Realme Band, análisis: una pulsera cuantificadora muy barata de la que esperábamos algo más
Si hace algunos días analizamos el Realme Watch, hoy le toca el turno a la Realme Band, la apuesta de Realme para competir contra productos tan conocidos como la Mi Smart Band 4 y la nueva Mi Band 5. Se trata de una pulsera de lo más peculiar no solo por su sistema de carga, sino porque en un mundo lleno de pantallas táctiles, la Realme Band no la tiene.
Uno de sus argumentos más llamativos es el precio, y es que la Realme Band vale 24,99 euros en la web oficial (aunque se puede encontrar por 19,99 euros). Es una cifra sensiblemente más baja que la de sus rivales y, como veremos a lo largo de este texto, es algo que se nota en el día a día. Sin más dilación, vamos con el análisis de la Realme Band.
Ficha técnica de la Realme Band
Realme Band |
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Dimensiones y peso |
19,6 x 11,9 x 240 mm |
Pantalla |
0,96 pulgadas |
Resistencia |
IP68 al agua y al polvo |
Sensores |
Ritmo cardíaco |
Modos de deporte |
Hasta nueve |
Sistema |
Propio, notificaciones del teléfono |
Monitorización del sueño |
Sí |
Conexión |
USB integrado |
Batería |
90 mAh (hasta 9 días teóricos) |
Precio |
realme Band. Pulsera de Actividad con Pantalla de 0.96″ TFT-LCD en Color. Medición de pulsaciones en Tiempo Real. Carga Directa USB (sin Cables. Protección IP68 Water Proof. Color Verde
Diseño: finita y ligera
Empezamos repasando el diseño y el apartado estético. La Realme Band es bastante sencilla, está hecha de plástico (aunque parezca aluminio o acero inoxidable) y tiene una pequeña inclinación en en los cantos laterales. En estos cantos no tenemos absolutamente nada, ni un solo botón, sino que son completamente lisos. En la parte inferior, por su parte, tenemos el sensor de ritmo cardíaco, consistente en dos LEDs verdes como viene siendo normal en este tipo de wearables.
En la zona superior tenemos la pantalla. El cristal que protege el panel está curvado para integrarse mejor en la muñeca, pero la pantalla es plana. De ella hablaremos más adelante, porque hay mucha tela que cortar. Es una pantalla relativamente pequeña si la comparamos con el frontal y con ella interactuaremos a través de un botón capacitivo situado en la zona inferior.
Las correas son de silicona y extraíbles. Tienen 16 milímetros de ancho y se sienten bien. No tienen la misma calidad que las de Fitbit o Xiaomi, pero son más agradables al tacto que las correas de Amazfit o del propio Realme Watch. En la caja solo se incluye una, cuya longitud es ajustable a 152-227 milímetros, suficiente para todos los tamaños de muñeca.
Para sacarlas tenemos que tirar hacia atrás y hacer fuerza. Es algo que haremos en más de una ocasión, ya que el puerto USB con el que cargaremos la pulsera está integrado en el propio dispositivo y es al que enganchamos la correa. Cuando digo que hay que hacer fuerza es que hay que hacer mucha fuerza, tanto que al ir a cargarla por primera vez llegue a tener cierto miedo de romperla.
El motivo es que el puerto USB tiene dos amarres para sujetar la correa y evitar que se mueva o se salga. Estos amarres son bastante grandes y se enganchan bien, sí, pero ejercen demasiada resistencia cuando tiramos de la correa. No ha sido un mecanismo que nos haya parecido demasiado agradable ya que, como digo, da la sensación de que la vamos a romper. Habría sido preferible un sistema de carga magnético o parecido al de la Mi Smart Band 4. El cierre es de hebilla tradicional y no ha dado ningún tipo de problema.
Lo que sí nos ha gustado mucho es su peso. La Realme Band pesa tan solo 20 gramos, que no está nada mal. Eso hace que no sea incómodo llevarla a todas horas, ya sean durmiendo, haciendo ejercicio o mientras escribo estas líneas. Es bastante discreta en ese sentido y se agradece. Salvando el detalle de la correa, no se le pueden poner pegas al diseño y mucho menos si tenemos en cuenta que vale 25 euros. Con la pantalla, sin embargo, es otra cosa.
Pantalla: un conjunto de malas decisiones
Os cuento una anécdota. Cuando saqué la pulsera de la caja y me dispuse a utilizarla me mosqueé un poco porque la pantalla no respondía. He usado pulseras y relojes en los que como no hagas el gesto perfectamente o deslices desde cierta zona de la pantalla no responde, así que ahí estuve cinco minutos tocando el cristal sin que hiciera nada. Al rato me percaté de lo que estaba pasando: la pantalla de la Realme Band no es táctil. Parece una detalle sin menor importancia, pero no lo es en absoluto.
La pantalla mide 0,96 pulgadas, es a color y tiene una resolución de 80 x 160 píxeles, algo menos que la Fitbit Charge 4. Se ve bien en interiores, pero en exteriores y a plena luz del día la visibilidad es nula, incluso con el brillo al máximo. Puede representar 65.000 colores y sobre su saturación y contraste no hay quejas.
Dado que los marcos laterales son negros, la sensación es de que la pantalla ocupa todo el frontal, pero nada más lejos de la realidad. La mayor parte del frontal es marco y, como dijimos en el análisis del Realme Watch, se podría haber aprovechado un poquito mejor. Con todo, entiendo la decisión, ya que de haberse reducido los marcos el dispositivo en sí sería demasiado pequeño. El cristal que recubre la pantalla se llena de huellas con una facilidad pasmosa, pero al no ser táctil no es que la vayamos a tocar demasiado.
Como decíamos, interactuaremos con ella usando el botón capacitivo inferior, y no es la mejor forma. ¿Por qué? Porque hace que todo sea demasiado lento. Con swipes táctiles todo es más rápido, puedes volver hacia atrás, pulsar para ampliar información… pero con toques a un botón no. Pulsando el botón iremos hacia la pantalla inferior, una a una, y no podemos volver atrás, así que si nos pasas el ajuste o acceso al que queremos ir tenemos que dar toda la vuelta a las pantallas y empezar desde el principio.
Si para movernos entre la pantalla tenemos que hacer pulsaciones, para acceder a un modo deportivo o cualquier función tendremos que dejarlo pulsado unos tres segundos. De nuevo, mucho más lento que como lo haríamos si la pantalla fuera táctil. Aunque la pantalla se ve bien cuando las condiciones acompañan y responde correctamente a los toques del botón, la experiencia general con ella es bastante mejorable.
Para activarla hay que pulsar el botón o hacer un gesto con la muñeca, cualquiera de las dos opciones funciona bien. No tiene brillo automático y, para colmo, no lo podemos cambiar manualmente desde la propia app ya que todo lo que sea gestionar el dispositivo tenemos que hacerlo desde la app para Android. Algo que sí tiene es una opción para poner la pantalla en horizontal, algo que no tiene utilidad práctica en el día a día.
En definitiva, la Realme Band falla en uno de los apartados capitales de cualquier wearable: la pantalla. No se ve bien a plena luz del día, por lo que no cumple al hacer deporte en exteriores. No es táctil, así que todas las interacciones con la pulsera son demasiado lentas y el botón capacitivo, que funciona bien, no nos permite volver a la pantalla anterior o hacer swipes. La experiencia, en definitiva, ha sido muy mejorable.
La Realme Band en el día a día
Como toda pulsera cuantificadora, la Realme Band se puede vincular con un smartphone para recibir las notificaciones y alertas de llamadas. Salvo que tengas un iPhone, claro. Como sucede en el Realme Watch, la app Realme Link, que es necesaria para gestionar el dispositivo, solo está disponible para Android, por lo que si tienes un iPhone o iPad no vas a poder usarla. Está en desarrollo, pero por el momento solo está disponible en Google Play. Es un dato a contemplar.
Pulsando en el botón accederemos a las siete pantallas que podemos tener configuradas. Por defecto son las siguientes:
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Hora y fecha: no hace nada si dejamos pulsado el botón.
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Pasos: si dejamos pulsado el botón veremos los pasos, las calorías, la distancia recorrida y las horas de pie.
- Ritmo cardíaco: nos lo mide en tiempo real y al dejar pulsado el botón no hace nada.
- Modos deportivos: solo podemos configurar tres.
- Control de música: si dejamos pulsado accederemos a la interfaz.
- Tiempo: el tiempo actual y, si dejamos pulsado, una previsión a más largo plazo.
- Sobre el dispositivo: si dejamos pulsado veremos las certificaciones e información de la pulsera.
Eso es todo. No podemos instalarle más aplicaciones, ni acceder a funciones más avanzadas ni abrir una pantalla de ajustes para modificar parámetros de la pulsera. De hecho, la pulsera tiene cuatro “apps” disponibles: control de música, tiempo, cronómetro y encontrar el móvil al que está vinculada, pero solo podemos elegir dos. Es decir, que si quieres tener el control de la música y el tiempo no podrás tener el cronómetro. Las opciones son escasas y no aportan nada nuevo.
El control musical es interesante, pero igual que en Realme Watch, no podemos acceder a él cuando más útil es: haciendo deporte. Además, como no tenemos una pantalla táctil, para hacer algo tan sencillo como pasar a la siguiente canción tenemos que dar tres toques al botón y dejarlo pulsado. Es todo demasiado lento.
La gestión de notificaciones también es pobre, ya que si recibimos varias solo podremos ver la última y no volver hacia atrás para ver las anteriores. Hay que configurarlas manualmente en la app, algo que me parece bien porque así evitamos recibir notificaciones de absolutamente todo, pero habría agradecido tener un apartado dedicado a ellas en la pulsera para poder ver todas las que he recibido. Al final acabas mirando siempre el móvil para estar el día. También nos avisa de las llamadas y podemos rechazarlas dejando pulsado el botón, pero no responderlas.
Más funciones que nos ofrece la pulsera son los recordatorios de actividad y de beber agua. La primera la podemos configurar para que entre las 9:00 y las 18:00 nos recuerde de vez en cuando que tenemos que movernos, mientras que la segunda nos deja establecer los días y la franja horaria de funcionamiento, así como el periodo que debe pasar entre que nos mande una notificación y otra. La segunda, sobre todo, me parece particularmente útil.
Finalmente, cabe destacar el análisis del sueño. Si nos dejamos la pulsera puesta durante la noche, esta analizará cuánto y cómo hemos dormido. Desde la app podemos acceder al informe completo para saber cuánto tiempo hemos pasado en cada fase y cómo ha cambiado nuestra frecuencia cardíaca durante la noche. La detección horaria parece precisa, pero las variaciones en el ritmo cardíaco durante la noche me parecen demasiado pronunciadas.
En definitiva, la Realme Band es una pulsera que ofrece lo que se puede esperar de un dispositivo de 25 euros. Se queda corta en muchos aspectos, la experiencia en general es suficiente, aunque mejorable y la app tampoco destaca sobremanera entre otras apps de otros fabricantes. Es una pulsera de gama de entrada y se comporta como tal.
Batería: una semana de autonomía
Realme promete en su web que la pulsera tiene una autonomía de entre seis y nueve días, según el uso. Con la monitorización de ritmo cardíaco activada cada cinco minutos, llevándola para dormir y conectada al móvil, a nosotros nos ha durado una semana. No es la autonomía más alta del mercado, pero es suficiente para no tener que preocuparse de cargarla.
Ahora bien, tiene truco. La pulsera se apaga automáticamente cuando le queda un 3% de batería y no deja iniciar una sesión deportiva cuando está por debajo del 20%, por lo que agotar esas últimas gotas de batería es más complicado que en condiciones normales. Me habría gustado que la app me dejase desactivar esta función, pero no es posible.
La carga se hace enchufando el USB de la pulsera a cualquier puerto. Es realmente cómodo cargarla usando un puerto USB del ordenador, pero también lo podemos hacer en cualquier cargador que tengamos por casa. Tarda alrededor de hora y media en cargarse por completo, que no está mal.
La Realme Band haciendo deporte
Una de las claves de las pulseras cuantificadores es el registro de deportes, y aquí la Realme Band no termina de destacar. La pulsera solo tiene nueve modos deportivos (yoga, correr, caminar, senderismo, escalada, ciclismo, spinning, fitness y cricket) y solo podemos dejar cargados tres en el propio dispositivo. Dejando de lado que faltan deportes tan populares como el fútbol o el baloncesto, no tiene un “modo libre” que nos permita registrar deportes más variopintos.
Cuando iniciamos una sesión podemos acceder a información de la misma dando diferentes toques sobre el botón, como el tiempo que hemos pasado corriendo, los pasos que hemos dado, distancia recorrida, ritmo, calorías quemadas, pulsación actual y pulsación media. Esta información, evidentemente, cambia según el modo deportivo que elijamos, ya que en el yoga tiene poco sentido hablar de distancia recorrida y kilómetros.
La pulsera no tiene GPS, así que no puede registrar la ruta que hayamos realizando en una carrera. Tampoco podemos controlar la música mientras hacemos deporte ni, como decíamos anteriormente, iniciar una sesión si la batería está por debajo del 20%. La detección de la frecuencia cardíaca no es la más precisa del mercado, pero es suficiente para deportistas amateur. Es probable que los deportistas amateurs echen en falta un desglose más detallado o más métricas, como el nivel de oxígeno en sangre.
Cuando terminemos la sesión, la pulsera se sincronizará con el móvil para crear un informe en la app. Allí podremos ver las métricas mejor ordenadas y cuánto tiempo hemos pasado en cada “zona cardíaca”, pero poco más. Para que os hagáis una mejor idea, en la captura superior tenéis el resumen de una caminata de 15 minutos.
Algo que también ofrece la pulsera es detección automática de ejercicio, pero solo para caminar y correr. Es muy sensible y a la mínima que empezamos a dar un paseo, aunque sea a un ritmo más bajo, nos avisa de que ha detectado que hemos empezado a andar. El problema es que solo hace eso, nos avisa, pero no registra la sesión como cuando iniciamos un modo deportivo manualmente.
Realme Band, la opinión de Xataka
La Realme Band es una pulsera cuantificadora básica que da lo que promete. Por 25 euros, no se le puede pedir más al dispositivo, pero si hablamos de funciones, pantalla, rendimiento y deporte, lamentablemente se queda por debajo de otras alternativas como la Mi Smart Band 4, que es poco más cara que esta, o la Fitbit Charge 4, que es sensiblemente más cara.
La pantalla tiene mucho margen de mejora en lo que a visibilidad se refiere, sobre todo cuando la luz incide de forma directa, y que no sea táctil es un handicap demasiado importante. Que toda la interacción con la pulsera pase por pulsar un botón X veces hace que todo sea demasiado lento. Con una pantalla táctil la experiencia habría sido mucho mejor, pero es lo que hay.
El rendimiento es bueno, pero las funciones escasas. Las notificaciones son bastante mejorables, el control de música funciona a medias y no hay demasiados modos deportivos. Un punto positivo es su autonomía, de unos siete días, pero tampoco es que sea la cifra más alta en este tipo de dispositivos. Estamos hablando de una pulsera de la gama más básica, pero incluso así, quizá compense más gastar un poquito más y comprar algo más completo.
7,0
A favor
- Autonomía de una semana
- Es barata.
- El sistema de carga ahorra tener más cables por medio.
En contra
- La pantalla no se ve bien a plena luz del día.
- Que no sea táctil hace que interactuar con ella sea muy lento.
- No es compatible con dispositivos iOS.
realme Band. Pulsera de Actividad con Pantalla de 0.96″ TFT-LCD en Color. Medición de pulsaciones en Tiempo Real. Carga Directa USB (sin Cables. Protección IP68 Water Proof. Color Verde
El dispositivo ha sido cedido para la prueba por parte de Realme. Puedes consultar nuestra política de relaciones con empresas.
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La noticia
Realme Band, análisis: una pulsera cuantificadora muy barata de la que esperábamos algo más
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Jose García
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