Un pueblo de Argentina ha tenido una idea imaginativa para luchar contra los grandes apagones: cacahuetes
Cuando es de energía de lo que se habla, Ticino, un pueblo de la provincia de Córdoba, en Argentina, es lo más parecido a aquella irreductible aldea gala sobre cuyas hazañas escribían Alberto Uderzo y René Goscinny. Y no por su resistencia frente al asedio de las tropas romanas, sino por su sorprendente capacidad para esquivar los apagones que afectan al resto del país. Lo demostró en junio de 2019, cuando la localidad logró burlar el episodio que dejó sin luz a sus compatriotas y buena parte de Uruguay. Y lo mostró de nuevo en marzo, durante un episodio similar en el que esquivó el corte que afectó a millones de argentinos.
En el caso de Ticino, eso sí, no hay pócimas mágicas, ni druidas, sino algo mucho más común (y efectivo) en términos energéticos: cáscaras de cacahuete.
¿Cáscaras de cacahuete? Así es. Quizás suene extraño, pero esa es la clave de que Ticino haya logrado esquivar los grandes cortes de energía que han padecido millones de sus compatriotas a lo largo de los últimos meses u años. Con poco más de 2.000 habitantes, la localidad, situada en la provincia de Córdoba, dispone de un valioso as energético en la manga: la GTB, una central de generación eléctrica con biomasa. Y no con cualquiera. La instalación se nutre sobre todo de cáscaras de maní o cacahuete y, de manera ocasional, con cortezas de madera.
La planta se construyó entre 2017 y 2018, abrió sus puertas hace un lustro y —según detallan sus responsables— su capacidad de generación es de 4,63 MW y proyecta una autogestión con potencia neta de 4 MW. Para “alimentarse” usa las cáscaras que genera como subproducto Lorenzati, Rustech y Cía, una empresa que se dedica a producir, transformar y comercializar maní, cereales y oleaginosas. Sus instalaciones están en Ticino, en el área manisera de Argentina, y la firma asegura que dispone de un parque de más de 60 hectáreas y 500 colaboradores.
¿Y cómo es la planta? La clave es que funciona con biomasa. Para generar energía la instalación dispone de una caldera Acuotubular HLA-22x45x400, una turbina de vapor de condensación completa, un condensador, generador eléctrico, sistemas de enfriamiento y encargados de la potencia y control de la electricidad y accesorios con diversas funciones también, diseñados para los gases, agua y aire.
“El ciclo de generación de energía a partir de biomasa se denomina Rankine, un proceso similar al termodinámico que tiene lugar en una central térmica de vapor —detalla—. Este tipo de centrales utiliza un fluido de trabajo que alternativamente evapora y condensa”. Gracias a la quema de cáscara se genera un calor que se usa para suministrar el vapor de alta presión con el que activa su generador.
¿Pero cómo funciona la planta? “Con el calor se calienta el agua y obtiene vapor saturado. Se vuelve a pasar otra vez por la caldera y transforma en vapor de altísima temperatura que parece aire comprimido y se transporta hacia la turbina, que gira a 6.500 revoluciones por minuto y luego reduce su velocidad a 1.500”, explica a El País Diego Menta, electricista y jefe de la Planta de Generación de Ticino Biomasa: “La velocidad se transforma en fuerza y acopla al generador”.
¿Y qué se hace con la energía? He ahí una de las claves. La energía permite abastecer al pueblo y le ofrece una valiosa garantía extra cuando se dan apagones como el de 2019 o el pasado marzo. Ticino no es una villa energéticamente aislada y está conectado al sistema nacional regulado por Cammesa, pero —precisa VíaPaís— si la Empresa Provincial de Energía de Córdoba (Epec) queda fuera de servicio, recurre a su propia generación de energía con un circuito cerrado. Resultado: que mientras el 16 de junio de 2019 millones de argentinos se veían forzados a pasar horas sin luz por un apagón, los ticinenses pudieron continuar con sus vidas.
¿Por qué es importante? Más allá del interés que pueda tener el ejemplo de Ticino y su capacidad para esquivar los apagaones que afectan a sus coterráneos, la experiencia es interesante porque le ha permitido solucionar dos problemas de una tacada: la gestión de residuos y el suministro eléctrico. Aunque está muy lejos de los volúmenes alcanzados por China, India o EEUU, entre otros, Argentina es un productor destacado de cacahuetes, lo que acarrea desafíos, como qué hacer con las cáscaras descartadas. Una opción es almacenarlas en los campos, pero no es perfecta: esas acumulaciones pueden favorecer los incendios.
Las instalaciones de GTB permite darles una salida al mismo tiempo que se responde a otra necesidad del pueblo: reforzar su red energética. “Siempre tuvimos muchos cortes, algunos microcortes que duraban segundos o minutos. Incluso una milésima de segundo. Pero eso para una industria es suficiente para paralizar dos horas la producción”, recuerda Pablo Margiaria, de Ticino, a El País. La planta de la provincia de Córdoba les permite atajar esa desventaja y con un valioso aliado: las 45.000 toneladas de cáscaras desechada que, se calcula, se usan ahora con un fin que poco tiene que ver con la gastronomía: la generación eléctrica.
Imágenes: Lorenzati
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Un pueblo de Argentina ha tenido una idea imaginativa para luchar contra los grandes apagones: cacahuetes
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Carlos Prego
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