Cuando la evolución se convierte en la “ley del más adorable”: los perros conquistaron el mundo a fuerza de para “ponernos ojitos”

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“Y a ti te encontré en la calle”. Hace ya muchos más años de los que podría recordar, el marido de la Niña de los Peines y también cantaor, Pepe Pinto, puso su voz a una copla que reivindicando el valor de las madres y la familia, acababa así el estribillo: con un “y a ti te encontré en la calle”. Efectivamente, como decía el flamenco, “a una madre no se la encuentra”; encontrarse en mitad del bullicio de la historia y el tiempo es cosa de amantes, de amores y de amigos. Aunque esos amigos sean perros.

Al fin y al cabo, los perros no siempre fueron los mejores amigos de los seres humanos. Durante la mayor parte de nuestra historia en la Tierra, los cánidos eran sobre todo una amenaza. Pero en algún momento hace entre 19.000 y 32.000 años, una población europea de lobos (hoy probablemente extinta) inició una de las historias de amistad más largas que se conocen. Una historia que nos cambió a los humanos, pero que fundamentalmente los cambió a ellos.


Los “ojos de cachorro” como ventaja evolutiva

Cristian Castillo 73pyv0jjome Unsplash Cristian Castillo

Esas fueron las conclusiones de un equipo de la Universidad de Portsmouth que diseccionó minuciosamente ejemplares distintos de perros y lobos para comprobar cómo de profundos eran los cambios anatómicos y conductuales que separaban a una especie de la otra. Lo más llamativo de la investigación, sin duda, está en los ojos.

Según el equipo de Juliane Kaminski, todo parece indicar que la domesticación transformó la anatomía de los músculos faciales de los perros para mejorar la comunicación facial con los humanos. En concreto, los investigadores se fijaron en un músculo responsable de elevar la parte interna de la ceja y que permite moverla.

Curiosamente, ese músculo solo estaba presente en los perros. En todos los perros analizados, de hecho; y en ninguno de los lobos. Se sabía, por los datos etológicos recopilados en ambas especies, que los perros movían las cejas más frecuente y pronunciadamente. Es más, se sabía que los movimientos de mayor intensidad solo se registraban en perros. Sin embargo, no se entendía bien la base (anatómica o comportamental) que estaba detrás.

Lo interesante es que, según los autores, este tipo de movimientos aumentan el pedomorfismo (nos recuerdan a los niños) y se asemeja a ciertas expresiones faciales humanas relacionadas con la tristeza. “Cuando los perros hacen el movimiento, parece provocar un fuerte deseo en los humanos de cuidarlos”, explicaba Kaminski en la BBC. De esta forma, la adaptación facilitaría que se desencadenase una respuesta cariñosa por parte de los humanos.

Para los investigadores, la adorabilidad no es casualidad. Es evidente que el hecho de que los perros con cejas expresivas tienen una ventaja evolutiva clara y que, por eso mismo, lo más razonable es pensar que los “ojos de cachorro” son el resultado de una selección basada en preferencias humanas. Es decir, en que conectaban más con nosotros y eso acabó por convertirlos en el cánido más exitoso del mundo.

Imagen | Sarandy Westfall


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Xataka

por
Javier Jiménez

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