Luz zodiacal: el fenómeno celeste que creemos conocer desde hace siglos y del que aún seguimos descubriendo su origen
El horóscopo quizás sea una de las cosas más opuestas a la ciencia hoy en día, pero hace siglos la mitología llegó a regir muchos aspectos de la vida y las costumbres y de aquello de mirar a las estrellas, como si el cielo nos hablase, quizás aún nos quede algo de misticismo (inofensivo). De hecho, hay un fenómeno diario que se acuñó como luz zodiacal y que hoy en día mantiene esta denominación.
Esta luz zodiacal ha sido actualidad recientemente porque nuestra querida Juno, que aún sigue activa por los alrededores de nuestro vecindario cósmico, quizás nos haya dado una importante pista sobre el origen de este fenómeno visual. Hasta la fecha se definía como un halo de luz, casi triangular, causada por la dispersión de la luz solar en las partículas de polvo intergaláctico, pero la sonda ahora ha dirigido el dedo acusador a un planeta en concreto.
Un descubrimiento casual, en cierto modo
La luz zodiacal es un halo, un resplandor más bien tenue y muy distinto a una aurora boreal u otros tipos de fenómenos tan definidos. Se trata de una tira o banda de luz relativamente débil que se aprecia con el cielo nocturno antes de amanecer o justo al inicio del anochecer, desde el horizonte.
La NASA explica que es la luz solar reflejada hacia la Tierra a causa de una nube de partículas de polvo que orbitan alrededor del Sol, y que durante mucho tiempo los astrónomos han considerado que ese polvo es transportado hacia el interior del sistema solar por algunos grupos de asteroides y/o cometas. Pero el trabajo de investigación de los científicos del equipo de Juno habla de la contribución de sonda a conocer la luz zodiacal, ya que según los datos es Marte quien puede estar arrojando polvo al espacio interplanetario.
John Leif Jørgensen, profesor de la Universidad Técnica de Dinamarca y uno de los autores del estudio, explica que programó una de las cámaras de Juno para reportar los cuerpos celestes que aparecieran en múltiples imágenes consecutivas y que no estuviesen ya registradas en el catálogo de cuerpos celestes conocidos. Un catálogo muy completo y que, teniendo en cuenta todos los ojos que tenemos puestos ya en el universo, complica encontrar algo que no se haya fichado antes en el mismo.
Así, no era muy alta la esperanza de encontrar un cuerpo celeste nuevo y de momento no ha sido así, pero durante el trayecto desde la Tierra a Júpiter la cámara en cuestión empezó a transmitir miles de imágenes de objetos no identificados. Una locura un tanto desconcertante que empezaron a analizar, viendo rayas que luego desaparecían misteriosamente.
Jørgensen lo describe como “si alguien estuviera sacudiendo un mantel polvoriento por la ventana”, por lo que incluso llegaron a pensar que podría haber sido por una fuga de combustible de la propia Juno. Pero al centrarse en los cálculos del tamaño y la velocidad de esos objetos vieron que los granos de polvo se habían estrellado contra Juno a unos 16.000 kilómetros por hora, de modo que astillaron piezas submilimétricas de la nave espacial.
Partiendo de esto, de que cada una de las partículas de escombros estaba registrando el impacto de una partícula de polvo interplanetario, lo que hicieron es compilar la distribución de polvo a lo largo de la ruta de Juno. La mayor dosis de polvo: entre la Tierra y el cinturón de asteroides, determinando que la nube de polvo termina en la Tierra porque la gravedad de la misma absorbe todo el polvo que se le acerca.
Teniendo en cuenta eso y que Júpiter actúa como una barrera (bloqueando el polvo por un fenómeno conocido como resonancia orbital), los científicos consideran que las partículas están en una órbita casi circular alrededor del Sol. Y según Jørgensen “el único objeto que conocemos en órbita casi circular alrededor de 2 UA es Marte, por lo que el pensamiento natural es que Marte es una fuente de este polvo”.
Un triángulo luminoso que ilumina el cielo nocturno
Decíamos que la Tierra absorbe todo el polvo que tiene en sus cercanías debido a su gravedad. Este polvo, del que parece responsable nuestro vecino, es el que vemos “convertido” en luz zodiacal, según aclaraba también Jørgensen.
Como decíamos al principio, no es que el polvo se convierta en el halo, sino que esa nube provoca dispersión de la luz solar. La luz zodiacal en realidad cubre el cielo por completo, aunque sólo sea apreciable sobre el plano de la eclíptica. De hecho, es responsable del 60% de la luz natural en una noche sin Luna.
Aunque a luz zodiacal abarque toda la eclíptica, se detecta mejor en las direcciones cercanas al Sol dado que la densidad de las partículas y su iluminación disminuyen a medida que aumenta la distancia al Sol. Es observable con el ojo desnudo y normalmente la veremos como un triángulo luminoso que, en condiciones de observación óptimas, se dibuja hacia poniente tras el ocaso o bien hacia levante justo en los momentos previos del amanecer.
La luz zodiacal era ya observada y designada antes de 1500, según relató Alexander von Humboldt en Kosmos (quien, de hecho, resucitó ese término proveniente del griego para designar al universo). El astrónomo Giovanni Domenico Cassini ya la investigó en 1683, quien ya lo relacionó con las partículas de polvo alrededor del Sol. ¿Os suena este nombre? Es posible, dado que la sonda Cassini fue bautizada así en su honor.
¿Y por qué la llaman zodiacal? Pese a que se entiende como fenómeno desde hace siglos, no tiene nada que ver con la astrología, al menos de manera directa. El apelativo zodiacal se debe a que se extiende a lo largo del plano de la eclíptica, donde se encuentran las constelaciones del Zodiaco (las cuales sí fueron bautizadas por motivos astrológicos).
Es curioso que sea algo que tenemos tan visto (conscientemente o no) y que aún haya tenido que venir Juno a arrojarnos algo de luz (teníamos que hacer el juego de palabras) sobre el asunto, aunque haya sido un descubrimiento casual. De hecho, ni siquiera el propio Jørgensen imaginaba que acabaría presentando un trabajo en torno a esto, declarando que nunca pensó que acabaría buscando polvo interplanetario.
Imagen | Steven Keys
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La noticia
Luz zodiacal: el fenómeno celeste que creemos conocer desde hace siglos y del que aún seguimos descubriendo su origen
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Anna Martí
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