Cada vez hay más apps que “traducen” los ruidos de tus mascotas. Lo más probable es que no sirvan de nada

Cada vez hay más apps que

Hace un par de meses un equipo de científicos de la Universidad de Eötvös Loránd, en Hungría, publicó un estudio con una conclusión cuanto menos curiosa: tu perro puede entenderte. O en parte, al menos. Como mínimo es capaz de saber si le estás hablando en tu idioma, el que te escucha con frecuencia y que empleas a diario para dirigirte a él, o en otro extranjero. No es la única investigación que dibuja cierto espacio de entendimiento entre nuestras mascotas y nosotros. Otro estudio reciente concluye que los canes son capaces de entender un promedio de 89 palabras y frases y expertos japoneses han demostrado que los gatos, como mínimo, reconocen sus nombres.

La cuestión es: ¿Podemos comunicarnos realmente con nuestras mascotas? ¿Hay formas de entenderlas con claridad? ¿Y de hacernos entender de forma más precisa? Desde hace años hay aplicaciones que aseguran que pueden ayudar. El enfoque varía de unas a otras, pero en líneas generales el objetivo es siempre el mismo: facilitar la comunicación con nuestros perros y gatos. Meow Talk, por ejemplo, asegura que puede pasar los maullidos a un lenguaje “legible”.

¿Es posible “traducir” mascotas?

“Cada gato tiene su propio vocabulario único que usa para comunicarse con sus dueños […]. Esto no es necesariamente un lenguaje, ya que no comparten los mismos maullidos para comunicarse entre sí, pero podemos usar el aprendizaje profundo automático para interpretar los maullidos de un gato individual y traducirlo a un lenguaje legible por humanos. ¡MeowTalk le da voz a tu gato!”, asegura la app, que supera los cinco millones de descargas en Google Play. Quien esto escribe tiene un par de mininos en casa y ha podido probarlo. La aplicación capta los ruidos que emite el animal y los convierte en mensajes breves, del tipo “Estoy cansado”, “Estoy descansando” o “¡Quiéreme!”

El funcionamiento es algo diferente en la app Dog Translator.
Entre sus funciones incluye una lista de imágenes que representan estados de ánimo, como enfado, alegría o sorpresa. Al pulsar cada una, la app emite un sonido. Traductor de humano a perro asegura que “ayuda a traducir” el lenguaje de las personas al de los canes y Cat&Dog Translator se presenta también como un recurso para la comunicación y el juego. Al usarlo pasa supuestamente el sonido de nuestras mascotas a mensajes. Cuando se analiza de forma detallada la descripción que incluyen en la App Store o Google Play, la mayoría de las aplicaciones deslizan que su objetivo es la diversión y el entretenimiento.

La lista sigue. Y es bastante extensa. Cat Translate: Speak to your Kitten, Human-Cat Translator, iCat: Cat Translator, Pet Translator, Dog Translator Simulator, iDog: Dog Translator, Dog Translator: Game for Dogs, Translator For Dogs Prank… Hay disponible incluso un collar, Petpuls, que gracias a la inteligencia artificial y el análisis de aproximadamente 10.000 grabaciones de medio centenar de razas de perros asegura que puede ayudarnos a evaluar las emociones de nuestra mascota. También echa mano del IoT para conocer, por ejemplo, su nivel de actividad.

Aunque no todas las apps funcionan igual, en general coinciden en algunos puntos: la mayoría aluden al concepto “traductor” en su nombre y, de una forma u otra, dan a entender que facilitan la comunicación con nuestros animales. Incluso cuando, al analizar su descripción, reconocen que no pueden decodificar ladridos o maullidos. Algunas ofrecen “traducir” frases humanas y el ruido de las mascotas, otras solo una de esas opciones; las hay que inciden en su carácter divertido, para pasar un buen rato con perros o gatos, y también otras que recalcan el potencial de su sistema de aprendizaje automático y capacidad para, con entrenamiento y tiempo, “dar voz” al animal.

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La pregunta es: ¿Son realmente eficaces? ¿Pueden “traducir” a nuestras mascotas? Los expertos que hemos consultado son, como mínimo, escépticos y animan a tomarse las apps con cautela. Sobre todo si pretendemos basarnos en ellas para tratar o entrenar a nuestras mascotas.

Aoife Ortega, etóloga veterinaria en la Clínica Salvatierra de Madrid, cuestiona su utilidad como herramientas reales de traducción. “Si me dices que te dan un gráfico de expresiones faciales, corporales, en distintas situaciones, te ponen ejemplos… puedes hacerte una idea, pero así no sirven para nada”, explica la experta, que insiste en un error de partida: pretender trasladar la comunicación de los gatos o perros a la humana.

“Extrapolar la conducta humana o los sentimientos a emociones de animales es incompatible. Son especies totalmente distintas. Es imposible que puedas traducir simplemente con un maullido de un gato lo que te quiere decir”, reflexiona Ortega, quien insiste en que otra de las claves que a menudo las apps no tienen en cuenta es el contexto o la propia expresión corporal de los animales, vital para entenderlos correctamente. “Es demasiado complejo como para hacerlo con una aplicación”.

“Los ladridos son parte del etograma, pero si solo evalúas el ladrido y no el contexto o el animal a nivel físico es imposible poder reconocer el comportamiento. Estamos extrapolando conductas como el razonamiento y los animales no razonan. Debemos empezar por ahí. Los animales asocian, no razonan. Es imposible que un animal, perros y gatos, puedan razonar. Si estás utilizando lenguajes que requieren un razonamiento, ya sabes que es imposible. Es incompatible totalmente“.

Ortega advierte sobre los riesgos de basar el trato a nuestras mascotas en lo que nos dicen las aplicaciones. “Al extrapolar la gente malinterpreta conductas y el principal problema que existe en el comportamiento de los animales es por una malinterpretación”, recalca. A quien quiera profundizar, la etóloga le anima a acudir a profesionales y solicitar literatura científica contrastada.

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Escéptico se muestra también Eduardo Polín, doctor en Psicología y experto en aprendizaje y comportamiento animal. “No las conozco en profundidad, pero de primeras me atrevería a decir que no hay mucha base para soportar esas afirmaciones. No existe una traducción literal. Los perros cuando ladran, por ejemplo, no están haciendo lo mismo que cuando nosotros hablamos en otro idioma. No existe esa equivalencia. Desde luego me muestro muy escéptico”, recalca.

“Mi sospecha es que cometen un error importante, que a veces cometemos también con los humanos, y es que cada vez que emitimos algún ruido o vocalización automáticamente le atribuimos una intención comunicativa. Y eso no tiene por qué ser así. Los animales y los humanos muchas veces hablamos, hacemos ruidos, y no necesariamente estamos queriendo decirle a otro individuo algo específico. Es decir, la vocalización no tiene necesariamente una traducción”, abunda. Un ejemplo sería el grito por una herida. Es espontáneo, involuntario, casi un reflejo del dolor que sentimos; pero desde luego no busca transmitir un mensaje a otras personas.

El “punto crucial” para él consiste sin embargo en la importancia que tiene la “función de los comportamientos”, que exige analizar el entorno, las consecuencias… un conjunto de aspectos que las aplicaciones no pueden valorar. “Yo lo que diría es que el concepto de traducción en este sentido es erróneo. Lo que hacen las herramientas no es traducir, sino otra cosa. Hay que tener mucha cautela a la hora de interpretar. Que pueda servir para algunas cosas… ahí no me meto; pero que sea una traducción se me hace difícil de aceptar. Eso seguro”, recalca.

¿Qué dicen las aplicaciones? MeowTalk, por ejemplo, reconoce que cada animal tiene sus peculiaridades, pero insiste en el potencial del aprendizaje automático para interpretar los maullidos, “traducirlos a un lenguaje legible por humanos” y enmarcarlos en nueve categorías básicas sobre su estado de ánimo o actividad. “Cuando le das a la app entre cinco y diez ejemplos de un maullido específico de tu gato puede comenzar a reconocerlo cuando lo escucha”, anota la empresa.

Petpuls —que incluye entre sus funciones un sistema que interpreta el estado de animo de nuestro perro— recalca también su base experimental, creada con más de 10.000 grabaciones de medio centenar de razas con diferentes características. Durante el proceso, explica, sus desarrolladores recurrieron a veterinarios y expertos en animales de compañía, además de centros de investigación. Su herramienta, que ofrece además otros servicios, se basa en la inteligencia artificial y el Deep learning y asegura que tiene una tasa de reconocimiento que supera el 90%.

Aunque juegan con el término “traductor”, palabra que a menudo incorporan en su propio nombre, muchas apps deslizan en su descripción que su objetivo es básicamente lúdico. Ocurre por ejemplo con iCat: Cat Translator, que como conclusión en su ficha de Google Play añade: “Recuerde: este no es un traductor de lenguaje de gatos real, es solo un juego, una simulación. Lo más probable es que se trate de una broma, pero el 95% de los gatos reaccionan y disfrutan jugando juntos”. Otro ejemplo es Dog Language Translator Simulator, que concreta: “Fue creada solo para divertir”.

Al margen de las apps y dispositivos que aseguran ayudarnos a interpretar a nuestros animales, lo cierto es que desde hace tiempo en el ámbito académico se trabaja para comprender mejor cómo se comunican y hasta qué punto pueden entendernos los animales. Además de las investigaciones de la Universidad de Eötvös Loránd o las que analizan cuántas palabras reconocen los perros y gatos, se ha intentado decodificar los sonidos que emiten los delfines o pájaros para facilitar su estudio y hemos ahondado, por ejemplo, en cómo se interrelacionan y expresan los simios.

Ninguno de ellos, eso sí, asegura poder “traducir” literalmente animales al lenguaje humano.

Imágenes Chewy (Unsplash 1 y 2) y Andrew S (Unsplash)


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Cada vez hay más apps que “traducen” los ruidos de tus mascotas. Lo más probable es que no sirvan de nada

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Xataka

por
Carlos Prego

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