época dorada.
También intenta transmitir, en sus 106 minutos de duración, la emoción que suscitaba entre los aficionados ver cómo un puñado de locos de la velocidad, a los que admiraban por ser casi “super hombres”, se jugaban la vida literalmente, tratando de domar a sus bestias en cada carrera.
Y de qué manera. Sin apenas ayudas electrónicas y en condiciones de seguridad a años luz de las que prevalecen hoy en día, no es de extrañar que generasen admiración e incluso “cierto tipo de adicción” en un contexto histórico en el que la cultura del automóvil estaba muy presente a este y al otro lado del charco.
El equipo de McQueen quiso llevar toda esa pasión a la gran pantalla y, para ello, nada mejor que rodar la inmensa mayoría del film en la edición de 1970 de las 24 horas de Le Mans: una carrera en la que los míticos Porsche 917 y los brutales Ferrari 512 se enfrentaron a muerte y alcanzaron velocidades de vértigo que hasta entonces se antojaban de otro planeta.
Es complicado mirar hacia aquella época sin apelar a la nostalgia y obviar que no todo era precisamente perfecto ni de color de rosa. En realidad eran tiempos difíciles en los que la muerte en carreras como Le Mans era algo demasiado común, pero es imposible no ponerse romántico con los coches los pilotos y el escenario que nos trae la película.
‘Le Mans’ nos permite ver y escuchar las máquinas y el circuito de una forma que ninguna otra película de carreras ha conseguido hasta ahora (No, ni siquiera ‘Rush’).
Cerca del final del film, cuando le preguntan a Steve McQueen si vale la pena arriesgar tanto en la competición él responde: “Correr es la vida… todo lo que hay antes o después es sólo una espera”.
El afán de “The King of Cool” era unir sus dos grandes pasiones y llevar al gran público al mundo que más amaba. Quizá no lo consiguió con la inmensa mayoría de los espectadores, pero sí lo logró con muchos de los que amamos la relación tan pura que siempre ha existido entre hombre y máquina.
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Irene Mendoza
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