Después del volcán: cómo y cuándo recuperaremos lo que ha destruído la erupción de La Palma
El 1 de septiembre de 1730, la tierra se abrió en Timanfaya y una enorme montaña se levantó de la nada. Aquella erupción volcánica duró seis años y arrasó casi una cuarta parte de la isla de Lanzarote. Tingafa, Montaña Blanca, Maretas, Santa Catalina, Jaretas, San Juan, Peña de Plomos, Testeina y Rodeos; es decir, un total de nueve caseríos del sur fueron barridos de la faz de la Tierra y todo Lanzarote sufrió una lluvia intensa de ceniza y lapilli que se alargó meses. Ante el dantesco espectáculo, la desesperación y el miedo, muchos isleños se refugiaron en otras islas.
Lanzarote tenía unos 5.000 habitantes en aquel momento: aquello podía significar el fin de los asentamientos en la isla. Sin embargo, en los siguientes 38 años e impulsados por la cantidad de nutrientes que tiene dicho lapilli, la población se multiplicó por dos y la economía isleña se disparó. Pasó de ser un mero productor de cereales a convertirse en un vergel repleto de todo tipo de frutas, verduras y el famoso vino de malvasía.
Como decía el famoso teórico ciberpunk, David de Ugarte, la gran lección que nos dejaba el fin de la Guerra Fría y su “pánico nuclear” es que el fin del mundo no existe, que siempre hay un después. ¿Cómo será el después del volcán de Palma? ¿Cómo se reconstruye todo tras la ira del monstruo?
Contra la desolación del volcán
Lo cierto es que tras la destrucción del volcán lo que viene es la desolación: el malpaís, las impracticables extensiones rocosas que deja la lava al solidificarse. De forma natural, la naturaleza recupera los territorios perdidos por la destrucción del volcán. Sin embargo, dependiendo de las condiciones climáticas el malpaís puede tardar mucho tiempo en volver a ser fértil. Mientras que, tras la erupción de 1991, la naturaleza (y la población) del entorno del Pinatubo se ha recuperado casi completamente y hay volcanes hawaianos perfectamente integrados en la economía del estado norteamericano, los volcanes islandeses necesitan algo más de tiempo para desarrollar los primeros brotes verdes.
Eso no quiere decir que, como ocurre con la fase explosiva, no podamos hacer nada. Los seres humanos llevamos mucho tiempo conviviendo con la actividad volcánica y eso nos ha permitido poner en práctica nuestra creatividad. Precisamente tras la erupción de 1730, el recién nombrado obispo de Canarias, Pedro Manuel Dávila y Cárdenas, viajó a Lanzarote por encargo de Felipe V para examinar la magnitud del desastre. Fue él el que implementó una política activa para aprovechar la ceniza y el lapilli para reconstruir la agricultura de la isla. Una idea que se trasladó al resto del archipiélago y del mundo.
Sin embargo, es allí mejor que en ningún sitio donde la Gueria muestra todo su potencial. Los agricultores escabaron conos en la capa de ceniza para que las plantas enraizaran más fácilmente en el suelo entiquecido por el volcán, mientras que la capa superior de lapilli reducía la evapotranspiración. El mayor problema es que todo esto ocurre (ocurrirá) en los alrededores de la colada. Pero ¿qué ocurrirá con el terreno afectado? ¿Podemos recuperar el malpaís? ¿Cuándo y cómo lo haremos?
Así recuperaremos el malpaís
Si nos fijamos en lugares como Hawái o Islandia (+) que sufren estos problemas de manera más habitual, veremos que lo primero que se hace es recuperar la infraestructura. No es un proceso sencillo porque, aunque la superficie de la colada se enfría rápidamente, el interior conserva altas temperaturas durante mucho tiempo y, como explicaba Joan Martí Mollist, coordinador del Grupo de Volcanología de Barcelona, reconstruir carreteras, canalizaciones de agua e instalaciones eléctricas puede ser peligroso durante meses o incluso años.
Las casas, los edificios y la vida civil en general, en la medida en que a menudo necesitan una mayor movilización de terreno, se demorarán aún más en el tiempo. La otra gran pregunta se refiere al terreno. ¿Cuándo se podrá cultivar de nuevo? ¿Cuándo se recuperará la industria bananera? La respuesta no es sencilla. Por lo que sabemos, la meteorización del suelo en Canarias es un proceso largo. La zona que rodea la erupción del Teneguía aún está poco recuperada y aquello ocurrió hace medio siglo.
Sin embargo, en los últimos años se “ha intentado recuperar los terrenos trabajándolos mecánicamente, trasladando el suelo de otra parte de la isla o colocando agua a nivel artificial a modo de riego”. Es decir, tratando de acelerar por medio tecnológicos el proceso natural de meteorización del suelo. No obstante, no tenemos muchas garantías de que funcionará. Como las erupciones volcáncias siguen siendo sucesos extraños, es difícil experimentar nuevos enfoques y evaluar su efectividad. La Palma será, en este sentido, uno de los laboratorios de recuperación del mundo.
Sea como sea, hay muchas cosas que ni la tecnología ni el tiempo podrán recuperar. Esa es la verdadera magnitud de la tragedia.
Imagen | Ben Turnbull
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Xataka
por
Javier Jiménez
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