No, no es un molinillo de pimienta: es la primera calculadora compacta de la historia y se gestó en un campo de concentración nazi
Como ocurre con los pantalones acampanados en la moda, que se van y vuelven, parece que en la historia de la tecnología la tendencia a aumentar o disminuir el tamaño de ciertos dispositivos también ha experimentado variaciones con el tiempo. Pero lo compacto siempre ha tenido su condición de logro, por práctico y quizás por cómodo, y aunque los móviles parecen no parar de crecer, los ordenadores y las calculadoras tenían que reducirse con respecto a las primeras, y ahí fue clave la Curta.
Como en el caso de las computadoras de cálculo, no hablamos de un dispositivo electrónico, sino de la que sería aún una de las abuelas de esas calculadoras que tendremos quizás por casa, ya con botones, pantalla y puede que alimentación solar. Hablamos de algo enteramente mecánico, tataranieto de los ábacos y que tras su creación hay historia bastante llamativa.
Que no, que no es un molinillo de pimienta
El origen de las calculadoras, estrictamente hablando, se remonta a 1623 cuando el alemán Wilhelm Schickard ideó el primer dispositivo capaz de realizar operaciones aritméticas del que se tiene constancia. Era grande, complejo, con muchas palancas y servía para sumar y restar, por lo que poco tenía de portable o práctico.
Con las calculadoras pasó como con los ordenadores, aunque no ocupando habitaciones enteras como éstos. Era una solución ansiada por aquellos matemáticos, físicos, ingenieros y científicos en general que necesitaban realizar muchísimos cálculos al día, por simples que sean.
Hilando con esto, Cliff Stoll aludía en Scientific American a Johannes Kepler o a Isaac Newton en cuanto a que ellos ya se quejaron del tiempo que llegaba a emplearse con cálculos sencillos, pero aunque como hemos visto en ese momento ya hubo intentos de calculadoras, las mecánicas no llegarían hasta el siglo XX. En 1914 hubo un primer intento con las máquinas sumadoras-listadoras de diez teclas, pero en 1948 llegaba la Curta, con un diseño innovador y realmente compacto para el momento.
De hecho, es considerada la primera calculadora de bolsillo de la historia. Pero se aleja bastante a la imagen de calculadora actual, de hecho se parece más a un molinillo de pimienta, lo cual como veremos la acabó bautizando.
Siendo pronto para la explosión de la electrónica, la calculadora Curta era un cilindro que cabía en la palma de la mano (alejándose de los modelos previos) y servía para hacer operaciones como sumas, restas, productos, divisiones e incluso raíces cuadradas. Todo sin batería, pantalla y ni siquiera teclado; con una manivela.
El funcionamiento de la Curta se basa en la selección de las cifras con las que queremos operar usando unos deslizadores que se hayan en el contorno del cilindro, para después girar la manivela. Aquí hay que tener en cuenta tanto el sentido, como las veces como la posición de la manivela, de modo que según la combinación sumaremos, restaremos o haremos otro cálculo.
Recurriendo a la aritmética de complemento a 9, la Curta pudo restar, dado que con ella podemos calcular una diferencia transformándola en una suma. Esto se consiguió creando engranajes que combinasen tanto la suma como el complemento al 9, de manera que según a qué altura se ajusta la manivela, al girar se sumará o se restará.
Así, para sumar por ejemplo 12 + 35 + 62, antes que nada recurriríamos a la anilla (el cleaning ring o “anillo limpiador”, la tecla “C” de una calculadora moderna) para dejarla a cero. Después seleccionaríamos el 1 y el 2 en los dos deslizadores de más a la derecha, y seguidamente daríamos una vuelta a la manivela, completa.
Se repetiría lo mismo con los números 35 y 62, y en cada giro de manivela se iría sumando y apareciendo en los diales de resultado. Para hacer una resta, en vez de simplemente girar la manivela además se tiraría de la manivela hacia arriba, de manera que se cambiase la operación (al haberse movido el engranaje dual).
La Curta además (el segundo modelo, la Tipo II) disponía de tres mecanismos de seguridad para evitar errores (para fijar los números o para evitar que se pasase de una operación a otra involuntariamente). Siendo capaz de resolver operaciones con hasta once dígitos y con un diseño tan compacto como práctico, fue considerada como “una maravilla tecnológica”, según recogía Stoll.
El diseño de Curta se basó en el aritmómetro del matemático Gottfried Leibniz, inventado a finales del siglo XVII dentro de esa ola de primeros aparatos de cálculo. Éste, a su vez, se basaba en la acumulación de valores con ruedas dentadas usando múltiples cilindros, pero en el caso de la Curta hay un solo cilindro principal.
Cuando el currículum te salva la vida
Curta viene de Curt Herzstark, su inventor. Nacido en 1902, se interesó desde pequeño por esas primeras calculadoras mecánicas más grandes y sobre todo más complejas en mecanismo y pesadas. Una de las anteriores, la de Thomas de Colomar (en 1855), era tan grande como un piano y ya podía sumar, restar, multiplicar y dividir, pero pesando unos 27 kilogramos muy portátil no era.
Durante la Primera Guerra Mundial, el padre de Herzstark tuvo que dedicarse a vender estas calculadoras usadas al haber quedado su fábrica de material para la guerra destruida. Esto condicionó que el joven Curt se viese inmerso en ese mundo y, hacia 1930, detectase que “algo faltaba en el mercado”, y con los años estudió los modelos previos y las posibilidades con las aritméticas para, en 1937, ya tener algunos diseños de calculadoras.
Pero, poco después, las tropas alemanas entraron en Austria, y en 1943 fue acusado de apoyar a los judíos entre otros “cargos”. Entonces le alejaron de su fábrica, primero pasando por la prisión de Pankratz y, posteriormente, llevándolo al campo de concentración nazi de Buchenwald.
Allí fue seleccionado para trabajar en una fábrica del ejército y fue lo que le permitió dar con Fritz Walther, un antiguo rival en los negocios de Herzstark. Walther, al reconocerle y recurriendo al buen estatus del que gozaba bajo el régimen de Hitler, informó al comandante del campo de concentración de lo valioso que era el prisionero y de su especialidad.
Y entonces le ofrecieron construir “un pequeño utensilio para calcular” que darían al Führer como obsequio si realmente funcionara, como recoge Scientific American de los testimonios de Herzstark. La calculadora podría ser la moneda de cambio para salvar su vida.
Finalmente, su liberación llegó con las tropas americanas, cuando ya tenía sus diseños muy avanzados. Tras más dificultades y sin apenas recursos, con esfuerzo y buscándolos incluso en la realeza de Liechtenstein, las calculadoras fueron hechas por Contina AG Mauren en dicha nación.
De las 500 que se fabricaron en una primera tanda, pasaron a tener que atender un pedido de 10.000 unidades y fue un éxito hasta que ya sí, por fin, llegó la era de la electrónica y este tipo de calculadoras cayó en desuso en los años 70. Llegó a ser conocida como la “moledora de pimienta” debido a su diseño y la labor de Herzstark fue reconocida por el gobierno de Liechtenstein, aunque cuando él ya tenía 84 años.
Imagen | The Curta Calculator
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No, no es un molinillo de pimienta: es la primera calculadora compacta de la historia y se gestó en un campo de concentración nazi
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Xataka
por
Anna Martí
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