Wordle ha triunfado tanto que camina hacia su muerte: ya tiene una versión impresa en formato pasatiempo
En su historia de éxito meteórico Worlde ha vuelto a la casilla de salida. Empezó como un juego online fácil, ágil y cómodo, un pasatiempo sin grandes complicaciones para distraerse en los ratos libres con ayuda del móvil u ordenador. Se parecía a un crucigrama, dejaba las sensaciones de un crucigrama, enganchaba como un crucigrama, pero… —y he aquí gran parte de su éxito— ¡No era un crucigrama! Ahora, varios giros de guion después, el juego que se hizo viral por permitir una única partida al día ha acabado derivando en un libro, un formato impreso con 500 rompecabezas.
Que haya una editorial que quiera aprovechar el tremendo tirón de Wordle entra en lo razonable. Y esperable. Lo llamativo de Wordle Challenge 500 puzzles to to anywhere, anytime es que, en cierto modo, renuncia a parte de la “fórmula del éxito” que ha hecho que la versión original, la online, atrape a cientos de miles de usuarios en todo el mundo y se versione a varios idiomas.
Un viaje de ida y vuelta
Tanto la estética como la dinámica del libro, al menos por lo que avanzan sus creadores, es similar a la del diseño original de Josh Wardle; pero la versión impresa juega con una idea que se distancia de la original: incorpora 500 rompecabezas y te permite cubrir más de uno al día. De hecho, ese es uno de los reclamos con los que se publicita. Una de las peculiaridades de la web es que deja completar una sola pantalla por jornada, una única partida, sencilla, sin más pretensiones, un divertimento pensado para que no lleve más de cinco minutos y mantener al usuario con ganas de más.
Junto a su sencillez y estética minimalista forma parte del encantador aura anacrónica que se ha ganado a personas de todo el planeta. Hace un par de meses, Daniel Rodríguez, el desarrollador colombiano que ha versionado Wordle al español, reconocía que esa limitación forma parte del ADN ganador que ha dado vida y aire al juego. Él mismo explicaba a Xataka que, tras preparar la edición en castellano, hubo quien le planteó que levantara esa restricción de las 24 horas entre partidas. Se negó. “Mucha gente me lo ha pedido, pero la magia del juego es no hacer eso”, comentaba.
El lanzamiento de una versión impresa es solo un capítulo más en la crónica “hiper acelerada” de Wordle, que empezó sin más pretensiones que ayudar a pasar el rato de una forma sencilla, rápida y, de paso, exprimir alguna neurona. Su creador, Josh Wardle, un programador informático de origen británico, lo desarrolló para su pareja, aficionada a los crucigramas de The New York Times.
Los primeros pasos del juego fueron a escala familiar, con parientes y amigos. De aquel pequeño ruedo doméstico no tardó en dar el salto en octubre de 2021 a las cifras mayúsculas y crecimientos exponenciales, casi pandémicos. En noviembre sumaba 90 jugadores diarios, dos meses después eran más de 300.000. Para finales de enero de 2022 había millones de personas disfrutándolo.
Algo parecido ocurrió con la versión en español. En su primer día hubo mil personas que se enfrentaron al reto de descubrir la palabra secreta. El segundo eran ya 20.000, 40.000 al tercero y 52.000 al noveno. El éxito del juego fue tan arrollador que dejó alguna historia curiosa.
Quizás la más sorprendente de todas sea la del desarrollador Steven Cravotta, que hace cinco años lanzó una app con el mismo nombre —la de Wardle, lo habrás notado, es un juego de palabras con su apellido— que pasó sin pena ni gloria por la App Store. Tras darla casi por perdida, Cravotta se encontró de repente con un pico brutal de descargas. ¿El motivo? Que mucha gente llegaba a su aplicación buscando la de Wardle. Las ganancias se dedicaron a un programa educativo.
Con semejante historial de éxitos Wordle no tardó en captar el interés del mundo editorial. El 31 de enero The New York Times anunciaba que había comprado el juego por una cantidad “de siete cifras” para enriquecer su oferta de pasatiempos. Al anunciar la operación, la compañía propietaria del diario explicaba que el acceso “inicialmente seguirá siendo gratuito”. En el mismo comunicado deslizaba, eso sí, que los juegos son una pieza “clave” en su estrategia para captar usuarios. Desde 2011 aplica un modelo de pago para la mayoría de su contenido. Los pasatiempos, campo en el que el rotativo americano tiene una larga experiencia, exigen de hecho su propia categoría de suscripción.
Aquello supuso ya un primer giro en la breve historia de Wordle. “Este paso me parece muy natural”, explicaba Wardle tras recordar que los pasatiempos de The New York Times habían tenido un papel importante en los orígenes de su creación. El nuevo formato impreso, Wordle Challenge, marca un paso más en la deriva de su creación, cada vez más posicionada en el foco editorial.
La gran pregunta es: ¿Acabará esa historia convirtiendo a Wordle, un formato exitoso precisamente por diferenciarse de los crucigramas convencionales en el más convencional de los crucigramas?
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La noticia
Wordle ha triunfado tanto que camina hacia su muerte: ya tiene una versión impresa en formato pasatiempo
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Carlos Prego
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