El mayor error de Elon Musk es acabar con lo más valioso que tenía Twitter: el ‘doomscrolling’
Parecía un bug tontorrón de fin de semana veraniego, de los que ocurren cuando media oficina ya está de vacaciones y la otra media en chanclas, pero no era un fallo. El misterioso mensaje ‘Límite de cuota excedido’ que vimos en Twitter este fin de semana no era un bug, sino una decisión premeditada por parte de la empresa. Según explicó Musk, una forma temporal de combatir la recolección automática de datos que estaba sufriendo la red social.
También dio cifras: a partir de ese momento, cada usuario verificado (es decir, que paga la suscripción de Twitter Blue) podía ver hasta 6.000 tuits diarios. Los no verificados, 600. Y los recién registrados sin verificar, 300.
Musk fue ampliando estas cifras hasta la última actualización que hizo, 10.000, 1.000 y 500 respectivamente. Pero ni son límites suficientes ni evitan el daño hecho.
Twitter 1-0 doomscrolling
Estas medidas van exactamente en la dirección opuesta de los principios más básicos de una red social que quiere ser rentable. TikTok e Instagram, como Twitter, abrazaron la cronología algorítmica para introducir contenido no seguido por el usuario de cara a aumentar su engagement. Dicho de otro modo, para fidelizarle y mantenerle enganchado a sus contenidos. El ansiado doomscrolling.
Y de esa forma, tener más horas de uso diario por usuario, que es lo que multiplica la relevancia de la red y las impresiones publicitarias que poder vender a los anunciantes. Cling cling. Limitar artificialmente el uso, algo que nunca han hecho Facebook, TikTok o Instagram, es cerrar puertas a ese crecimiento, por mucho que sea temporal.
Quizás Musk pensó que, además de una forma de evitar recolección masiva de datos, también sería una forma de incentivar a los usuarios a que se suscribieran a Twitter Blue; pero la respuesta inicial no parece que vaya por ahí.
Además, esta medida es contraproducente: quienes pagan por Blue lo hacen principalmente para ganar visibilidad, pero con esta medida la están limitando a todos los usuarios, sobre todo a la enorme mayoría que no paga esta suscripción.
Luego supimos que la razón no era tanto la protección ante el scrapeo masivo de datos de Twitter como un timing nada casual: día 1 de julio, el primero del segundo semestre del año, y el momento en el que abonar una factura de Google Cloud que Musk quería rebajar, aludiendo a insatisfacción con la calidad del servicio recibido. Un pulso red-nube que tuvo una consecuencia al menos parcial en el límite de tuits visibles al día.
También supimos después que Twitter implementó este límite de una forma que derivó en que, en la práctica, se estaba haciendo un ataque DDoS a ella misma. Al recibir un error cuando un usuario intentaba leer tuits con su límite excedido, intentaba actualizar la página automáticamente, disparando así el número de peticiones, tal y como desveló el desarrollador Sheldon Chang en Mastodon.
Musk tiene todo el derecho del mundo a aumentar la eficiencia de la red social que compró, pero sus movimientos recientes, incluso siendo temporales, van contra los principios más básicos de una red social. Al menos la de una que se sigue financiando en su gran mayoría con publicidad y lo que necesita es aumentar sus impresiones.
Posiblemente este movimiento quede en nada cuando Musk dé un paso atrás con el tope de visualizaciones diarias, como cuando las verificaciones que iban mutando de color o cambiando el texto explicativo hasta que dieron con el formato definitivo. Pero el daño está hecho: un zarpazo más a una reputación, un nuevo motivo para desconfiar de Twitter, para replantearse cualquier estrategia que implique apalancarse en ella para crecer.
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Imagen destacada | Xataka con Midjourney.
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El mayor error de Elon Musk es acabar con lo más valioso que tenía Twitter: el ‘doomscrolling’
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Javier Lacort
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