Miles se presentan, solo el 6% llega: así selecciona a sus astronautas la Agencia Espacial Europea
Nadie dijo que fuera fácil. Ni rápido. Enfundarse el traje de astronauta de la Agencia Espacial Europea (ESA) y acariciar el sueño de viajar al espacio exige afrontar una carrera exigente y apta solo para candidatos con nervios —y paciencia— de acero. Tras medio año de cribado, un largo período que el propio organismo internacional achaca “al gran volumen y calibre de las solicitudes”, la ESA tiene ya la primera lista de preseleccionados para sumarse a su plantilla de cosmonautas.
Son, en total, 1.391 afortunados: 1.362 para la categoría general de astronauta y 29 para la de discapacitados. Pueden parecer muchos, pero no suponen ni siquiera el 6% de las 23.594 personas que habían presentado su solicitud a lo largo de la primera mitad de 2021.
El anuncio lo ha dado la propia ESA, que reconoce que le ha “llevado algún tiempo revisar y responder a todas las solicitudes” e incide en la dureza de la carrera para lucir el parche de agencia. “Es un proceso muy competitivo, incluso cumplir con los criterios iniciales para postularse es algo de lo que estar orgulloso”, recalca Antonella Costa, socia comercial de RRHH de la ESA.
En realidad el proceso es algo más que competitivo. Es también excepcional. El “tren” para convertirse en astronauta de la ESA pasa muy de tarde en tarde. Desde 1977, la agencia había lanzado únicamente tres convocatorias. La anterior databa de hecho de hace una década, 2009, cuando fichó a media docena de los 10.000 candidatos que había preseleccionado.
No apto para impacientes
¿Cómo quedan las cosas tras ese tamiz inicial? De las 23.307 personas que habían optado a la categoría general, han recibido el OK de la agencia 1.362 —el 61% hombres y el restante 39% mujeres—; y de las 287 que se postularon para el programa dirigido a astronautas con algún tipo de discapacidad lo han conseguido 29, de las que el 72,4% son hombres y el 27,6% mujeres.
Aunque la primera criba ha dejado fuera ya a algo más del 90% de los aspirantes iniciales, a la selección aún le restan varias etapas en las que la ESA no prevé aflojar el ritmo. Ni mucho menos. Sus planes pasan por que al final del proceso, previsto para este mismo año, queden solo entre cuatro y seis astronautas. El anuncio de los seleccionados para integrarse a las filas de la Agencia Espacial Europea y aquellos que pasarán a engrosar la lista de reserva se dará hacia el otoño.
¿Qué pasará hasta entonces?
De entrada, los 1.391 preseleccionados deberán enfrentarse ahora a la primera ronda de test, durante la que tendrán que demostrar —detalla la propia agencia— su “rendimiento psicológico” mediante pruebas cognitivas, técnicas, de coordinación motora y personalidad. La agencia asegura que ya ha empezado a citar a los seleccionados para “un día completo de pruebas”.
A quienes las superen les quedará aún un largo camino con otras cuatro “paradas” cruciales: primero se les someterá a una evaluación con pruebas psicométricas, ejercicios individuales y de grupo y otros de tipo práctico; luego se evaluará su estado físico y psicológico poniendo una atención especial a las misiones de larga duración. En la penúltima fase se los someterá a una entrevista en grupo que medirá sus competencias técnicas y de comportamiento y, por último, a modo de guinda, deberán mantener un encuentro con el Director General de la propia ESA.
El proceso es el mismo para todas las vacantes. La única peculiaridad en el caso de aquellos aspirantes con algún tipo de discapacidad física es que deberán someterse a un examen médico en la primera fase y una revisión específica en la cuarta etapa, casi al final del proceso.
Las pruebas de la ESA no marcan en cualquier caso el inicio de la carrera. Como demuestra el elevado porcentaje de excluidos, solo colarse entre los preseleccionados supone ya un logro. De entrada, deben ajustarse a una extensa lista de requisitos, como estar en buena forma física, medir entre 1,5 y 1,9 metros y no tener sobrepeso, gozar de una capacidad auditiva de al menos 25 dB por oído y agudeza visual, no haber cumplido los cincuenta años en el momento de presentar la candidatura y “ser médicamente aptos para desempeñar las funciones de un piloto privado”.
Eso para empezar. Deben saber nadar, disponer de un permiso de conducir, estar dispuestos a pasarse hasta ocho horas diarias bajo el agua, haciendo ejercicios embutidos en trajes de buzo, someterse a pruebas de vuelo parabólico pensadas para simular condiciones de microgravedad y tener una buena capacidad de trabajo en equipo y gestión de situaciones de estrés.
En el caso de los aspirantes a Parastronaut Fly, que busca investigar la viabilidad de enviar al espacio a astronautas con discapacidad física y encontrar formas innovadoras de abordar los viajes, los candidatos deben estar cualificados a nivel psicológico, cognitivo y profesional.
En el dossier de la campaña, la agencia concreta las deficiencias de las extremidades inferiores del cuerpo o de altura que se contemplan, pero recalca que cualquier aspirante debe ser capaz de leer con una “ayuda visual mínima”, disfrutar de una buena capacidad motriz y de ejecución de tareas manuales y estar en condiciones de moverse de forma autónoma. A los seleccionados, la agencia les ofrecerá una plaza en el grupo de reserva y formarán parte de Parastronaut Fly.
“Su trabajo implicará la superación de barreras, realizar una amplia investigación, adaptar los sistemas existentes y posiblemente desarrollar y construir nuevos sistemas. El proyecto buscará soluciones operativas y tecnológicas para que una persona con discapacidad pueda llevar a cabo misiones espaciales, incluido el trabajo como astronauta en la ISS”, detalla.
En cuanto a conocimientos, en 2021 —cuando se lanzó la convocatoria de forma oficial— os contábamos ya el exigente currículo requerido por la agencia europea. Los aspirantes necesitan al menos un máster en Física, medicina, Ingeniería Informática o el título de pruebas experimental. Su nivel de inglés debe ser alto (CEFR C1) y se recomienda disponer de algún idioma adicional. En cuanto a experiencia, se piden al menos tres años de trayectoria profesional.
A mayores es crucial que cumplan un requisito de partida: ser ciudadano de alguno de los países miembros (Austria, Bélgica, la República Checa, Dinamarca, Estonia, Finlandia, Francia, Alemania, Grecia, Hungría, Irlanda, Italia, Luxemburgo, Países Bajos, Noruega, Polonia, Portugal, Rumanía, España, Suecia, Suiza, Reino Unido) o asociados (Eslovenia y Letonia) de la ESA. Como Lituania se sumó al “club” en mayo de 2021, la agencia también ha aceptado solicitudes de sus habitantes.
¿Y una vez finalice todo el proceso? Pues muy sencillo: vuelta a empezar. Más o menos.
Cuando toda la fase de selección haya terminado y el puñado de los futuros astronautas puedan presumir de formar parte de las filas de la ESA deberán empezar su proceso de formación, no menos extensa y dividida también en varios bloques. Básicamente y para ser preciso, en tres.
Durante la primera etapa, de “formación básica”, que dura un año y se desarrolla en el Centro Europeo de Astronautas (EAC), en Colonia, los escogidos reciben, entre otras lecciones, nociones de ruso, formación para lograr una licencia de piloto privado y técnicas de supervivencia. El segundo se centra en los aspectos específicos de la Estación Espacial Internacional (ISS), sus sistemas, cargas útiles, vehículos de transporte… Y permite ya a los “alumnos” realizar tareas para apoyar desde tierra a otros astronautas en activo. El tercer y último peldaño se ciñe ya a las características y necesidades particulares de la misión que le toque desempeñar a cada uno.
Si te preguntas si compensa tanto sacrificio, más allá de ser uno de los pocos privilegiados que pueden disfrutar de la experiencia de participar de forma activa en una misión espacial, la ESA no tiene reparos en concretar las condiciones laborales de sus astronautas.
A los candidatos seleccionados —quienes se sumarán a sus filas, no a los que integrarán las listas de reserva— se les ofrece un contrato de personal de cuatro años prorrogables por tiempo indefinido. Su puesto pertenecerá a la categoría de grado A2-A4 de la escala salarial de las Organizaciones Coordinadas, con un salario neto base mensual de entre 5.400 y 8.600 euros, en función de los años de experiencia. En cuanto a las vacaciones, ofrece seis semanas de descanso pagado al año más 12 días festivos adicionales. Si eres de otro país te garantiza facilidades especiales.
Los que pasan a la reserva, una veintena, seleccionada de entre los mejores finalistas no son contratados como miembros del personal de la ESA; pero se les ofrece la oportunidad de formarse en la EAC de Alemania, donde deberán permanecer una semana al año. Para garantizar que siguen cumpliendo los requisitos la agencia les exige que mantengan una certificación médica anual.
Imágenes | Samantha Cristoforetti y ESA
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La noticia
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Xataka
por
Carlos Prego
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