‘Fundación’ cierra una primera temporada de decisiones controvertidas e innumerables aciertos
Nuestro entusiasmo ante el arranque de ‘Fundación’ estaba más que justificado. La saga de libros de Isaac Asimov es, debido a la amplitud de foco temporal y espacial que abarca, literalmente inadaptable. Los cambios eran obligados si se quería aspirar a una narrativa medianamente convencional y unos personajes de complejidad suficiente para soportar el impacto de las complejas tramas de sociopolítica cósmica de las novelas.
Hablábamos de cómo la serie acertaba al plantear bajar a tierra una serie de conflictos entre civilizaciones que en las novelas se describen de forma muy abstracta, a veces solo contando, por ejemplo, la culminación de una guerra de décadas entre dos planetas. También juzgamos positivamente que ‘Fundación’ arrancara escogiendo unos cuantos anclajes (Salvor Hardin, Gaal Dornick, Hari Seldon, el Emperador y poco más) y describa las tramas a trav´és de sus ojos.
Es decir, aunque los aficionados a la ciencia-ficción más dura puedan preferir el formato de intrigas en despachos y de planetas borrados de un plumazo en el tiempo que se tarda en volver una página, ‘Fundación’ en Apple TV+ escoge la mucho más razonable -y comercial- vía de dotar a la historia de cierta estructura de serie tradicional. Ese acierto permanece durante toda la temporada, pero lo cierto es que no siempre mantiene el interés debido a una trama que no se distancia en términos generales de la literaria, pero sí que se entretiene durante episodios en otras cuestiones.
Por ejemplo, aunque es necesario polarizar los bandos que se enfrentan en este universo, la narración de las rebeliones y los conflictos que arrancan en Trantor no siempre mantiene el mismo nervio, y hay momentos de idas y venidas de rebeldes, fieles al Imperio y ataques a la Fundación que generan un abismo de interés considerable en el último cuarto de la trama. Por suerte, la serie hace gala de una espectacularidad y una inventiva visual constantes y más que destacables, pero no todo raya a la misma altura.
‘Fundación’ habla también de Apple TV+
Curiosa y significativamente, de todas las tramas que se van desarrollando en la serie, la que acaba siendo más satisfactoria y emocionante es la que incumbe al Emperador, un personaje que en las novelas es una presencia poderosa pero casi invisible y que aquí adquiere enormes matices gracias a la estupenda idea de la clonación. El Emperador en realidad son tres, clones de clones de clones del Emperador original, y que reinan en tres edades distintas.
Los problemas y la trascendencia de esa situación brindan un componente casi espiritual al relato, y el personaje en sus tres edades plantea su propia búsqueda y su propia trama, de indiscutibles ramificaciones políticas. Y lo hace conectando de una forma singular con el argumento de Asimov, dotándole de una capa extra de significado. Por desgracia, los periplos personales de Salvor Hardin o Gaal Dornick, teóricas protagonistas de la historia, no brillan tan alto.
La caída de interés que se produce en el último tercio de la temporada corrobora lo que sabíamos desde el arranque del proyecto: ‘Fundación’ es muy complicada de adaptar, y Apple TV+ ha querido facturar su propia ficción a la vez que permanecía fiel al original. En cualquier caso, para lo que sí sirve la serie es para confirmar el importante papel de la plataforma de Apple como creadora de contenido en el panorama del streaming.
La ambición estética de ‘Fundación’ la distancia de producciones de Netflix como ‘Cowboy Bebop’, y está claro que series como esta, ‘See’ o ‘Invasión‘ están asentando un estilo lujoso y reconocible para Apple TV+. Quizás eso sea lo más valioso de esta serie: más allá de sus hallazgos como adaptación, la constatación de que hay que seguir muy atentamente los próximos lanzamientos de la plataforma.
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John Tones
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