Cuando “morirse de sueño” es literal: así es como no dormir puede matarnos
El sueño, a día de hoy, sigue siendo uno de los grandes misterios de los animales. Sabemos que es importante, pero no entendemos, realmente, el por qué. De hecho, aunque cada día entendemos mejor qué papel juega en nuestra biología, todavía no sabemos realmente qué es lo que lo hace tan importante. Lo que nos lleva a la pregunta que se hace mucha gente: ¿podríamos morir si dejamos de dormir? La respuesta es sí. ¿Y cuánto tiempo privados del sueño supone una sentencia de muerte?
¿Qué pasa cuando dejas de dormir?
Probablemente, el caso más sonado de la historia del sueño sea el de un chico de instituto que decidió realizar uno de los experimentos más peligrosos de la historia (para un chaval de su edad): Randy Gardner. Se acercaba la feria de ciencias de su instituto, por lo que en un ataque de ¿genialidad?, Gardner se dispuso, asistido por sus dos amigos, Bruce McAllister y Joe Marciano Jr, a superar el récord de 260 horas sin dormir marcado por Tom Rounds.
Su intención, dijo en una rueda de prensa, era demostrar que “no te pasa nada malo cuando pasas mucho tiempo sin dormir“. Lo cierto es que, a la larga, Gardner no sufrió ninguna consecuencia. Sin embargo, a corto plazo, tal y como recogió el doctor Ross, que examinó al chaval tras el experimento, sí que se observan consecuencias negativas.
Hace ya un tiempo, nuestro compañero Javier Jiménez, nos contó con detalle qué le ocurrió a Gardner, día por día. En resumen, sabemos que cuando una persona pasa más de veinticuatro horas sin dormir comienza a sentirse como si hubiera bebido. “Algunos expertos comentan que se empieza a ver afectado el juicio, se deteriora la memoria, tomamos peores decisiones y nuestra coordinación se ve resentida”, explicaba Javier.
A partir de aquí la cosa se pone más fea: los sujetos comienzan a experimentar dolor en los ojos, molestias y una leve astereognosia, que consiste en una pérdida de la capacidad de distinguir la forma de los objetos que tocaba. A partir del cuarto día, el mal humor, la irritabilidad y la falta de concentración iban in crescendo, y comienzan a aparecer las alucinaciones.
Años después, Gardner no mostraba síntoma alguno de que estar tanto tiempo sin dormir le hubiera provocado daño
Las ilusiones hipnagógicas, en las que la realidad y los sueños se confunden, aparecen con más normalidad, haciendo que la persona se comporte, a veces, como si estuviese padeciendo un brote psicótico. Ya casi al final de su experimento, a los ocho y nueve días, Gardner sufría de descoordinación, irritabilidad, cefaleas, dolores articulares, falta de cooperación, lapsos de memoria, incapacidad para concentrarse… De hecho, casi no podía hablar.
A los once días, Gardner todavía estaba activo, y las alucinaciones eran más constantes, aunque menos intensas. Finalmente, a las 264 horas de vigilia, Gardner se fue a dormir y despertó casi quince horas después. Los exámenes posteriores de Ross, quien siguió el caso, mostraron alteraciones cognitivas y conductuales, pero con el paso de lo días desaparecieron. Años después, Gardner no mostraba síntoma alguno de que estar tanto tiempo sin dormir le hubiera provocado daño.
Oniros contra Insomnia
Pero el caso de Gardner, desde luego, no es el habitual. A lo largo de la historia han habido cientos de intentos en los que se ha tratado de llegar lo más lejos posible en esto de permanecer despierto. Pero aún más numerosos son los pacientes que sufren de algún tipo de disrupción del sueño. La falta de sueño se reconoce hoy día como una de las epidemias más extendidas por el mundo.
La privación del sueño puede ser aguda, en momentos puntuales (como le ocurrió a Gardner) o crónica, provocada por otras enfermedades, como la apnea del sueño, el insomnio crónico, el estrés… Pero en todos y cada uno de estos casos, el insomnio jamás es total. Según sabemos, es imposible que una persona permanezca despierta el 100% del tiempo por sus propios medios. Como mínimo, los microsueños ocurren sin que podamos evitarlos a no ser que sean interrumpidos constantemente por algo o alguien.
Solo existe un caso en el que una persona no puede dormir de ninguna manera. A esta enfermedad se la conoce como síndrome de insomnio fatal familiar y es una enfermedad muy rara. De hecho, se estima que solo un puñado de familias a lo largo del planeta padecen esta enfermedad, que es hereditaria (de ahí lo de familiar).
El problema parece encontrarse en una o varias mutaciones que provocan una enfermedad priónica (provocada por una proteína “rota”). Quienes la padecen tienen una esperanza de vida de meses, o años, como mucho, en los que el insomnio va apoderándose poco a poco de la vida de la persona. Al final la demencia, las alucinaciones, la confusión y el delirio son los dueños del sujeto, que termina muriendo. La insomnia fatal familiar no tiene cura conocida.
Entonces, la falta de sueño, ¿te mata o no?
La respuesta es, sin duda alguna, sí. Pero muy distinta es la respuesta a cómo lo hace. Porque en realidad no lo sabemos. Por ejemplo, sí que sabemos que el sueño sirve para “limpiar” los metabolitos sobrantes en las sinapsis nerviosas del cerebro. Algunos expertos como el Dr. Kryger, de la escuela médica de Yale, describen el mecanismo del sueño de la siguiente manera: el sueño es una necesidad que comienza a incrementarse a partir de las catorce horas despierto, incrementándose hasta las dieciocho.
La señal metabólica que indica al cerebro que está cansado es la adenosina. Los estimulantes compiten en la ruta metabólica de este componente de manera que los receptores no llegan a notar su presencia, en principio. Pero esto solo es una alerta que nos indica que algo va mal, no la razón última del daño que se supone que estamos sufriendo.
Otros investigadores ven el sueño como una especie de sistema homeostático, en el cual la intensidad del sueño (que se identifica con el proceso de sueño REM) juega un papel clave. Este modelo, a diferencia de otros, le dá más importancia a la intensidad que a las horas de sueño. Pero tampoco puede profundizar más en las causas que pueden generar la muerte.
Lo único que sabemos con seguridad es que el problema principal de la falta de sueño prolongada provoca el deterioro cognitivo
Incluso en el caso de los pacientes de insomnio fatal familiar es muy difícil entender cómo reacciona el cuerpo ante la privación del sueño, ya que la enfermedad puede cursar con otras afecciones. No tenemos la seguridad de que estas se deban al insomnio o a la acción de los priones que lo causan.
Hasta la fecha sabemos con seguridad que el problema principal de la falta de sueño prolongada es el deterioro cognitivo. Cuando nuestro sistema nervioso se viene abajo se dan todo tipo de fallos en el cuerpo. ¿Esto puede llegar al punto de colapsar? Sin duda, aunque no parece haber un patrón igual en las personas. Como decíamos, no entendemos el papel exacto del sueño en nuestra fisiología.
El problema no es el sueño, sino el mundo a tu alrededor
Pero mucho antes de que te mate la falta de sueño, existe otra miríada de cuestiones igual o más peligrosas en el sentido inmediato. Como decía del CDC, la falta de sueño es una de las mayores epidemias de nuestro tiempo. Y este, a su vez, es un problema que provoca muchos otros. Por ejemplo, quedarse dormido al volante, trabajando con maquinaria pesada o distraerse mientras se realiza una actividad de riesgo puede ser el origen de un accidente fatal.
Estas cifras no son baladíes: los datos analizados por esta entidad muestran que un gran porcentaje de personas admite haberse quedado dormido involuntariamente mientras conducía.. Caer dormido al volante es una importante causa de accidentes a nivel mundial. En 1999, el piloto del vuelo American Airlines 1420 se estrelló cuando el piloto sobrepasó la pista de aterrizaje. El capitán y diez pasajeros murieron debido, según apuntó la investigación, a que el piloto, probablemente, se encontraba en una situación de estrés y fatiga debido, entre otras cosas, a la falta de sueño.
En el más que estudiado desastre de Chernobyl, probablemente la falta de sueño ayudó a que ocurriera, según indicaron años después los investigadores. Lo mismo pasó con el desastre de la “Isla de las Tres Millas”. En 2013 el accidente del metro de Nueva York provocó cuatro muertos y setenta heridos, algo relacionado, también, con la falta de sueño, según los peritos.
En definitiva, la privación del sueño es peligrosa y puede resultar letal, pero no solo por sus efectos intrínsecos, sino también por las consecuencias adversas que provoca en los seres humanos. Por tanto, queda claro que sí que puede matar y, además, de numerosas maneras. Así que no conviene tomarse a la ligera lo de descansar adecuadamente, pues el resultado podría ser catastrófico.
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Cuando “morirse de sueño” es literal: así es como no dormir puede matarnos
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Xataka
por
Santiago Campillo
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