El reto de comprar una webcam en 2020
Hace un par de semanas, Amparo Babiloni, Anna Martí, César Muela y un servidor grabamos este vídeo para el canal de YouTube de Xataka, hablando sobre lo que esperábamos para el Mobile World Congress 2020. Antes de que se cancelase, claro. Para grabarlo, evidentemente, era necesario tener una webcam, y la que ya yo tenía, que databa del primer ordenador que compré allá por el Pleistoceno, estaba en las últimas.
Tenía polvo dentro de la lente y una resolución que convertía mi imagen en un bello óleo sobre lienzo. El micrófono, además, sufría de un pequeño problema, y es que estaba tocado hasta el punto de que mi voz sonaba acelerada y aguda como la de un pitufo. Tampoco es que use mucho la webcam y el micrófono nada más que cuando juego online, pero aprovechando que iba a grabar un vídeo para el canal de YouTube, me propuse hacerme con una webcam nueva. Y pensé que iba a ser más sencillo y que abundarían en las tiendas de mi ciudad, pero… no.
¿Y las webcams?
Mi primera parada fue Amazon. Hay ni más ni menos que 22.000 resultados para el término “webcam” y los precios oscilan entre los veintipocos euros y los 3.648 euros. La webcam la necesitaba para el día siguiente, así que comprar en Amazon no era una opción. Es cierto que el repartidor suele llegar siempre por la mañana, pero vete a saber. Hombre prevenido vale por dos (es gracioso porque sabía que tenía que grabar el vídeo días antes de proponerme comprar la webcam, pero en fin).
Además, como aficionado a la tecnología que soy, me gusta pasearme de vez en cuando por las secciones de tecnología de los centros comerciales y grandes almacenes para ver lo que hay, toquetear y echar un vistazo a los precios. Así que aproveché y me fui a cierto centro comercial que hay cerca de casa en el que, por cierto, me compré mi primera webcam.
Qué tiempos aquellos, cuando me grababa jugando a ‘Slender: The Arrival‘ y subía el gameplay a YouTube… Y no, me niego a poner el enlace. Ese canal está oculto, privado, enterrado y clausurado de por vida, como mis fotos de Tuenti. Todos tenemos un pasado oscuro, pero es que el mío es puro Vantablack.
Me sonaba que en este sitio había webcams, así que a ver, muy mal se me tenía que dar para no encontrar alguna, aunque fuese 720p, para hacer el apaño. Si total, con que se me vea y oiga voy sobrado. Pues ni una. Ni-u-na. Había auriculares, televisiones, portátiles, consolas, videojuegos, micrófonos, cables de casi todo tipo, reproductores MP3 (¡reproductores MP3!), radios FM (¡radios FM!), despertadores (¡despertadores!), pero ni una sola webcam. O sea, hay MP3 de los de hace 600 años y ni una webcam, ok.
Pregunté al encargado de la sección y me confirmó que, efectivamente, no tenían webcams. Atónito, me volví a casa y cogí el coche para acercarme a otra franquicia conocida especializada en productos tech. Esperaba encontrar las webcams a plena vista en la zona de los periféricos, pero no. Di vueltas y vueltas buscándolas, pero no las encontré.
Hice lo que cualquier persona haría: preguntar. “Sí, están ahí abajo, hay dos o tres, creo”, me dijo la encargada. Me acerqué al mostrador por el que había pasado ya tres o cuatro veces y, efectivamente, ahí estaban, tres modelos de webcam, los tres de la misma marca, y alrededor de cinco unidades en total, puestas en la parte inferior del mostrador, entre ratones y teclados. Me llamó la atención que hubiese tan poca oferta y que, a su vez, las caja estuvieran tan fuera de la vista.
Además, las cajas estaban destrozadas. No eran productos devueltos o al menos no lo parecían, pero me resultó curioso que un dispositivo al que yo al menos le concedía cierta importancia estuviese tan poco mimado. Pero sea como fuere, vi una que me gustó, miré las características en la caja y las opiniones en Internet y me la acabé comprando. Creo que desde entonces la habré usado dos o tres veces, pero bueno, ahí está.
Los que graban no usan webcams
¿Y por qué os cuento esto? Porque me sorprende que, estando como estamos en una sociedad tan centrada en el vídeo, me resultase tan absurdamente complicado encontrar una simple webcam. Quiero decir, el que más y el que menos sigue a algún youtuber, instagramer o tiktoker, y los más jóvenes ven en ellos un modelo a seguir. Prueba de ello es el estudio de Lingokids, en el que se muestra que el 16% de los niños de dos a ocho años quieren ser youtuber o influencer.
Sin embargo, basta con echar un vistazo a los canales de YouTube más populares y cuentas de creadores de contenido para descubrir que las webcams han pasado a un segundo, tercer o hasta cuarto plano. Los hay que las siguen usando, pero lo más común es que usen cámaras réflex profesionales. Creo recordar que Rubius dijo el año pasado que usaba en sus streaming de Twitch una Sony Alpha 7 II, que vale la friolera de 1.200 euros, solo el cuerpo (confirmo, lo dijo).
Eso me lleva a un punto que considero interesante. En tanto que la creación de contenido se ha profesionalizado, las webcams han quedado relegadas a un plano más profesional. En un mundo tan estrictamente visual, conseguir una buena calidad de imagen puede marcar la diferencia entre que te vean o no te vean, porque seamos francos, a nadie le agrada un vídeo grabado en 720p grabado con una webcam, sin ninguna iluminación y con una calidad propia de cuando La 1 era el único canal de la tele.
Vamos, que las webcams son para oficinas, gente que hace reuniones esporádicas y poco más. Otra prueba de ello es Google Trends. Cogiendo siempre los datos con pinzas, las webcams han pasado de ser lo más de lo más en 2004 (los primeros datos disponibles) a tener un interés poco más que residual. Y con esto no quiero decir que no haya webcams que se vean de escándalo, ni mucho menos, basta con ver la calidad de imagen del torneo presencial de Fornite que Rubius y la LVP montaron hace un par de años para darse cuenta.
Más allá de eso, considero que las webcams estaban bien cuando no había otros dispositivos capaces de grabar en condiciones o cuando todo se hacía desde el ordenador. Hoy rara es la persona que no tiene en su bolsillo un móvil capaz de grabar en FullHD con una calidad más que decente y alguna app para hacer videollamadas. Digo más, un trípode sencillo y un móvil pueden ser todas las herramientas necesarias para iniciar un canal de YouTube e incluso hacer una videollamada profesional, por no hablar de que las redes sociales de vídeo son eminentemente móviles, así que las webcams son más bien innecesarias en este sentido.
Otra cosa es que se quiera hacer streaming de videojuegos, en cuyo caso, para alguien que esté empezando, puede ser una opción usar una webcam más o menos decente, que al menos grabe en FullHD. Comprar una réflex de entrada puede ser una inversión un poco absurda, pero si el canal crece, lo más normal, entiendo yo, es que la webcam acabe en un cajón y finalmente se acabe usando una cámara con mejor calidad. No hace falta que valga mil y pico euros.
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La noticia
El reto de comprar una webcam en 2020
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Jose García
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