PostSecret o cómo la gente empezó a enviar sus mayores secretos para que un desconocido los publique en internet
Todos, sin excepción, tenemos secretos. Algunos son más confesables, otros se nos escapan y unos últimos los mantenemos enterrados bajo toneladas de intimidad. Un estudio publicado en el ‘Journal of Experimental Psychology’ de Estados Unidos señalaba en 2017 que la mayoría de nosotros guarda una media de 13 secretos que podríamos clasificar en hasta 38 categorías. Y de todos esos secretos, decía el trabajo, un mínimo de 5 no han sido revelados a nadie.
Pero… ¿Y si se los pudiésemos contar a alguien que no sabe nada de nosotros? Alguien que no va a tratar de saber más de aquello que le sea confiado. Que no va a desvelar nuestra identidad porque ni siquiera él la va a saber. En ese caso, ¿le confiaríamos un secreto? Muchas personas responderían sí. Personas como las que cuentan sus vivencias más ocultas a un estadounidense llamado Frank Warren.
Todo comenzó hace años en un viaje París, cuando compró unas postales de El Principito y las guardó en un cajón de la mesilla de su habitación de hotel. Esa noche, cuando se durmió, tuvo un sueño extremadamente realista en el que se vio a sí mismo abriendo el mueble y encontrándose con las tarjetas. Tras ellas, en lugar de encontrar un espacio libre para la escritura, halló un mensaje que alguien había escrito. Aquello sería el germen de PostSecret, un proyecto que terminaría por nacer en 2004.
“Me aburría en el trabajo y tenía la profunda creencia de que todo el mundo tiene secretos, así que pensé si podía crear un lugar donde la gente pudiera compartir artísticamente sus partes más ocultas, sería fascinante.
Lo que no sabía en ese momento era que este proyecto de arte se volvería viral en todo el mundo, resultando en más de 850.000.000 de visitas en mi blog y convirtiéndose en un dispositivo de entrega de empatía. Yo tampoco sabía en ese momento que podría haber necesitado este lugar para compartir secretos enterrados que me estaba ocultando a mí mismo”.
Warren nos cuenta que su proyecto tardó en despegar solo un mes. Treinta días después de ponerlo en marcha, recibía los primeros secretos de gente absolutamente desconocida. PostSecret se viralizó, asegura, “porque secretos son universales”. Tiempo después, vendió el negocio que poseía a sus propios empleados y se entregó a esta iniciativa que ha convertido en su modo de vida. Da charlas en Estados Unidos y otros países compartiendo las historias y secretos más interesantes, además de vender libros.
En los tres lustros de historia que tiene su proyecto, asegura haber recibido más de un millón de secretos en el buzón de su casa. Íntimos pensamientos, vivencias o acciones que llegan de forma anónima. Con la seguridad de que nadie sabrá quién lo confesó, por muy truculento, grave o preocupante que sea la confesión.
No sorprende que en conversación con Xataka el creador de este santuario de la intimidad reconozca que haya sido contactado por cuerpos policiales e incluso por el FBI por mero interés y sin más trascendencia que la del propio contacto. “Afortunadamente, ninguno de estos efectos ha sido negativo”, nos dice Warren. Tampoco ha tenido que reportar ninguno de los secretos que ha conocido a las autoridades.
Nació como blog, pasó a ser una aplicación y tuvo que volver al origen
Los problemas, sin embargo, sí acabaron llegando. Y no por los secretos en sí mismo, sino por los usuarios que comenzaron a llegar cuando se lanzó la aplicación PostSecret original, que llegó a ser la más vendida del mundo durante su primera semana en la App Store.
“Por primera vez, la gente podía usar sus teléfonos para tomar una imagen, enviar un mensaje de texto con un secreto y compartirlo con el mundo de forma anónima, y luego otros podían responder de la misma manera”, explica. Decenas de miles de secretos eran compartidos cada hora. Unos secretos y unas historias que unían a la comunidad. Aunque ese buen ambiente no duró para siempre.
“Alrededor de tres meses después del inicio del proyecto, un pequeño número de usuarios comenzaron a abusar de la función de anonimato. No había manera de identificar a aquellos que estaban intimidando a otros o rompiendo las reglas de la comunidad. El espacio creado se convirtió en un lugar inseguro para compartir secretos.
Al final, fueron los penes los que lo arruinaron para todos, y no me refiero a los idiotas [“dicks” en inglés tiene ese otro significado], me refiero a las fotos reales de penes. Internet es un lugar maravilloso, pero extraño”.
Incluso las autoridades se inmiscuyeron en los problemas que se daban en la aplicación y esta tuvo que decir adiós. Sin embargo y pese a esto, PostSecret continuó. Lo hizo como el proyecto de arte comunitario en el que las personas envían sus secretos de forma anónima por un lado de una tarjeta postal. Todos los domingos se publican secretos. La aplicación, en cambio, tuvo que ser cerrada.
“Por favor, no saltes”
Uno de los episodios más intensos que Frank Warren vivió con PostSecret sucedió cuando recibió una postal de alguien que quería acabar con su vida. “He vivido en San Francisco desde que era joven. Soy ilegal. No me quieren aquí. No pertenezco a ninguna parte. Este verano planeo saltar del Golden Gate”, decía la tarjeta.
El día que la publicó, nos cuenta, el blog recibió un millón de visitas. Muchas de ellas querían hacer más por la persona que había enviado aquello y una chica llamada Kaitlin Roberts, vecina de San Francisco y que podía ver el Golden Gate desde la ventana de su dormitorio, se inspiró en este secreto para iniciar una página de eventos en Facebook llamada “Por favor, no saltes”.
“Pronto la gente de todo el mundo se unió y publicó imágenes de esperanza, mensajes amables y formas de ayudar. […] Con el tiempo, más de 66.000 personas se unieron para trabajar juntas en proyectos tan diversos como dejar carteles útiles en el puente para encabezar una marcha que incluyó a Reese Butler, el fundador de la National Suicide Prevention Hotline, la banda Blue October y el concejal David Campos, quien declaró por proclamación oficial el día como “Por favor, no saltes” en toda la ciudad.
Este sobrecogedor secreto tiene, no obstante, semejanzas con muchos otros. La postal en la que llegó, como muchas otras que entran diariamente en el buzón de Warren, son una pequeña obra de arte. Por la imagen empleada, porque son un collage o porque la caligrafía juega a mostrarse artística. De hecho, los libros en los que se recopilan las tarjetas recibidas son poco menos que un catálogo artístico. Una muestra de la creatividad de gente dispuesta a contar lo que nunca ha contado de un modo que, probablemente, dice mucho de sí mismos.
Los libros que recogen el proyecto son, además, el back up del mismo. Porque cada domingo se publican nuevos secretos y se borran los de la semana anterior, los cuales, pese a pulular por otras páginas y redes sociales, nunca vuelven a aparecer en PostSecret.
Si algo ha aprendido Warren gracias a este proyecto es que todo el mundo tiene al menos un secreto que podría tocarnos de algún modo. “Y si pudiéramos sentir eso y tenerlo en mente, creo que habría más comprensión, compasión y tal vez paz en el mundo”, asegura. Mientras eso sucede o no, él continua con PostSecret, publicando secretos anónimos, inéditos y verdaderos. Que se cumplan esos tres adjetivos son los únicos tres requisitos que pide, junto con la recomendación de emplear una postal y la única regla de no juzgar los secretos de los demás.
También te recomendamos
Papel en blanco, esta vez sobre literatura
En el principio fue Barrapunto: "llenamos un vacío que nadie ha recuperado"
Estas son todas las muertes que habrías sufrido sin tecnología
–
La noticia
PostSecret o cómo la gente empezó a enviar sus mayores secretos para que un desconocido los publique en internet
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Toni Castillo
.