‘Le Mans ’66’: una película en la que la pasión por los coches de carreras eclipsa la rivalidad entre Ford y Ferrari
Al fin ha llegado a la gran pantalla ‘Le Mans ’66‘, la película protagonizada por Matt Damon y Christian Bale que narra la histórica rivalidad entre Ford y Ferrari en las 24 Horas de Le Mans.
Y hemos podido verla en un pase de prensa previo al estreno organizado por Goodyear, la marca de neumáticos que participó en la victoria de Bruce McLaren y Chris Amon el 19 de junio de 1966.
Papeles secundarios que se vuelven principales
La cinta, dirigida por James Mangold, relata la rivalidad entre Henry Ford hijo y Enzo Ferrari, en un momento en el que el fabricante italiano atravesaba una crisis que se saldó con la compra de la firma de Maranello por parte de Fiat por 18 millones de dólares. Una pasta por entonces.
Un magistral Tracy Letts da vida a Henry Ford II: cargando siempre con el legado de su padre y preocupado por acabar convirtiendo la firma en una mera fábrica de coches anodinos, acaba eclipsando en interpretación al malhumorado antagonista, Enzo Ferrari, interpretado por Remo Girone.
Una de las escenas más significativas de ‘Le Mans ’66’ culmina con Henry Ford II llorando como un niño después de que Carroll haya hecho lo que nadie hasta ahora se había atrevido: exprimir el Ford GT40 Mark II con el jefe dentro.
“Ojalá mi padre hubiera sentido esto”, dice Ford aún con la baba colgando. Si bien una no puede evitar ver al Bale de ‘The Fighter’ en algunas escenas y a un Damon algo plano (sin hablar de Caitriona Balfe, que interpreta a la mujer de Ken Miles), Letts asume su papel como si llevara media vida esperándolo.
Un Henry Ford II autoritario, elitista, que usa un helicóptero para salir a cenar durante la carrera de Le Mans, pero que consigue transmitir el amor que profesaba por la compañía.
El largometraje no llega a profundizar todo lo deseable en el desarrollo del coche de carreras que iba a batir a Ferrari, pero es lo suficientemente explicativa para englobar no solo los obstáculos técnicos a los que se enfrentó el mítico Ford GT40, sino los corporativos y los personales.
También encontramos un Christian Bale que consigue que veamos cómo la gasolina corría por las venas de Miles; ajeno a patrocinios, corporativismos y marcas, él solo quería sentir la magia tras el volante y su vocación llevó ‘sin quererlo’ a la victoria de la firma del óvalo en el 66.
En resumen, una película muy entretenida, que no llega a hacerse pesada ni en los obligados momentos ‘lacrimógenos’ de las películas mainstream y que incluso alguien ajeno al mundo de la competición y los coches puede llegar a disfrutar. Mucho.
Pero en esta historia también juega un papel importante Goodyear.
Las 24 horas de Le Mans de 1966 comenzaron en condiciones de lluvia, y dos de los coches del equipo de competición de Shelby American que participaban, el número 1 de Ken Miles/Denny Hulme y el número 3 de Dan Gurney/Jerry Grant, no estaban teniendo problemas con sus neumáticos Goodyear, pero el de Bruce McLaren, calzado con Firestone, estaba perdiendo partes de la banda de rodadura en la recta de Mulsanne a más de 337 km/h.
Cuando McLaren entró a boxes para dar el relevo a Amon, buscó al representante de Firestone y negoció un cambio a Goodyear.
Al día siguiente, al final de la carrera, los Ford número 2, 1 y 5 sobrevivientes se acercaron para llegar juntos a meta de la carrera más dura del mundo.
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Victoria Fuentes
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