La parte 3 de ‘Love, Death & Robots’ en Netflix sorprende con algunos de los mejores episodios de la serie
La naturaleza irregular de ‘Love, Death & Robots’ es indiscutible. Cualquier serie episódica lo es, pero muy a menudo, producciones que van de ‘Twilight Zone’ a ‘Black Mirror‘, pasando por ‘¿Qué pasaría si…?’, ‘American Horror Story’ o ‘Fargo’ tienen similares valores de producción, lo que da a sus distintas historias cierta uniformidad. Eso no sucede con ‘Love, Death & Robots’, donde los desequilibrios entre sus historias es parte de su atractivo.
Tanto en tono como en atmósfera, duración o técnica, cada uno de sus espisodios es una propuesta autocontenida, y es inevitable por ello que cada espectador encuentre valores completamente diversos en cada uno de ellos. Habrá quien prefiera los episodios más arties y quien venga a buscar la última tecnología en animación hiperrealista por ordenador. Habrá quien prefiera las historias de acción en el espacio y quien encuentre más satisfactorias las pequeñas sátiras humorísticas.
Todas las opciones son válidas, pero lo cierto es que unas pocas características han vertebrado las dos primeras temporadas hasta ahora. Unas interesantes, otras no tanto. La primera y más importante, todos los episodios son técnicamente impecables, aunque los más avanzados en lo visual son los que peor han envejecido. Solo hay que comparar los más ambiciosos en ese sentido de la primera temporada, como ‘Más allá de Aquila’, con sus equivalentes en esta tercera.
Particularmente, prefiero los episodios que usan la animación CGI con formatos expresivos tradicionales, como el estupendo cuento navideño de horror ‘Por toda la casa de la temporada 2, que imita la animación stop-motion de marionetas, o ‘Hielo’, también del segundo año, con un cruce perfecto entre la animación tradicional y la estética pulidísima del CGI. O, directamente, los experimentos CGI inclasificables por su estética, como aquel enloquecido ‘Servicio al cliente automatizado’ que abría también la temporada 2.
Una temporada 3 mejorada
Y entre los problemas que había en las dos primeras temporadas, tenemos un abrumador punto de vista masculino que llega a ser hasta problemático en episodios como ‘La testigo’ y ‘Más allá de Aquila’ en la temporada 1, o ‘Nieve en el desierto’ en la 2. Por supuesto no nos vamos a escandalizar por algún desnudo que otro, pero la forma de visualizar el erotismo tiene la contundencia y la provocación de un eructo adolescente: a menudo los episodios tienen un molesto tono de “tías en pelotas, mira qué maduros somos” que echan por tierra propuestas tan interesantes como las anteriores.
Por suerte, esto se corrige en la temporada 3, donde sus creadores parecen haber reflexionado sobre qué funcionaba y qué fallaba en entregas anteriores. La mejor prueba es el soberbio ‘Jíbaro’ que cierra esta nueva tanda: erótico y provocador, indaga en las posibilidades expresivas del CGI con una propuesta atrevida y una sofisticación única en el uso del sonido y el movimiento con un enfoque, este sí, genuinamente adulto. El episodio es la cima técnica de la temporada 3, pero me atrevería a decir que no quedará tan desfasado dentro de un par de años como aquel flojo ‘Cobijo’ del segundo año.
No es el único episodio redondo de este año: con un tono absolutamente opuesto, el delicioso ‘La noche de los minimuertos’ usa el efecto tilt-shift que simula maquetas para narrar una invasión zombi desde su origen hasta sus últimas consecuencias. Cada viñeta que presenta es casi un homenaje a un tipo de películas de zombis o a secuencias icónicas y rebosa humor descerebrado y con muy mala leche, al usar como buen juicio el impacto deshumanizador de sus visuales.
También es muy destacable ‘El propio pulso de la máquina’, una pieza de ciencia ficción lisérgica (que, curiosamente, tiene el mismo punto de partida que la mencionada y olvidable ‘Cobijo’) y que plantea una ambiciosa y alucinógena odisea planetaria donde destaca su imaginería visual, que a ratos recuerda a los comics de ciencia ficción franceses de los ochenta, a lo ‘Metal Hurlant’. Un experimento con mimbres también de animación tradicional, como el inferior pero muy divertido ‘Equipo mortal’.
De hecho, hay pocas pegas que ponerle a la temporada. Solo algún episodio como ‘Las ratas de Mason’ o ‘Sepultados en salas abovedadas’ están por debajo de la media, y en cualquier caso, son muy disfrutables en ambos casos. Pero en general, los episodios desbordan creatividad y no incurren en los algo bochornosos enfoques de otras temporadas: de la ciencia-ficción pura (y dura) basada en un relato de Bruce Sterling, ‘El enjambre’, a la secuela del icónico ‘Tres robots’, más divertido y venenoso aún que su precedente.
Finalmente, cabe destacar la propia aportación de David Fincher a esta tanda, el extraordinario ‘Mal viaje’, visualmente abrumador y que tiende un puente hacia una zona del fantástico hoy pasada de moda: los relatos de horrores marinos a lo William Hope Hodgson. El conjunto es más compacto y uniforme que otras temporadas y nos ha devuelto la esperanza en que haya más y mejor en próximos años. Desde luego, el talento está sobre la mesa.
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John Tones
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