En el país de las pick-ups se pagaron $520 mil por una F-100 con 55 años
Argentina se está convirtiendo en el país de las pick-ups, más allá de las contingencias actuales. Lo es porque las demanda el campo, lo es porque las demanda Vaca Muerta, lo es porque muchos en su momento optaron por una pick-up cuando el «impuesto al lujo» les hizo imposible subirse a un SUV. Hace varios meses ya que el vehículo más vendido es la Toyota Hilux, sinónimo de producto nacional y confiabilidad.
Aunque ya lo era hace muchos años con la Ford F-100 y luego con la Ranger, y hubo motivo de orgullo con la aparición de la Volkswagen Amarok, y más recientemente con la Nissan Frontier hecha en Córdoba. Aunque también hay historia de la mano de Chevrolet con la C10 argentina continuada más acá con la S-10 brasileña.
Pero la tecnología del common rail, el turbo de geometría variable y la doble tracción electrónica muchas veces se choca contra la realidad del campo. Y ahí anda alguna vieja Brava entreverada con una Loba o una Dodge 200 tirando de un arado o desafiando las leyes de la física, llevando más de una tonelada de cualquier cosa en su caja y con millones de kms en su haber.
Muchas veces el marketing de traje y corbata se da de bruces con lo que pasa en el campo, donde el 4G escasea y la lógica le escapa a los Power Point. Mientras desde alguna oficina se sacan cuentas con Excel y se buscan descuentos y «animaciones» que le permitan a la red de concesionarios mejorar su competitividad, en muchos pueblos los vehículos se pagan al contado y en el momento, o con granos o vacas.
En un mercado en el que cualquier pick-up cabina simple 4×2 0km tiene precios de lista de alrededor de $1 millón, hay quien prefiere echar mano al bolsillo de su bombacha de campo y gastar más de $500.000 en una camioneta con 55 años.
La escena que compartimos ocurrió hace dos semanas en un campo de Miguel Cané, un pueblo que pertenece al departamento de Quemú Quemú, ubicado al norte de la provincia de La Pampa. Según el último censo ahí viven menos de mil habitantes, quienes en su mayoría se dedican al rubro agropecuario.
Se puede ver un típico remate informal, en el que el propio «lote» oficia de estrado. El martillero está subido a la caja de una Ford F100 de 1964 que luce casi tan original como cuando fue nueva, con su pintura celeste y su primera patente: L008633. Conserva sus tazas, cubiertas pantaneras y al parecer se le han agregado espejos retrovisores sobre ambos lados del capó como único detalle. Lo mejor del caso: el odómetro de su motor V8 acusa 55.000 km.
No estamos en los jardines de Autoclásica ni ante una troupe de coleccionistas ávidos por hacerse de un vehículo a bajo precio para restaurar. Estamos ante gente trabajadora de campo que empieza una compulsa que arranca en $50 mil y que en menos de tres minutos finaliza en $520 mil. Las imágenes llegaron hace varios días a nuestro mail producto de la viralización que tuvo este hecho.
¿Sirve como ejemplo? ¿Se contrapone este hecho con la realidad del mercado? ¿Quien paga u$s 12 mil por una camioneta vieja es el mismo que paga por u$s 35 mil por la que usa a diario? ¿Los paga porque la cosecha de soja de este año se lo permite o los paga por placer? ¿Un vehículo como ése vale lo que se pagó?
Es complejo de responder y quizá haya más de una respuesta correcta; dicen que la compradora viajó especialmente desde Trenque Lauquen y que difícilmente volvamos a ver esa F100 trabajando alguna vez.
Lo concreto es que mientras esta semana en Capital se inaugurará el primer concesionario digital con tecnología 3D, en el que los clientes podrán experimentar subirse a un vehículo pero sin hacerlo, en muchos pueblos los vehículos se compran al mejor postor. La Argentina es muy grande y extensa, mucho más de lo que permite ver Google Maps en la pantalla de cualquier celular.
Sergio Cutuli
Gracias Mauro D. por las imágenes.