Cada vez hay más personas con alergias y la ciencia aún no tiene una respuesta para eliminarlas
Las alergias acompañan al ser humano desde que comenzó a ser su propia especie. Sin embargo, parece que es ahora, y no hace un siglo, por ejemplo, cuando más hablamos de ellas. Esto se debe, en gran parte, a que están aumentando.
Las cifras parecen apuntar, sin lugar a muchas dudas, que cada vez hay más personas alérgicas. Por si fuera poco, expertos de todo el mundo han comenzado a advertir que el cambio climático podría empeorar el panorama. Con toda la medicina y ciencia que hemos adquirido durante todos estos años, ¿por qué no hemos sido capaces de eliminar las alergias de nuestra vida?
Qué es una alergia
Para comenzar a entender por qué no nos hemos podido quitar de encima las alergias, lo primero será comprender qué son. La aparición de una alergia se debe a un funcionamiento incorrecto del sistema inmunitario. Este reacciona defendiéndose de un agente peligroso que, en realidad, es inocuo. En ocasiones, la reacción sí ocurre ante la presencia de un elemento peligroso, pero lo hace de manera desproporcionada.
La alergia suele reaccionar de manera muy agresiva, por lo que suele tener consecuencias muy desagradables en nuestro cuerpo. Estas también varían según la reacción: desde picores a hinchazón, fiebre, sarpullidos, rinitis, asma o el temido shock anafiláctico.
A nivel celular y tisular lo que ocurre es que se liberan diversas hormonas, como la histamina, y se activan diferentes medidas de defensa inmunitaria. Los leucocitos liberan inmunoglobulinas y sustancias que provocan la inflamación, entre otras muchas cosas. En general, un proceso alérgico es muy complejo y varía en cientos de matices, incluida la agresividad de la reacción.
Para hacerlo aún más difícil, no solo existen las alergias, sino también las intolerancias, algunas de las cuales cursan con síntomas muy parecidos a las otras pero no existe una respuesta inmunitaria de por medio, sino que el problema tiene que ver con una falta de enzimas disponibles para digerir o procesar ciertas sustancias.
En general, las alergias podemos entenderlas como un fallo del sistema inmunitario. Este puede ser de origen genético o expositivo. Nuestras defensas son de una complejidad y eficiencia exquisitas. Se adiestran durante años, adquiriendo todo un catálogo de posibles patógenos, desde que somos pequeños, ante los que deben combatir.
Cuando aparece un peligro nuevo, rápidamente, actúan de forma “general” hasta que catalogan el nuevo peligro y ya pueden contraatacar de manera controlada y precisa. Si no poseemos la información genética para que esto funcione bien, o no hemos sido expuestos adecuadamente a los posibles patógenos, entonces es cuando nos topamos con un malfuncionamiento. Otro aspecto esencial de las alergias es la exposición a nuevos agentes con los que nuestra población jamás había tenido contacto. Aquí es donde entran en juego cuestiones que hace décadas no se nos hubieran pasado por la cabeza.
El último actor en juego: el cambio climático
El cambio climático afecta a un sinfín de cuestiones cotidianas, especialmente a aquellas que tienen que ver con la meteorología. A la luz de esta relación, por tanto, nos encontramos con un nuevo problema, y es que ante un tiempo más cálido, húmedo y con eventos más extremos nos enfrentamos a una mayor cantidad de partículas aéreas: polen, tierra, microplásticos…
Esto tiene una consecuencia directa, y es que exponen nuestro organismo a nuevas oportunidades de despertar una alergia. Esto es especialmente importante cuando muchas de estas partículas son completamente nuevas. Algunas vienen de muy lejos, arrastradas por grandes corrientes cálidas. Otras no llegan a viajar tanto, pero sin una meteorología adversa, hubiera sido mucho más difícil que nuestro cuerpo se hubiera puesto en contacto. Hablamos de gases y micropartículas propias de la industria y concentradas por factores ambientales como la inversión térmica.
Aún más complicado es si hablamos de microorganismos. Tal y como advierte la OMS, el cambio climático implicará el contacto con un mayor número de microorganismos, bacterias y hongos, que ampliarán sus nichos ecológicos y su expansión debido al cambio de temperaturas. En resumen: el calentamiento está provocando que estemos más expuestos a más agentes alérgenos.
Según estiman los investigadores del departamento de Inmunología clínica y alergias del Hospital Campbelltown de Sydney, en 2050 la mitad de la población mundial sufrirá algún tipo de alergia debido a la nefasta combinación de contaminación y cambio climático. Pero no todas las alergias se deben al calentamiento global, ni mucho menos.
Ni la comida ni el aire son lo que eran
Lo cierto es que nadie sabe específicamente por qué ocurren las alergias, si es que se puede resumir todo el asunto en unas pocas respuestas. Pero lo que sí sabemos es que las alergias están aumentando entre la población, tal y como apunta Alicia Armentia Medina, catedrática del Departamento de Medicina y jefa de servicio de Alergia del Hospital Universitario Río Hortega de la Universidad de Valladolid.
Según indica, actualmente entre el 20 y el 40 por ciento de la población mundial convive con algún tipo de alergia. Esto parece coincidir con unos estándares de vida mucho más pulcros. Sin embargo, no existe un patrón claro que relacione la existencia de higiene en sí misma con el aumento de las alergias.
Todos los factores, sin embargo, sí que parecen apuntar a otras razones asociadas al desarrollo social. Entre dichos factores está la exposición a nuevos alimentos, nuevas sustancias y nuevas condiciones. Como decíamos, existe una cuestión genética en el desarrollo de las alergias. La tolerancia adquirida por una línea hereditaria de individuos parece proteger a los siguientes miembros de la prole.
En otras palabras, la tolerancia de los progenitores pasa a los hijos. Sin embargo, ¿qué ocurre cuando esos hijos se enfrentan a moléculas a las que sus padres no se han enfrentado jamás? El desarrollo de nuevos alimentos, seleccionados o modificados genéticamente, expone a nuestro sistema a nuevas moléculas.
Que nadie malinterprete mis palabras, eso en sí no tiene por qué ser un perjuicio. Hay que poner en la balanza la utilidad de disponer de más alimentos, más seguros y con más oferta de características. Pero, indiscutiblemente, esto introduce sustancias desconocidas en nuestro organismo, con las consecuencias inmunitarias.
Algo parecido ocurre con el aire, apuntaba en un ensayo la experta en alergias del Hospital Universitario Río Hortega. Productos, moléculas, partículas… estamos expuestos a sustancias que nuestros antepasados jamás habrían respirado. Esto, probablemente, explicaría el ingente aumento de casos de asma infantil que estamos observando, lo que iría acorde a las previsiones expuestas sobre el factor del cambio climático.
Parece, por tanto, que eliminar las alergias es todavía una cuestión de ciencia ficción. Todavía nos faltan muchos conocimientos al respecto, tanto genéticos como inmunológicos, para comprender por qué y cómo ocurren. Para hacer la cuestión más complicada, el cambio climático parece que aumenta las condiciones de exposición, empeorando la incidencia de las alergias. Quien sabe si en un futuro podremos mitigar sus consecuencias, algo que será probablemente necesario a la luz del futuro lleno de estornudos y picores que se prevé.
Alergias, ¿por qué no las hemos eliminado?
Parece que eliminar las alergias es todavía una cuestión de ciencia ficción. Habiendo avanzado tanto, científicamente, ¿qué nos retrasa? Todavía nos faltan muchos conocimientos, tanto genéticos como inmunológicos, para comprender por qué y cómo ocurren las alergias. Eso no quita que ya existan algunas líneas e hipótesis que trabajan sobre el tema.
Especial peso, al menos por su novedad, tiene aquella que estudia la modificación genética para eliminar alergias usando CRISPR, la herramienta de edición genética más famosa de la historia. Con esta se pueden inhibir ciertos genes asociados a la proliferación de células del sistema inmunitario ante ciertas respuestas, rebajando la manifestación alérgica. Al menos, eso dice la teoría. Uno de los grandes problemas de este procedimiento es su legalidad.
Aunque supiéramos, con total seguridad, que podemos eliminar una alergia modificando el ADN de una persona, esto no es posible legalmente en casi ninguna parte del mundo. Tampoco podemos modificar “niños”, no de forma directa. Por tanto, aunque tuviéramos la seguridad de su eficacia, todavía existe esta enorme barrera que nos impide solucionar la alergia.
Por otro lado, insistimos, todavía hay muchos factores desconocidos. Las alergias son problemas multifactoriales, con mucha interacción metabólica y celular. Un solo estímulo desencadena una compleja cascada de reacciones. Es bastante complejo actuar sobre una diana única que acate un problema tan complicado. Quién sabe si en un futuro podremos mitigar sus consecuencias, algo que será probablemente necesario a la luz del futuro lleno de estornudos y picores que se prevé. Por el momento, y por desgracia, seguimos luchando contra un problema que parece crecer y que no sabremos hasta dónde lo hará.
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La noticia
Cada vez hay más personas con alergias y la ciencia aún no tiene una respuesta para eliminarlas
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Xataka
por
Santiago Campillo
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