El youtuber restaurador que está viralizando el arte y que se está cargando patrimonio en el camino
Publicado originalmente en Magnet
Vale, YouTUbe lo ha conseguido: si alguna vez dudamos de que todo era susceptible de ser viralizado, es el momento de rendirnos ante la evidencia. Si el hombre del que voy hablar fuera a First Dates, al lado de su nombre, Julian Baumgartner, pondría: restaurador y youtuber. El trabajo de Baumgartner es fascinante; sus vídeos son efectistas; el hecho de ver aparecer los colores y los pigmentos, después de siglos y siglos escondidos, tras capas de barnices oxidados, es sin duda una tarea muy agradable de ver.
¿Pero quién es realmente Julian Baumgartner?
Baumgartner es restaurador, como bien deja claro cada vez que puede. Representa a la segunda generación de una familia que se dedica al negocio de la restauración: Baumagartner Fine Arts Restauration. Su padre Agass fundó la empresa en 1978 y, tras su muerte, Julian ha seguido su estela. Según cuenta en su biografía, empezó a trabajar con su padre, como aprendiz, en el año 2000, y tras su fallecimiento decidió continuar con el negocio familiar en Chicago. ¿Pero por qué son tan exitosos sus vídeos?
Como vemos, Julian Baumgartner lleva a cabo su trabajo de forma tranquila mientras va explicando lo que hace. La puesta en escena es bastante digna. Su trabajo gusta, y gusta mucho en realidad. Su canal es uno de los más seguidos. Cuando Julian subió el primer vídeo a YouTube en el 2016 no sospechaba que aquel canal que acaba de crear tendría 623.000 seguidores tres años después.
Sus vídeos tienen millones de visualizaciones. Baumgartner sigue un guión bastante sencillo: muestra el estado de la obra (para poder luego hacer la comparación tras la intervención) y va explicando paso a paso el proceso. Los primeros planos y los planos detalle nos muestran las manos del joven trabajando sobre los cuadros. Lo cierto es que no es difícil comprender por qué el canal es tan exitoso: su voz es hipnótica, y mezclada con hits de música clásica convierten el visionado casi en una experiencia zen.
Movimientos repetitivos, y acompasados, Baumgartner nos va mostrando sus herramientas, los productos que usa. Los planos intercalan estas pequeñas tomas detalle con planos amplios del estudio.
Baumgartner cree que sus vídeos tienen éxito precisamente porque su trabajo es tremendamente sensorial, al trabajar con la manos, parece que existiera como un halo mágico que rodeara todo lo que hace. El resultado es siempre positivo. La obra sobre la que ha realizado la intervención aparece ante los espectadores más nítida, mucho más brillante y más definida; en definitiva, el trabajo de Baumgartner siempre es satisfactorio.
¿Por qué entonces tiene detractores?
Sin embargo, no todo el mundo tira cohetes con Baumgartner. En su canal de youtube, acompañando cada vídeo aparecen detractores, cuestionan sus prácticas. Baumgartner dice trabajar para diferentes clientes, coleccionistas privados e instituciones públicas. Por sus manos han pasado, dicen, muchas obras tasadas en muchísimo dinero. No vamos a negar la mayor: el estudio que fundó su padre tiene una larga trayectoria y una reputación basada en realizar buenos trabajos.
¿Dónde está entonces el problema? Pues en las intervenciones que realiza de las obras. Muchos comentarios han visto en las prácticas de Baumgartner un ejercicio un tanto problemático, tanto para el patrimonio y su consiguiente conservación, como para la consideración que se tiene de la profesión de los restauradores. Si a nuestra memoria vienen en los últimos meses famosas intervenciones espectaculares, también aparecen las que han sido un tanto desastrosas y que han hecho que cada intervención se mire con lupa.
Como el propio restaurador comenta en sus vídeos, las personas que se acercan al canal de Baumgartner no son profesionales de la restauración. Son personas que disfrutan al ver como obras desteñidas y avejentadas por el tiempo y por las malas condiciones de conservación lucen como nuevas o recién pintadas, de repente, al contacto con un bastoncillo. Esto es realmente mucho más serio. El suscriptor al canal de Baumgartner, que como la mayoría de los mortales no sabe nada de los procesos a seguir para sanar una obra, pasa por alto multitud de cuestiones.
Entre la mala praxis que reprochan al restaurador aparecen intervenciones invasivas, uso de materiales inconvenientes, retoques innecesarios e incluso mala praxis. En el vídeo Ave María, Baumgartner, llega a insinuar la posibilidad de retirar toda la pintura y colocarla en un soporte totalmente nuevo.
Como indica Yaiza Lascorz, conservadora y restauradora de bienes culturales: “No hace falta haber estudiado conservación y restauración para darse cuenta de que esa es una medida completamente extrema y desesperada. El último recurso para cuando es la única solución que garantice la durabilidad de la obra. Retirar la pintura y trasladarla a otro soporte no sólo supone desechar gran parte de material original (y siempre hay que recordar que lo original tiene valor) sino que resulta una operación arriesgadísima y muy delicada”.
Los profesionales de la restauración son tajantes sobre esto. Cada obra es un mundo, y las prácticas deben plegarse a lo que para cada cuadro será lo mejor. El restaurador debe pensar siempre a largo plazo para procurar que la obra que está interviniendo dure lo máximo posible.
Otra de las cuestiones controvertidas: en sus vídeos no hay rastros de las pruebas a las que la obra debe ser sometida para verificar que productos pueden ser empleados en ella o no. Y de manera sorprendente, Baumgartner siempre da con el producto más efectista posible. La verdad, explica Lascorz, “es que no tenemos ni idea de qué acaba usando, quizá porque si nos lo contara la potente mezcla de disolventes que le permite atrapar al público en YouTube haría que nos echáramos sobre él como una manada de leones”.
Solo el tiempo podrá confirmarnos si Julian Baumgartner está cargándose con dudosa praxis algún que otro cuadro. Lo que no tiene discusión, como indica Lascorz, es que la viralización de este tipo de intervenciones son peligrosas para la profesión y para el patrimonio. La profesión se ve desprestigiada y al final cualquiera se cree capaz de “restaurar”, cuando las intervenciones tienen que ser llevada a cabo por profesionales. Los daños en muchas ocasiones son irreversibles.
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