‘BigBug’: el director de ‘Delicatessen’ lleva a Netflix una ácida sátira sobre nuestra relación con las máquinas
Es difícil predecir qué nos vamos a encontrar en una nueva película de Jean-Pierre Jeunet. Sus mejores tiempos tuvieron lugar hace décadas, con sus dos primeras películas, ‘Delicatessen’ y ‘La ciudad de los niños perdidos’, que firmó junto a Marc Caró. Tras partir caminos, Jeunet hizo una breve y estimulante inmersión en la saga ‘Alien’ con la película más extraña de la franquicia, ‘Alien Resurrection’.
Desde allí volvió a Francia, donde obtuvo su mayor éxito, ‘Amelie’, una domesticación de sus primeras películas que cosquilleó sensibilidades a nivel global. Después de aquello Jeunet no se ha prodigado mucho, y sus películas han tenido más dificultad para alcanzar un impacto internacional. Al drama ‘Largo domingo de noviazgo’ se sumaron producciones fantásticas más modestas y familiares, como ‘Micmacs’ o ‘El extraordinario viaje de T.S. Spivet’.
Su película para Netflix, recién llegada a la plataforma, era un enigma: ¿volvería a los derroteros de sus primeras películas, aunque nunca se sumergió en la ciencia-ficción pura, u optaría por un cine más sosegado y exportable? La respuesta, por suerte, está más cerca de ‘Delicatessen’ que de ‘Amelie’, y lo mejor es que es Jeunet al doscientos por cien.
‘BigBug’ nos cuenta la inevitable rebelión de las máquinas, que en el mundo que retrata la película, un 2050 completamente tecnificado, es como decir una rebelión de todo. Un grupo de personas muy dispares entre sí se ven encerrados dentro de una casa completamente controlada por inteligencias artificiales, acompañados no solo de sus propios conflictos, sino de los robots programados para las tareas domésticas.
Terminator París
‘BigBug’ tiene más de comedia costumbrista que de película de ciencia-ficción, aunque está claro que Jeunet conoce su herramientas: sabe cómo usar los tropos del cine fantástico en general y de la ciencia-ficción en particular (ya lo demostraba en aquella maravilla en tierra de nadie que era ‘La ciudad de los niños perdidos’) para hablar de las miserias de los humanos con mucha más mala baba de lo que lo conseguiría una comedia realista.
Nuestra dependencia de las máquinas, nuestra sustitución de emociones reales por clones mecanizados, nuestro horrendo gusto estético y nuestras moralidades de andar por casa, todo ello queda retratado en una crítica a la sociedad de consumo que está ambientada en un futuro lejano, pero donde no es difícil ver reflejados muchos tics actuales. Lo variopinto de los personajes permite además que no haya franja de edad ni clase social que quede sin bofetada.
Pero además, ‘BigBug’ se permite unas cuantas ideas muy propias del cine de género: los electrodomésticos de la casa intentando entender qué hace humanos a sus dueños no es una convención muy original, pero aquí está muy bien llevada, con momentos ciertamente ingeniosos y, sobre todo, hilarantes. La estética de dibujo animado de Jeunet le sienta como un guante a estas IAs y brinda momentos de humor memorables.
En general, Jeunet da mucho más de lo esperable gracias a que aprovecha la limitación de espacios y acción propia de las producciones más modestas de Netflix. En este caso esa claustrofobia en la puesta en escena funciona a favor de la película, propulsada gracias a esa estética digital abiertamente artificial de sus últimas películas, y a diseños brillantes para los robots (Einstein es especialmente fascinante). Una sorpresa satírica de inequívoco aroma francés.
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‘BigBug’: el director de ‘Delicatessen’ lleva a Netflix una ácida sátira sobre nuestra relación con las máquinas
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John Tones
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