El Mac Portable cumple 30 años y nos recuerda un pasado de portátiles antediluvianos
Jean-Louis Gassée abría un maletín de un portátil pero no había portátil: había un vaso de agua. La audiencia reía con la ocurrencia, pero sobre todo estaba expectante ante el anuncio del Macintosh Portable, el primer equipo portátil de Apple con batería integrada que quería ser un equipo sin compromisos.
Pero había un montón de compromisos. En 1989 había que hacerlos, por supuesto, porque la tecnología daba para lo que daba. Aún así ver a Gassée montar el equipo de principio a fin como si se tratase de un portátil modular -algo impensable hoy en día en equipos de Apple- no tiene precio. Ese Mac Portable deja clara cómo la evolución en este segmento ha sido espectacular, superando claramente a la que han sufrido los equipos de sobremesa.
Jobs no tuvo nada que ver
Aquella Apple era muy distinta de la que tenemos hoy en día ante nosotros. John Sculley había tomado las riendas de Apple en 1983 tras dejar Pepsi. Lo había hecho con decisiones singulares, como la de permitir que otros fabricantes pudieran crear “conversiones del Macintosh” y fabricar clónicos de los equipos de Apple.
Jobs le había convencido con el famoso “¿Quieres vender agua azucarada el resto de tu vida?” y aquel ejecutivo acabaría siguiendo un camino demasiado parecido al que los grandes de la industria del PC mantenían.
Eso se notaba aquel 20 de septiembre de 1989. Veíamos a Gassée con camisa y corbata, muy formal, presentando un equipo portátil que no se diferenciaba mucho de aquellos primeros portátiles comerciales que habían aparecido años antes de la mano de fabricantes como Compaq, HP o Toshiba.
Un portátil “modular” con muchas curiosidades
El Mac Portable no era demasiado distinto en formato de aquellas máquinas, pero lógicamente contaba con una gran diferencia: al fin ofrecía a los usuarios de Apple una alternativa a sus equipos de escritorio.
En aquel equipo destacaba su pantalla LCD monocroma de 9,8 pulgadas, pero también una singular batería de plomo y ácido que era una adaptación de las que se utilizaban (y utilizan) en nuestros coches y que permitía disfrutar de una autonomía sorprendente de cerca de 10 horas según Apple cuando lo normal en la época eran 2 o 3 horas.
También sorprendía otro detalle: su trackball se podía colocar a la izquierda o a la derecha del teclado, permitiendo así que tanto usuarios diestros como zurdos pudieran manejar este periférico cómodamente.
Había incluso huevos de Pascua ocultos en su interior: al abrir el equipo se podía ver cómo la carcasa había sido grabada con la firma de las personas que estuvieron involucradas en el desarrollo del equipo.
Precisamente esa capacidad de colocar el trackball a un lado u otro era una de las señas de identidad claras de un portátil que podríamos calificar de “modular”.
Durante la presentación, de hecho, Gassée montó todo el equipo a partir de sus principales módulos, y acabó dándole la vuelta a la pantalla para que todo el público pudiera ver que aquel montaje había sido un éxito: el Mac Portable mostraba en pantalla el mensaje “Ta Da!” ante un público totalmente entregado tras aquella demostración.
De portátil, poco
Sin embargo el Mac Portable no era especialmente portátil. Su peso era de algo más de 7 kg con la unidad de disco duro conectada.
De hecho el precio era otro gran obstáculo para los usuarios: sin unidad de disco duro el precio del equipo era de 5.800 dólares de la época, una cifra enorme que dejaba claro lo difícil que era llevar las prestaciones de un equipo de sobremesa a un equipo portátil.
El equipo nunca llegó a triunfar, y aunque Apple rebajó su precio, se equivocó con el marketing de un equipo que orientó a pequeños traslados en lugar de aquel mensaje inicial que invitaba a los usuarios a utilizarlo -no os perdáis el anuncio en el minuto 4:24 del vídeo aterior- por escaladores, por obreros de la construcción o por una elegante ejecutiva que sonreía mientras cargaba sin aparente esfuerzo con aquel “arrastrable”.
Aquel mensaje era en realidad común a otros portátiles de la época que vendían aquellas máquinas como sustitutos del PC tradicional sin que hubiera compromiso alguno.
Como señalan en Fast Company, las ventas fueron muy reducidas. La consultora Dataquest estimó que Apple vendió entre 8.000 y 10.000 unidades del Mac Portable en su primer trimestre a la venta, y meses después la cifra bajaría aún más: se estimaba que Apple vendía 1.000 unidades al mes.
La realidad era muy distinta, y los portátiles que los fabricantes nos vendían -Apple incluida- tenían poco de portátiles, estaban muy lejos de las prestaciones que podían ofrecer equipos de sobremesa mucho más baratos y sus características solo eran aprovechables por una minoría reducida de usuarios, en su mayor parte empresariales.
Aquel fracaso fue toda una lección para Apple, que a finales de 1991 presentó sus primeros PowerBook. Aquellos equipos no aspiraban ya a ser sustitutos de los potentes sobremesa de la época de Apple, y eran menos potentes, menos pesados y menos caros con precios que partían de los 2.500 dólares.
No es que fuera una cantidad pequeña, pero para muchos aquel equipo sí planteba una buena opción. El trackball se colocó en el centro, debajo del teclado -una posición que también acabarían usando los fabricantes de portátiles de la época luego adoptaríamos con los touchpad- y en un año Apple logró vender 400.000 de aquellas máquinas.
Aquel éxito planteó una evolución que fue ganando en prestaciones y convirtiendo a los portátiles en máquinas fácilmente transportables. Luego llegarían sus iBook y más tarde los MacBook, y con ellos un cambio fundamental en equipos que definitivamente dejaban de ser “arrastrables” para convertirse en máquinas que ya no eran “ese segundo equipo” que llevar de un lado a otro cuando lo necesitaran.
El portátil era ya tan bueno que para muchos se convirtió en el primer y único ordenador que necesitaban en sus vidas.
Hasta que llegó el smartphone, claro, pero esa es otra historia.
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por
Javier Pastor
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