Hemos encontrado un chicle de más de 6.000 años (y la cantidad de información que contiene es alucinante)

Hemos encontrado un chicle de más de 6.000 años (y la cantidad de información que contiene es alucinante)

Lola tenía los ojos claros y la piel y el pelo morenos. Comió pato con avellanas, sufría una infección de encías y vivía en las inmediaciones de Rødbyhavn, al oeste de la isla danesa de Lolandia. Cuando digo “vivía” lo digo con conciencia: vivía allí hace unos 6.000 años. Lo más flipante no es esto: lo más flipante es que todo esto lo sabemos por un chicle.


Un chicle de 6.000 años de antigüedad. Bueno, todo no. El nombre de la chica no lo conocemos, los investigadores la llamaron Lola en honor a la isla donde fue encontrada. Todo lo demás, ha sido “extraído” de un trozo de brea (o alquitrán) de abedul. Esta sustancia, que surge durante la quema de la corteza de abedul, se usa desde el paleolítico para elaborar herramientas y armas por sus propiedades adhesivas.

No obstante, en los últimos años varios grupos de investigación de toda Europa se habían encontrado con trozos de brea con marcas de dientes. La duda que manejaban los arqueólogos era si mascaban el “pegamento” para ablandarlo o se usaba como una especie de chicle (aprovechando que, además, esta sustancia tiene también propiedades antisépticas y antibacterianas).

Cuando el ADN antiguo dejó de ser ciencia ficción Hasta hace relativamente poco tiempo, este era el tipo de dudas que ni siquiera llegaba a plantearse en serio: solo un golpe de suerte podía resolverlas (y no de forma concluyente), así que teorizar sobre ello era un entretenimiento interesante, pero poco más.

Sin embargo, cuando los investigadores de la Universidad de Copenhague descubrieron la piedra de la imagen en el yacimiento de Syltholm, tenían algo que una década antes hubiera parecido ciencia ficción: unas muy desarrolladas técnicas de lectura y secuenciación de ADN antiguo; unas técnicas que permiten extraer una cantidad desproporcionadamente alta de información. Sobre todo, si tenemos en cuenta que hablamos de un chicle de brea.

Lo que esconden los chicles (prehistóricos). Analizando el ADN que encontraron en el chicle y buceando en mutaciones que ya conocemos bien, descubrieron que la chica muchas de las características físicas de la chica (pelo oscuro, piel morena, ojos claros); descubrieron también que era intolerante a la lactosa, que tenía el virus de Epstein-Barr y que, bueno, portaba dos cromosomas X.

Pero la situación no se quedó ahí. Fundamentalmente, porque había mucho más material en ese chicle. Los investigadores encontraron las bacterias y virus que debía tener Lola en la boca. Encontraron cosas normales, pero también pruebas que apuntaban a una periodontitis (algo que, de paso, apoya la idea de que pudiera usarse el chicle como medicamento). Por último, y por sorpresa para los arqueólogos, en el chicle había también material que señalaba que la chica había comido pato y avellanas antes de mascarlo.

Las nuevas puertas del pasado. El uso del ‘ADN antiguo’ ha sido muy polémico. No porque no nos aporte una información valiosísima (que lo hace), sino porque a menudo no se pone en contexto con otras pruebas arqueológicas y genera narrativas sensacionalistas. No obstante, cada vez está más claro que a medida que pasan los años, esos problemas van desapareciendo y nuestra forma de mirar al pasado se vuelve más orgánica, más profunda y más llena de sentido. Quién iba a decirnos que las claves de la historia remota de la humanidad iban a estar en el futuro.


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Hemos encontrado un chicle de más de 6.000 años (y la cantidad de información que contiene es alucinante)

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Xataka

por
Javier Jiménez

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